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✔︎ 𝚄𝚗𝚘 ✔︎


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Taehyung estaba concentrado, intentando prepararse algo de comer. Abultaba los labios en un puchero al notar que la sopa no adquiría el espesor adecuado. El frío de aquel invierno era insoportable, ¿era demasiado pedir que al menos la sopa caliente supiera bien? Bufó, sirviéndose un plato mientras miraba a Yeontan, su pequeño perrito que descansaba junto a sus pies. Hizo una mueca hacia él, y el cachorro ladeó la cabeza.

—Estúpido Jungkook —gruñó.

Su mejor amigo le había prometido pasar el día con él y prepararle un nuevo platillo que había aprendido, pero, de repente, la novia de Jungkook lo llamó, y él no tardó en cancelar su tarde juntos. Debido a que estudiaban carreras diferentes y tenían pasatiempos dispares, casi no se veían, y además, uno de ellos tenía una novia. A veces, Taehyung se sentía desplazado, temiendo que esos celos hacia la chica fueran más profundos de lo que quería admitir. Llevaban dos años de novios, y Taehyung simplemente no la soportaba.

A diferencia de Jungkook, él no tenía tiempo para novias. Salía ocasionalmente con alguna chica, pero nunca se sentía cómodo. Ni siquiera en el sexo lograba satisfacción, lo cual lo frustraba aún más. En su último año de universidad, también sentía la presión de graduarse con buenas notas y obtener excelentes referencias de su jefe en la empresa donde hacía su pasantía.

Con el puchero aún en sus labios, tomó su plato y caminó hacia el pequeño espacio que utilizaba como sala en su departamento. Su mascota lo seguía de cerca, acurrucándose junto al sofá mientras él se sentaba. Taehyung bufó nuevamente.

—Estúpida Chaeyoung, roba mejores amigos.

Mientras comía con molestia su sopa insípida, alguien llamó a la puerta. Soltó un gruñido y, dejando el plato en la mesa de centro, fue a abrir. Su ceño fruncido se desvaneció en una expresión de sorpresa al ver a su mejor amigo sonriéndole desde el umbral. Jungkook tenía las mejillas y la nariz rojas por el frío, llevaba un gorro negro y un chaquetón grueso del mismo color. Traía también su mochila y una bolsa de supermercado.

—Hola, TaeTae hyung —dijo Jungkook con un tono que intentaba ser tierno, y lo consiguió, aunque Taehyung no quiso demostrar la calidez que ese gesto le generaba.

—Buenas tardes, Jeon Jungkook —respondió firmemente, bloqueando la entrada.

—Hyung, déjame pasar. Vine a pasar el fin de semana contigo —dijo Jungkook, mirándolo casi indignado.

—¿Acaso Chaeyoung te mandó al carajo?

—¿Acabas de llamar a tu departamento... carajo?

Taehyung bufó.

—¿No tenías una cita? —preguntó, cruzándose de brazos con un puchero que hizo sonreír a Jungkook. Su hyung era increíblemente lindo, aunque ese pensamiento prefería guardárselo para sí.

—No era una cita, solo teníamos que resolver algunos asuntos. Pensé que me demoraría más, pero terminé antes, así que decidí venir a pasar el fin de semana largo contigo —le sonrió de nuevo. Taehyung lo miró con desconfianza.

—Traje frituras, malvaviscos y algunas botellas de soju.

Los ojos de Taehyung brillaron al escuchar "malvaviscos".

—Te aceptaré solo porque trajiste comida —retiró el brazo y dejó que Jungkook entrara. Cerró la puerta y lo siguió hasta la sala.

—Gracias, se me estaba congelando el culo allá afuera.

Jungkook dejó la mochila y la bolsa sobre un extremo del sofá, luego se quitó el gorro, la chaqueta y un suéter extra, quedando en una camiseta blanca que dejaba al descubierto su brazo tatuado. Se agachó para acariciar a Yeontan, que dormía plácidamente a un lado. Taehyung lo observaba aún con recelo.

El menor soltó una risa al ver la sopa en la mesita de centro.

—Debo probar esto —dijo, tomando una cucharada. Al probarla, hizo una mueca. —Joder, hyung.

—Vete al carajo. Sabes que no soy bueno cocinando. Además, se supone que tú eres quien me alimenta bien —se lanzó al sofá, mirándolo con molestia. —Y estoy quebrado, no hay dinero para domicilios.

—¿Quieres que prepare bibimbap? Sé que te encanta —dijo Jungkook, sentándose junto a él y dejando caer su cabeza sobre las piernas de Taehyung. El mayor asintió.

—Por favor —le miró a los ojos, y Jungkook se quedó en silencio por un momento.

Estaba tan enamorado de los ojos color miel de su hyung. A veces sentía que ese brillo era por él. Le gustaba pensar que causaba esa felicidad que se dibujaba en sus labios rosados. Su corazón latía más rápido, y no podía evitar sonreír también. Pero al sentir su rostro empezar a calentarse, temió sonrojarse y que Taehyung lo notara.

¿Cómo se vería un sonrojo en la bonita cara de su hyung?

Llevó su mano tatuada al rostro del castaño, ahuecando su mejilla con la palma mientras su sonrisa se ensanchaba al ver cómo Taehyung ladeaba la cabeza para acomodarse. Amaba y odiaba que su hyung fuera tan increíblemente bonito.

—Perdóname por cancelar nuestra tarde de repente —susurró con un tono lleno de arrepentimiento—. Ahora estoy libre para ti...

Taehyung sonrió y juntó su frente con la del menor.

—Pude haber muerto de hambre —murmuró con diversión, y ambos sonrieron en grande.

—Lo sé, no puedes vivir sin mí —bromeó Jungkook, pellizcando la mejilla del mayor, que respondió con un sonido de queja.

Se separaron, y Jungkook se levantó para ir a la cocina, llevándose la bolsa de compras. Taehyung lo siguió en silencio y, mientras el menor sacaba los ingredientes, no pudo evitar observarlo detenidamente.

Se sentó en una de las encimeras de la pequeña cocina, sus ojos recorriendo cada rasgo del chico frente a él: los grandes y brillantes ojos negros, la mandíbula bien definida, los labios rosados y delgados, adornados por un pequeño lunar. Su piel nívea, su diminuta cicatriz apenas visible, y ese cabello azabache que parecía tan sedoso que le daban ganas de enredar sus dedos en él. Y ni hablar de su cuerpo. Hacía unos cuatro años que Jungkook había comenzado a ejercitarse, y los resultados eran notables: sus piernas largas y tonificadas, la cintura delgada, el abdomen ligeramente marcado pero firme, los brazos y hombros musculosos, y esos tatuajes en su brazo, que le daban un aire rudo y sexy.

De repente, el castaño sintió cómo el calor invadía su rostro. No quería tener pensamientos inapropiados sobre su mejor amigo, pero no podía evitar sentirse atraído por él en todos los sentidos.

—Hyung, sé que soy guapísimo, pero si me miras tanto, me vas a desgastar —se rió Jungkook, concentrado en sacar algunas sartenes. Su corazón latía con felicidad al saber que tenía toda la atención del mayor.

—Solo cállate y cocina, mocoso vanidoso —murmuró Taehyung, con las mejillas sonrojadas, mientras tomaba una de las botellas de soju que Jungkook había traído.

Jungkook simplemente sonrió, encantado por la cara sonrojada de Taehyung. Le extendió dos pequeños vasos para que los llenara. Aun avergonzado, el castaño los llenó, y ambos se bebieron el contenido de un trago.

—¿Qué asuntos tenías que resolver con tu novia? —preguntó Taehyung, mientras volvía a llenar los vasos. Jungkook empezó a pelar unas verduras.

—Oh, bueno... terminamos —respondió con una tranquilidad pasmosa, encogiéndose de hombros.

Taehyung, que justo bebía su trago de soju, se atragantó. La garganta le ardía mientras un ataque de tos lo sacudía. Jungkook dejó todo y corrió hacia él, dándole unas palmadas en la espalda. El castaño no podía creer lo que acababa de escuchar. ¿Terminó una relación de dos años y lo decía con esa calma? ¿No debería estar devastado?

—Hyung, por Dios —susurró Jungkook, acariciándole la espalda mientras la tos disminuía poco a poco.

—Vi mi vida pasar frente a mis ojos —murmuró Taehyung con voz rasposa, mientras Jungkook soltaba una risita. Luego, le tomó el rostro entre sus manos.

—No puedes morirte aún, no me has confesado tu amor —bromeó, aunque en el fondo deseaba no estar equivocado. Taehyung lo miró con ojos vidriosos, su corazón acelerándose. ¿Por qué Jungkook se comportaba de esa manera? No podía soportarlo.

Se estaba ilusionando con algo imposible.

—Ah, niño irrespetuoso...

Jungkook mordió su labio, observando cómo el mayor se ponía tímido entre sus manos. Parpadeaba rápido, y sus ojos, que lo habían visto por un instante, comenzaban a desviarse a cualquier lugar que no fuera él.

—Hyung... —susurró despacio, como si fuera a revelarle un gran secreto.

Y, en realidad, lo que iba a decir era uno de sus mayores secretos.

—Uh, no me hables así, mocoso. No sabes lo que me... —Taehyung lo miró de nuevo, pero su nerviosa reprimenda fue interrumpida por Jungkook.

—Me gusta mucho tu bonito lunar —sonrió Jungkook ampliamente, mostrando sus dientes frontales. Taehyung jadeó, sorprendido, y casi le dio un ataque al corazón cuando su amigo besó suavemente ese lunar, justo en la punta de su nariz.

El toque fue delicado, tierno, y ambos sintieron cómo sus corazones latían frenéticamente. Taehyung literalmente tembló en las manos de Jungkook, mientras este último se maldecía por haberse dejado llevar.

¿Qué acababa de pasar?

—Yo... —el pelinegro intentó hablar, pero nada salió de su garganta, no cuando esos ojos color miel lo miraban sorprendidos y confundidos.

—Eso... fue raro. No lo hagas... —Jungkook soltó el rostro de Taehyung, sintiendo un nudo en la garganta. Bajó la cabeza avergonzado— ...sin avisar. No siempre estaré preparado para eso.

Taehyung alzó la cabeza de golpe, sorprendido—. ¿Q-qué?

Las mejillas del mayor se encendieron. Los ojos de Jungkook brillaban de una manera que lo desconcertaba. ¿Cómo debía interpretar lo que acababa de pasar? Su amigo se estaba comportando de manera extraña. De niños, solían darse un par de besos en las mejillas, pero cuando llegaron a la pubertad, el menor dijo que ese tipo de cosas eran "demasiado gay", y que él no lo era.

Desde entonces, Taehyung había intentado comportarse lo más "hetero" posible. Nunca se había sentido atraído por otro chico, por lo que el deseo de besar y mimar a su mejor amigo lo atribuía a algún desajuste hormonal.

—Solo cocina, ¿sí? —Taehyung tomó el rostro del menor y le dejó un beso en la nariz, igual que Jungkook había hecho unos segundos antes. Luego, se sirvió otro trago de soju.

Sabía que sería una noche larga.

Jungkook sonrió ampliamente, sintiendo incluso un cosquilleo en su nariz donde los labios suaves de su hyung se habían posado. Estaba a punto de hablar cuando recibió un mensaje. Era de su amigo Jimin, quien le había enviado un enlace de un noticiero. Decidió verlo, pues su hyung nunca le enviaba mensajes sin razón.

Última hora: Calles cerradas hasta nuevo aviso. La tormenta de nieve pronosticada será más grave de lo esperado.

Después de ver la noticia, revisó otro mensaje de Jimin:

Cuídense, Jungkookie. Sé que pasarás el fin de semana con Tae. Los quiero <3.

—¿Pasa algo, Kook? —preguntó Taehyung al verlo tan concentrado en su teléfono.

Jungkook guardó el teléfono y le sonrió antes de besarle de nuevo la nariz, provocando otro sonrojo en el mayor.

—Jimin hyung me envió un enlace. Al parecer habrá calles cerradas por la tormenta de nieve —explicó, retomando lo que hacía en la cocina. Estaba decidido a preparar el mejor bibimbap para su hyung. Taehyung merecía lo mejor.

Después de que Chaeyoung lo animara a confesarse, Jungkook no había imaginado que las cosas avanzarían tanto en solo unos minutos. Al final del fin de semana, esperaba que Taehyung se diera cuenta de lo mucho que lo amaba.

Una vez que terminaron de preparar la cena entre risas y tragos de soju (casi tres botellas), ambos disfrutaron de la comida en la pequeña sala. Taehyung sentía que iba a explotar de lo mucho que había comido, bromeando con que parecía estar embarazado.

El alcohol ya estaba haciendo efecto, especialmente en Jungkook, que se quedaba largos segundos observando el rostro de Taehyung. Sonreía como un tonto al ver ese cabello castaño tan sedoso, su mandíbula definida, su piel canela, los ojos color miel y las cejas pobladas. Se relamía los labios al ver esos labios rosados y naturales, sintiendo una ternura especial al notar el pequeño lunar en la punta de su nariz.

Estaba tan enamorado. Ya no podía negárselo a sí mismo.

Había pasado años negando lo evidente, y no se le podía culpar. Tenía miedo de la reacción de sus padres cuando les dijera que estaba enamorado de su mejor amigo de la infancia.

Cuando conoció a Chaeyoung, se hicieron amigos al instante. Intentó sentir algo por ella, pero su corazón seguía latiendo solo por Taehyung, que ahora estaba sentado frente a él. Salieron un par de veces, pero nada se dio entre ellos. Además, Chaeyoung estaba enamorada de Mina, una compañera de Taehyung.

Un día de invierno, Chaeyoung le llamó desesperada. Su padre creía que eran novios porque lo había visto en su casa un par de veces, y quería conocerlo formalmente. Los padres de Chaeyoung eran homofóbicos, y no la aceptarían si supieran la verdad. Jungkook no dudó en ayudarla, pero la mentira se alargó durante dos años.

No podía contarle a Taehyung. Chaeyoung quería mantenerlo en secreto.

Finalmente, Chaeyoung reunió el valor para confesarle a sus padres su orientación. La echaron de casa, descontrolados. Aunque la amaban, no podían procesar la noticia tan rápido. Sin embargo, prometieron apoyarla con el tiempo. Chaeyoung estaba feliz. Por fin podría estar con Mina, y eso inspiró a Jungkook. Ese era el asunto por el que había cancelado la tarde con Taehyung. Su amiga, finalmente, se sentía libre.

Unas horas antes, Jungkook habló con sus padres y su hermano. Les contó lo que Taehyung le hacía sentir y cómo estaba enamorado de cada pequeña acción del castaño. Esperó con angustia su reacción.

Se rieron, enternecidos.

Le dijeron que llevaban años esperando que lo admitiera, porque ya lo sospechaban. Le dieron todo su apoyo y le recordaron cuánto lo amaban. Le aseguraron que jamás lo abandonarían, ni a él ni a Taehyung, a quien ya consideraban parte de la familia desde hacía mucho.

Jungkook se había armado de valor. Estaba listo para confesarse, y esperaba ser correspondido.

—Hyung... quiero decirte algo.

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