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「7」𝔟𝔞𝔰𝔱𝔞𝔯𝔡𝔰

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CAPÍTULO SIETE
bastardos
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Vengan —Valerius murmuró viendo a sus sobrinos (ahora sus hijos) en valyrio, con la esperanza de que Aemond lo pudiera perdonar en algún momento de sus vidas por esta traición.

Jace y Luke tenían las mejillas húmedas de tanto llorar, pero lo siguieron sin mucha queja. Sin embargo, era obvio que Rhaenyra se había quedado rezagada.

La mujer en cuestión estaba intercambiando miradas con un furioso Daemon Targaryen. Cuando Daemon sintió la mirada de Valerius sobre él frunció el ceño y lo miró con tanta ponzoña (celos, rabia, desconfianza) que el pelinegro supo que tenía que poner un fin definitivo al amorío de su ahora esposa con él.

Su tío de por sí ya lo odiaba por formar parte de la estirpe (maldita) de Otto Hightower, pero ahora lo odiaba por arrebatarle lo que él consideraba suyo por derecho. Y bueno, Valerius preferiría que sus futuros hijos con Rhaenyra no fueran bastardos (no estaba seguro de poder perdonarle eso). La corte lo notaría y entonces, el reclamo de Rhaenyra al trono no valdría nada.

— No dejarás que Aemond me saque el ojo, ¿cierto? — susurró Luke con sus oscuros rizos rebotando en su cabeza. Sería tierno si su nariz no estuviera goteando sangre en el piso.

Una sonrisa triste se abrió paso en los labios del pelinegro.

— No, eso no pasará bajo mi cuidado — declaró antes de agacharse y cargar al niño mientras salían.

Jace corrió hasta que quedó oculto tras su sombra, probablemente determinando que su madre estaba demasiado enganchada con Daemon como para cubrir otro flanco en su formación en caso de que la reina decidiera tratar de atacarlos de nuevo. Su marcha fue solemne a través de los pasillos y cuando por fin llegaron al ala de Rhaenyra, Valerius acomodó a Jace y a Luke en sus camas mientras él se sentaba en uno de los sillones de la estancia.

Tantas cosas habían cambiado en tan poco tiempo y Valerius tendría que ajustarse.

Atrás había quedado la época en la que solo era el segundo hijo del rey; ahora los hijos de Rhaenyra eran suyos y no podía tomárselo a la ligera (no cuando Jace y Luke en verdad eran bastardos). A diferencia de sus hermanos, Valerius nunca juzgó a su hermana mayor por sus decisiones, pero vaya que había complicado las cosas de una forma catastrófica.

Rhaenyra había movido piezas incorrectas en el juego. El juego más peligroso de todos.

Tal vez a Daemon no le importaba (tan arrogante como era) o tal vez planeaba matar a los niños en algún momento, pero la realidad del asunto es que poner bastardos en el Trono de Hierro era riesgoso para todos los involucrados. Y estos niños, ahora no solo sus sobrinos sino también sus hijos tendrían que ser protegidos y entrenados.

Esperaba que su abuelo desistiera con sus intentos de poner a Aegon en el trono, pero Valerius lo dudaba. Así que los próximos hijos de Rhaenyra tendrían que ser irrefutablemente legítimos y colocados en el trono para aplacar a todos los nobles. Y claro, esos hijos no podían ser de Daemon.

Los tres permanecieron en silencio durante un largo rato, dolorosamente. No solía ser así. Antes era más fácil hablar entre ellos, cuando la juventud y la ingenuidad cegaban a Valerius ante la verdad de su filiación. Cuando era más fácil llamar a los dos niños frente a él sobrinos y no cargar con el destino de ambos.

Él rompió el silencio primero. —Quiero que sepan que los protegeré de lo que sea que venga. Seré digno.

—Lo sé—aseguró Jace. —Pero no eres feliz aquí con nosotros. Te hemos costado a tu familia.

—Eso no es cierto—se apresuró a negar él. —No del todo. Quiero a mi familia, sí, pero es vuestra presencia aquí la que me haría elegir lo mismo, una y otra vez.

Jace se sentó en su cama y se giró para mirar. —No tienes por qué fingir.

Valerius frunció el ceño, confundido. —¿Cómo...?

—No tienes que fingir que te agradamos de verdad—explicó Jace, con la voz cargada de emoción. Dolía respirar. —Sé que no soy... —se le hizo un nudo en la garganta. Si lo decía, lo haría aún más real, pero lo dijo de todos modos. —Sé que no comparto tu sangre del todo. Sé que no somos tus hijos y que por eso es más difícil que te importemos. Y siento no ser tu hijo, desearía todos los días serlo. Las cosas serían mucho más fáciles...

El niño no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que Valerius le secó las lágrimas con el pulgar, encallecido por el entrenamiento con Criston, el vuelo en Fuegohielo y la equitación. Entonces él, vacilante, se acercó aún más a Lucerys y Jacaerys.

—No digas eso —le dijo Valerius acariciándole el pelo. Olía a sangre, sal y azufre. Encontró una de sus manos hundida desesperadamente en su túnica, su cara enterrada en su pecho. Se sentía como un niño. —Ahora ustedes son mis hijos y son Targaryen, en todos los sentidos que importan, y los quiero. Las cosas no han sido fáciles, pero eso no significa que me arrepienta de defenderlos. La familia es más que la sangre—juró con seriedad, las suaves cadencias de su voz bañaron a los más pequeños como una cálida ola de verano.

—La familia es más que la sangre—repitió Luke. Entonces le dijo a Valerius: —Por favor, no te vayas. —Era una petición egoísta cuando a Valerius no le habían dado otra opción de todos modos, cuando había sido mucho más indulgente con la mentira que les ha perseguido de lo que lo habría sido cualquier otro hombre en su posición. Pero la idea de estar completamente solo, sin Ser Harwin y Ser Laenor, era aterradora para el par de niños.

—No lo haré—prometió él, y ambos le creyeron.

Así es como Rhaenyra los encontró.

La hermana de Valerius tenía los ojos acuosos y él no se molestó en preguntar la razón; Daemon definitivamente no se veía feliz ahí adentro. La tensión colgó en el aire con el frío conocimiento de que tarde o temprano tendrían que consumar este matrimonio improvisado. Lo que Rhaenyra vio en él, Valerius no lo sabía, pero esperaba que su pánico no se trasladara a su expresión.

—Bueno —comenzó ella, con cierta torpeza. —No aceptaré lo que no se me da libremente. —Indudablemente Rhaenyra captó la duda y el pánico ante el prospecto de acostarse con ella en su cara (él nunca será Aegon) y ella no pedirá más favores (nunca será Viserys).

—Oh — el suspiro de alivio terminó por delatar al pelinegro.

(Alicent nunca recibió esta misericordia)

Sin embargo, la tensión siguió siendo densa. No eran más que hermanos con varios años de diferencia (madres y costumbres diferentes) y los acontecimientos de esta noche, todos ellos, los habían dejado expuestos y heridos. Todavía estaban conmocionados por los gritos de Alicent, por el llanto de Aemond.

Los niños, sin embargo, podrían tener un respiro.

—Prepárense para ir a la cama—dijo Valerius, señalando con la cabeza a los hermanos escondidos en su sombra. —Iré a ver a mi hermano, Rhaenyra.

—¿Quieres que te llamemos "padre" ahora? — la pregunta de Jace lo detuvo con la mano en el pomo de la puerta.

Una sonrisa afilada se dibujó en sus labios: —Solo si quieren.

BREN'S NOTE: ¿cómo vieron a val? y otra cosa... en el próximo cap ¿quieren pov de aegon o aemond?

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