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El México de Obregón y Calles

La Revolución fue un proceso traumático para México que se saldó la vida de más de un millón de personas. Sin embargo y después de casi diez años de lucha, dos hombres, el general Álvaro Obregón y el maestro Plutarco Elías Calles, se propondrían ponerle fin al estado anárquico y a la violencia reinante y tomarían las riendas para guiar al convaleciente país rumbo a un futuro, mucho más prometedor; o, al menos, eso afirmaban.

Después de la victoria carrancista sobre las demás facciones revolucionarias en 1917, parecía que el nuevo presidente originario de Coahuila tenía la vía despejada para gobernar al país. Pero uno de sus subalternos, el general Obregón, junto con sus seguidores (entre ellos, Calles), promulgaron el Plan de Agua Prieta y se levantó en armas, derrocándolo y obligándolo a huir de la capital hacia Veracruz, muriendo durante una emboscada en Puebla.

Obregón, quien contaba con el apoyo de villistas y zapatistas, se convirtió en el nuevo mandatario de la nación. Es entonces cuando inicia su proyecto de reconstrucción nacional. La visión económica, social y cultural del general, sin embargo, no se diferenciaba mucho de aquella propia del viejo dictador Porfirio Díaz, con tintes positivistas y nacionalistas, dejando bastante a un lado el reparto agrario y las demás exigencias del campesinado y proletariado. En lo que si se enfocó Obregón fue en buscar el reconocimiento de E.U.A., reactivar la macroeconomía y pacificar y estabilizar el resto del país, pero usando más la política que la fuerza militar, algo que lo diferenciaba de su predecesor, Carranza.

El mandato del general sonorense llega a su fin en 1924, cuando es sucedido por su allegado, el maestro (Aunque también militar) Plutarco Elías Calles. Calles prosigue con el proyecto de reconstrucción de México, pero se enfoca, sobre todo, en crear instituciones funcionales y fuertes para que la nación dependa más de ellas que de caudillos y otros líderes volátiles.

Calles termina su mandato distanciado de su aliado, Obregón, quien se lanza para la reelección y la gana, pero es asesinado por un fanático católico en el café La Bombilla. Sus seguidores acusan a Calles como perpetrador del complot para quedarse de nuevo con la silla presidencial. Pero el maestro normalista, negándolo todo, no se postula para el puesto bajo la consigna de la no reelección y en lugar funda el Partido Nacional Revolucionario (posteriormente el PRI), el cual sirve como trampolín para impulsar a la candidatura de uno de sus más fieles seguidores: Emilio Portes Gil. Es así como da inicio el Maximato, donde tres presidentes gobernaron la nación desde 1928 a 1934, pero siempre bajo la mirada autoritaria de Calles. Esto, sin embargo, llega a s fin cuando sube a la presidencia Lázaro Cárdenas, quien logra separarse ideológicamente del maestro normalista y toma el poder hegemónico en el ámbito político, obligando al exmandatario a exiliarse cinco años a California, Estados Unidos.

Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles son dos personajes enigmáticos de la historia de México. Ninguno de los dos logró ser romantizado o idealizado, a diferencia de muchos de sus coetáneos revolucionarios, como Zapata, Villa, Madero o incluso Carranza; quizás porque su aparición más significativa sucedió después de que la lucha armada alcanzara su punto más crítico (aunque los dos estuvieron presentes casi desde el inicio del conflicto) o quizás porque los ensombrecía su labor burocrática, realista y pragmática, más que subversiva e inspiradora. Sin embargo, es indudable que los dos fueron figuras importantes para la formación del México contemporáneo, institucional y democrático; México al que, por cierto, no pertenecían, debido a sus naturalezas de caudillos, de militares, pero más que nada, de revolucionarios.

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