El mundo más allá del portal era tan extraño como Elyas había advertido. Cuando la bruma se disipó, María y Benjamin se encontraron en un paisaje vasto y surrealista. Un cielo de colores cambiantes se extendía sobre ellos, como si el día y la noche estuvieran en constante lucha por el dominio. Los árboles a su alrededor tenían formas retorcidas, con hojas que reflejaban la luz como espejos, y el suelo bajo sus pies era un mosaico de piedra pulida, con patrones que parecían moverse y cambiar bajo sus pasos.

Benjamin sostuvo la mano de María con fuerza, sintiendo que si la soltaba, podría perderse en este extraño lugar. Ella, por su parte, también apretó su mano, buscando la seguridad que él le brindaba.

—Este lugar es... increíble —dijo María, su voz llena de asombro.

—Sí, pero también un poco aterrador —respondió Benjamin, con la mirada alerta—. No sabemos qué podríamos encontrar aquí.

A medida que avanzaban, se dieron cuenta de que todo en este mundo era un reflejo de su propia realidad, pero distorsionado. Los espejos naturales que colgaban de los árboles mostraban imágenes de ellos mismos, pero no como eran ahora, sino como versiones más jóvenes o incluso mayores, con expresiones que reflejaban diferentes emociones: alegría, tristeza, enojo, miedo.

—Mira —dijo María, señalando un espejo que mostraba una versión más joven de ella, de cuando era una niña—. Es como si este lugar estuviera mostrando quiénes éramos... o tal vez quiénes podríamos ser.

Benjamin asintió, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que este lugar estaba diseñado para probarlos, para sacar a la luz sus sentimientos más profundos. Cada paso que daban parecía llevarlos más cerca de enfrentar esas emociones, aunque aún no sabían cómo o cuándo sucedería.

A lo lejos, vislumbraron una estructura en el horizonte. Parecía un edificio antiguo, un palacio que flotaba en el aire, sostenido por columnas de luz que se extendían desde el suelo hasta el cielo. Sin pensarlo dos veces, comenzaron a caminar hacia él, sintiendo que allí encontrarían las respuestas que buscaban.

Mientras avanzaban, el suelo bajo ellos comenzó a agrietarse y a temblar. La tierra se abrió repentinamente, y María soltó un grito cuando ambos comenzaron a caer hacia un abismo que se había formado bajo sus pies. En el último segundo, Benjamin la sostuvo, evitando que cayeran al vacío.

—¡Agárrate fuerte! —le dijo, tirando de ella con todas sus fuerzas.

María, con el corazón latiendo frenéticamente, se aferró a Benjamin, confiando en él para salvarlos. Finalmente, lograron trepar hasta un lugar seguro, jadeando por el esfuerzo.

—Eso estuvo cerca —dijo Benjamin, todavía agitado—. Este lugar realmente quiere probarnos, ¿verdad?

María asintió, todavía temblando por la experiencia. Sentía una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar. La seguridad de estar cerca de Benjamin, el miedo de perderse en este mundo, y algo más... una sensación cálida que comenzaba a crecer en su pecho cada vez que él estaba cerca.

—Gracias por no soltarme —dijo finalmente, mirando a Benjamin con una sonrisa suave.

—Nunca te soltaría —respondió él con seriedad, su mirada fija en la de ella.

Por un instante, ambos se quedaron quietos, el mundo a su alrededor desapareciendo mientras se miraban a los ojos. María sintió que algo dentro de ella comenzaba a cambiar, algo que había estado allí desde que conoció a Benjamin, pero que ahora estaba cobrando vida. No era solo gratitud o amistad; era algo más profundo, algo que aún no estaba lista para admitir, ni siquiera a sí misma.

Sacudiéndose de esos pensamientos, María se obligó a centrarse en la tarea en cuestión.

—Deberíamos seguir adelante —dijo, su voz un poco más suave de lo que pretendía—. Tenemos que llegar a ese palacio.

Benjamin asintió, aunque también sentía que algo había cambiado entre ellos. Sin embargo, como María, no estaba listo para explorar ese sentimiento. Había demasiadas cosas en juego en este extraño mundo, y necesitaban mantener la concentración.

Con renovada determinación, ambos se dirigieron hacia el palacio flotante. A medida que se acercaban, se dieron cuenta de que las columnas de luz que lo sostenían eran, en realidad, haces de energía que conectaban diferentes realidades. Dentro del palacio, podrían encontrar respuestas a las preguntas que habían estado rondando sus mentes desde que entraron en este mundo.

Al cruzar la entrada del palacio, una enorme sala se desplegó ante ellos. Las paredes estaban hechas de espejos, reflejando infinitas versiones de ellos mismos, mientras que en el centro de la sala había un trono vacío, rodeado por figuras que parecían hechas de pura luz.

—Bienvenidos al corazón del Reino Espejado —dijo una voz que resonó por toda la sala. Las figuras de luz se movieron, formando un círculo alrededor de María y Benjamin.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Benjamin, poniéndose delante de María en un gesto protector.

—Somos los Guardianes del Reflejo —respondió una de las figuras, su voz como un eco distante—. Este reino refleja lo que ustedes son, lo que temen, lo que desean. Aquí, deberán enfrentarse a sus verdaderos sentimientos si desean regresar a su mundo.

María y Benjamin intercambiaron una mirada. Sabían que no podían retroceder ahora. Con sus corazones palpitando de anticipación y temor, se prepararon para enfrentarse a lo que fuera que este lugar tenía reservado para ellos.

Y en el fondo, María sintió que los sentimientos que había estado tratando de ignorar estaban más cerca de salir a la superficie, aunque no estaba segura de cómo manejarlo... ni de cómo Benjamin podría reaccionar.

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