Dos años desde la terrible noticia que logró hundir a Sana en un ambiente melancólico y doloroso. Dos años en los cuales pudo, gracias al acompañamiento de su esposa, salir adelante y volver a sonreír.

Ahora se encontraban en el comedor, disfrutando de la navidad con la nieve cayendo afuera mientras cubría el techo y las plantas que rodeaban la casa.

Decidieron ese año abrir los regalos el 25 de diciembre por la mañana, siguiendo una tradición más americana.

Los villancicos sonaban de fondo mientras Tzuyu miraba a su hermosa mujer sentada a los pies del árbol, abriendo los obsequios con mucha emoción.

──¡El vestido de mis sueños, amor! ¡No lo puedo creer! ──saltó sobre la menor, atrapándola en un abrazo tan sincero y tierno que Tzuyu se sintió en las nubes.

Rió, mostrando sus adorables encías, separándose solo un poco para plantar un beso en la frente despejada de Sana, quien había dejado el cabello atrás y no se podía ver más hermosa.

Ese año, aunque a veces recordara a su bebé que jamás pudo sostener en sus brazos con nostalgia y de vez en cuando con una lágrima cayendo de sus ojos, Sana se sentía más cómoda, más superada. Amaba a Soobin y seguiría viviendo por él, seguiría sonriendo porque sabía que así debía ser.

Y aunque la tailandesa jamás volvió a tocar el tema de la inseminación artificial, si deseaba volver a intentarlo o algo, Tzuyu esa navidad le tenía un regalo mucho más grande que aquel vestido amarillo con aires veraniegos que Sana por tanto tiempo quiso.

──Te tengo un regalo más, mi amor.

Sana se emocionó, observándola con cariño. Ella amaba los regalos, amaba que Tzuyu fuera detallista y estuviera llena de sorpresas.

──Toma ──sacó de su bolsillo trasero un sobre de papel──. Espero realmente que te guste, Shasha.

La mencionada lo abrió curiosa. Pensó en unos boletos de avión porque últimamente la castaña le andaba comentando lo mucho que le gustaría conocer Paris junto a ella.

Mordió sus labios ansiosa al imaginarse besándose con el amor de su vida frente a la Torre Eiffel.

Estiró la hoja blanca con letras negras y comenzó a leer.

REGISTRO CIVIL
Acta de adopción

Sana tuvo que detenerse.

Alzó la mirada con sus cejas levantadas. Un sollozo fuerte escapó de sus belfos y pronto ya estaba llorando como si el mundo se acabara.

Tzuyu pudo ver en sus ojos un nuevo brillo, algo que desapareció desde la muerte de su hijo. Una luz de esperanza, un sentimiento de alegría verdadera.

Por fin, su pequeña volvió a observarla así. Oh, cuánto extrañaba esos ojos grandes y redondos que la enamoraron locamente años atrás.

Fue hasta ella, pegándola a su cuerpo, le acarició el cabello e inevitablemente lloró junto a Sana.

──Tzuyu... y-yo...

──Tranquila, bebé, lo sé, lo sé ──le besó la nariz, acariciando sus manos delgadas──. Seremos unas increíbles madres, mi amor. Soobin estaría orgullosa de nosotras.

La menor se derrumbó, oyendo aquel nombre. Recordó a su bebé y se prometió hacer su mejor esfuerzo como madre, por él y por el nuevo bebé que adoptarían.

Sana siempre haría cosas por Soobin. Siempre.

──¿Cuándo...?

──Hace unos meses estuve haciendo los trámites ──sorbió su nariz──. Y por fin ayer aceptaron todo, amor. Nos está esperando en el orfanato ──susurró lo último sobre sus labios, luego de besarla suave.

──¿A-Ahora?

──Sí, mi amor.

Y pronto, las dos chicas salieron de su hogar con alegría, con el corazón golpeando sus costillas.

Tzuyu le contó que le había comprado un par de juguetes a su nueva bebé. Se llamaba Minju, tenía 3 añitos y una hermosa sonrisa según una de las trabajadoras del centro de adopción.

Se bajaron, firmaron los últimos papeles, y con la nieve cayendo sobre sus cabezas, vieron a una pequeñita bajar los escalones tomada de la mano de una dulce anciana.

El matrimonio Chou se observó entre sí, Tzuyu apretándole la mano y sonriendo para tranquilizarla.

Y cuando por fin esa bella niña llegó al final de las escaleras, Sana salió corriendo hacia ella, abrazándola con mucha fuerza.

No le importó si su acto era imprudente, si pudiese haber asustado a la cachorrita. Necesitaba sentirla.

Y para sorpresa de Tzuyu y la anciana, Minju la recibió, riendo sin entender mucho lo que pasaba. Las cuidadoras le habían intentado explicar que tendría una nueva familia que cuidaría de ella, que tendría su propio hogar. Y aunque Minju fuese una bebé, en cuanto escuchó la palabra "familia" su corazón se volvió loco, emocionado por al fin tener aquello que alguna vez vio en las películas que la dejaban ver en ocasiones especiales en el orfanato.

Tzuyu se sumó pronto, abrazando a sus ahora, dos bebés, y Minju volvió a reír con alegría por estar así.

Entre lágrimas de Sana, Tzuyu (y la anciana de corazón blanco), se separaron de la niña para sonreírle enamoradas.

──Hola, bonita... ──comenzó Sana──. Somos tus nuevas mamás, preciosura.

──Mamás ──repitió Minju y aplaudió con sus manitas escondidas tras un par de guantes.

──S-Sí, mi amor, mamás ──rió Tzuyu, apretado los labios para intentar dejar de llorar.

──Por Dios, Chewy, tiene tus ojos ──dijo la japonesa, acariciando la pequeña mejilla de su nueva cachorrita.

La mayor asintió, fascinada. Los ojos de Minju eran sin duda tan perfectos como los de Tzuyu.

──Mamá ciervo ──habló de repente Minju, tocando el rostro de Tzuyu──. Mamá hámster ──y volvió a hablar, ahora con su mano derecha sobre los labios de Sana.

Ambas mayores, cómo si estuvieran unidas, sollozaron alto y sintiéndose débiles por las palabras de su bebé. ¿Cómo podía ser un alma tan pequeñita tan adorable?

Volvieron a abrazarla, negándose a estar lejos de Minju.

Era su nueva adoración. Su nueva razón de existir y levantarse cada día.

Minju, aunque en ese momento no lo supo, había logrado que el matrimonio Chou volviera a ver la vida de tonalidades cálidas y brillantes.

Chou Minju era el tesoro más preciado de Tzuyu y Sana junto a Soobin, quien desde el cielo, siendo un angelito con alas blancas y hermosas, sonrió mirando a su familia con cariño.

Él siempre seguía a sus mamás, protegiéndolas y amándolas, y ahora, una tercera personita se agregaba a la lista: su nueva hermanita.

Soobin lloró contento, logrando que la nieve comenzara a caer en forma de gotas y pronto el matrimonio tuvo que subirse al auto para así llegar a casa y mostrarle todo a Minju.

Sana, en el camino, sonrió hacia el cielo, sabiendo perfectamente que Soobin estaba ahí.