15
Iba a esperar hasta el viernes o sábado para actualizar, pero estos dos días estuve pensando en que era injusto, ya que en verdad el 14 y el 15 eran un capítulo muy largo que opté por dividir en dos xd.
Que disfruten<3
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—Chuuya —susurró Dazai, quien en verdad se había acercado para indicarle algo en el mapa. No lo había mirado y no se había percatado de la tormenta que había nublado al aludido, quien lo miraba con los ojos desbordantes de dulzura—. Mira, enano, señálame dónde estamos ahora.
—¿Qué? —preguntó, saliendo del breve trance—. ¿Qué?
—Muestrame, ya que no estamos perdidos —apuntó al mapa, mirándolo desde su hombro, ligeramente sorprendido por el caso omiso que el otro hizo a la forma en que lo llamó—. Márcame dónde estamos.
—¡Márcame tú a mí! —exclamó, molesto. ¡Odiaba admitir su derrota otra vez!
—Oh, me encantaría —sonrió, seductor, atreviéndose a acariciarle el rostro, recibiendo un manotazo por parte del omega ruborizado—. Pero prefiero esperar a tu próximo celo. ¿Cuándo será, por cierto?
—¡Ya cállate! —gritó empujándolo, con sus ojos muy abiertos. Le sorprendía cuán descarado podía ser el otro, quien reía animado. Enrolló el mapa y lo arrojó con violencia contra el rostro de su compañero, quien logró atrapar el papel a tiempo y lo expandió entre sus manos para analizarlo. El más bajo lo esperaba dándole la espalda y conteniéndose entre sus brazos, por el fresco de la madrugada. Se sentía nuevamente apenado. Se podría decir que él sentía toda la vergüenza que Dazai no conocía. ¡Era tan desvergonzado!
—Ven, enano —señaló con la cabeza—. Debemos retomar el camino en las próximas dos cuadras hacia la derecha para volver a la zona de la estación. Desde allí, tomaremos el camino hacia la posada —explicó aburrido—. Y pasaremos por la taberna que tendríamos que haber visto en un inicio, como dije.
—Ya entendí —contestó tajante, rodando los ojos—. Apúrate, tengo frío.
—¿Quieres que... —comenzó su pregunta, mas se vio interrumpido. Lo esperaba.
—¡Que no!
—De acuerdo —sonrió—. De cualquier forma, dentro de poco llegaremos a la posada. Tal vez cuarenta y cinco minutos.
—¿Bromeas? ¡Eso es mucho! —exclamó escandalizado.
—Pues, sin tu paseo inicial estaríamos ya descansando. Tan grandilocuente que eres —se mofó, con pereza.
—Cállate, bastardo —sentenció, comenzando a tiritar sin darse cuenta.
Caminaron un buen rato, ya llegando a vislumbrar la estación. Chuuya aceleraba el paso para acortar los minutos y, además, entrar en calor. Dazai le siguió el ritmo, por más que no quisiera; si su compañero se había perdido una vez, podía volver a perderse.
—Hey, Chuuya —lo llamó. El aludido se volteó temblando—, tenemos que ir hacia la taberna, ¿recuerdas? Está hacia allá —apuntó. Nakahara asintió frenéticamente, mas no por la emoción, sino por el viento que lo estaba congelando—. Diablos, Chuuya, perchero testarudo, ¡ven aqui! —ordenó, abriendo su saco. El más bajo iba a protestar, mas se vio silenciado por la velocidad con la que Dazai lo envolvió en su abrigo.
—No podemos ir así —pronunció Nakahara bajo la ropa.
—Claro que sí —dijo—. Mira, allí está la taberna —comentó mientras miraba hacia la misma, pequeña y con muy pocas luces, con poca gente a la vista, y con algunas recostadas en las paredes de la misma.
—Ya veo —murmuró—. De cualquier forma, no creas que esto me importa. Es solo para sobrevivir.
—Quién sabe qué cosas has traído en ese bolso —rio—, como para no poseer un abrigo siquiera. Además, ¿por qué el frío te atacó tan de repente? Estabas bien hace unos minutos.
—Cállate, ya es de madrugada —contestó, con la voz amortiguada por el saco que le tapaba la boca.
Siguieron caminando por un tiempo que fue un poco más extenso que el planeado, debido a que se retrasaron al tratar de movilizarse los dos en el mismo abrigo. Constantemente, chocaban el uno con el otro, pisándose e insultándose, a la vez que trataban de coordinar sus pasos sin golpearse o tropezar, pero ambos se sentían bien, completos. Sus instintos alfa y omega saltaban de alegría al sentirse unidos y transmitiéndose el calor entre sus cuerpos. Sin embargo, más que calor, sentían el calor del mismísimo fuego atravesarlos en aquella madrugada tan dulce. Podían sentir los latidos acelerados del otro, provocados por la cercanía que los enajenaba. Dazai, por un lado, se sentía desfallecer sintiendo el olor directo proveniente del cuello de su omega. Se sentía enloquecido, haciendo todo el uso de su voluntad para no embriagarse con el mismo. Se moría por poseerlo, amarlo y marcarlo. Pero nada de eso era posible. Sentía que estaba siendo puesto a prueba por el mismísimo diablo.
Chuuya, por el otro lado, sentía la respiración de Dazai golpear contra su cuello, aquella zona erógena y extremadamente sensible para los omegas. Sentía cosquilleos allí, y sentía su mente enloquecerse por pedir más. Podía percibir como el alfa, incluso sin intención, liberaba sus feromonas. Nakahara temía perder su cabeza bajo aquellos olores y sensaciones que penetraban su cuerpo con ferocidad. Su cuerpo deseaba con locura a aquel alfa. ¡Pero estaban en medio de la calle! Maldijo una vez más y decidió ser prudente. Era completamente peligroso exponer su cuello ante Dazai de esa manera por mayor tiempo. Por lo tanto, por más que odiaba perder ese calor y alejarse del cuerpo que tanto deseaba, salió del abrigo y gritó.
—Mira, ¡ya estamos cerca!
—Tienes razón —comentó, sosegándose de a poco.
Chuuya no perdió más tiempo y arrancó a correr. Al llegar a la puerta la atravesó sin más. Al fin y al cabo, era él quien poseía los papeles y las reservas. Para su suerte, mientras recobraba el aire, sintió el bello calor que emanaba de la chimenea de aquella pequeña sala rústica.
—Buenas noches, señor. ¿Puedo preguntar quién es? —preguntó una mujer somnolienta, mirándolo inquisitiva.
—Mis disculpas —se inclinó con respeto. Cuando iba a proseguir, oyó a Dazai llegar.
—Buenas noches —dijo, educado—. Tenemos reservas. Disculpe la hora.
—La hora no es problema, caballero, pero me asustó la intromisión repentina —contestó con gentileza y solemnidad.
—Lamento la actitud de mi pareja —se disculpó. Chuuya le dirigió una mirada asesina—. Dale los papeles, Chuuya —el aludido hizo lo propio y miró mal nuevamente a su compañero; odiaba recibir sus órdenes.
—Oh, ya veo —asintió la señora mientras acomodaba sus viejos lentes sobre el puente de su nariz. Miraba el papel muy interesada—. Ya recuerdo, me habían avisado de un matrimonio que llegaría a estas horas.
Chuuya casi se desvaneció y Dazai se partió de la risa, mas asintió.
—Nosotros no somos... —comenzó, pero su compañero lo tomó rápido de la cintura y lo interrumpió.
—Lamento haberla confundido, nadie lo piensa a primera vista, puesto que somos muy jóvenes —se disculpó, sintiendo la mano de Chuuya posicionarse sobre la suya en su cintura, pellizcándolo e intentando sacarla; era demasiado contacto considerando todo lo que ya había sucedido.
—Así es, señor —le sonrió con amabilidad—. Síganme —propuso, haciendo un ademán con las manos para que subieran unas escaleras tras ella.
Los mafiosos la siguieron. Claro que antes de llegar a la escalera, Chuuya se liberó del agarre y le dio a Dazai una patada en la pierna que lo hizo soltar un quejido que la anciana no oyó.
Una vez arriba, los muchachos observaron un pasillo largo que poseía varias puertas, pero no eran muchas. Es decir, era una posada pequeña y discreta, mas se veía muy cómoda y llamativa por dentro. Pese a ser todo de madera, olía maravilloso, como si fuera nueva o recientemente renovada; el ambiente era muy hogareño y bonito, con aires modernos y, antes de subir la escalera, se apreciaba en la planta de abajo un gran y extenso comedor con unas puertas que debían dar al jardín, suponían.
Al llegar a la habitación, Chuuya casi vuelve a desmayarse. Se trataba de una amplia habitación, bella por todas partes, con una chimenea propia, alfombras por doquier... ¡y una enorme cama matrimonial! Iba a protestar cuando nuevamente Dazai le ganó de mano. Si se tratara de otro caso, saltaría en contra del alfa y le discutiría, pero aquella señora mayor le causaba buenas vibras y no le hubiese gustado incomodarla.
—Le agradezco eternamente su hospitalidad y su buena voluntad —se inclinó en señal de respeto y retomó la postura—. Ahora, nos sentiríamos mal si siguiéramos molestándola a estas horas de la madrugada. Por favor, vaya a descansar. Nosotros haremos lo mismo.
La señora obedeció, deseó buenas noches y se fue. Se cerró la puerta y los jóvenes se miraron por varios segundos, el mar contra la oscuridad fusionándose una vez más.
—¿Sigues con frío? —preguntó Osamu.
—Demonios, Dazai, ¿por qué le dijiste que somos un matrimonio? —cuestionó con fastidio.
—Yo no le he dicho —rio—. Yo te dije que Mori nos debía tener planeada alguna bromilla.
—¿Broma? ¿Te parece gracioso? —preguntó, sintiendo sus nervios aflorar, dejando salir con ellos todas las sensaciones que guardó en su pecho aquella larga noche.
—Por supuesto —siguió riendo con diversión. Se acercó de un gran paso al más bajo, juntando sus frentes de repente, dirigiendo sus ojos a los del más bajo.
—¿Por qué no le pediste camas separadas? Ella está confundida... —dijo, abrumado por esa cercanía prohibida que los había estado torturando toda la noche.
—"¿Por qué?", "¿por qué?", "¿por qué?" —susurró el más alto, sin romper aquel contacto visual que los estaba alejando de la realidad por milésima vez en todas esas semanas. Incluso esa noche, torpe y larga, había sido una gran compañía para ambos. Sin importar la circunstancia, siempre encontraban un momento para sentirse atrapados el uno por el otro, y aquella noche se habían tropezado con muchos. El alfa ya no lo dejaría pasar—. ¿Todo tiene que tener un porqué para ti, Chuuya?
El omega iba a responder cuando Dazai no le dio tiempo ni de pensar. Lo había tomado de las mejillas y lo estaba besando. Ni siquiera intentó oponerse, solo se dejó hacer, se dejó tocar y se dejó arrastrar por aquel calor específico que había sido el que esperó toda la noche.
Osamu lo besaba con ansias, con avidez. Ambos seguían siendo torpes e inexpertos como el beso de semanas atrás, mas aquel era necesitado. Ambos se necesitaban y habían ansiado ese momento.
Chuuya también lo besaba, le correspondía con intensidad y sin pensar ni querer reparar en las consecuencias, no las necesitaba, no les temía. En ese momento solo quería fundirse con aquel alfa que deseaba que fuera suyo. No sabían qué les deparaba en aquella misión; no sabían si podían llegar a morir, no sabían qué podría suceder, razón que pudo influenciar a que ambos se dejaran llevar, por la incertidumbre del mañana. Sin embargo, esa era su vida diaria en la Port Mafia. Y no se habían percatado hasta ese momento.
Las manos de Dazai acariciaban su rostro, sus mejillas, con el amor deslizándose por sus dedos; las de Chuuya se habían posado en los hombros del más alto, tomándolo para que no se despegara de él. Su instinto omega lo dominaba casi por completo.
—Chuuya —susurró contra sus labios, mientras recuperaba el aire. Sus rostros estaban pegados, refregándose el uno con el otro como si buscaran afirmar que todo aquello era real; sus miradas, encajadas la una en la otra.
—Osamu —murmuró el otro, hundiéndose otra vez en aquella oscuridad en la que disfrutaba ser consumido.
Unieron sus labios una y otra vez, diciendo todo aquello que no podían con las palabras.
—Dazai —dijo, agitado—. Mañana tenemos que comenzar la misión, ya es tarde.
—No me importa —respondió, antes de abalanzarse deseoso sobre sus labios. Chuuya correspondió, mas sonrió y rompió el beso, sosteniendo a Dazai por los hombros de los cuales se prendía desesperado segundos atrás. Luego de satisfacer un poco aquellas ganas de sentir a su alfa, se dio cuenta de la situación y la razón por la cual estaban ahí. Sin embargo, no se arrepentía de nada. Ninguno de los dos.
—A mí sí —sonrió para luego acariciar sus labios con sus finos dedos enguatantados.
—Chuuya... —murmuró, mirándolo con unos ojos cegados por el cariño y las sensaciones que se abarrotaban en él, llenando su alma una y otra vez. No podía creer lo maravilloso que era todo aquello.
—Dazai, vamos a dormir —respondió.
—No quiero, este Chuuya mañana será un enano gruñón que no me dejará ni acercarme medio metro —dijo mientras refregaba su rostro contra el cuello del otro, sintiéndolo y deseando más, oliéndolo y llenando la habitación de las feromonas de ambos. Sus manos, bajando por sus hombros y luego dirigiéndose a su cintura. El omega rio, sintiéndose auténticamente lleno por primera vez.
—Tendrás que ganarte a este Chuuya nuevamente —se burló, soltándose del agarre y dirigiéndose a la cama.
—Me lo ganaría todos los días si fuera necesario —declaró, mirándolo decisivo. ¡Qué cursi había sonado, maldito perchero!
—Espero —murmuró el omega ya tapado. Tenía frío y sueño, había sido rápido. Miró a Dazai invitándolo a sumarse al lecho. El mar se había serenado.
Dazai se dirigió a la cama y lo acompañó bajo las mantas. Ni siquiera se molestaron en cambiarse. El sombrero y los guantes fueron a parar a la mesilla de luz del lado del omega.
—De cualquier forma, me tocas y te mueres —prosiguió repentinamente, abriendo sus ojos de manera alarmante—. Mantente de tu lado.
—Ya volvió ese Chuuya —bufó, sonriendo. Ambos estaban girados con sus cuerpos encarando hacia el centro de la cama, cada uno en un extremo, con miedo a tocarse. Se miraban sin querer siquiera pestañear.
—No es así —respondió Nakahara. Se acercó hacia su compañero arrastrándose como un gusano; sin embargo, Dazai lo había visto como algo muy atractivo—. Es solo una advertencia. Un beso no significa un crío —bromeó, más tranquilo. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, lo miró con un cariño que nunca le había dirigido, y le dio un beso en la mejilla. El alfa se sorprendió de aquel detalle, que había llegado a ser más intimo y dulce que todo lo demás. Había sido una muestra de cariño que jamás había recibido y que jamás creyó merecer. Permaneció con los ojos abiertos en sorpresa y le tomó la mano. Chuuya volvió a reír en aquella hermosa noche que tampoco olvidarían nunca, y volvió a alejarse; si no lo hacía en ese momento, no lo haría más. No obstante, esas manos nunca se soltaron; se posicionaron en el medio de ambos y allí quedaron.
Aprovechando el estado anonadado del alfa, quien sentía su corazón desbocarse en su pecho, le sonrió, tanto con sus labios como con sus ojos que segundo a segundo pestañeaban con pesadez y lo miraban adormecido, y entonó la despedida a una maravillosa noche que, al igual que cada momento que atravesaron juntos, se había grabado para siempre en las almas de ambos, enriqueciendo las mismas y haciéndolas crecer.
—Buenas noches, Dazai.
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