Sober [One-shot]
❝Cuando dices «no deberías», es cuando más deberías❞
A veces solo quiero rendirme y no quiero pelear
Lo intento, intento y lo vuelvo a intentar
Sólo abrázame
Estoy sola
— No llores, joder — Exclama molesta, incluso pronunciar aquellas palabras duele.
La garganta se cierra mientras la culpa comienza a emerger de forma pícara contra su cabeza, el alcohol se atora en su garganta y la dificultad de poder respirar palpa añorante contra su conciencia. Aquel sentimiento estaba quemando como llama incesante contra su pecho, la garganta roza los sabores amargos que el vómito produce al jugar de arriba hacia abajo contra su paladar.
Los espasmos recorren con parsimonia su columna vertebral, el olor a licor entra a sus fosas nasales con fiereza, tentando a sus labios a seguir probando de aquel líquido mortal en tiempos de guerra.
Sus labios surcan la melancolía hilarante cuando observa detenidamente al cadáver en vida que era su progenitora, el vino blanco desaparecía en el gigante foso que representaba su boca abierta, una amenaza inminente contra el alcohol del pequeño y único bar de Dreamland; inhalar es lo único que se dedica a hacer aquella alcohólica, sintiendo el olor familiar de la marihuana proveniente de aquel pueblo. Un gemido escapa de sus labios, la cola de Luci había pinchado su pantalón marrón, hiriendo su muslo superficialmente con la punta de la oscura extremidad.
— ¿Qué carajos te pasa? — Pregunta con las tonalidades tangibles de la cúspide de su borrachera. Su cabeza comienza a girar y los orbes zarco se mueven inquietos de una punta hasta otra, irritando un poco más su esclerotica. El demonio sonríe burlesco, mientras sostiene aquel cigarrillo improvisado con alguna lámina que encontró en el piso, soltando el humo a la cara de la menor.
La albina de las infantiles pecas y dientes de conejo, no tarda en comenzar a toser, siendo empujada por un extraño en medio de su expulsión de humo tóxico. Su rostro blancuzco estampa contra el piso de madera y su espalda comienza a ser pisada por algún forastero desconsiderado. Un aullido se escapa de su garganta al sentir la fuerte punzada de sus dorsales, los cuales eran oprimidos por la pesadez del cuerpo que se apoyaba sobre ella. Su percepción visual comienza a oscurecer, haciendo que la penumbra la absorba y la anhedonia devore con ansias lo poco de vida que aún mantenía.
Mamá lo siento tanto
Ya no estoy sobria
Y papá, por favor perdóname por las bebidas derramadas en el suelo
El vómito se cuela en su boca mientras era arrastrada por los dañados caminos del lugar. Se sentía mareada, tan indispuesta como para poder quejarse, los vocablos habían desaparecido de su cuerdas vocales cuando es levantada por el hombre que recogía a cada hora los perecederos leprosos de las calles. El olor putrefacto de los pobres se interna en su nariz, logrando que su entrecejo sea fruncido.
Alejada de aquella común situación observa los oscuros cielos, invadidos por la gran luna menguante y los brillantes puntos estelares. Aún con la droga golpeando contra sus pulmones y torrente sanguíneo, logra pensar en Elfo, la voz efímera de la razón y de la ternura. Aquel sangre sucia había invadido su corazón, aferrándose ante la esperanza inolvidable, colándose contra su dañado querer.
Tiabeanie rememora, todavía con el alcohol en su sistema y un serio problema de alcoholismo desenfrenado, la calidad de vida que tenía y que nunca había apreciado. ¿Si aquella gota de sangre hubiera sido gastado en su infantil amante y no en su madre, sería feliz? Esperaba que no, porque la culpa ya estaba evaporando su ser, aquel peso debía dejar de aumentar a menos que quisiera que ella cayera en un punto sin retorno.
Desea que su mamá la ame y le de uno de esos abrazos que estipulan contra viento y marea que todo estará bien, pero ella no está ahí. Está en aquel bar bebiendo sus problemas del doble de su tamaño, escupiendo con sorna el asco de esposo del que alguna vez se había enamorado.
Una inútil princesa que mató a cientos estipulando que todo fue en defensa propia, sentía miedo, ansiedad y temor, era tan humana como los cadáveres que descansaban debajo de su cuerpo. Tener aquel título de prostituta inútil con dinero no la hacía mejor que nadie.
Estaba ebria y después de tantos años se da por primera vez cuenta que ella realmente no quiere estar sobria, porque una alcohólica huérfana como lo es Tiabeanie no merece caer en cuenta de la realidad, sin Elfo solo queda escuchar al demonio drogadicto que susurra sus pecados en su oído.
Luci se muestra contento e invadido por el sosiego al verla en aquel estado, porque solo él sabía la verdad de la mujer albina que le había otorgado la vida. Los demonios no pueden amar, pero aquel sentimiento de nostalgia al pensar en Elfo no desaparecía aunque rogará al apogeo del infierno para que aquello sea eliminado de su sistema.
Bean rompe en llanto de un momento a otro, rogando a su padre que la perdonara, porque ella había bebido tanto que estaba en el punto de perder la cordura. No estaba sobria y no quería estarlo, porque cuando el alcohol no está en su sistema, la culpa la invade y siente que ya no tiene un propósito, después de todo ella era el parásito del desencanto que destruía la reputación de una estable princesa.
Se debía una disculpa a sí misma, porque ahora, está dirigiendo aquella botella a sus labios. Sólo quiere desaparecer, entre líquido de hada y marihuana de su querido Dreamland.
Indulgente ruega por un perdón, pues ella solo era una alcohólica adicta a la rebelión, sin esperanza, sin salvación.
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