El apartamento estaba en completo silencio, roto solo por el suave ruido de las hojas que Mina pasaba una y otra vez mientras estudiaba. Estaba sentada en la mesa del comedor, con libros, apuntes, y su computadora portátil esparcidos a su alrededor. Su cabello recogido en un moño descuidado y las ojeras bajo sus ojos delataban las largas horas que llevaba intentando comprender el material frente a ella.

La tensión en su cuerpo era evidente. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía un bolígrafo, y su mandíbula permanecía apretada. Llevaba días así, saltándose comidas, durmiendo apenas unas horas, y sumida en un ciclo interminable de ansiedad por no poder avanzar en sus estudios.

Nayeon, que había llegado temprano del trabajo, la observaba desde la cocina, con los brazos cruzados y una expresión preocupada en su rostro. La menor estaba claramente al límite, y eso la inquietaba profundamente. Mina siempre había sido perfeccionista, esforzándose más de lo necesario, pero ahora su estrés estaba comenzando a afectarla de una manera que Nayeon no podía ignorar.

—Minari... —llamó Nayeon suavemente, acercándose a la mesa. Su tono era cariñoso, pero firme, como el de alguien que estaba a punto de intervenir—. Amor, llevas horas ahí. ¿Has comido algo hoy?

Mina apenas levantó la vista. Sus ojos, cargados de cansancio, evitaron los de Nayeon.

—Estoy bien... solo un poco más, y termino este capítulo —murmuró, su voz apagada.

Nayeon suspiró y se inclinó hacia ella, quitándole con suavidad el bolígrafo de las manos. Mina trató de protestar, pero Nayeon la detuvo colocando una mano firme pero cariñosa sobre la suya.

—No, Mina. Esto no está bien. Has estado ignorando tu cuerpo, y eso no te va a ayudar. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste bien? ¿O que comiste algo decente? —preguntó, sus ojos oscuros llenos de preocupación.

Mina bajó la mirada, sabiendo que Nayeon tenía razón pero incapaz de admitirlo. Sus labios temblaron un poco, y Nayeon notó cómo su omega luchaba por contener las lágrimas. Sin decir una palabra más, Nayeon se acercó y la envolvió en un abrazo cálido, acariciándole el cabello con delicadeza.

—Todo estará bien, cariño. Los estudios pueden esperar, pero tu salud no. No tienes que cargar con todo tú sola, ¿sí? Yo estoy aquí para ti, siempre —susurró Nayeon contra su cabello.

Mina cerró los ojos, dejando escapar un suspiro tembloroso mientras se relajaba un poco en los brazos de Nayeon. Por primera vez en días, se permitió bajar la guardia.

—Lo siento, Nayeon... —murmuró Mina con voz quebrada—. No quiero preocuparme, pero no puedo evitarlo.

Nayeon la apartó lo suficiente para mirarla a los ojos y luego depositó un beso suave en su frente.

—No tienes que disculparte. Solo quiero que recuerdes que no estás sola, ¿de acuerdo? Ahora, ven. Te voy a preparar una sopa caliente. Necesitas comer algo ligero pero nutritivo.

Mina, envuelta en una manta, estaba sentada en el sofá mientras Nayeon servía una sopa humeante en un tazón. Cuando regresó a la sala, se sentó junto a Mina, colocando el plato en sus manos.

—Primero, comes esto. Después, te llevo a la cama, y vamos a dormir juntas. Nada de estudiar esta noche, ¿entendido? —dijo Nayeon con una sonrisa suave pero decidida.

Mina asintió lentamente, tomando un sorbo de la sopa mientras Nayeon le acariciaba la espalda con movimientos tranquilizadores. La calidez de la comida y la presencia reconfortante de su alfa comenzaron a calmar sus nervios.

—Gracias por cuidarme tanto, Nayeonnie... —dijo Mina después de unos minutos, su voz más suave.

—Siempre lo haré, Mina. Porque no hay nadie en este mundo que ame más que a ti —respondió Nayeon con una sonrisa, dejando un beso en su mejilla.

Esa noche, Nayeon cumplió su promesa. Después de asegurarse de que Mina terminara su sopa y se sintiera un poco mejor, la llevó a la cama. Ambas se acostaron juntas, con Nayeon abrazándola como si fuera su mayor tesoro.

—Duerme, mi omega hermosa. Yo estoy aquí contigo —susurró Nayeon, dejando pequeños besos en la frente y el cabello de Mina.

Mina se acomodó más cerca, sintiendo cómo el calor y el amor de Nayeon la envolvían por completo. Esa noche, durmió profundamente, con el corazón lleno de gratitud y el cuerpo protegido por el amor incondicional de su alfa.