[47] CASA DE EMPEÑO
Después de la cena, cuando todos se habían calmado y la emoción había disminuido, comenzaron a planear meticulosamente su siguiente paso.
Al día siguiente, June se encontraba sentada en la parte trasera de la camioneta con Kiara y Sarah, discutiendo el plan.
—¿Dijiste que se parecía a esto? —preguntó Kiara, sosteniendo un diagrama mal dibujado del pozo.
—Sí —respondió June, mirando el papel—. Es todo lo que puedo recordar, Kie.
Sarah la miró—. Es mejor que nada. Yo no habría podido acordarme de la mitad de ello.
June rió—. No creo poder olvidar nada en lo que respecta a ese pozo.
Sarah hizo una mueca—. Todavía no puedo creer que JJ tenía razón.
—Lo sé —dijo June—, ni siquiera quiero pensar en ello.
—Tiene sentido.
—En fin, volvamos al plan —dijo June, mirando a Kiara.
Kiara asintió, mirando el dibujo que todavía sostenía—. Son 15 metros hacia abajo —dijo, señalando el punto en el papel—. Y usan una cuerda de 30 metros. Supongo que este vagoncito irá —Sarah y June se echaron a reír—... directo al cuarto del oro.
—¿Quién dibujó esto? —preguntó June, riendo.
—¿Quién crees? —respondió Kiara, mirando a Pope y John B.
Pope se dio vuelta en el momento justo, y cuando vio a June mirándolo, le guiñó un ojo. Cuando John B levantó la vista y se dio cuenta de que Pope se había distraído, siguió su línea de visión y vio a las chicas. Puso los ojos en blanco antes de golpear a Pope suavemente en la cabeza para que volviera a prestarle atención.
—¿Qué hiciste para tenerlo así de enamorado? —preguntó Kiara, volteando a ver a June.
June se encogió de hombros—. Una chica nunca revela sus secretos.
Sarah rió—. ¿Saben qué? Acabo de tener una idea maravillosa.
—¿Qué? —preguntó June, arqueando una ceja.
—Deberíamos conseguirle una cita a Kiara —respondió Sarah—. Y así podríamos tener citas triples.
—Esa es una idea terrible —dijo Kiara.
—¡No lo es! —exclamó June—. Sarah tiene razón, sería divertido.
Sarah asintió—. Sabes, creo que podría hablarle a Jack Grayson para...
—Absolutamente no —respondió Kiara, interrumpiéndola—. No saldré con Jack Grayson, es un idiota presumido.
—Tienes razón —murmuró Sarah. Se quedó callada por un momento antes de sonreír—. Bueno, ¿qué hay de JJ?
—¿Estás loca? —preguntó Kiara.
—¿Qué? Piénsalo —dijo Sarah—. Ya lo conoces, así que eso haría todo más fácil. Además, es sexy.
June hizo una mueca de desagrado—. Ew.
—¿Quién es sexy? —preguntó JJ, acercándose a la camioneta.
—Nadie que conozcas —respondió Kiara.
JJ entrecerró los ojos con curiosidad—. Ahora quiero saber.
—Solo este actor que nos gusta a las tres —dijo June.
—Claro —murmuró JJ. Se apoyó contra la camioneta y tiró los lingotes de oro al suelo—. Kie, más vale que esto funcione. No podemos empeñarlo si hay un símbolo de trigo.
Kiara tomó el soplete—. Va a funcionar.
—Si tú lo dices —dijo JJ—. Vamos.
Salieron de la camioneta y siguieron a JJ al patio. Mientras Kiara se preparaba para derretir el oro, June aprovechó para acercarse a Pope y sentarse junto a él. Él le sonrió cuando la vio acercarse, y le hizo un lugar para que se acomodara, envolviendo su brazo alrededor de sus hombros.
Observaron a Kiara encender el soplete mientras JJ le daba indicaciones. Una vez que derritió los lingotes de oro para que el símbolo de trigo fuera casi imperceptible, o al menos lo intentó, los demás asintieron y se subieron a la camioneta.
Se dirigieron a la casa de empeño más cercana, y cuando la camioneta se detuvo afuera, salieron apresuradamente.
—Un gran trabajo al derretirlo, Dr. Frankenstein —dijo JJ mirando a Kiara.
—Como si lo hubieras hecho mejor —dijo Kiara.
—Sí, mucho mejor. Tomé una clase de soldadura —respondió JJ.
—¿Cuándo? —preguntó Kiara, exasperada.
John B se paró frente a ellos—. Shhh. Oigan. Tranquilos, ¿sí?
—Es fácil para ti —dijo JJ, mirándolo—. No debes empeñar esta mierda —le mostró el oro—. ¿Cómo conseguí este trabajo?
—Porque eres el mejor mentiroso —respondió June.
JJ puso los ojos en blanco antes de caminar hacia la puerta. Una vez que entraron, vio a la mujer detrás del mostrador y le sonrió—. Buenas tardes.
—Buenas tardes.
—Veo que compra oro —dijo JJ.
—Eso dice el cartel, ¿no? —respondió la mujer.
—Bueno, espero que compre mucho, porque la voy a impresionar —dijo JJ.
La mujer arqueó las cejas—. Ya no me impresiono tanto, así que inténtalo.
JJ dejó el oro, y puso las manos sobre el mostrador—. ¿Y las manzanas de oro?
La mujer rió—. Eso no es real.
—¿No es real? —repitió JJ.
—No puede ser.
—Sienta su peso —dijo JJ. La mujer intentó agarrarlo, y él asintió—. Si, démosle algo de luz.
La mujer lo alumbró, inspeccionándolo con cuidado—. Tungsteno con pintura en aerosol.
—¿Tungsteno pintado? ¿En serio? —preguntó JJ—. Bien. ¿Por qué no ve lo suave que es?
—¿Te importa?
—No, adelante —respondió JJ. La mujer probó la fuerza del oro—. Vaya. ¿Miraría eso?
—Un momento —dijo la mujer—. Aún no llegamos a la prueba de fuego.
—¡La prueba de fuego! —espetó JJ—. Mi favorita, chicos.
La mujer realizó la prueba de fuego antes de arquear las cejas, sorprendida—. Bueno, no está enchapado ni pintado.
—Señora, le digo, es tan real como el día —dijo JJ.
—Parece que alguien intentó derretirlo —murmuró la mujer.
JJ asintió—. Mi mamá. Tenía estas joyas en la casa y pensó que era mejor derretirlas. Para "consolidarlo".
—Vaya —susurró Pope, sorprendido por la facilidad de su amigo de mentir.
June rió—. Impresionante, ¿no?
La mujer se giró para pesar el oro—. ¿Tres kilos? Son muchos aros.
—Bien, sinceramente, señora —dijo JJ—, es muy difícil ver a mamá desmoronarse por el Alzheimer.
—Dame un minuto —dijo la mujer, entrecerrando los ojos.
—Tómese su tiempo.
La mujer se alejó, desapareciendo por una puerta, y June miró a JJ—. ¿Alzheimer? ¿En serio?
—¿Qué? —preguntó JJ—. Como si tú pudieras haberlo hecho mejor.
June le sacó el dedo del medio mientras lo veía sacarle la lengua, y Pope rió ante lo ridículos que lucían. Un segundo después, la mujer regresó.
—Así que... hablé con mi jefe.
—¿Y?
—Y esto es lo que puede hacer —respondió la mujer, dándole un trozo de papel.
JJ la miró con incredulidad—. ¿Cincuenta mil? ¿Cree que entré sin saber el precio? Señora, sé que esto vale, al menos, 140.
—Cariño, estás en una casa de empeño —dijo la mujer—. Esto no es Zúrich. ¿Te parezco suiza?
—No, pareces una perr...
June se acercó a él, dándole un codazo para evitar que dijera algo que terminaría arruinando la venta. JJ se quejó con dolor, y ella miró a la señora—. Noventa o nos vamos.
—Setenta —dijo la mujer, fulminando a JJ con la mirada antes de girarse a June—. A mitad de precio. Y... no pregunto de dónde lo sacaron.
June suspiró; sabía que si no aceptaba, se irían con las manos vacías. Así que cuando compartió una rápida mirada con John B, y este le hizo un gesto con la mano, ella asintió.
—Lo necesitaré en denominaciones grandes.
—Bueno, el problema es este —dijo la mujer—. No tengo tanto dinero, aquí no. Puedo darte un cheque de caja.
—Un... no, señora —espetó JJ—. Queremos el efectivo. Es lo que dice el cartel —señaló el letrero—. Efectivo por oro. Y es lo que espero.
—Bueno, debo enviarte al depósito —dijo la mujer—. Tengo el dinero ahí. ¿Está bien?
June entrecerró los ojos—. ¿Dónde está el depósito?
—Les daré la dirección —respondió la mujer.
Una vez que escribió la dirección, se la pasó a June—. Gracias. Que tenga un buen día.
La mujer asintió, dándole una última mirada mordaz a JJ antes de que el grupo abandonara la casa de empeño. Una vez que subieron a la camioneta, se pusieron en marcha hacia la dirección en donde se encontraba el depósito.
—Bueno —dijo Pope—, hubiera sido lindo tener 140 dólares en efectivo.
—Sí, ni me lo digas —dijo June.
JJ sacó el oro y lo observó—. Yo podría haberlo conseguido si June no se hubiera metido.
—¿En serio? —preguntó June—. ¿Crees que diciéndole "perra" ibas a lograr eso?
—June tiene razón —dijo Kiara, mirando a JJ—. Esa mujer iba a echarnos de la tienda si terminabas la oración.
—Claro que no —respondió JJ—. Puedo ser bastante encantador.
John B rió—. Sí, claro —dijo, mirándolo por el espejo—. Aún así, setenta mil dólares no suena nada mal.
Kiara asintió—. Para nada.
Condujeron hacia el supuesto depósito donde iban a cobrar el oro, y a medida que avanzaban, el paisaje comenzó a cambiar drásticamente. Si bien la casa de empeño estaba en el Corte, y allí el paisaje no era exactamente encantador, este lugar lucía incluso aún peor.
Pope frunció el ceño—. ¿Así que tienen el dinero aquí?
—Eso dijo ella —respondió JJ, riendo—. Eso dijo.
—Basta —espetó Pope.
—Nunca oí de Resurreción Drive —dijo Sarah desde el asiento delantero.
—Es porque eres rica —respondió JJ.
—Tú tampoco lo oíste —dijo June.
Sarah la miró—. Gracias.
—Aquí solo hay maleza —dijo Kiara.
—Bien, solo porque sea maleza no significa que sea...
June escuchó una sirena detrás de ellos y se giró—. ¿Policías? ¿Aquí?
—¡Dios! —exclamó JJ—. ¡¿Es un chiste?!
—¿Qué hicimos? —preguntó Sarah.
Pope miró hacia atrás—. ¿Por qué nos paran?
—Guárdalo —le dijo John B a JJ, quien escondió el oro debajo de él.
—Tranquilos —dijo Kiara.
—Odio a los policías —murmuró JJ.
John B lo miró—. ¿Trajiste el arma?
—No. Todos me dijeron que la dejara —respondió JJ.
—Gracias a Dios —dijo Kiara.
—Primera vez que nos escuchas —añadió June—. Por favor, lo demás en tu bolso.
JJ comenzó a guardar cosas en su bolso—. Ya va, ¿sí?
Pope se agachó junto a él para ayudarlo, y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver el interior de su bolso—. ¿Cuánta hierba tienes?
—En el asiento —dijo Kiara, mientras JJ seguía su consejo.
—Ahí viene —murmuró Pope.
—¿No tiene nada mejor que hacer? —preguntó June, exasperada.
Justo cuando terminó de decir eso, sintió el sonido de un arma siendo amartillada. Levantó la vista rápidamente, y vio el cañón de una escopeta apuntando directamente a la cara de John B.
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