Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4

No sabía en qué momento había pasado, pero había dormido muchas horas. Demasiadas.

Era pasada la medianoche. Nunca había dormido tanto, por lo que asumía que al haber sido su primer celo intenso, sumado a todo lo que aconteció con Chuuya y cómo la noche anterior no había podido descansar luego de sentir sus feromonas por primera vez, había explotado.

Chuuya, oh, Chuuya... si él se encontraba fatigado, no quería ni imaginar a su pobre omega sufriendo su celo lejos de él. Le aguardaban días aun. Los días suficientes como para que Dazai ordenara sus ideas y supiera cómo proceder y se entendiese a sí mismo. Pensó en escabullirse a verlo otra vez, pero sabía que Odasaku estaría vigilándolo. Pensó en escribirle unas palabras de aliento, pero no había motivos para hacerlo, además de que sería inefectivo y su compañero lo insultaría o no le respondería. Pensó en si estaría bebiendo el vino, y si pensaría en él.

Se encontraba confundido y sin saber adónde apuntar o adonde ir; detestaba a Chuuya, le parecía patético y torpe; al mirarlo pensaba en lo irascible que era, lo petulante y pequeño que podía ser. Y sin embargo, nunca le había molestado su compañía. No diría que se había encariñado
con él, no, pero se había acostumbrado a su presencia, a sus gritos, a sus golpes. Se había acostumbrado tanto, y había llegado a conocer tan bien sus límites, que hasta disfrutaba molestarlo y hacerlo estallar. Sabía lo que le gustaba y lo que no. Sabía que, a diferencia suya, creía y confiaba, y que nunca traicionaría a nadie. Era tan tonto.
Por eso Dazai detestaba que esto le hubiera pasado con él, y no con una bella señorita dispuesta a cometer un suicidio doble, no, tenía que ser con el enano enojón.

Y, por más que jurara que no lo soportaba, por más que creyera en todas las cosas que le disgustaban de su compañero, su cuerpo actuaba solo. Su instinto alfa lloraba por Chuuya luego de que descubrió su condición de omega. Ayer podía ver a Nakahara a la cara y decirle cuán idiota era, sin embargo, esa mañana no soportaba su lejanía y al verlo no podía pronunciar ninguna palabra, ni podía pensar en nada que no fuera tomarlo de mil maneras diferentes y no soltarlo nunca. Le asqueaba.
Era una dualidad intolerable. Su mente asegurando que ni siquiera le gustaba tener a su compañero a menos de dos metros de distancia. Y su cuerpo, ignorando cualquier protesta de su dueño, desesperado por fundirse en uno con Chuuya, deseando con fervor los abrazos, su toque, sentirse completo; con su ritmo cardíaco enloquecido y su mente sorda. La persona que menos quería resultó ser la que su cuerpo y su alma necesitaban; su cuerpo y alma eran uno solo, mas sus ideas estaban separadas, totalmente en desacuerdo.

Las horas pasaron y pasaron y, entre sus cavilaciones sin rumbo ni consuelo, Dazai decidió que pasaría el día rápido como pudiera, sin pensar en nada hasta que fuera el momento de ir al bar con sus amigos. Por lo que se movió de lado a lado de Yokahama haciendo pequeños encargos para Mori, pero sin perder mucho tiempo en ellos como para que se hiciera tarde.

A las veintidós horas de ese mismo y eterno día, arribó ansioso al bar bajando las escaleras.

—¿Interrumpo algo? —preguntó Dazai mientras bajaba los últimos peldaños con los ojos tapados y simulando vergüenza.

—A diferencia tuya, nosotros sabemos controlar nuestras feromonas y celos, más aún en público —objetó Ango Sakaguchi.

—Es fácil para ti decirlo, ustedes son una pareja de alfas. No saben lo que se siente tener un omega destinado —se jactó.

—Por cierto, ¿estás seguro de eso? —preguntó tranquilo Odasaku mientras bebía su licor y veía al menor sentarse entre ellos.

—Pregunto lo mismo. ¿Qué, acaso eso de las parejas predestinadas no son un mito? —preguntó Ango.

—Pues, evidentemente no. Lamentablemente, de hecho —dijo Dazai mientras recibía su bebida por parte del dueño, quien ya sabía lo que el muchacho pediría.

—¿Por qué te lamentas? Ayer te morías de ganas por meterte en la cama de Nakahara —intervino Oda, encendiendo un cigarrillo.

—Ambos estábamos en celo, no es como si pudiéramos pensar con claridad.

—Pero espera, ¿entonces es verdad lo que Oda me dijo? —cuestionó con severidad y una pizca de curiosidad atrevida—. ¿Estabas en celo al mismo tiempo que él?

—Estoy casi seguro de que entró en celo porque yo lo hice antes —afirmó el más joven—. Me pasó mientras dormía, y más que seguro liberé feromonas sin darme cuenta —concluyó inocentemente.

—Pudo haber sido una casualidad. De cualquier forma, ¿tu compañero lo sabe? —cuestionó.

—Por supuesto que no.

—De cualquier manera —intervino Odasaku—. Ya se han visto, se han abrazado y se han olido. Él se habrá dado cuenta de la conexión que los une, de cómo reaccionaron sus cuerpos.

—Le tienes mucha fe a ese duende de jardín —se burló Dazai.

—No hables así de tu pareja —chasqueó Ango mientras se acomodaba sus anteojos.

—¡No es mi pareja! —exclamó mientras apoyaba su vaso en la mesa con fastidio. Sus amigos rieron—. De verdad, no lo soporto —golpeó su cabeza contra la mesa.

—Dicen que no puedes negar el destino cuando ya te ha encontrado, Dazai —dijo Ango—. Según la teoría, si nunca lo hubieses conocido tu vida no se habría visto afectada; pero ahora que lo encontraste y sabes que es tu pareja destinada, será difícil de ignorar.

—Yo no dudo de que sean destinados. Si es verdad que tu celo despertó el suyo, no hay duda, y luego de tener que separarlos yo mismo y que me miraras con odio, solo lo confirmé.

—Yo jamás eligiría a Chuuya —dijo Dazai, decepcionado y fatigado. Dio un largo sorbo—. Pero mi cuerpo lo necesita. Ahora mismo, por ejemplo, no estoy en celo, pero no logro esfumar los recuerdos de tenerlo en mis brazos; incluso desde aquí logro sentir su presencia y su olor, y no puedo evitar pensar en lo mucho que debe estar sufriendo, ni de las ganas que llevo de compartir esas sensaciones a su lado —sostuvo, tomándose de los cabellos. Ango y Oda se sonrieron.

—Por primera vez te preocupas por alguien que no eres tú. Qué increíble.

—No soy yo quien se preocupa. Es mi instinto alfa —se excusó con seriedad—. No importa lo que mi cuerpo quiera, yo sigo viendo a Chuuya como un enano molesto. Si hice todo lo que hice fue por estar fuera de mis cabales o por tratar de calmar mi naturaleza.

—Él sigue siendo tu compañero. Cuando salga de su celo y vuelvan a compartir misiones y, en el peor de los casos, habitación —dijo Odasaku, mirándolo acusadoramente—, ya nada será lo mismo que antes. Tú aseguras que te parece ridículo, pero cuando lo veas en un par de días no sé si serás capaz.

—Esperaré.

—Sabes, Dazai, si te sirve de algo puedes tomar nuestra experiencia.

—¿Tú y Ango, dices?

—Claro —intervino Ango—. Estamos juntos hace tiempo, y no significa que fue fácil. Pero no debes cerrarte a tus emociones ni a tus propios deseos.

—Exactamente eso iba a decir —dijo Odasaku. Ambos sonrieron. Dazai hizo una mueca de asco.

—¡Hay un menor en la habitación!

Los tres rieron.

—Ya no eres menor si pensabas montarte a Nakahara, Dazai —dijo bruscamente Oda con una risa amarga.

—No iba con intenciones de montármelo —contestó—. Fui a acompañarlo en su celo. Y no lo hice porque quisiera —se excusó una vez más—. No había podido dormir luego de que se cambió de habitación. Tuve que ir para calmarme.

—¿Y? ¿Cómo te sentiste al hacerlo? —cuestionó Oda. Dazai lo miró con la duda bailando en sus ojos oscuros. Ango miró curiosamente a los dos, a la espera de esa respuesta.

—Me gustó. Durante esos minutos sentí que no me importaba cuán estúpido pudiera ser Chuuya, solo me sentí bien al tenerlo a mi lado. Y sus feromonas me enloquecen, pero eso puede deberse a su celo.

—Dazai, eres tan increíblemente inteligente para ciertas cosas, futuro jefe y gran estratega —dijo Oda—. Pero sigues siendo un niño —sonrió para sí mismo y acabó su cigarrillo.

Osamu lo miró, entendiendo sus palabras. No le dijo nada. Solo bebió de su vaso y asintió con la cabeza. Tenía razón.

Siguieron hablando por una hora más, pero no volvieron a tocar el tema. Dazai no dejó de pensar en Chuuya en ningún momento.

Pasaron los días, tan pero tan lentos para Dazai. Trató de sobrellevarlos haciendo misiones rápidas y suicidas. En verdad, tampoco podía recibir grandes encargos puesto que necesitaba a Chuuya y su maldita habilidad.

En el que debía finalizar el celo del omega pelinaranja, es decir, el quinto día, Dazai se sentía increíblemente nervioso. Trató de distraerse todo el día y dormir muchas horas para que todo fuera más veloz, pero ni señales de Chuuya. Ni siquiera Mori sabía nada, y Kouyou le arrancaría sus miembros antes que decirle algo. No le quedaba nada.

Optó por aprovechar la visita al jefe y pedirle una buena misión que lo mantuviese entretenido. Y la obtuvo. Nada muy complicado, un tratado con pequeñas organizaciones, aunque algunas se pusieron más sangrientas que otras, razón por la cuál sirvió para perder bastante tiempo y arribar a la base a las veinte horas. Se dirigió hacia su habitación desesperanzado, dando por sentado que debería pasar la noche en el bar otra vez cuando, ya cerca de la puerta, sintió ese olor que lo volvía loco. Sin pensarlo saltó sobre la perilla y abrió la puerta para encontrar a un Chuuya molesto que no se atrevía a mirarlo a la cara.

—¿Qué te sucede, bastardo? —espetó. Aún sin mirarlo.

—Chuuya... —susurró el alfa, mirando su cuello, sintiéndose invadido por el olor del omega. A pesar de que no se encontraba en celo, sus olores dulces penetraban en él como si fuera una sustancia letal ingresando en su sistema y, sin embargo, era algo que disfrutaba y lo hacía sentir seguro y tranquilo, un olor al cual podría volverse adicto. Pero no sabía si el otro pensaba lo mismo del suyo.

—¿Acaso me has extrañado? —respondió burlándose.

—Odio admitirlo, pero sí —fue la contestación de Dazai. Fue un tono serio que intentaba parecer más una broma. Pero Oda tenía razón: las bromas dejaron de ser iguales entre ellos.

—Ya —respondió Nakahara evadiendo la situación. Acto seguido, su cara se torció en una de asco—. Demonios, esto de haber conocido mi situación es terrible. ¡Apesta a ti por todos lados, olor a alfa imbécil!

—Chuuya, cómo exageras. Tú hueles peor, y como eres un omega es más dulce e invasivo —se defendió—. Además, unos días atrás te volvías loco por mis feromonas, ¿no es así? —se burló victorioso.

—Tanto tu olor como el de un puerco podía haberme hechizado. Estaba en celo, idiota. No es como si yo lo hubiese querido —se excusó Chuuya. Seguía sin mirarlo. Dazai ya se encontraba sentado en su cama buscando su mirada; su compañero estaba sentado en su respectiva cama también, pero con sus ojos azules puestos en la pared.

—Sabes, Chuuuuuya —comenzó Dazai de forma cantarina—. Como yo no estuve encerrado toqueteándome todo el día, anduve averiguando y charlando.

—Y qué.

—Tú sabes de las parejas predestinadas, ¿no es así? —preguntó serio Dazai. Se esperaba un claro e inminente rechazo, pero él ya tenía resuelto sus planes y decisiones. Pondría a Chuuya al tanto de a poco.

—Sé que hay una estúpida creencia de que para cada alfa hay un omega y viceversa, y si los destinados se encuentran y forman una pareja su lazo será irremediablemente fuerte, es decir, tienen muchas posibilidades de triunfar en una relación, es como si estuvieran hechos el uno para el otro —recitó Chuuya, recordando lo que había escuchado por ahí—. Sin embargo, es muy difícil que se encuentren, ¿no? Es muy patético. Y si la encuentras tampoco es una obligación estar juntos.

—Claro que no es una obligación, pero ¿no te suena tentadora la idea, Chuuuya? —dijo Dazai inclinándose hacia adelante.

—¿Tentadora? No es como si uno eligiera a su destinado. Y si así fuera tampoco te elegiría, bastardo.

—Tampoco te han dejado opción, por si no lo has notado.

Por primera vez en todos esos días, Chuuya lo miró. Sus ojos exigían una explicación y denotaban miedo y confusión. Era claro que había entendido, pero se negaba rotundamente a creerlo.

—¿De qué hablas, Dazai? —se acomodó en la cama con vehemencia, aun con esa mirada demandante.

—Enano, ¿tú sabes por qué entraste en celo esa noche? —cuestionó Dazai con los ojos cargados de intensidad, con sus manos unidas y una sutil sonrisa bailando en sus labios. Esperó respuesta, mas al ver que su compañero seguía pasmado, prosiguió—. Yo había entrado en celo una hora antes que tú, Chuuya.

—¿Y qué demonios tiene que ver eso?

—Vaya, no sabes tanto entonces —rio el alfa, acomodando su codo en su rodilla y su mano en su mejilla, dirigiendo sus ojos al otro—. Se rumorea que cuando un omega siente las feromonas de su alfa destinado, principalmente si este está en celo, automáticamente entra en celo. ¿No lo sabías?

—Fue casualidad, Dazai. No digas estupideces, no significa nada —exclamó Chuuya exasperado. El nombrado se paró.

—¿Vas a decirme que no significó nada, Chuuya? —sonrió acercándose lentamente—. ¿Vas a decirme que no te moriste de ganas de tenerme contigo durante todos estos días, encerrado contigo para calmarte?

Dazai aprovechó el silencio de su compañero para terminar de romper la distancia entre ambas camas de un gran paso. Sentado a su lado en el colchón, siguió hablándole, con un tono que danzaba entre la sensualidad y la tranquilidad.

—¿Me dirás que no sentiste nada las veces en las que nuestras pieles se juntaron? ¿Que no eran mis feromonas las que te calmaban? ¿Por qué me abriste la puerta ese día para quedarte entre mis brazos? —atacó Dazai, acercándose más entre pregunta y pregunta. Se encontraban frente a frente, el castaño sumergido en el profundo azul de Chuuya, tan similar en ese momento a un mar descontrolado y agitado; podía sentirse sumergirse más y más en su interior, sintiéndo ser arremetido por los sentimientos que allí escondía Nakahara, tan furtivos como peligrosos. Lo atravesó una sensación de miedo y desconsuelo al ver que podría haberse visto arrastrado a una profundidad mucho mayor, porque esas aguas se estaban enloqueciendo.

Chuuya, por su parte, sabía que estaba haciendo analizado y no podía hacer nada, de manera que tampoco podía indagar en los ojos de Dazai; mientras que los suyos eran un libro abierto para alguien tan inteligente como Osamu, los de este eran oscuros, tan pero tan oscuros que frustraba cualquier intromisión. Una oscuridad tan entrañable que no permitía adivinar lo que cruzaba su mente, y eso, a su vez, Chuuya lo encontraba tanto fascinante como agotador. Además, había una intensidad cargada en ellos que intimidaba a cualquiera, sobre todo a él, que poseía todos sus temores y nervios a flor de piel.

—No lo sé —fue su escueta respuesta. No se sentía capaz de negarse ni de entregarse, mas se sentía impotente ante la cercanía del alfa y su escrutinio. Sabía que el otro ya había leído y husmeado todos los rincones de su alma a través de su amargo mirar.

—No te dejes manejar por tus caprichos de niño; déjate llevar por tus auténticos deseos —sonrió, augurando su victoria.

Chuuya comprendió y lo miró aterrorizado. Se vio acorralado entre el respaldo de su cama y los labios de su compañero.

Era un beso brusco y sensual, mas el omega no se encontraba en estado de corresponder. Pasaban los segundos y mientras el alfa mantenía su postura, ya comenzaba a plantearse si lograría algo con aquel testarudo.

Comenzó a acariciarlo para calmarlo, liberando sus feromonas a la vez. No quería hacer nada de aquello, ni quería ser dulce con alguien como él, pero el otro se encontraba demasiado asustado como para que sus planes funcionen.
El beso seguía siendo uno bruto, inexperimentado, desconocido y, en cierta forma, desagradable para ambos. No obstante, era una sensación nueva y penetrante para ambos, infundiendo chispas en sus pieles y acelerando sus ritmos cardíacos. Dazai posó sus manos en la cintura de Chuuya cuando éste, ante aquel remolino de emociones y la calma producida por las feromonas de su alfa, reaccionó y correspondió muy a su pesar. Era torpe, inseguro y no sabía descifrar hasta qué parte se encontraba de acuerdo consigo mismo, pero le correspondía.

Siguieron en aquel baile acompasado y desequilibrado hasta que Chuuya sintió una lengua jugueteando sobre su labio inferior. Aquello lo hizo saltar y volver a la realidad.

Dazai lo notó y maldijo instantáneamente. Dos segundos después sintió una patada que lo arrojó de la cama y oyó un Chuuya correr desesperado fuera de la habitación. Finalmente, ahí quedó Dazai, en el suelo, con una erección inscipiente y un portazo. Pero sonreía. Su plan había mostrado algún progreso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro