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microcuento 1

Título: Gran día de desastres

Autor: Ivy Rey

Elenco:
Lyra Henderson proyectada por Rowan Blanchard

Thomas Brown proyectado por Corey Folgemanis

Helena Marien proyectada por Maia Mitchell

Desarrollo:

Lyra se pasa ambas manos por toda su cara por séptima vez consecutiva.

Está en el auto junto a su madre, Astrid, directo hacia su nueva cárcel, digo, "instituto". El cuál, según su madre, es el mejor instituto de la ciudad y uno de los, contados con una sola mano, que no tiene problemas en la población estudiantil.

¿De qué le favorecería aquello? De nada, ¡solo necesita una escuela, no un reformatorio! Pero ya que.

El auto se detiene frente donde sería su nuevo infierno. Gira levemente a mirar a su mamá, esperando un sermón de gran tamaño. Solo recibe una sonrisa de oreja a oreja, algo extraña.

— Tienes ir con la subdirectora por tu horario — le recuerda Astrid a su hija — Que te vaya bien —

Lyra alza una ceja asustada y extrañada por la actitud que ha tomado su madre. Sin peros, abre la puerta y se baja del auto.

— ¡Oh, una cosa! — exclama por última vez la señora bajando la ventana de la puerta del copiloto — Te irás con Helena, ya sabes, la hija de la vecina —

Lyra asiente una última vez y su madre se marcha acelerando el auto. La chica gira sobre sus talones encontrándose con un imponente edificio significando que ya empezará su estadía en la cárcel, digo, instituto.

Camina hacia la entrada principal, donde la reciben con los brazos abiertos dos chicos tirándole su bolsa, haciendo que se tire todo en pleno pasillo.

La castaña suspira pesadamente mientras se pone de cuclillas para recoger sus cosas y volver a guardarlas en la bolsa de cuero café.

De repente nota unas manos ayudante a recoger los lápices y la libreta que le faltaban. Lyra agarra la corre del bolso y se pone de pie. Frente a ella está un chico alto, cabello castaño y con una sencilla sonrisa.

— Esto es tuyo — afirma el chico.

— Obviamente — contesta con una pizca de sarcasmo en sus palabras.

Sin rechistar, le quita los lápices y la libreta guardándolos en la mochila-bolsa. Y sin volver a dirigirle la palabra, va hacia dónde está el despacho de la subdirectora.

Cruzar este pasillo era como cruzar el desierto de Sahara, así de seco se sentía. El calor que brindaba cada alumno al observar a la chica nueva caminar sin ningún cuidado.

Que barbaridad. Es todo lo contrario.

El pasillo parecía un antro con tanta gritería y alumnos de un lado a otro caminando, impidiendo que Lyra consiguiera el paso. Apretujada entre tanto cuerpo, llega estar frente a la puerta del despacho de la subdirectora.

Respira lentamente y se pasa una mano sobre su vestuario, pretendiendo verde bien. Luego coloca su mano sobre la perilla, abriendo la puerta y asoma su cabeza.

— Disculpe, Subdirectora — habla formalmente — Soy Lyra Henderson, la chica que viene de Texas — informa.

La señora de piel morena, levanta su mirada de los papeles para observar a la chica nueva.

— Ah si, la transferida — exclama sin escrúpulos — Entra, deja saco tu horario y te digo algunas normas —

La castaña entra y toma asiento en las dos sillas qué hay frente al escritorio.

Coloca la bola a en su regazo, y luego aprieta sus labios. Está nerviosa a morirse. La subdirectora Eleanor, según su placa en la mesa, le entrega la hoja con el nombre del salón y las materias. Así como también traía un mapa incluido del edificio.

"Así no me perdió, no soy como Minho" piensa incrédulamente la chica al ver las hojas.

— Ahora las normas más importantes — dice la señora recargando ambas codos en la mesa — Cada alumno necesita apuntarse a un taller, así como debe de venir buen vestido. En el caso de las chicas que no muestren mucho. También existe una norma de buena conducta, buena calificación. Aquí tomamos en cuenta la disciplina. Y no se acepta ningún tipo de trato amoroso en los pasillos y en las aulas. — recalca la última regla — Sería todo, quede disfrute de su estadía señorita Henderson —

Lyra se mira un tanto extrañaba por tal actitud cortante por la autoridad educativa. Pero no le da importancia, se cuelga la bolsa en el hombro izquierdo y se marcha del despacho.

— Que generación está en estos días — replica Eleanor mirando al techo.

"Aula 3B, materia impartida: Historia Universal" lee lo que toca a primera hora.

Seguidamente una campanada se escucha indicando el comienzo de clases. La castaña lee rápidamente donde se ubica el salón, lo revisa una última ves y se dispone a correr en aquella dirección.

Cruza dos pasillos, medio campo de deportes y se va al otro edificio. Pasa por cada salón y al leer arriba de la puerta madera, 3B, sujeta la perilla y la abre. Solo qué hay una sorpresa.

Un litro entero de pintura morada cae sobre la chica nueva.

Un pequeño grito de indignación sale por su boca así como solo mira el salón entero.

La maestra solo la mira sin saber que decir, mientras los alumnos se aguantaban la risa.

— Creo que debería ir al tocador, señorita Henderson — menciona con cuidado la profesora.

— ¿En serio? — pregunta con mucha ironía — No me había dado cuenta profesora. Gracias por recordármelo — dice sin humor alguno.

— Yo la acompaño — dice una castaña alzando la mano para que la maestra la note.

— Anda, Helena. Necesitará una mano extra — responde la profesora.

Lyra gira sobre sus talones y gruñe mientras se va a un baño. Helena la sigue por detrás, recogiendo sus cosas rápidamente. Después de que ambas chicas se fueran, toda el aula se llena de escandalosas risas.

— Silencio — reclama la maestra pero luego ella se ahoga en su propia risa ante lo ocurrido.

Ya en el tocador de la chicas, Lyra se despoja de su chaqueta de jean y también de la blusa blanca que traía. Blanca tenía que ser.

Luego con mucho rollo de papel para secarse las manos, de limpia el cabello. Helena solo tallaba la blusa en el lavabo, intentando que el color morado para que no se marcara tanto en la playera.

— Esto es un asco — afirma la chica nueva tirando el último pedazo de rollo que queda.

— Y tendrás que sobrevivir el resto del día con tu bra nada más — dice burlonamente la otra morocha en el tocador.

Entonces algo hace click en la mente de Lyra, grita como nun antes y le tira a Helena el vaso de agua que tenía afuera.

Ella es extremadamente tímida en cuestión de su cuerpo.

Helena solo escupe un chorro del agua que le lanzó la chica anteriormente y se quita el agua de su cara pasando ambas manos por ella.

— Dramática — exclama sin pudor.

De su bolsa, que está en la barra de lavabos, saca un suéter de cuadros con un gorro. Se lo lanza a la chica morada.

— Ten — le dice — Te la presto por este día, es mi suéter favorito —

Lyra la toma, y se lo pone, subiendo el cierre hasta arriba. No se pone el gorro por el hecho de su cabello sigue mojado.

— Gracias — responde con sinceridad Lyra — Ahora vayamos a las otras clases, no quiero perderme más —

El resto de la mañana se la pasa sin tragedias. Y lo más agradable del día es que Helena y Lyra coincidían en todas las clases. Así que se sentaban juntas o de lado a lado.

La campaña sueña por cuarta ves en el día indicando la hora de receso. Lyra y Helena recogen sus cosas y se van a la cafetería.

Pareciera la tercera guerra ahí adentro. Todos se peleaban por ganar un lugar en la fila a la hora de comprar su almuerzo pero Helena no se dirigió ahí, si no más bien se sentó en una de la bancas y saco de su mochila un sándwich clásico de jamón y queso.

— Uy, ya estamos en la década pasada — dice con gracia la chica nueva.

— Ridícula — habla la chica helénica rodando sus ojos y seguidamente muerde su lonche.

Ambas se ríen, la morocha es la única amiga que ha hecho desde que ha llegado a Chicago por lo que significa algo para ella.

Un grito ensordecedor se escucha por todo el comedor. A una tipa rubia le han tirado encima todo el plato de spaguetti que otra rubia compro. Al parecer a la que le tiraron todo encima es la chica popular.

Una de la amigas de la popular le lanzó puré de papa a una de la amigas de la otra rubia. Armando una guerra de comida.

A las dos morochas le han caído arroz, jugó de naranja, puré de papa y spaguetti. De último momento deciden ocultarse debajo de la mesa para no seguir manchando de comida.

— ¿Puedo ocultarme con ustedes? — pregunta una tercera voz debajo de la mesa.

Las dos chicas gritan ante tal susto.

Es el chico que en la mañana ayudó a Lyra a recoger sus cosas.

— Siempre hay lugar para ti Thomas — confirma Helena viendo al chico con una sonrisa.

— No tuve el placer de presentarme — dice el chico frente a Lyra — Thomas Brown, un gusto —

— El placer es mío, Lyra Henderson — corresponde la chica con una simple una sonrisa.

Media hora pasa aún con la guerra, solo que entran los dos directivos importantes de la institución interrumpiendo la diversión de los jóvenes.

Declaran la mitad del día libre de irnos a nuestros hogares. Entonces Lyra y Helena salen del instituto directo a su colonia.

Pero el chico castaño las alcanza a medio cuarto de camino.

— Un día de locos, ¿no es así? — exclama el chico aún con resto de salsa de tomate en el cabello.

— Bastante — únicamente responde Helena.

Pasando por una casa de dos pisos bastante elegante, Thomas se detiene ahí siendo esa casa y se despide de las chicas.

— Estás guapo — afirma Helena observando cómo Lyra se ponía roja.

Caminan otras tres calles más llegando a su destino. Helena alza la mano a modo de despida y se va a la casa de enfrente de Lyra.

La castaña entran recibiendo el cálido olor de café recién hecho. Deja el bolso enseguida de la puerta y se va hacia la cocina observando a su amor hacer de comer.

— ¿Como te fue cariño? — cuestiona su madre al sentirla en la cocina.

— Genial — responde con mucho humor — Fue un gran día de desastres pero estuvo bien — exclama lo último encogiéndose de hombros.

Astrid se ríe ante tal frase utilizada. Solo que verdaderamente fue un día trágico pero con diversión.

Total de palabras: 1761

Total de palabras del relato: 1733

Pd: Gracias por esperarme un día más de lo debido. Y agradezco la oportunidad que me dan -beautyarmy

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