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02

La mañana era gris y lluviosa, el sonido de las gotas golpeando el vidrio de la ventana llenaba el silencio en la pequeña habitación. Mina estaba acurrucada en la cama, envuelta en varias mantas y con la cabeza ligeramente asomada sobre la almohada. La fiebre de su resfriado había empezado a bajar, pero el cansancio se sumaba al malestar que su período traía consigo, dejándola con una sensación de pesadez y debilidad que apenas le permitía moverse.

Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue a Nayeon, quien estaba de pie junto a la cama, sosteniendo una bandeja con una taza de té caliente, algunos chocolates y una pequeña bolsa de agua caliente. La alfa, aunque agotada por el trabajo, la miraba con una sonrisa suave y llena de ternura, como si no existiera nadie más en el mundo.

-Buenos días, mi dormilona -susurró Nayeon, dejando la bandeja en la mesita de noche y acercándose para acariciar el cabello desordenado de Mina-. ¿Cómo te sientes?

Mina intentó sonreír, aunque el esfuerzo se sintió pesado. Su cuerpo estaba exhausto, y, sin embargo, el simple hecho de ver a Nayeon a su lado, preocupándose por ella, le dio un poco de energía. Le encantaba cómo Nayeon siempre encontraba tiempo para cuidarla, a pesar de sus largas jornadas de trabajo y las constantes horas extra.

-Un poco mejor, creo... aunque me siento pesada y cansada -respondió en un murmullo.

Nayeon asintió con comprensión, y, sin decir nada más, se sentó junto a ella, deslizando una mano por su mejilla y dejando un suave beso en su frente. Mina cerró los ojos, permitiendo que el toque cálido de su alfa la envolviera. El cansancio que pesaba en sus hombros se desvaneció un poco, y en ese momento sintió una profunda gratitud hacia Nayeon.

-Sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? -susurró Nayeon-. Hoy no tienes que preocuparte por nada. Yo me encargaré de todo.

Con movimientos delicados, Nayeon ayudó a Mina a sentarse con la espalda apoyada en la cabecera de la cama y le acercó la taza de té caliente. Mina tomó un sorbo, sintiendo el calor reconfortante que le calmaba un poco el malestar en el cuerpo. Miró de reojo a su alfa, admirando cómo Nayeon la observaba con esa expresión de cariño que tanto amaba. Sabía cuánto esfuerzo y cansancio le costaba encontrar tiempo para cuidarla, y eso hacía que su presencia a su lado fuera aún más especial.

-No tenías que hacer todo esto, Nayeon... sé que trabajaste hasta tarde anoche -murmuró Mina, sintiéndose un poco culpable al pensar en las largas horas de trabajo de Nayeon.

Nayeon negó suavemente, como si esa idea fuera absurda.

-Eres mi omega, Mina. No hay nada que no haría por ti. Además, me gusta mimarte, especialmente cuando no te sientes bien -respondió con una sonrisa, mientras tomaba una pequeña caja de chocolates de la bandeja y se la ofrecía-. Pensé que estos te harían sentir un poquito mejor.

Mina no pudo evitar reír suavemente, una risa débil pero sincera. Aceptó el chocolate, saboreando el dulzor que le alegraba el momento, y miró a Nayeon con una mezcla de agradecimiento y amor. Los chocolates siempre habían sido su debilidad, y Nayeon parecía recordarlo cada vez que llegaban esos días del mes en los que su humor se volvía más sensible y su cuerpo más frágil.

-Gracias, Nayeon -susurró Mina, tomando la mano de la alfa entre las suyas y apretándola con suavidad-. No sé qué haría sin ti. En serio, eres increíble.

Nayeon sonrió y, en lugar de responder, se inclinó y dejó un beso en la frente de Mina, luego en su mejilla, y finalmente en la punta de su nariz, provocando que el rostro de Mina se sonrojara levemente. Sabía que Nayeon tenía un trabajo agotador, uno que muchas veces la dejaba exhausta, pero siempre lograba apartar ese cansancio cuando se trataba de cuidarla.

-No tienes que agradecerme nada, tontita -respondió Nayeon, acomodando mejor la manta alrededor de Mina-. Yo también soy afortunada de tenerte. Siempre quiero que te sientas bien, y si puedo hacer algo para mejorar tu día, lo haré sin pensarlo dos veces.

El tiempo parecía detenerse mientras Nayeon le hacía pequeños mimos, acariciando su cabello, asegurándose de que Mina estuviera cómoda y cálida. La lluvia afuera continuaba, pero el suave sonido se mezclaba con la tranquilidad que Nayeon le ofrecía, creando un ambiente acogedor y seguro. En algún momento, Nayeon se levantó y se dirigió a la cocina, regresando al rato con una sopa caliente, perfecta para levantarle el ánimo.

-Quiero que comas algo -dijo Nayeon, colocando la bandeja frente a Mina-. Y no acepto un "no" por respuesta. Sabes que no descansaré hasta que comas algo que te dé fuerzas.

Mina suspiró, pero en su interior, el corazón le latía rápido, inundado de amor por la pelinegra, Nayeon era implacable cuando se trataba de cuidarla, y ella no podría pedir a nadie mejor. Después de unos momentos, comenzó a comer la sopa, sabiendo que Nayeon estaba observándola atentamente, satisfecha de que su omega estuviera recuperando energía.

Mientras terminaba, Mina se sentía cada vez más cómoda, como si el cansancio y el malestar fueran reemplazados por una suave calidez que le llenaba el pecho. Sabía que Nayeon no siempre tenía tiempo, que sus días estaban llenos de responsabilidades, pero que aún así lograba encontrar momentos para estar a su lado, cuidándola, mimándola.

-¿Puedo pedirte algo, cariño? -preguntó Mina, con una voz baja y tímida.

Nayeon asintió, acercándose y tomando una de las manos de Mina entre las suyas.

-Claro que sí, amor. Lo que quieras.

Mina bajó la mirada, sintiéndose un poco avergonzada, pero al mismo tiempo sabiendo que Nayeon siempre le entendería.

-¿Podrías... quedarte conmigo un rato más? -pidió en un susurro-. Es que... siento que si te vas, todo esto se volverá frío otra vez.

Nayeon sonrió, entendiendo el sentimiento detrás de las palabras de Mina. Sin dudarlo, se acomodó en la cama junto a ella, abrazándola con suavidad y asegurándose de que ambas estuvieran cubiertas por la manta.

-No me voy a ir a ningún lado -dijo Nayeon, acariciándole el cabello con ternura-. Me quedaré aquí contigo todo el tiempo que necesites, ¿sí? Hoy soy solo tuya.

Mina se acurrucó contra el pecho de la mayor, cerrando los ojos mientras el calor de Nayeon la envolvía. Podía sentir el latido tranquilo del corazón de Nayeon bajo su oreja, y esa tranquilidad la ayudó a relajarse, a olvidar la fiebre, el dolor, y a recordar solo el amor que Nayeon le brindaba incondicionalmente.

-Eres la mejor, Nayeon -susurró Mina, medio dormida, con una sonrisa débil-. Te quiero mucho.

Nayeon le besó suavemente la cabeza, acomodando su propio cuerpo para que Mina estuviera lo más cómoda posible.

-Yo también te quiero, Mina -respondió, dejando que el sonido de la respiración tranquila de la omega llenara la habitación-. Siempre estaré aquí para cuidarte, sin importar qué tan ocupada esté. Eres mi omega, la persona más importante para mí.

Y así, acurrucadas juntas bajo la manta, en un pequeño mundo que compartían solo ellas, Nayeon y Mina dejaron que el tiempo pasara lentamente, disfrutando de la calidez de su amor en medio de la lluvia que caía afuera.

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