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05

El sol de la tarde caía suavemente sobre las calles mientras Nayeon y Mina caminaban de la mano hacia la tienda de decoración que habían encontrado en internet. Habían planeado este día desde hacía semanas, emocionadas por darle un toque más personal a su hogar. Aunque su apartamento ya tenía su encanto, ambas sentían que faltaban pequeños detalles que lo hicieran sentir más como ellas.

—¿Qué es lo primero que deberíamos buscar? —preguntó Mina, balanceando ligeramente sus manos entrelazadas mientras observaba a Nayeon con ojos brillantes.

Nayeon le devolvió una sonrisa cálida, como siempre hacía cuando su omega se veía especialmente adorable. Era un reflejo automático, una muestra de cuánto la adoraba.

—Creo que los vasos de fresas que querías deberían ser la prioridad. No puedo seguir viéndote suspirar cada vez que mencionas que los necesitas en nuestra cocina —respondió con una pequeña risa, apretando suavemente la mano de Mina.

—¡Es que son preciosos, Nayeonnie! —protestó Mina, inflando ligeramente las mejillas en un gesto que a Nayeon siempre le parecía irresistible—. Además, nuestra cocina necesita un toque más... dulce, ¿no crees?

Nayeon asintió, fingiendo una expresión seria. —Por supuesto. Y si eso significa que te harás feliz cada vez que los uses, entonces son imprescindibles.

Mina soltó una risa suave, dándose cuenta de que Nayeon siempre tenía esa habilidad de convertir cualquier momento cotidiano en algo especial. Al llegar a la tienda, ambas quedaron maravilladas con la variedad de cosas que podían comprar. Los muebles, los adornos, las lámparas, y sí, los famosos vasos con diseños de fresas, todo parecía tener un brillo extra bajo sus miradas llenas de ilusión.

—¡Ahí están! —exclamó Mina emocionada, señalando una estantería donde los vasos con pequeños dibujos de fresas estaban cuidadosamente acomodados.

—Vamos, tómate tu tiempo para elegir los mejores. Esto es algo que no se puede tomar a la ligera —bromeó Nayeon, observando cómo Mina analizaba cada detalle de los vasos, como si estuviera eligiendo una obra de arte.

Mientras Mina inspeccionaba los vasos, Nayeon se permitió un momento para observarla. Había algo en cómo se concentraba, en cómo su ceño se fruncía ligeramente cuando encontraba un pequeño detalle que no le convencía, que hacía que el corazón de Nayeon latiera un poco más rápido. Era en esos momentos simples, tan llenos de normalidad, cuando Nayeon se daba cuenta de cuánto amaba a su omega.

—¿Qué te parece este? —preguntó Mina, sosteniendo uno de los vasos frente a Nayeon.

—Perfecto. Pero creo que cualquier cosa que elijas será perfecta, porque tú lo elegiste —respondió Nayeon con una sonrisa, logrando que las mejillas de Mina se tiñeran ligeramente de rojo.

Una vez que los vasos estuvieron en la cesta, se dirigieron a la sección de muebles. Buscaban un sofá nuevo, algo más grande y cómodo para sus noches de películas y abrazos. Mientras recorrían la tienda, sus conversaciones comenzaron a derivar en algo más profundo.

—¿Te imaginas cómo sería decorar una casa más grande juntas? —preguntó Mina mientras acariciaba la tela de un sofá gris claro—. Algo con un jardín tal vez, o una terraza para ver el atardecer.

Nayeon la miró, sintiendo un cálido hormigueo en su pecho. Mina tenía esa capacidad de hacerla imaginar futuros que nunca antes se había permitido soñar.

—Me lo imagino perfectamente. Y puedo verte ahí, regando las plantas mientras yo preparo algo en la cocina. Luego, tal vez, planearíamos unas vacaciones o simplemente nos sentaríamos juntas en el sofá, como siempre —respondió Nayeon con sinceridad, acariciando el cabello de Mina.

Mina sonrió, pero no dijo nada. Había algo en la forma en que Nayeon hablaba que hacía que todo pareciera posible, como si su amor pudiera superar cualquier obstáculo.

Al final, eligieron un sofá beige con cojines mullidos, una pequeña mesa auxiliar y, por supuesto, los vasos de fresas que Mina había deseado tanto. Cuando terminaron de pagar, caminaron juntas hacia la salida, cada una sosteniendo una bolsa.

—Hoy ha sido un buen día, ¿no crees? —preguntó Mina mientras miraba a Nayeon.

—Siempre es un buen día si estoy contigo —respondió Nayeon sin dudarlo, inclinándose para dejar un suave beso en la frente de Mina.

De regreso en casa, mientras acomodaban sus nuevas adquisiciones, Nayeon se detuvo un momento, observando a Mina organizar cuidadosamente los vasos en el estante de la cocina. En su mente, la imagen de ambas en un futuro más lejano comenzó a formarse. Mina con un anillo en su dedo, ambas decorando un hogar que llamarían suyo para siempre. Era un pensamiento que aún no estaba lista para compartir, pero que la llenó de calidez y determinación.

—¿Qué pasa? —preguntó Mina al notar que Nayeon la miraba fijamente.

—Nada. Solo estaba pensando en lo bonita que te ves cuando estás feliz —respondió Nayeon, acercándose para envolverla en un abrazo desde atrás.

Mina soltó una pequeña risa y se giró para besarla suavemente en los labios.

—Te amo, Nayeonnie.

—Yo más, Mina. Mucho más de lo que podrías imaginar.

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