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CIV. Inseguridades

Obito estaba seguro de que Jin iba a aceptar la propuesta de matrimonio, después de todo, ambos estaban muy enamorados del otro, casi no podían dejar de ponerse las manos encima en cada minuto y, con toda la honestidad, su preciosa Jin ha sido bastante dependiente de él desde el principio, por lo que sabía que, incluso si no era una gran y extravagante forma de pedirle matrimonio y no era nada lujoso o extremadamente preparado, ella aceptaría, incluso si era un poco apresurado y abrupto.

Estaba seguro que lo haría.

Entonces, cuando Jin se quedó en silencio ante su propuesta de matrimonio y apartó la mirada con una expresión casi de angustia, Obito no sabía que es lo que pasó, ¿Por qué su Jin se veía tan afligida? ¿Porques estaba tan angustiada?

—Tenemos que hablar.

La suave voz de Jin fue como un maldito meteorito aplastando a Obito, cientos de miles de ideas cada vez más catastróficas que las anteriores empezaron a aparecer en su mente y su respiración no pudo evitar cortarse, sintiendo que, de alguna manera, se estaba asfixiando lenta y dolorosamente mientras las manos de los billones de personas que asesinó en su anterior vida venían a cobrar su retorcida venganza.

Jin no lo miraba -no podía verlo- y Obito sentía como el pánico inundaba todo su ser -¿Por qué no le dirigía la mirada? ¿Por qué no lo veía? ¿Por qué se apartaba de él? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?-, se sentía angustiado y afligido, cada parte de su cuerpo gritaba en una retorcida mezcla de dolor e injustica -él la amaba... la amaba, la amaba, la AmAb4- y, sobre todo, los gritos de su alma exigiendo que no se separara de ella -ella era suya, suya, suya, suya, ¡Ella le dijo que ella era SUYA! ¡Dijo que le pertenecía!-, que la obtuviera para él mismo -solo para él, solo para él, solo suya, suya, suya-, que la mantuviera en sus manos -y la sostuviera firmemente, que no pudiera escapar, que se quedara enjaulada y atada a sí mismo para siempre- y nunca la dejase ir por cualquier medio necesario.

Él la amaba, la amaba demasiado como para dejarla ir.

Jin no podía ser tan cruel -¡Ella le dijo que lo amaba!- como para darle todo su amor y luego arrebatarle la única fuente de amor correspondido y reciproco, sincero, que él ha recibido en su vida.

La mente de Obito era un caos, sus ojos inconscientemente se habían encendido en el Mangekyo Sharingan y, aunque su chakra estaba bajo control, era todo un maldito milagro que no explotara -envolviéndola en su vil chakra, abrumándola, sometiéndola a él, obligándola a darle una respuesta, a quedarse a su lado- en cualquier segundo en una violenta y necesitada masa de chakra.

Jin estaba sentada, dándole la espalda y mirando por la ventana de su sala de estar.

Sus manos se contrajeron ligeramente -sus venas se hinchaban en sus manos y brazos-, el sudor caía por su rostro mientras su respiración era pesada y agitada -su mente en un caos, la oscuridad envolviéndolo una vez más y consumiendo lentamente la poca o nula cordura que conservaba, corroyendo la poca dignidad y orgullo que le quedaba, la poca conciencia que sentía en su alma y quemando su remordimiento-, su rostro estaba oscurecido -ella era suya, ella era suya voluntariamente-, sentía un enorme nudo en su garganta y, aunque su mente era un caos inconcluso de cacofonías discordantes, solo había algo que primaba y reinaba por sobre toda la estática y ruido infernal dentro de su cabeza caótica.

Jin.

Lo único que su mente discordante podía escuchar y conectar, el único pensamiento coherente que había en su mente era Jin.

Su nombre, su rostro, su cuerpo, su risa, sus ojos, su rostro, su personalidad, sus chistes, su voz, su felicidad, su tristeza, su furia y su rabia, no importaba, todo estaba dentro de su mente y todo lo único en lo que podía pensar era en Jin.

—Obito, yo... —Jin balbuceó, e incluso por sobre todo el infierno que se desataba en su cabeza, Obito podía escuchar fuerte y claro su voz—. Yo tengo que confesarte algo...

La mente de Obito se llenó de pensamientos intrusivos, catastróficos, de cientos de escenarios que prometían oscuridad sobre el mundo shinobi y la agresión creció en su interior en conjunto con sus propias inseguridades, como si estas empezasen a rasgarlo nuevamente, como si el Juubi nuevamente empezara destrozarlo pieza por pieza dentro de su propia mente solo para dejar aquel demonio carente de conciencie.

Sus demonios internos empezaron a lamer su piel como llamas perezosas rodeando su ser, elevándose desde las profundidades del infierno que era su cabeza y corazón, alzándose y envalentonándose como las asquerosas manos putrefactas derritiéndose sobre su piel, escalándolo y cubriéndolo con su brea oscura.

—Yo...

Jin honestamente, amaba demasiado a Obito, no sabría si rozara la obsesión de Obito por ella, pero incluso con lo mucho que lo amaba, no podría mantenerlo en la oscuridad solo por sus deseos egoístas, ¿Verdad? Ella no era lo que él creía que era y, en cierto modo, sentía que su posible odio y rechazo podría ser lo correcto -ella sabía que en el fondo se lo merecía, ¿Verdad?-, quizás una de las muchas razones de las por las cuales aceptaba en silencio el abuso de los demás en su infancia estaban involucradas directamente con su verdad.

Ella no era de este mundo.

Jin no podía comprender como otros reencarnadores, trasmigradores, renacidos, o lo que sea que fuesen las almas extranjeras que entraban en otro mundo que no les pertenecían, podrían mentirles a sus seres más queridos, como... como podrían aceptar que quizás robaron el cuerpo de alguien -que le quitaron la vida a alguien con su llegada, que le arrebataron la oportunidad a alguien que quizás sí se la merecía- y... se apropiaron de él, que lo utilizaron como una máscara, un títere, como...

El rostro de Jin se oscurece mientras hace una mueca indescifrable, entre dolor, impotencia y rabia autodirigidas, ella no se da cuenta de cómo los dedos de su novio se crispan ligeramente a sus espaldas y él da un paso hacia adelante, silencioso, pesado...

—Yo soy... yo... no sé por dónde empezar... —Jin gime miserablemente mientras se apoya en sus rodillas, aun sentada en su silla sintiéndose francamente patética mientras se lleva las manos temblorosas al rostro.

¿Por qué otros reencarnadores podían conseguir pareja tan fácilmente? ¿Por qué no sentían la carga de la conciencia de ser alguien mucho mayor en el cuerpo de alguien menor? ¿Por qué no sienten la carga de tener dos vidas? ¿De tener el doble o incluso el triple de la vida del cuerpo que poseen?

Jin siente que se asfixia en la culpa.

Amaba a Obito, ¡Joder! ¡Lo amaba demasiado! No sabría cómo vivir sin él, tal vez incluso cometería cosas estúpidas como intentar revivirlo del mundo puro en un cuerpo real.

Como... si lo reviviera como lo hizo Chiyo a Gaara... ¿Funcionaría? ¿Su vida a cambio de la de él?

Jin no lo sabe y llora de impotencia, afligida por no saber cómo hablar sobre su verdad sin romperse en el proceso, sin quedar con un odio autodirigido tan horrible que amenazaría con romperla completamente. Las lágrimas caen por su rostro, es como si cientos de monstruos quisieran venir a devorarla, como si salieran de sus interiores y Jin estaba segura que podrirse por dentro con los terribles venenos de Shizune podría ser incluso menos doloroso de lo que estaba experimentando ahora.

Casi que preferiría morir que decirle la verdad a Obito.

Pero... él no merecía eso, no merecía eso en absoluto, no merecía vivir toda una vida engañado por... por culpa... por culpa que algo que ni él ni ella podían controlar.

—Obito... —Jin sintió la punta de los dedos de su novio acariciar su nuca— ¿Crees en la reencarnación...?

—¿Reencar... nación? —la voz de Obito... Jin no podría reconocerla, pero tampoco es que el lío en su mente pudiera servir para digerir las reacciones del hombre al cual ama.

-Estaba tan aterrorizada con su odio, incluso si se decía a sí misma que estaría más aliviada con él, incluso si creía que se lo merecía por jugar con sus sentimientos, por aferrarse a alguien que nunca debió ser suyo en primer lugar-.

—Yo... ya sabes... reencarnación, trasmigración, retornados... —Jin siente que sus manos tiemblan en su cabeza, sus dedos no pueden evitar tirar suavemente de su cabello mientras sus ojos se llenan de lágrimas sintiendo el nudo detenerle el aliento—. Yo... la reencarnación es cuando un alma renace en el cuerpo de un bebé... la transmigración es cuando un alma entra en el cuerpo maduro de otro, un retornado es quien vuelve en el tiempo a su antiguo cuerpo...

Jin siente que se asfixia.

—Yo... no... no... la reencarnación en este mundo es diferente... pero también es igual, ¿podría ser una rama secundaria? —Jin siente que todo es caos en su mente, no puede pensar bien, sus recuerdos se entremezclan y no encuentra las palabras para expresar lo que quiere decir—. No... yo... supongo que sería un... renacimiento, ¿No?

Obito la deja hablar, se queda en un inquietante silencio detrás de ella y Jin no puede apartar la vista de su regazo mientras hunde su propia cabeza más hacia abajo llena de crisis, gruesas lágrimas caen de su rostro.

—Obito-kun yo... yo te amo... realmente lo hago... pero... pero no quiero que vivas en una mentira, yo... —Jin siente que su corazón late demasiado rápido, siente que va a estallar, que su segunda vida va a terminar pronto solo por confesar su verdad—. Obito-kun yo... yo renací... renací en este mundo... ¿O reencarné? No... no lo sé, no estoy segura... pero desde que era niña, desde que era bebé recuerdo, yo... yo tengo recuerdos de otra vida, Obito-kun...

El silencio es demasiado pesado, siente como si estuviese intentando respirar bajo el agua.

—Yo... yo... en mi otra vida... en mi otra vida me llamaba Catriel... yo... Yo era de otro mundo, uno... uno muy diferente al tuyo yo... no había chakra, no había ninjas... muchas de las cosas que aquí existen allá no lo hacen y viceversa... Obito... —Jin solloza, su voz suena tan rota y miserable, como si le estuvieran sacando el corazón del pecho—. Siento... siento mucho haberte engañado, siento mucho haberte hecho pasar por esto... debe ser repugnante, ¿No? Yo... yo soy mentalmente mayor que tú, tuve una vida anterior, yo...

Jin siente los brazos de Obito rodearla suavemente, casi flojos, pero de alguna manera, incluso cuando la rodean sueltamente a su alrededor, se sienten como pesadas cadenas envolviendo su cuerpo, como si el fuerte agarre de un depredador listo para devorarla en su oscuridad la abrazase, como si sus sueltas extremidades tuviesen el impulso de un boa constructor, que, ante el más mínimo movimiento equivocado, ella sería destrozada en el feroz agarre destructor.

—¿Me amas...? —preguntó suavemente Obito, como si no hubiera escuchado nada de sus declaraciones anteriores.

—... sí... —Jin murmura sin aliento, en caos.

¿Por qué le preguntaba si lo amaba? -¿Acaso no había demostrado cuanto lo amaba? ¿No era suficiente? ¿Dudaba de su amor?- Ella lo amaba, realmente lo amaba mucho, no podían poner en duda su amor -¿Qué no haría ella por él? Si tuviera que joder con el tiempo lo haría, incluso crearía sellos catastróficos que alteraran la realidad misma y el espacio tiempo con tal de que él esté bien-, ella haría cualquier cosa por él -cualquier cosa-, por eso mismo le está brindando la oportunidad de alejarse de una farsante como ella...

-incluso si eso la mata en el proceso-.

—¿Eres la misma alma que estuvo conmigo desde infancia o...? —el agarre se apretó, los músculos de sus gruesos brazos se hincharon a su alrededor, lentamente reduciendo el espacio en donde ella se veía confinada.

—Yo... yo renací en este cuerpo yo, soy dueña de este cuerpo... —Jin dudó al decir que era la dueña de este cuerpo—. He estado desde... el principio... yo... no quería creerlo... creí que había muerto... creí que toda esa oscuridad era... que era la muerte, no... nunca me imagine que yo... bueno, estaba dentro... —Jin siente que los brazos de Obito se abultan aún más a su alrededor mientras la abraza y se queda sin aliento, temerosa de haberlo hecho enojar lo suficiente como para que la matara, pero, de todas formas, sí así él se sintiese mejor, ella lo dejaría matarla.

Probablemente él le contaría a sus amigos y padres, eso estaría bien, si supieran que un alma poseyó el cuerpo de su preciosa niñita, ellos no sufrirían por la pérdida de una impostora, ¿Verdad? Sería un sentimiento aliviador, ¿No? Que aquel impostor que estuvo a tu lado desapareció... ellos...

-¿Estarían felices si ella desapareciera? Si al confesarle su verdad... ¿Ella muriera?-

—¿Me amas...? —Jin sintió que lagrimas caían de su rostro, el calor del cuerpo de Obito era sofocante.

¿Realmente perdería lo que amaba tanto por confesarle su verdad?

Preferiría morir a perderlo.

—Si...lo amaba tanto que dolía, lo amaba tanto que estaba dispuesta a dejarlo ir, incluso si eso la destrozara por completo.

—¿Me amas lo suficiente como para casarte conmigo?por supuesto que lo amaba... ella lo amaba demasiado, haría cualquier cosa por él, daría cualquier cosa por él, no habría riesgo que no quisiera correr si no es por Obito, él...

Él fue la primera persona a la que reconoció como tal -como una persona, no como una ilusión de un moribundo, como un sueño lucido del cual despertaría después de un coma-... él fue... Obito fue su primera razón para vivir en este mundo... para aceptarlo... para luchar por él.

Obito fue...

Obito lo es todo...

—Si aún me quisieras sabiendo esto... —sin él tantas cosas habrán sido tan diferentes que Jin se enferma de siquiera pensar en empezar a imaginar lo que hubiera sido.

Probablemente se hubiera suicidado de niña, ¿Quién sabe? La presión psicológica de su "madre" rompiéndola y volviéndola su títere perfecto o ella escapando a través del suicidio... Jin no lo sabía.

—¿Me amas a pesar de saber que estoy... obsesionado contigo? —el agarre de Obito se hizo un poco doloroso y Jin sintió que el aire se hacía más fino.

—Si... —murmuró Jin cerrando sus ojos, aceptando que quizás su novio, la luz de su vida, decidiera acabar con ella.

—Eres la preciosa niñita que me perseguía por la academia dándome deliciosos bentos, la misma que entrenaba con Guy a pesar de que odiaba y aborrecía absolutamente despertarse temprano. La misma que ayudó a Sakumo-san a superar su depresión, quien diseñó sellos absurdos y ridículos que explotaban la mente de las personas, la misma linda niñita y adolescente que me empezó a seguir por todos lados cuando yo aún me arrastraba por Rin... ... tú eres la misma que sufrió bajo los bastardos de Iwa, la misma que se borró la memoria para dejar de sufrir, la misma que borracha me sedujo y me hizo acostarme con ella...

—Si... —Jin no sabía qué responder ni cómo hacerlo, porque todo lo que decía Obito casi no tenía sentido, no eran preguntas, era más como una lista de hechos, una afirmación más que un cuestionamiento, por lo que solo soltó un simple sí, porque, de todas formas, era ella quien había estado en cada momento que él mencionaba.

Tú eres mi preciosa Jincita... Catriel, Jin, no me importa quien seas, eres mía... —Obito sintió que la silla era molesta, por lo que le dio la vuelta y miró a Jin, Catriel o a quien carajos sea y la obligó a verlo a los ojos—. Hiciste que me enamorara de ti, asume la responsabilidad.

Jin miró a Obito con una expresión llorosa e indefensa, sus mejillas sonrojadas estaban empapada de lagrimas.

—Tomaste mi primer beso —Obito besó dulcemente sus labios, sintiendo el sabor salado de sus lágrimas mezclándose con el suabe y dulce sabor de su labial—, mi primera vez y, aunque no fuiste mi primer amor, eres la primera persona a por la que siento algo así... —Obito suavemente elevó el mechón de cabello suelto y lo colocó detrás de su oreja—. Quiero darte todo de mí, quiero que seas toda mía, quiero que todos sepan que me perteneces, que eres mi mujer, mía, mía, mía, solo mía... solo... Jin, Catriel, mi alma te pertenece, a ti, solo a ti.

Obito tomó las manos de Jin, que apretaban fuertemente su kimono turquesa y suavemente besó el dorso de sus manos, haciendo que relajase sus puños tensos, sus labios tocando cuidadosamente sus nudillos blancos mientras sus gruesos dedos guiaban a que las lindas manitos de Jin se abrieran y extendieran sueltas en vez de auto lastimándose en ajustados puños.

Por favor, sé solo mía, cásate conmigo —Obito miró el rostro lleno de lágrimas de Jin y, cuando ella saltó sobre él mientras lloraba a moco tendido, ahogando su rostro entre sus senos, sintió una oscura satisfacción inundarlo.

Sí...

—¡Obito-kun! —sollozó Jin aferrándose a él mientras lo abrazaba contra sus senos, sus dedos rasguñando ligeramente su cuero cabelludo, aferrándose desesperadamente a él, cada gramo de su fuerza centrada en mantenerse lo más cerca posible de él y no dejarlo ir.

Esta es la reacción correcta.

—¡Si quiero... por favor, vuélveme tu esposa! —Obito sonrió contra el pecho de Jin y tarareó ligeramente, sus dedos acariciaron suave y perezosamente la columna vertebral de la mujer hasta llegar a su nuca, hundiendo sus dedos en su suaves y onduladas hebras azuladas.

—Por supuesto, Uchiha Jin —ronroneó Obito, su pecho se elevó como si cientos de mariposas negras revolotearan dentro de él, la oscura satisfacción de saber que la personas que más amaba estaba tan desesperada por ser suya lo llenaba de un orgullo sin precedentes y a la vez su corazón se retorcía de regocijo, sabiendo que la tenía en la palma de sus manos.

Lentamente, Obito se levantó de su estado agachado, cerniéndose sobre su preciosa mujercita y sus manos previamente enganchadas en su espalda y nuca se deslizaron hacia el respigón trasero de la mujer y finalmente descendieron hasta sus regordetes muslos, aprisionándolos en su fuerte agarre, aferrándose a ellos a la vez que sus dedos se hundían en la tierna carne, pegándola a él y alzándola contra sus caderas, cargándola directo hacía su habitación.

Esta vez, Obito había elegido una cita más privada e íntima, una en donde pudiera tener a Jin al alcance de su mano sin tener que contenerse en absoluto -por supuesto, incluso si fue una cita más improvisada, aun había muchos lugares en Konoha que estaban abiertos hasta entrada la madrugada en donde podrían tener citas nocturnas, su decisión de que fuera privado en su propia casa se debe principalmente que no tendría que fingir moderación en sus miradas ni en sus actos-.

Obito le propuso matrimonio en la misma casa que Jin y su abuela habían cuidado cuando él estaba KIA (Muerto en Combate), la misma en la que él había crecido su infancia, la misma que venía a visitar Jin con frecuencia para invitarlo a salir en numerosas ocasiones cuando tenían tiempos despreocupados como simples niños civiles. Puede que no sea un lugar extremadamente sentimental para ambos, pero el hecho de que su preciosa noviecita hubiera aguardado en su casa y cuidado de ella, esperándolo a pesar de que él estaba presuntamente muerto, hacía que su corazón latiera contra su pecho.

Ahora que lo piensa... si Jin siempre tuvo una mentalidad mayor y él también... ¿Se podrían considerar como citas? ¿Ambos tenían citas desde niños? La sola idea hizo que su corazón latiera con aún más ferocidad contra su pecho, amenazando con salirse de su caja torácica mientras una retorcida satisfacción lo invadía.

Estaban hechos el uno para el otro...

Besando el rostro y cuello de Jin -Oh dios, ella era tan preciosa e irresistible. Obito no veía el momento en que pudiera tenerla solo para él, que nadie pudiera negar que tan incuestionablemente era suya- los besos del Uchiha descendieron lentamente por su cuello, sus dientes rozando ligeramente su pulso mientras sus manos traviesas le quitaban fácilmente ese molesto Obi.

Joder, era tan bonita su preciosa Jin.

Libre de la molesta tela que rodeaba la cintura y caderas de su mujer, la suave tela del kimono cayó suelta, abriéndose para revelar esas sexys y ajustadas ropas suyas que le gustaba usar debajo de su kimono. Obito tragó saliva, el solo mirar como sus bonitos senos estaban cubiertos solo con esa delgada tela de spandex endureció su polla, sus ojos descendieron por su piel desnuda, hasta llegar a esos diminutos shorts suyos que apenas podían llamarse shorts.

El hombre bebió ávidamente de las vistas como un hombre hambriento y sediento en el desierto, varado en la deriva de un destino incierto. Sus ojos negros se tiñeron de carmesí y grabaron necesitadamente cada parte de su preciosa mujercita, sus manos inquietas no pudieron evitar vagar por sus amplias caderas, delinear su estrecha cintura, abrir esos hermosos y regordetes muslos que le hacían agua la boca, colocándose entre ellos antes de finalmente dirigir toda su atención a esos enormes senos que tanto admiraba.

Joder, Jin tenía tan bonitas tetas.

Podría enterrar su rostro para siempre en esas bonitas tetas.

—¿Cómo debería llamarte, mm? ¿Jin o Catriel? —preguntó Obito besando tiernamente su cuello e inhalando su dulce aroma, intoxicándose, embriagándose con ese dulce aroma que Jin emitía—. Dime con cual te sientas más cómoda... no quiero que mi esposa se sienta incomoda con su marido...

—Yo... Jin... llámame Jin —Jin sonrió ligeramente mirando a su hombre, que incluso cachondo como el infierno, no paraba de preocuparse por ella y su bienestar, por su comodidad con una cosa tan pequeña como su nombre—. De todas formas, he vivido más con el nombre de Jin, que con el de Catriel...

La mano de Obito se detiene ligeramente en su cadera y sus toques se detienen lentamente.

—¿Cuántos años tenía mi preciosa esposa al venir a este mundo a conocerme? —preguntó lentamente Obito mientras uno de sus dedos jugueteaba con el bordecillo de su top.

—Yo... recién había cumplido los dieciocho hace dos meses atrás... —Jin suspira ligeramente apenada—. Morí por exceso de cafeína...

—Supongo que en esta vida te mantendré alejada del café —Obito rio ligeramente y Jin hizo un puchero cruzándose de brazos.

—Eres tan malo~ —Jin hizo un puchero y se cruzó de brazos con las mejillas hinchadas y mirando hacia otro lado, indignada.

Gracias, me lo suelen decir mucho —sonrió felizmente Obito mientras agarraba con firmeza los senos de Jin, haciéndole soltar un suave gemido.

Era un poco triste que incluso sabiendo que Jin era técnicamente mayor mentalmente que su cuerpo, ella seguía siendo menor mentalmente que él, pero bueno, aún puede seguir llamándola su pequeña.

Qué bonita es mi esposa, no te importará que te pruebe unas cuantas veces antes del matrimonio, ¿Verdad? —Obito rio entre dientes quitándole el top a Jin, dejando sus senos desnudos al merced de sus codiciosas manos, las cuales acariciaron, apretaron y jugaron con tan suave carne.

—Hum~ no lo sé~ —Jin sonrió juguetonamente.

—Solo unas pequeñas probaditas... —Obito le devolvió la sonrisa cómplice antes de que se sumergieran en un beso que ambos necesitaban.

Jin envolvió sus brazos alrededor del cuello de Obito, una pizca de desesperación en su beso que no pasó desapercibida por el hombre, como si ella aun estuviese insegura de cuanto él estaba obsesionado por ella, de cuanto la anhelaba y deseaba poseerla solo para él, mientras que Obito simplemente devoraba todas las preocupaciones de Jin, abrumándola con su impresionante necesidad de poseerla, de tenerla para él solo.

De que ella fuera solo suya.

Tan, tan jodidamente suya.

La dependencia emocional de Jin y la obsesión de Obito por ella se mezclaron en una oscuridad pegajosa, enfermiza, pero a ninguno de los dos de importaba lo suficiente como para preocuparse por cosas tan estúpidas y pequeñas como esas mientras buscaban estar más cerca el uno del otro y volverse uno solo.



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Prepárense para una serie de pequeños saltos temporales porque estoy finalizando esta historia pronto

Digo, ya son 104 capítulos, ya es toda una historia y debe llegar a su fin.

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