Si digo la verdad, yo no quería estar aquí.
Mi vida antes de enterarme que era hija de una diosa era maravillosa, tenía una vida perfecta con todo a mi favor para ser exitosa en el futuro pero mi sueño se desmorona a cada paso que daba sobre la tierra, acercándome cada vez más al letrero con letras oscuras talladas en madera, el campamento mestizo.
Tal vez, si mi padre se hubiera quedado callado yo no estaría aquí, llena de mosquitos asquerosos, barro y suciedad.
—Hola, ¿Nueva, verdad? —dijo una chica con un tono poco amigable. —Me llamo Lethia, yo te ayudaré.
Lethia tenia el pelo castaño oscuro y ojos cafes, era muy atractiva y yo muy lesbiana, definitivamente no todo iba a ser malo, al menos tendría alguien a quien mirar durante mi tiempo aqui.
—Me llamo Astrid, Astrid Williams. —Dije con una pequeña sonrisa.
—Lindo nombre, rubia. —dijo Lethia mirándome fijamente. —Ven, te guiare para que puedas hablar con Dionisio, te aviso que es algo malhumorado.
Yo asentí con la cabeza mientras empezaba a seguirla por el lugar, no iba a mentir, el campamento tenía su encanto.
Durante el trayecto me explico sobre las cabañas de los dioses, separados específicamente de un modo para cada uno, me dijo que ella era de la cabaña uno, hija de Zeus y que a los otros hijos de Zeus los llamaba sus hermanos y que cuando tenga mi cabaña yo tambien conocere a los míos.
—¿Ves esa casa azul? bueno, es nuestro destino, es la casa grande y allí encontraremos a Dionisio y Quirón.
—¿Que se supone que haremos allí? —preguntó mirando a la chica.
—Pues lo normal, ellos te dirán que harás hasta que te reclame alguien como su hija, además de horarios, actividades y todo lo que necesitas saber.
Seguimos caminando en silencio mientras yo miraba a los alrededores, la tierra estaba ensuciando mis zapatos y mis pantalones, genial.
La casa grande era, pues, grande.
La verdad, no era mi estilo y le faltaba alguna que otra decoración, parecía bastante poco acogedora pero ya que, no es mi trabajo de todos modos.
—Allí están el Señor D y Quirón, buena suerte.
Dijo antes de marcharse, solté un pequeño suspiro y avance hacia ellos para presentarse, sintiéndome completamente nerviosa y asustada por dentro, pero ponerme a temblar frente a ellos no iba a ayudar en nada así que solo avance hasta quedar frente a ellos.
—Hola... —Dije con una voz baja, bueno, eso no era lo que esperaba de mí la verdad. —Soy Astrid...
—Astrid Williams, lo sabemos, como sea. —Dijo el que claramente era Dionisio.
Pero qué diva.
—Dionisio no seas grosero con los nuevos, ya lo habíamos hablado. —dijo Quirón mientras se acercaba a mi. —Bienvenida Astrid, yo te contaré todo lo que debes saber.
Él me sonrió de una manera reconfortante antes de empezar a explicarme absolutamente todo lo que debía saber, cinco minutos después ya estaba aburrida.
Ya podía sentir los viernes como mi día menos favorito, ¿Conocen el juego de captura la bandera? Pues yo si y no me entusiasmaba el hecho de correr, sudar y que de paso la tierra se pegara a mi.
También me dijo que me quedaría en la cabaña de Hermes hasta que alguien me reclamara y que le dijera a Lethia que me ayudara a llegar hasta allí.
Salí de allí cuando la charla acabó encontrándome de inmediato a Lethia, ella me sonrió y antes de que se lo pidiera ella me dijo que me guiaría a la cabaña de Hermes.
El camino fue tranquilo, la chica a pesar de todo era amigable y parecíamos llevarnos bastante bien, creo que ya tenía a donde recurrir en caso de emergencias pero quien sabe.
Al llegar a la cabaña paramos frente a ella, bueno, esto era lo más parecido a una cabaña entre todas las que habíamos visto definitivamente.
Y no en un muy buen sentido.
—Buena suerte, rubia.
—Gracias.
Al entrar me dí cuenta de que otros chicos ya estaban allí, algunos me miraron y saludaron, otros solo me ignoraron pero yo ya sabia a donde ir así que no fue necesario acercarme a ellos.
Me acomode en mi cama y miré alrededor, no me sentía cómoda allí, ese no era mi hogar.
Era la hora de la cena y yo no tenía ni idea de que debía de hacer.
Camine hacia el lugar en donde se supone que comemos siempre y, en efecto, ese era el comedor.
Una vez entré y tenía mi comida analice el lugar para ver en donde me debía de sentar, Lethia me miró y me llamó para que me acercara, aleluya.
—¿Cómo va todo hasta ahora? —Me pregunto mientras me dejaba un espacio a su lado.
—Pues bien supongo, digo, el saco de dormir no es el mejor lugar del mundo sabes.
Ella soltó una carcajada. —Bueno, piensa que en algún momento saldrás de allí y vivirás con tus hermanos o hermanas.
—Espero que sea pronto, no creo aguantar más de un día en ese piso polvoriento.
—Tranquila Rubia, pasará cuando menos lo esperes.
La comida no estaba para nada mal, la verdad es que la encontraba buena a pesar de todo, no se comparaba con la que comía en casa pero tampoco era lo peor del mundo, esperaba algo mucho peor considerando que esto es un campamento.
Los hijos de Zeus eran arrogantes, ¿Algo lógico no? Bueno, a pesar de eso logré hablar con ellos durante toda la cena y, gracias a eso, no se sintió mal estar allí.
Salí antes que ellos del comedor para poder alcanzar a entrar al baño y darme una ducha antes de que los demás chicos llegaran a la cabaña, sentía el polvo pegado en mi ropa y mi cuerpo y eso no me gustaba en lo más mínimo.
Estaba distraída cuando sentí como alguien me empujaba por la espalda haciéndome caer. Me dí vuelta para mirar a la causante de mi caída, una chica bastante alta, morena y rizada, Dios, me derrito.
—¿Que te pasa, idiota? —Dije mientras intentaba pararme.
La chica me volvió a empujar y antes de que pudiera siquiera pudiera decir algo, un grito de Lethia se escuchó detrás de la morena.
—¡La Rue dejala!
¿La Rue? ¿Qué carajos es ese nombre?
Lethia llegó a nuestro lado y la morena miró a Lethia con cara de fastidio total.
—¿Qué pasa, Jones? Solo le doy la bienvenida a la nueva. —Dijo con una sonrisa sarcástica. —¿Ahora eres defensora de los nuevos o que?
Aprovechando que estaba distraída me levanté del suelo fijándome en mi ropa.
—¿Estás loca? Acabas de ensuciar mi polera, ¡Costó ochocientos dólares!
—¿¡Qué!? —Lethia abrió la boca con sorpresa. —Rubia en serio, ¿Por qué tanto dinero en una polera?
La morena pasó por mi lado chocando nuestros hombros. —De esta no te salvas bonita.
Mientras ella caminaba me volteé a verla, definitivamente era atractiva pero muy molesta.
—¿Quién es?
Lethia rodó los ojos. —No es nadie importante la verdad, te conviene estar alejada de ella.
—¿Quién es? —Dije cruzándome de brazos.
—Clarisse La Rue, hija de Ares y una molestia. —Asentí lentamente. —No, ni se te ocurra acercarte demasiado a ella, solo te lastimara.
—¿Tienes experiencia en eso?
—Por suerte no, pero eso no quita el hecho de que solo intente molestar a todos... Ya que, buenas noches rubia, descansa.
—Buenas noches.
Al llegar a la cabaña tomé un baño corto y me puse en mi pijama rojo, me acosté y cerré los ojos, odiaba esta cabaña.
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