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13

—Ya basta con eso —le gritó—. De acuerdo.

—Perfecto.

—Si venzo yo, jamás me tocarás.

—¿No te gustan mis abrazos? —cuestionó, horrorizado ante la idea de no volver a sentir la cercanía de su omega. ¡Jamás cumpliría eso!

—Hablo de sexo, Dazai —murmuró apenado—. Y de paso, te destrozaré ese miembro de alfa que te cuelga allí. Esa es la base de todos nuestros problemas.

Dazai rio y Chuuya lo miró nervioso. El alfa se alejó para tomar distancia y posición; el omega entendió y se puso en posición de pelea.

—¿Tus últimas palabras, Chuuya?

—Cállate y pelea.

—Solo para aclarar —musitó Dazai—. No podrás usar tu poder —se mofó, señalándole con un dedo—, no solo porque no podrás tocar mi cuerpo sin que se anule, sino porque es una pelea a puño limpio. Gana el que inmovilice al otro. ¿Estás de acuerdo?

—Claro que sí. Vamos —asintieron.

Ambos se miraron con detenimiento, atentos ante el primer índice de movimiento del otro. Sin embargo, como Dazai sabía, Chuuya no era un hombre paciente. Se abalanzó sobre el alfa arrojando una tormenta de patadas que el otro supo repeler sin gran esfuerzo.

—Te lo he dicho, Chuuya —comentó mientras esquivaba de lado a lado—. Sé cada uno de tus movimientos.

—Entonces, mira estos —declaró, un segundo antes de iniciar con la segunda tanda de patadas. Dazai tuvo que bloquear un par con sus antebrazos—. ¿No vas a pelear? Solo te defiendes.

Osamu sonrió y siguió recibiendo los golpes, uno más fuerte que el anterior, claramente buscando quebrantar su equilibrio y su tranquilidad. Oía a su compañero agitarse más y más, intentando golpearlo con ferocidad y cada vez más alto. No pudo evitar pensar en cuán flexible era Chuuya, y en si podía serlo en otros aspectos. Eso conllevó una distracción que casi le cuesta una patada que fácilmente lo tumbaría, mas solo lo desestabilizó. El omega sonrió y, aprovechando, corrió a un árbol que se encontraba a un metro de distancia de Dazai, saltó hacia el mismo apoyando su pie y utilizándolo para impulsar su cuerpo. En el aire, cambió su posición para darle a Osamu la patada de su vida.

Dazai, por su parte, había adivinado su estrategia en cuanto lo vio sonreír. Incluso había sabido que ganaría cuando vio que el más bajo seguiría con su norma de no pelear con los puños, sino únicamente con las piernas.
Vio a Chuuya aproximarse a gran velocidad desde arriba, con el pie apuntando a su cara. Extendió sus manos hacia arriba, cruzadas sobre su cabeza. Sin gran esfuerzo, recibió la patada y lo tomó del tobillo para estamparlo contra el suelo, con cierto cuidado; fue tan rápido que el otro no tuvo tiempo de zafarse. El omega dejó escapar un leve grito de molestia, poniéndose auténticamente aterrorizado al darse cuenta de lo cerca que estaba de perder; intentó levantarse velozmente, mas el golpe había debilitado un poco su cuerpo. Lo único que logró conseguir el más bajo fue ponerse a gatas antes de sentir el cuerpo de Dazai arrojarse sobre el suyo para quitarle el resto del aire y tomarle de las muñecas, impactando su cuerpo nuevamente contra el suelo debido a su peso.

—Vaya, fue muy corto, ¿no lo crees? —le susurró, victorioso. Chuuya temblaba bajo él—. Para ganar una pelea se necesita más que saber atacar, enano.

—Cállate, bastardo —ordenó, con la rabia evaporándose por sus poros. Chocó con violencia sus dientes.

—Te lo advertí, Chuuya —comentó—. Eres increíble peleando, pero conozco todos tus movimientos y manías. Sino, ¿por qué crees que somos la pareja de doble negro, la mejor de toda la Port Mafia?

—Ya me quedó claro —escupió. Su respiración, pese a estar interrumpida por poseer sus vías respiratorias ligeramente obstruidas por el peso del otro, se encontraba muy agitada aún—. Quítate.

—¿Me reconoces como el ganador? —preguntó con sorna y orgullo. Vio a Chuuya asentir débilmente, de la forma que le fue posible, y sintió su cuerpo removerse—. De acuerdo.

El derrotado inhaló aire con fuerza y se soltó en la tierra. En aquel preciso momento no le importó la suciedad ni su preciada ropa, sino el haber perdido ante aquel alfa una vez más; y lo que era peor, era que había perdido una apuesta picante. Todo había salido mal.

—Vamos a la sede, debes descansar —le sonrió—. ¿O aún quieres practicar?

El más bajo lo miró con la frustración plantada en su frente.

—Ya no tengo nada que entrenar por hoy —explicó—, pero no pienso ir contigo. Vete solo y luego apareceré por allí.

—Te haces el difícil, Chuuya —suspiró—, innecesariamente. Vamos, yo te cargaré, estás muy cansado.

—Estás loco, olvídalo —exclamó, con su último aliento—. Estoy cansado, pero no te necesito. Puedo caminar.

—Todavía —susurró Dazai, también cansado, pero de la actitud de Nakahara—. Volvamos. O vuelves conmigo, o me quedaré aquí hasta que te plazca —le expresó con una sonrisa, muy molesta para su compañero.

—De acuerdo —dictó, fastidiado por todo lo sucedido esa tarde.  Emprendió el camino de vuelta, molesto y apurado. No obstante, oía los pasos de su compañero siguiéndolo tranquilamente. Alzó su voz—. Quiero aclarar que esto no significa nada. Yo estaba cansado, y me hiciste trampa. En ningún momento atacaste.

—Ya te lo he explicado, qué tonto eres —contestó—. Además, el ganador sería quien inmovilizara al otro. Y yo lo hice.

—Ya —respondió escuetamente, sin menguar su ritmo.

—Por cierto, Chuuya —habló con voz dulce, mas seductora e inquisitiva—. Cumplirás con tu parte de la apuesta, ¿no es así?

El aludido paró en seco. Apretó su puño y, dirigiendo su mirada al muelle que ya estaba a su vista, contestó.

—A diferencia tuya, yo tengo palabra.

—Lo sé —rio—. Sin embargo, ya te he dicho antes, no me aprovecharé de un omega. Por más que tenga auténticas ganas de hacerlo, no me atrae la idea de forzarte.

—Yo lo he aceptado cuando podía negarme, Dazai —respondió con seriedad—. Aunque debo admitir que sabías que aceptaría incluso aunque estuviera totalmente negado, porque sabes que soy orgulloso y me rehúso a rendirme ante ti, y perder me irrita de sobremanera —proclamó. Volteó a ver a su compañero, con una mirada solemne y resuelta—. Tal vez tengas razón; mi orgullo jamás me permitiría dilucidar en estos momentos las ganas que tengo de entregarme a ti.

Finalmente, el último día antes del viaje, pasó sin interrupciones ni interacciones. Luego de lo ocurrido en el lugar secreto de entrenamiento, ambos se dedicaron a seguir alejados el uno del otro, y a pensar en lo que les aguardaría durante el viaje. Por otro lado, era menester que descansaran. Esa noche partirían.
Dazai había salido para dormir en la oficina de Mori, mientras que Chuuya se revolcaba por los nervios en su cama. No había podido descansar mucho la noche anterior luego de la apuesta perdida, y menos aún por aquella confesión que, de cierta manera, se le había escapado. A decir verdad, sabía que deseaba al alfa, conocía los efectos que causaba en su cuerpo, estaba consciente de que lo necesitaba, que su instinto de omega clamaba por él; sin embargo, había hecho un acuerdo consigo mismo de no revelarlo, mas el haber perdido contra alguien con un estado físico deplorable como Osamu, había herido su orgullo, lo suficiente como para sincerarse por única vez respecto a sus sentimientos y el deseo carnal que los atormentaba a los dos. Y, por culpa de eso, había terminado sin poder descansar y hecho un manojo de nervios. Se odiaba por dejarse vulnerable ante él nuevamente, pero era algo muy difícil de evitar. Lo tenía muy amarrado.
Se volteó en la cama bastantes veces en un intento fútil por calmarse, pero le era imposible. No solo se sentía avergonzado por haberle dicho a Dazai que no significaba un problema acostarse con él, sino que, como había perdido la apuesta, en efecto, tendría que hacerlo. ¿Su primera vez? ¡Y con Osamu Dazai! Se sentía tan enfadado con su impulsividad, por no haber rechazado el desafío, tan convencido de que lo vencería, tan absorto en no perder ante él. Y, no solo sus instintos estaban satisfechos con el resultado, sino que era un hombre de palabra. No le quedaba otra opción; por más que su compañero le dijera que no lo forzaría a hacerlo, se sentiría aún más patético si, además de ser un perdedor, fuese un cobarde.
Suspiró y se tapó el rostro, incluso avergonzado como para imaginárselo en aquel momento. Ya era la hora de la siesta, por lo que tendría que comenzar a hacer su pequeño bolso, en caso de que verdaderamente resultara ser una misión larga y compleja.
Se levantó, aún resintiendo el entrenamiento fatídico del día anterior y el golpe al ser arrojado por Dazai contra el suelo y posteriormente aprisionado. Seguía con la ropa de dormir. Se dedicó a buscar sus mejores ropas, y de paso buscó las de su compañero. No tenía intenciones de armar el bolso de Osamu, mas sabía que este llegaría a último momento, incluso tarde, y haría todo mal, razón por la cual le dejaría algunas ropas ya listas.

Pasó la siesta, pasó la tarde, pasó la puesta del sol, y entró la noche. Chuuya se encontraba acicalándose frente al espejo cuando su compañero irrumpió en la habitación, caminando pesadamente y bostezando.

—Chuuya, no me digas que aún no estás listo —bostezó nuevamente, irritando al omega. Este último no le dedicó ni siquiera una mirada.

—Y yo que me encontraba tan tranquilo —murmuró, enfocado en sus ropas—. Yo ya estoy listo. Eres tú el que no tiene ni su muda armada.

—Eso es rápido —respondió, haciendo un ademán de desinterés—. Tú podrías pasar horas en el espejo.

Dicho lo último, se acercó a su cama para tomar su bolso que descansaba debajo de la misma. Al ya tenerlo en sus manos, se percató de que había varias camisas y ropas variadas pulcramente dobladas allí.

—Vaya, Chuuuuuya —canturreó—, si ya estás listo para ser un gran esposo.

—¿De qué hablas, inútil? —espetó—. Suponía que llegarías a estas horas y no tenía ganas de incumplir en horario por tu culpa.

—Como digas, perchero —respondió riendo. Su compañero podía ser tan adorable con esos detalles que eran, ciertamente, muy propios de él.

Pasaron el siguiente rato en silencio: Dazai organizando sus cosas de manera muy cómoda y desganada, mientras que Chuuya terminaba con los preparativos y su atuendo.

—Dazai, más rápido —siseó desde su posición frente al espejo. Ya no se miraba en él, simplemente estaba mirando a su compañero con insistencia y los brazos cruzados.

—Vaya, ya vas practicando —murmuró, con una sonrisa ladina. Chuuya tardó un rato en darse cuenta de lo dicho y lo interpretado.

—¡Ya cállate y termina! —exclamó eufórico. Le crispaba los nervios la llana idea de la apuesta. Su compañero solo rio bajo.

Luego de unos minutos que fueron eternos para el omega, estaban listos. Salieron de sus aposentos en el silencio de la noche, siendo observados por nadie más que por la luna, magnífica en su esplendor y entereza. Llegaron a la parte exterior de la sede, donde los esperaba un auto en sigilo. Subieron sin decir palabra, ambos con sus pequeños bolsos y sus ropas oscuras, uno al lado del otro, en una cercanía que buscaba otorgarles calor en el frío de la oscuridad.
Faltaban diez minutos para la medianoche cuando llegaron a la estación. Había poca gente. Chuuya hurgó entre los papeles para buscar los boletos. Claramente, había sido él quien se hizo cargo de llevar los papeles importantes; Osamu era muy imprudente para semejante responsabilidad. Levemente alterado, se dirigió al andén y vio las indicaciones. Todo en orden; ciertamente, su tren pasaría en diez minutos.
Dazai, por su lado, seguía al más bajo de lado a lado, obedeciendo sus caprichos por hacer todo correcto. Lo miró, tan relajado y seguro, y tan minucioso y estresado a la vez. Era divertido, y en verdad le atraía. Se acercó un poco más a su cuerpo sin que el otro lo percibiera cuando notó que había uno que otro alfa o beta rondando por allí, viéndolo.
Los diez minutos pasaron ante ellos y el tren así lo hizo también. Abordaron y se sentaron en unos lugares cercanos a una de las puertas, mas lo suficientemente alejados de los demás para ser precavidos.

—Al fin, esto ha comenzado —suspiró Chuuya, quien se encontraba apresado entre el borde del asiento que daba hacia una de las puertas y el cuerpo de Dazai.

—¿Nervioso, enano? —se burló, mirándolo con dulzura. Se sentía increíblemente atrapado por el omega esa noche. Percibía su olor de manera más intensa y dulce de lo normal, encontraba detalles hermosos en él que en el pasado consideró estúpidos, veía hipnotizado su rostro bañado por la luz producida por la luna enorme. No sabía si se debía a lo que les deparaba en el pequeño viaje, o si se debía a algún deseo de su instinto alfa que afloraba en un intento de poseerlo y protegerlo, o si se debía a la bella noche que los acompañaba. No le importaba eso, solo le importaba Nakahara.

—Claro que no —bufó, recostándose contra el vidrio a su espalda. El tren ya había comenzado su trayecto unos segundos antes, y aquello había comenzado a funcionar como una cuna meciéndose para él, quien había descansado lo mínimo. Sus párpados comenzaron a elevarse y descender pesadamente.

—Ya veo, alguien no ha descansado —murmuró con gentileza. Tuvo ganas de hacerle alguna maldad de las suyas, mas las descartó al velar por el bien de la misión. Chuuya estaba muy cansado—. Yo te despertaré cuando lleguemos.

—Estoy bien así —bostezó.

—No seas testarudo y duerme.

—Veré qué hago —susurró y, naturalmente, sus párpados no volvieron a elevarse, su cuerpo comenzó a respirar de manera acompasada y su cabeza comenzó a tambalearse. Había caído en segundos.

Dazai supuso que estuvo todo el día despierto desde temprano, taladrándose la cabeza con temores por la apuesta y su orgullo herido. Además, claro, de que era muy meticuloso cuando se trataba de misiones, lo cual luego se contradecía con su impulsividad, pero al menos, con la cabeza fría, le gustaba planear bien las cosas y generar un buen desenlace para la mafia. Lo vio tan dormido que le dio gracia. Optó por dirigir su mirada a las ventanas de los asientos de enfrente, al otro lado del pasillo. Sería un viaje de un par de horas, por lo que, si no podía molestar al omega, tendría que buscar otro entretenimiento. No había nadie en los asientos de enfrente, ni había nada en las ventanas. La noche estaba muy espesa pese a la gran luna majestuosa. Comenzó a pensar en la misión y en la semana que había obtenido de milagro. Sería positivo para aquella relación tan extraña. Sin embargo, sus cavilaciones se cortaron en un segundo al sentir la cabeza de su compañero golpearle el hombro y quedarse ahí. Lo observó y sonrió. Se asustó por lo sorpresivo y por la corriente de placer que le recorrió. Se estremeció al pensar que, meses atrás, hubiese desplazado su cuerpo de manera tal que Chuuya cayera al suelo, y lo hubiese hecho sin remordimientos y le hubiese parecido muy divertido; no obstante, pese a que aún le parecía gracioso por molestarlo, odiaba la idea de romper aquel contacto. Sentía un calor abrasador y oleadas de verdadera compañía penetrar en su cuerpo desde el hombro, donde el otro descansaba plácidamente; su rostro, angelical y delicado, tan cálido y resguardado, tan impoluto y pacífico. Le enloquecía la idea de pensar que solo él podía verlo así, que solo por él podía desatar semejante confianza como para dormirse sobre él. Sentía la sangre correr con frenesí y llenarlo de una emoción rara en él, y estaba bien, estaba perfecto, porque nadie más podía brindarle aquella sensación a su cuerpo muerto y sin color. Nadie más que Chuuya.

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