Realidad de las cosas
Carolina González le sonreía a todo que, pasada frente a ella por el pasillo de la preparatoria, por fin se sentía libre de un peso inexistente en sus hombros. Llego al aula dos y se sentó a mitad del salón colocando su mochila a un lado de su banco.
Era su último semestre de preparatoria antes de empezar su vida independiente de sus padres. Poco a poco el salón se iba llenando de gente y de ruido, a la castaña no le molesto para nada. El transcurso de la mañana pasó normal, así como el resto de la mañana y mediodía. Y la chica salió del instituto aún con su sonrisa.
Y es que ella se sentía poderosa, porque ella también sabe jugar perfectamente bien las cartas.
Su novio, Pablo Sandoval, era un rompecorazones por excelencia, aún no sabe Carolina porque alguien como ella, una chica de casa, estudiosa y que no causaba muchos problemas, logró salir con un chico como él, despreocupado, inmaduro y sin vergüenza. Ah, porque ella era sumisa y él un manipulador, el dúo perfecto. Por supuesto, que, para Caro, ese dúo ya no sería perfecto, ya no más, y es que la castaña le jugaría las mismas cartas que Pablo ha estado jugando con ella.
Sería un juego de tira y afloja. Y ella tendría el poder y el control sobre esa relación de ocho meses.
Llego a la preparatoria de su novio, ellos por mala (o buena) suerte no estudian en el mismo instituto. Por ello también desconfiaba un poco de su pareja, más como quiera le tenía la fidelidad. Esta sería la primera cita donde ella mandaría.
Antes Caro se lo dejaba todo a Pablo, porque ella nunca había salido. Es decir, si salía más no tan seguido como su contraparte masculina, él conocía más. Pero ahora ella quería controlar una cita y probar si le gustaría ser un poco igual a el moreno. Ahí estaba él, con un jean medía ajustado a sus fuertes piernas, una playera blanca que se pegaba a su torso y los típicos tenis negros, con esa playera destacaban los musculosos brazos de su novio y ella no podía hacer más que suspirar, pero no, no es tiempo de demostrarse débil.
Avanzó con un paso firme hasta él, quien hablaba con sus amigos Carlos y Enrique, y cuando Pablo la vio, solo alcanzó a decir su nombre antes de que la castaña se le lanzara a sus labios con un beso hambriento. El moreno se sorprendió demasiado ante la iniciativa de su novia, al igual que sus amigos, quienes abrieron los ojos ante el atrevimiento de la chica. Caro se separa sus labios de los de él, y le sonríe con altanería.
Vaya, que delicioso se siente tener un poco de dominio en esto.
Después de aquella escena, la pareja se retiro de ahí, siendo Caro la líder, y se dirigieron al café favorito de la chica y que, por muchas cosas, nunca habían ido ellos dos juntos. Solo que como la castaña manda ahora, ya era necesario ir a ese lugar que era como su recinto secreto. Carolina dejo a su novio en la puerta mientras ella caminaba al mostrador, saludando a Jacky, quien ya conocía a la castaña, pidió un café helado y un frapuccino de vainilla, pago por ellos y espero las bebidas.
Pablo seguía en la puerta, observando con cuidado el lugar que jamás había visitado antes, entro, y se sentó en una mesa esperando. Se sentía raro, ser mandado por ella ya que su pareja normalmente obedecía lo que él le decía, el experimentar este lado de la relación era sumamente extraño.
De rato Carolina llego con las bebidas y le entrego el café helado mientras ella bebía su frapuccino, ella le sonreía socarronamente con el popote entre sus dientes.
— ¿Qué se siente no tener poder? — le cuestiona poniendo sus pies arriba de la rodilla izquierda de él que esta afuera de la mesa — ¿Al no jugar como el titiritero? —
— Extraño — confiesa Pablo en un suspiro — Nadie me había puesto en esta situación —
— Bueno — dice Carolina encogiéndose de hombros, viendo la bebida mientras la revolvía con el popote — Dos pueden jugar el mismo juego —
— Ah — exclama con sarcasmo y una media sonrisa le sale — ¿Me estas retando? —
Y le responde con un encogimiento de hombros acompañado de una sonrisa de lado. Ese día siguieron jugando al acertijo, intentar ver quién podía mantener más el control. Por supuesto, ambos se dieron cuenta que sería un tremendo empate, llevando a Pablo conocer un lado que Carolina siempre se guardaba solo con su familia y mejor amiga, la parte juguetona y manipuladora solo era mostrada ante ellos y ahí se dio cuenta que él no conocía a la verdadera Caro, que su obstinación de controlar su alrededor por haber crecido con todo en bandeja de plata, provoco que lo hiciera con la única chica con la que ha salido y que genuinamente se preocupa por él, en volverla un sumisa a su merced.
Observarla divertirse con un juego de competencias de ver quien es el mejor, de sacar ese lado travieso y atrevido, y uno donde suelta la verdad sin temor. Oh, como le fascino; así que Pablo deicidio dejarla ganar este día, quería conocerla tomando el poder y control de un día de su relación.
Llegaron a la casa de está, y por primera vez en ocho meses, Carolina y Pablo podrían decir que se divirtieron.
Por demanda de la chica, el moreno movió los sillones del centro para apegarlos a la pared y dejar el área central vacía para su baile. Caro coloco su canción favorita, Don't be a fool, y las primeras notas de la guitarra empezaron a sonar cuando Pablo la toma de la cintura y la pega a él, haciendo que ella pasara sus dos brazos por el cuello de él y colocara su cabeza en el hombro derecho y pegado al cuello.
— ¿Sabes qué? — le susurra en el oído el moreno — Dejare que me manipules todo lo que quieras —
Eso saca una risa de la chica. Se detiene, y se separa unos centímetros del cuerpo de su novio, observándolo directo a los ojos.
— ¿Me estás otorgando el poder? — pregunta alzando ambas cejas ya que no pueda hacerlo con una.
— Puede ser cincuenta y cincuenta — responde con una sonrisa.
Y ella se ríe.
Si, el mando se lo pueden dividir.
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