5
Los días pasaron, y Dazai los dejó pasar. Que pasaran, que avanzaran y ayudaran a que las ideas se cimentaran dentro de Chuuya.
Si bien seguían haciendo misiones juntos y compartiendo habitación, Nakahara hacía todo rápido, eludiendo el contacto y las miradas; mientras que Dazai no había intentado desplazarse ningún paso. Ése era, justamente, su movimento.
Mientras a Chuuya le incomodaba su compañía, él la disfrutaba y se divertía más de lo normal. Por las noches, cada par, visitaba el bar para hablar con sus dos amigos y evaluar su siguiente paso con Chuuya.
Si no hubiese sido por las palabras de Ango y, sobre todo, de Oda, nunca habría decidido llevar adelante aquello. Nunca se hubiese dado cuenta de que lo que necesitaba era unir su mente, su cuerpo y su alma. Solo allí encontró su respuesta. Chuuya era patético y sonso, sí, con un terrible sentido de la moda y era un potencial alcohólico. Pero su cuerpo lo deseaba y su compañía lo regocijaba. No le interesaba comprender si esos cambios se debían a sus sentimientos propios que siempre decidió ignorar, o si se debían a su posesividad como alfa y su situación de predestinados, pero decidió que dejaría de ser un niño y no se cerraría a su destino, incluso aunque no tuviera esperanza para un futuro, no quería decepcionar a Odasaku.
Sin embargo, era un hombre muy listo y estratega: nada de eso funcionaría si Chuuya se cerraba a aquel mismo destino que, lamentablemente, compartían juntos, por lo que estaba dispuesto a lograr que el omega se derritiera por él y que abriera su dura cabeza.
Chuuya Nakahara, por su parte, ya no sabía qué hacer para arrancar a Dazai de su mente. Estaba furioso. Furioso consigo mismo por haber sido tan débil, por haberse dejado someter por su condición de omega, por haberse expuesto ante Dazai; estaba furioso con él por ser tan osado y despreocupado, ¡tan cínico y engreído! Había sido su primer beso, ¡y tenía que ser con aquel idiota!
Mordía sus labios con rabia y los puños apretados entre sus guantes. Recordaba las palabras de Dazai. "No te dejes manejar por tus caprichos de niño". Qué se había creído. Rechazarlo no era un capricho, era lo que se merecía. Nada de lo que había pasado entre ellos había sido verdaderamente consentido por Nakahara, ni aquel beso profanado, ni las caricias durante su celo. Nada lo había querido ni nada lo aprobaba.
Se sentía tan frustrado, puesto que Dazai destruía todas sus barreras y enloquecía todas sus ideas. Le alteraba su presencia y aún más su cercanía; le hacía enfadarse a niveles desmesurados; lograba humillarlo inmensamente en ciertas circunstancias. Sencillamente, se comportaba de una manera que provocaba una repulsión total en él. Y, aún así, a pesar de todo aquello, su tacto lo dejaba deseoso, su olor lo mareaba y sus labios lo hacían estallar. Incluso sus ojos, a los cuales había acostumbrado a ver siempre repletos de rayos de burla, lo conmovían inmensamente, intrigándolo hasta el punto de querer impregnarse en ellos y conocer cada odiosa parte de su ser.
Los días pasaron también para él. Iban rápido. Sus misiones eran exitosas y fugaces; pese a estar distanciados e incomunicados, lograban realizar su trabajo de manera perfecta, conociendo los movimientos e ideas del otro en silencio y de manera anticipada y ágil. No obstante, una vez concluida la misión cada uno retornaba por su lado. Dazai pasaba por el despacho de Mori para comunicar resultados mientras que Chuuya buscaba un camino largo para solo volver en el momento justo y necesario de dormir y no ver a su compañero.
Normalmente, pasaba por diversos comercios hasta verlos cerrar. Otras veces, se limitaba a caminar por las paredes de la ciudad donde concurría poca gente hasta el anochecer. Al volver, lo hacía en en el sigilo de la noche. Caminaba con pasos apaciguados por el pasillo que dirigía a las habitaciones, constantemente rezando por no encontrarse con su pesadilla.
Grande fue su sorpresa cuando la primera noche vio que Dazai no se encontraba allí, y más grande fue cuando no lo oyó llegar sino hasta varias horas luego. Eso se convirtió en una continuidad, y la misma en una costumbre. Al observar los horarios de su compañero comprendió que podía buscar otras ocupaciones que lo mantuvieran hasta un poco más tarde; al fin y al cabo, no valía la pena tomar precauciones de llegar tan temprano si el otro le otorgaba implícitamente un gran margen de tiempo para ingresar a la habitación sin miedo.
Nakahara comenzó a transitar Yokohama durante más horas de oscuridad. Por supuesto, con atención: ahora era un omega. Si tomaba en cuenta la estúpida idea de su compañero de que eran destinados, no corría peligros mientras no estuviera en celo, debido a que se creía que un omega que ha sentido las feromonas de su alfa destinado, difícilmente se vería afectado por las feromonas de otro. Por lo tanto, se encontraba en todas sus capacidades de protegerse de cualquier otro que se viera atraído por su olor, cosa que se cambiaría si tuviera forjado su lazo con Osamu. Empero él no necesitaba ningún alfa que lo protegiera de otros, ni de nadie. Y menos aún necesitaba al castaño.
Una noche sus pasos lo guiaron a un bar destartalado cercano a los muelles. Lupin, con una apariencia llamativa y de mala muerte. No parecía ser muy concurrido, pero estaba seguro de que al ingresar vería muchas caras conocidas pertenecientes a la Port Mafia. Y, efectivamente, eso sucedió. Lo que no esperaba era ver la cara más conocida y menos deseada.
Se sintió turbado al verlo sentado al lado de la barra junto con un par de hombres más, tan jovial y entregado, como nunca lo había visto. Apretó su puño enguantado al notar cómo comenzaba a sentirse acribillado por los nervios de tenerlo cerca, pero no se acobardaría. De cualquier forma, Dazai no lo vería.
Se sentó en una mesa cercana a la puerta y observó a su alrededor. Pocos meseros y muchas mesas, la gran mayoría de ellas ocupadas. Chuuya tenía razón, no era un sitio de grandes ingresos y actividad, pero sí había una gran cantidad de mafiosos. Algunos de ellos le dirigieron miradas, de todo tipo. Algunos lo miraban con curiosidad debido a ser el poderoso Nakahara Chuuya, otros lo observaban con la misma mirada pero por verlo solo, y otros lo observaban con lujuria. Por más que fuera quien fuera, seguía siendo un adolescente de buen cuerpo y bello rostro. Además, claro, de ser el único omega de la Port Mafia.
Estaba siendo precavido con sus feromonas, pero era evidente que toda la organización se había enterado de su celo de hace unas semanas atrás.
Le enfurecía que lo vieran como un objeto de deseo y delicadeza cuando él era alguien tan fuerte que podría destruir aquel bar entero con solo mover los dedos.
Dirigió su mirada encolerizada a un Dazai que se carcajeaba en su asiento mientras abrazaba a aquel hombre que Chuuya reconoció como Sakunosuke Oda, el alfa que los apartó en la puerta de la habitación de Kouyou. Sintió una fiereza descarada enardecer en su pecho. La escoria andante que era Dazai lo cortejaba en su celo, lo besaba luego de intentar convencerle de que eran destinados, y finalmente aceptaba la lejanía de Chuuya sin chistar para ir todas las noches a aquel bar nauseabundo, para estar con Odasaku. Era repugnante.
Asqueado y afligido, se levantó de la silla cuando vio a un mesero acercarse a él. Antes de que este llegara a la mesa, Nakahara había abandonado el lugar hecho una rabia.
Desde la barra, Ango observó la puerta a la par que se acomodaba sus anteojos.
—¿Este es tu gran plan maestro, Dazai? —el mencionado sonrió victorioso.
—Por supuesto. Era esperable que alguna de estas noches llegara a Lupin. No sabía cuándo sería, pero fue hoy. Mejor de lo que calculaba para alguien tan tonto.
—¿Tu plan consiste en que te odie?
—Si lo dices por la ira que emanaba cuando abandonó el lugar, deberías saber que él siempre es así. Es un cohete de mecha corta —rio.
—¿Tú sabías que estaba aquí? —interrumpió Odasaku.
—¡Qué pregunta es esa! Lo olí cuando estaba a cinco cuadras de distancia —sonrió ampliamente Dazai—. En un principio no me gustaba la idea de atraerlo a un lugar lleno de alfas repugnantes que lo verían con lascivia, pero decidí que era un riesgo digno de correr. Además, como predije, Chuuya se enojó tan rápido que se fue antes de cualquier alfa se le acercara un poco siquiera. Todo va sobre ruedas.
—Esto terminará muy bien, o terminará terriblemente mal para ambos —suspiró Ango.
—Mis predicciones siempren se cumplen —espetó Dazai orgulloso. Oda solo rio, esperando que tuviera razón. Confiaba en el más joven, y esperaba que sus palabras no causaran en él un efecto contrario al deseado.
Más tarde, Dazai retornó a la habitación que compartía con su omega, con una gran sonrisa invadiendo su rostro. No había nada que gozara más que ver cómo sus planes tomaban siempre el cauce que él codiciaba.
Al abrir la puerta vio a Chuuya dormir contra la pared, como siempre, dándole la espalda. Volvió a sonreír y se acercó para tantear si se encontraba dormido. Al hacerlo se emborrachó con su olor, tan dulce y explosivo como él. Las ganas de tocarlo tomaron lugar en su interior, mas su mente le convenció de que no. Ni él se atrevía a aprovecharse de un omega dormido. Por otro lado, un aditivo de fuerza mayor era que si Chuuya despertaba mientras lo intentaba, fácilmente le arrancaría las manos y le partiría sus partes nobles en medio segundo; si bien no pensaba en la idea de tener cachorros, tampoco deseaba que le arrebataran toda posibilidad.
Se enderezó y decidió dirigirse a su cama. Aún contento. Desde ese momento, podía retomar las siguentes partes del plan.
Despertó con cansancio, mas no abrió los ojos y simuló seguir dormido hasta verificar que Chuuya no se encontraba en la habitación. No sabía qué hora era, pero el omega seguía ahí.
Dazai, para su suerte, dormía mirando hacia la habitación, a diferencia de su compañero. Al darse cuenta de la presencia del otro, entreabrió los ojos muy sutilmente para curiosear. Casi pierde la compostura al ver a un Chuuya muy concentrado en prenderse la camisa en frente de un espejo de cuerpo completo que se encontraba en un rincón de la habitación. Solo llevaba puesta la camisa y su ropa interior, con el pantalón negro pulcramente acomodado en la cama.
Dazai se sintió tan impotente ante semejante imagen. Cualquier cosa que hiciera o reacción que tomara, en el mejor de los casos se arruinaría su plan; y en el peor, Chuuya lo desmembraría. Decidió cerrar los ojos e intentar seguir durmiendo, tragándose su excitación y sus ganas de hacerle pasar vergüenza.
Un rato más tarde, Dazai despertó y en ese momento sí se encontraba solo en la habitación. Recordó el suceso de Chuuya antes y se golpeó la frente. Lo había visto cambiarse la ropa muchísimas veces, y siempre se había burlado. Sin embargo, lo que había pasado entre ellos en esas últimas semanas había hecho que, súbitamente, Dazai no pudiese verlo sin telas de la misma manera; Chuuya, por su parte, moriría antes que dejarse ver así por el alfa luego de lo sucedido.
Dazai se despejó y salió en busca de su compañero. Mientras caminaba por los pasillos, sonreía con seguridad, despreocupado. Los retos le divertían.
Su sonrisa se torció en una leve mueca de disgusto al encontrar lo que buscaba, conversando animadamente con un alfa. Específicamente, el alfa que había acompañado a Kouyou y que había olido a Chuuya en su celo desde la puerta la primera noche. Caminó hacia ellos de manera despreocupada.
—Chuuuuuuuya —le dijo con una sonrisa exagerada. Los dos se voltearon a verlo.
—¿Qué quieres, imbécil? —si bien siempre lo trataba así, estaba siendo aún más distante. Había rencor y fastidio en su voz.
—Tu alfa te busca para una misión.
—¿Qué alfa? —le gritó, encolerizado—. Descarado, vete de aquí.
—Me encantaría dejarte solo con él, como lo deseas, pero tenemos que cumplir una misión —contestó, elevando sus hombros y aún sonriendo. Chuuya lo miró con asco.
—Qué desgracia —dijo, más para sí mismo. Se volteó y miró con lástima al alfa que lo acompañaba—. Lo siento, tendremos que vernos luego.
—No es problema, Nakahara-san —asintió—. Sé que tienes deberes y que eres muy fuerte, es lógico que te tendrán ocupado —Chuuya sonrió y Dazai decidió cortar el problema de raíz.
—Creo que deberías ser honesto, Chuuya —sonrió ante la cara de confusión de ambos—. No volverás a verlo luego.
—¿De qué hablas, maldito bastardo? —exclamó su compañero, molesto de verdad y echándole miradas de reojo a su acompañante.
—Ya lo he dicho —La mirada de Dazai se había vuelto oscura y sus feromonas se liberaron con violencia. Miró al otro alfa, quien se puso en alerta por la reacción del menor—. No te acercarás a él. Este omega es mío, te lo advierto por única vez.
—No lo sé, yo no veo ninguna marca en su cuello —respondió el otro alfa, con una voz imponente—. No lo has reclamado y asumo que él no te lo ha permitido, por lo que no te pertenece. Que sean destinados, que todo el mundo lo sabe, no me interesa en lo más mínimo.
Dazai estaba enrabiado. Chuuya observaba la situación desesperado. Había comprendido la circunstancia que tomaría lugar. Ambos estaban dejando de lado su humanidad. Nunca había visto dos alfas pelear por un omega, y menos aún creyó que sería por él. Y lo que era peor, ¡uno de ellos era el estúpido de Dazai!
Respiró hondo e hizo lo que creyó mejor. Rogaba no equivocarse y terminar desatando algo peor.
—No tengo predilección por ninguno de los dos —exclamó con seguridad—. Los dos son alfas, tan desagradables como cualquiera. Creen que me derretiré por cómo dos animales se pelean por mí como si de un pedazo de carne se tratase, ¿no es así? Bastardos inútiles —espetó, ganándose una mirada del subordinado de Kouyou con destellos de desilusión—. Tú, desperdicio de vendajes, si no tengo otra opción, te esperaré afuera para ir a la maldita misión. Si prefieres quedarte aquí recibiendo una paliza como muestra de tu poder, es tu decisión. No te esperaré mucho.
Dicho todo, Chuuya se volteó con delicadeza y se encaminó hacia la puertas de salida, dejando a los dos alfas boquiabiertos.
Dazai se recompuso y sonrió orgulloso, dispuesto a ir tras su compañero.
—¿No es increíble mi omega?
—No es tuyo.
—No todavía —corrigió con una sonrisa de sorna—. Pero quien duerme con él y lo ve vestirse soy yo —sonrió y corrió para ir con el pelinaranja.
Chuuya lo esperaba con cara de pocos amigos e impaciencia.
— Oh, ¡Chuuuuuya! —gritó Dazai dramáticamente—. Cuánto me alegra verte aquí tan puro y sin ningún alfa cerca.
Chuuya lo pateó en el estómago chasquando la lengua.
—¿Cuál es la misión?
—Qué cruel eres conmigo —respondió acariciándose la frente en lamento, con su otra mano cubriéndole el abdomen por el golpe—. Es una investigación a unos presuntos traficantes que andan sin permiso de Mori. Se sospecha que su base se encuentra en un claro del bosque de Yokohama.
—¿Y para qué demonios me necesitas? —le escupió con los ojos entrecerrados—. No era una urgencia que fuera contigo. Has hecho muchísimas de estas solo.
—¿Qué tiene de malo pasar tiempo con mi compañero? —comentó Dazai—. Además, a decir verdad, no sé cuán peligrosos pueden ser. Es una misión de importancia y debe ser algo sigiloso, no amerita la presencia de mi escuadrón lleno de armas. Eso llamaría la atención.
—De acuerdo —hizo un gesto de molestia—. Pero apúrate.
Comenzaron a caminar hacia destino; Chuuya, apurado y fastidiado. Dazai, despreocupado y satisfecho.
—No veo tu apuro —respondió Dazai—. De cualquier manera, te sobrará tiempo para ir a Lupin luego de terminada la misión —rio ante la repentina vuelta de Chuuya y cómo lo acorraló contra una pared de un callejón por el que pasaban. Lo tomaba de a camisa y echaba humo por todos lados—. ¿Qué sucede, Chuuuuya?
—¿Cómo supiste, bastardo inútil? —le escupió.
—Vaya, ni siquiera intentas negarlo —lo miró desafiante—. Aún no lo entiendes, ¿no es así?
—¿Entender, qué? —su voz declaraba impaciencia. Estaba harto de los juegos del castaño.
—Somos destinados, Chuuuuya —canturreó—. Puedo sentir tu olor a cuadras. ¿Creíste que no lo sentiría estando solo a unas mesas de distancia? Por favor, no me subestimes.
El omega aflojó el agarre y lo arrojó contra el suelo y siguió su camino. El alfa solo se levantó y lo siguió, riéndose.
Caminaron durante bastantes minutos, subiendo y bajando calles. Chuuya no emitió sonido en todo el camino, mientras que su compañero no se callaba. Hacía chistes y señalaba cosas en el camino, pero no recibía atención.
Al llegar a la entrada del bosque, el más pequeño miró a Osamu con curiosidad.
—¿Estás seguro de que aquí es?
—Por supuesto, Chuuya. ¿No puedes ni reconocer un bosque? —se burló. El mencionado solo se cabreó y avanzó a pasos agigantados.
Luego de unos varios minutos de caminar y no recibir ninguna indicación por parte de su compañero, Chuuya se volteó para ver que estaba solo.
—¿Dazai? —lo buscó rápidamente por la mirada—. ¡Demonios, ese maldito inútil me abandonó!
—Qué impaciente eres —oyó a lo lejos. Dirigió su mirada hacia el portador de la voz. Dazai salía de entre unos grandes árbolas con una cosa a su espalda—. ¿Acaso un alfa no puede cortejar a su omega? —sonrió mostrando un pequeño ramo surtido.
—¡Imbécil de primera! ¿Qué haces perdiendo tiempo en estas idioteces en plena misión? —le dirigió una mirada rápida a las flores. Eran bonitas, pero era todo tan ridículo—. ¿Dónde diablos está la base de los traficantes? Hemos caminado mucho tiempo.
—¿Qué traficantes? —se rio.
—¡No me tomes el pelo! Los de la misión —contestó esperando que pudieran terminar rápido el trabajo y poder alejarse de su compañero. Se sentía humillado. Y peor aún cuando oyó la gran risotada que largó Dazai.
—¿De verdad? Creí que este bello ramo de flores serviría para que entiendas que no había tal misión —la cara de Chuuya era una obra. Sus ojos asombrosamente abiertos en incredulidad. Su cuerpo, plantado en el lugar, estático—. Bienvenido a nuestra primera cita, Chuuuuuya.
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