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CAPÍTULO DIECISÉIS
dulce jace
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¿Qué hubo en las estrellas de su familia que los condenó a la desgracia?

Su abuela Rhaenys quedó hecha cenizas en la batalla del Grajo y aunque Valerius había sobrevivido a la caída (cortesía de su dragón) no quedó mucho mejor. Una estrella fugaz susurraban los abanderados a su causa después de haber visto aquel trágico evento. El príncipe oscuro cayó del cielo como una bola de fuego en conjunto con Fuegohielo, pero gracias a los Siete, el dragón plateado logró envolver parte de su cuerpo alrededor de su jinete mientras descendían en caída libre.

Cuando los gritos de Valerius llorando por ayuda (siempre pedía por Rhaenyra o por Alicent) fueron demasiado para Jace, el joven de quince años comenzó a reunir a las infames semillas de dragón. La batalla les había costado prácticamente dos dragones; Meleys nunca volvería de la muerte y se rumoreaba que Fuegohielo no volvería a alzarse en vuelo de nuevo.

Le consolaba el hecho de que Aegon quedó aún más quemado que su contraparte pelinegra y su dragón Fuegosol no quedó mucho mejor que Fuegohielo con múltiples quemaduras y heridas profundas en las membranas de las alas rosadas que lo caracterizaban. Debido a eso, Aemond fue nombrado Príncipe Regente para generar satisfacción y mortificación en niveles iguales para Jace.

Su padre siempre le pareció invencible desde que ambos eran niños. Valerius en aquellos tiempos era fuerte y sano y a menudo disfrutaba de hacerle bromas a él y a Luke (hermanito, hermanito, dime dónde estás) para asustarlos y que corrieran despavoridos por los pasillos del palacio. El pelinegro y Aegon eran los más divertidos y traviesos del grupo.

Aegon amaba a su padre.

Y quizá eso era lo peor de todo el asunto.

Porque Jace estaba seguro de que su tío seguía amando a su padre con todo su pútrido corazón. Pero los niños traviesos que los gemelos solían ser quedaron sepultados bajo el peso del matrimonio, el rechazo, la pérdida y por encima de todo, por la venganza. Pesada es la cabeza que lleva la corona.

Las marcas de aquel amor convertido en odio quedaron impresas en la piel de Valerius.

Jace las veía cada que pasaba por sus habitaciones en Rocadragón. Su padre a menudo estaba hasta el tope con leche de amapola para mitigar el dolor y Jace se vio obligado a tomar el mando. Su rango como príncipe era más alto que el de Daemon y viendo que su madre parecía vivir en su propio mundo... todo quedó en sus jóvenes manos.

Viserys y Aegon el Joven fueron enviados en un barco a Pentos para quedar bajo la protección del príncipe del lugar. Sin embargo, sus hermanos de cabellos plateados fueron atacados en el mar y de aquella travesía... solo regresó uno de ellos.

Su madre estaba inconsolable (Viserys solía parecerse más a ella) y aunque Valerius sufría igualmente, Jace estaba seguro de que el regreso de Aegon el Joven le había alegrado el corazón a su padre. Cada uno de ellos tenía sus favoritos. Y no solo con Viserys y Aegon, sino también con él mismo y con Luke. Después de todo, Viserys, Joffrey y Luke siempre pertenecieron a Rhaenyra mientras que Jace y Aegon siempre fueron de Valerius.

(Solo dos de los cinco vivirían para contarlo)

Su padre se paró con dificultades de la cama en la que a menudo pasaba sus días y noches. Una sonrisa diminuta iluminó su rostro cuando vio a Jace en la puerta, mirándolo. Jace se acercó a Valerius hasta que quedaron frente a frente.

— Te volveré a ver —prometió Valerius mientras ponía una mano en el hombro del muchacho. — Tu madre y yo te estaremos esperando aquí con tus hermanos, Jace. Quizá cuando vuelvas podamos salir a volar sobre Rocadragón como en los viejos tiempos con Vermax y Fuegohielo. Me han dicho que mi niña se encuentra mejor.

—Ahora no sé si estás bromeando.

Los ojos de Valerius brillaron. —Entonces quizá nos parezcamos en algunas cosas importantes, sobrino. — Un suspiro tembloroso abandonó su boca. Luego, susurró—: Siempre fuiste mi amigo. Mi mejor amigo.

De repente, Jace recordó cuando era muy pequeño y su tío lo abrazaba. Jace solía rodearle la cintura con los brazos y devolverle el abrazo. Nunca llegaba a rodear todo el ecuador de su cuerpo; era así de grande. Pero en este momento lo consiguió. Abrazó a Valerius, en lugar de que su tío lo abrazara a él, y todo lo que quería en ese momento era que volviera a ser al revés.

Antes de que Jace se diera cuenta, Valerius comenzó a limpiarle las lágrimas de la cara y luego los mocos. Usó sus manos para hacerlo. Val lo amaba tanto como para no usar un pañuelo.

Ambos se separaron y Jace comenzó su viaje.

El muchacho voló sobre su dragón para detener a la flota de la Triarquía en su última misión. Llegó al Gaznate y se abatió sobre una línea de galeras lysenas, en la que una lluvia de lanzas y flechas subió a el encuentro de Vermax. Los marineros de la Triarquía se habían enfrentado a dragones antes guerreando en los Peldaños de Piedra y estaban preparados para contrarrestar el fuegodragón con las armas que tenían a su disposición. Los capitanes mandaron matar al jinete para que su dragón se apartara. Un barco se incendió y luego otro, pero los hombres de las Ciudades Libres siguieron luchando hasta que más formas aladas vinieron del Montedragón y se abalanzaron hacia la flota.

Con sus jinetes, los dragones Ala de Plata, Robaovejas, Bruma y Vermithor descendieron sobre los navíos y el coraje de los hombres de la Triarquía desapareció. La línea de barcos de guerra se hizo añicos y una galera tras otra se alejaron de los dragones. Los cinco dragones caían como rayos, escupiendo bolas de fuego. Nave y más nave reventaban o se consumían por el fuego. Hombres gritando saltaban al mar envuelto en llamas y columnas de humo negro se elevaban desde el agua.

Todo estaba perdido para las Tres Hijas durante la batalla hasta que Vermax voló demasiado bajo y se derrumbó en el mar. Jace logró zafarse, pero al caer contra el mar, quedó indefenso en líneas enemigas.

Te veré de nuevo

Algunos ballesteros de Myr en los barcos más cercanos comenzaron a lanzar flechas contra él. El príncipe fue alcanzado muchas veces y en la pelea finalmente una flecha le atravesó el cuello, siendo el príncipe Jacaerys tragado por el mar.

Cuando Valerius se enteró sintió que se le iban todas las fuerzas, y cayó de rodillas junto a la mesa y sollozó, entonces, o al menos quiso hacerlo, y todo dentro de sí mismo gritó por un abrazo más, una palabra más, una mirada más, una más.

(Jace y Valerius rodando por la tierra con Luke a cuestas, grandes sonrisas en sus caras.

Los gritos de Jace clamando por Val mientras Aemond levantaba una roca contra él.

Valerius corrigiendo su postura en los entrenamientos.

Su sobrino, su amigo... su hijo.)

Todo el mundo tiene el potencial de convertirse en el enemigo cuando se pierde algo amado.

A la gente hay que acariciarla o aplastarla. Si les haces un daño menor, se vengarán; pero si les dejas lisiados, no podrán hacer nada. Si necesitas herir a alguien, hazlo de forma que no tengas que temer su venganza.

Realmente los Verdes cavaron su propia tumba porque era bien sabido que Valerius era una persona justa. Si alguien mataba a su perro, sería mejor que esa persona escondiera a su gato.

Si alguien mataba a su otro hijo...

Valerius Targaryen volvió a portar la armadura negra con el dragón tricéfalo de esmeraldas aquel día.

La capital cayó a manos de Valerius en conjunto con Daemon y Rhaenyra.

BREN'S NOTE: estoy aburrida, no tengan pena de comentar. si ustedes le echan ganas, yo también.

posdata: la historia ya está terminada.

posdata 2: gracias a los que me etiquetaron para algo de unos premios 🤧♥️