「1」𝔱𝔥𝔢 𝔟𝔩𝔞𝔠𝔨 𝔰𝔱𝔯𝔞𝔫𝔡
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CAPÍTULO UNO
La hebra negra
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La almohada mullida bajo la cabeza de Rhaenyra Targaryen se hundió ligeramente cuando la joven presionó su nariz respingona contra la superficie de la misma. El olor a jabón y su propia esencia no la calmaron en lo más mínimo como normalmente hacían, no era debido a que algo estuviera fuera de lugar sino porque los agudos gritos de Alicent a algunos metros de distancia eran espeluznantes.
Hacía varias horas que las velas de su cuarto habían sido apagadas por algunas sirvientas, pero un poco de luz amarillenta se colaba por una de las rendijas de la puerta de madera, formando un pequeño recuadro luminoso en el suelo y en parte de la cama de la princesa que tenía el cabello trenzado para evitar nudos.
Un suspiro cansado se escapó de los labios de Rhaenyra cuando concluyó que los gritos de Alicent no cesarían pronto. Lentamente, sus pies se deslizaron fuera de la cama y con ellos, su cuerpo también. Las sábanas cayeron sin mucho preámbulo al suelo y su camisón se arrastró un poco por las baldosas frías mientras la platinada comenzaba su viaje en la oscuridad.
Sus ojos violetas se entrecerraron cuando divisó el cuarto de partos.
El estómago de la princesa se prensó y formó un nudo en su garganta. Ahí murió su madre. Las palmas de sus manos comenzaron a sudar solo con el pensamiento y sin que ella lo quisiera, un par de lágrimas saladas y cálidas bajaron por sus mejillas como ríos de plata.
Su momento de reminiscencia se rompió cuando los gritos de Alicent se convirtieron en llantos amargos.
Los bardos dirían que Rhaenyra corrió hacia la habitación con la terrible intención de asesinar a los bebés y los maestres en la Citadel se limitarían a registrar el hecho como algo extraordinario. Sin embargo, lo que motivó a la princesa aquella noche fue la compasión por la que alguna vez fue su compañera de juegos.
Así que sin que ella se diera cuenta, Rhaenyra corrió y corrió como si el Extraño le estuviera respirando en la nuca y abrió la puerta de un jalón. Ignoró puntualmente la mirada escandalizada de las parteras y la curvatura decreciente en los labios oscuros de Criston Cole. La puerta chirrió y dentro Rhaenyra encontró a su padre encorvado sobre la frágil figura de Alicent.
La joven pelirroja tenía en brazos a un bebé de pelo platinado, lo cual debería haberla alegrado como alguna vez había alegrado a la Reina Aemma, pero descorazonadores gritos y llantos salían de su boca sin parar. Gruesas lágrimas cristalinas estaban acumuladas en sus ojos. Rhaenyra siguió su línea de visión y sofocó un gemido horrorizado en su boca a duras penas ante la visión frente a ella.
Envuelto en un par de mantas estaba un bebé con la piel grisácea (besada por la muerte) con los ojos cerrados (cosidos) y los labios ligeramente azulados. Dioses, estaba muerto. Ese bebé había nacido muerto.
Las manos de Rhaenyra se extendieron en conjunto con sus brazos para poder tomarlo y una de las parteras la miró con lastima antes de entregárselo. Era inútil, ella sabía, pero quería poder gritar a los dioses que ella lo había intentado. La joven nunca estuvo allí cuando su propia madre dio a luz a incontables bebés muertos, pero quería intentarlo con este niño de pelo platinado y piel grisácea.
Era la culpa hablando.
Sus manos pálidas hicieron presión en el pecho del niño y nada pasó. Absolutamente nada cambió y algo dentro de Rhaenyra Targaryen se rompió. No, no, no. Por favor. Los llantos de Alicent reverberaron en sus oídos y el suspiro cansado de su padre alcanzó a colarse en sus oídos antes de que todo se nublara para la muchacha. Sus ojos se llenaron con lágrimas de amargura y aunque muchas cayeron, solo una tocó al príncipe muerto.
Una gota de agua salada cayó en la mejilla grisácea y fría del niño.
Las nodrizas murmurarían que vieron algo violáceo resplandecer en aquella habitación, otros dirían que los rugidos de dragón que salieron de Rhaenyra trajeron al príncipe de vuelta y Viserys diría que fueron los dioses de la vieja Valyria actuando. Fuera como fuera, el asunto en cuestión fue que la piel del bebé volvió a cobrar color y sus ojos púrpuras se abrieron antes de soltar gritos inclementes con su boca roja de rubí.
Y su cabello platinado se tornó negro.
Brujería.
—Rhaenyra—le llamó Alicent por encima de los gritos. Su sonrisa era demacrada, pero ligeramente complacida. —Qué bien que hayas venido.
No me abandones, parecía rogar.
—Me alegra ver que el niño está bien. Digo, ambos niños.
La reina no llegó a oír el reproche con los gimoteos del otro medio hermano de Rhaenyra tan cerca de su oído; el rey, agazapado a su lado, lanzó una mirada penetrante a su hija, pero no hizo ningún comentario.
Alicent sostenía a su primer hijo en brazos, un niño que gimoteaba, envuelto en una tela carmesí. Era extraño que Rhaenyra sostuviera al otro pequeño, el cual no sólo estaba envuelto en mantas oscuras sino que ahora también ostentaba mechones negros de pelo en su cabeza. Eran el sol y la luna.
Alrededor de la reina, maestres y doncellas revoloteaban por igual, susurrando chismes y súplicas para que cesaran los gritos. Un maestre trajo una pequeña taza de leche de amapola, sólo para ser apartada por las manos afrentadas de Padre.
Las sábanas ensangrentadas fueron cambiadas pronto y dejaron a Alicent en un camisón blanco igual al de Rhaenyra mientras la pelirroja besaba la corona de pelo platinado sobre la cabeza del niño que ella tenía entre brazos. La heredera al trono, mientras tanto, se encargó de pasar uno de sus dedos contra la mejilla rosada y saludable (viva) del niño que se le había encargado.
—Quiero llamar al primero Aegon —decía padre por encima del estruendo. Nunca había sonado tan orgulloso. —Aegon por el primer rey. Un nombre apropiado, ¿no creen?
—Sí, Alteza—dijo Alicent. Su voz era ligera y suave a pesar de su duro trabajo.
—¿Y este niño? — preguntó Rhaenyra.
Viserys sonrió entonces. — Valerius, porque los dioses de la antigua Valyria nos lo han traído de vuelta.
Algo parecido a una sonrisa floreció en los labios de Rhaenyra Targaryen y Alicent Hightower (la pobre ingenua) se aferró a aquel momento como un hombre deshidratado en el desierto se aferraría a un vaso de agua. Los ojos marrones de la muchacha refulgieron con la ingenuidad que solo una adolescente podría tener al ver aquella imagen.
Oh, pobre tonta.
La Reina solo vio a Rhaenyra observar al pequeño en sus brazos con una emoción indescriptible y luego la vio inclinarse para besar su coronilla. Pero ella no vio la boca de la princesa torcerse con desagrado ni percibió el amor reprimido en sus caricias.
— Pequeño engendro — susurró la ojivioleta —. Me debes tu vida.
El bebé sólo la miró con grandes ojos púrpuras llorosos mientras sus lágrimas cesaban.
¿Por qué este niño tendría que vivir y no Baelon?
— Te odio, bestia.
Valerius sólo pestañeó y procedió a estornudarle en la cara.
ஓீ͜͡ঔৣ፝͜͡
BREN'S NOTE: rhae y val son básicamente maléfica y aurora reborn.
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