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[33] LA PRIMERA VEZ

Mientras conducían hacia el Chateau, June le contó a Kiara todo lo que había pasado con Rafe y el caos que Pope y JJ habían desatado en la lancha de Topper. Cuando terminó, la camioneta quedó en silencio, excepto por el zumbido del motor, y Kiara la miró sorprendida.

—Espera... ¿realmente hicieron eso? —preguntó. Luego miró a JJ y Pope—. No puedo creerlo. ¿En qué estaban pensando?

—¿No es obvio? —dijo June—. No estaban pensando.

—Ja, ja, muy graciosa, Junnie —murmuró JJ—. De hecho, estábamos pensando. Estábamos pensando en todas las veces que esos imbéciles se metieron con nosotros y salieron victoriosos. Estábamos pensando en cada maldita cosa que tuvimos que soportar porque...

—Bien, lo entendemos, JJ —lo interrumpió Kiara, suspirando—. Esto es un desastre. Topper y Rafe no se detendrán, no después de esta noche.

June asintió—. Eso es lo que me preocupa.

JJ negó con la cabeza—. Todo estará bien, solo tienen que pensar en positivo.

—JJ tiene razón —dijo Pope mientras estacionaban.

Bajaron de la camioneta y se dirigieron al Chateau. La luz del porche arrojaba un cálido resplandor sobre el mismo, pero la casa en sí se sentía extrañamente silenciosa, sin señales de John B. June tomó la llave de repuesto escondida debajo de la maceta junto a la puerta (un lugar que conocía muy bien) y la deslizó en la cerradura.

—¡John B! ¡Estamos aquí! —gritó mientras entraba, y su voz resonó en el silencio. Al no obtener respuesta, frunció el ceño y salió nuevamente—. ¿Dónde está John B?

—No lo sé —respondió Kiara, sentándose en el sofá del porche—. No lo veo desde que encontramos el Royal, y nunca contestó mis mensajes.

—Eso es raro —dijo Pope, parándose junto a June.

JJ se encogió de hombros, despreocupado—. Debe estar dando una vuelta por ahí. Ya saben cómo es.

June bostezó, tapándose la boca con una mano—. Bueno, creo que iré a la cama. Tanta pelea me dejó agotada —miró a Pope—. ¿Vienes?

—Sí —respondió él.

—Oh cielos, Pope —rió JJ, negando con la cabeza divertido—. Eres un caso perdido.

Pope sonrió—. Cállate.

—Que descansen —dijo Kiara—. Nos vemos mañana.

—Buenas noches, Kie.

June tomó la mano de Pope y se dirigieron en silencio hacia la habitación de invitados. No dijeron mucho mientras entraban, demasiado cansados ​​después de lo que había acontecido esa noche.

Pope se quitó las zapatillas y se sentó en la cama, observando a June. Ella le sonrió tímidamente antes de descalzarse y acercarse a él, sentándose a horcajadas suyo. Agarró su cara con sus manos y apoyando su frente contra la de él, el único sonido en la habitación era el de sus respiraciones.

Pope puso su mano en su mejilla y acercó sus labios a los de ella, besándola suavemente. Cuando se separaron, June sintió como su cuerpo se tensaba al enfocar su mirada en su cuello.

—Tu cuello... ¿quién fue? —preguntó Pope mientras su rostro se endurecía por la ira.

June frunció el ceño, tocándose el cuello instintivamente—. ¿Qué? ¿Qué tengo?

Pope no dijo nada; sus manos temblaban ligeramente mientras sacaba el teléfono de su bolsillo. Con movimientos rápidos, le tomó una foto y se la mostró.

Cuando June miró la imagen, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Hizo una mueca al ver las marcas: huellas de dedos magullaban su piel, un recordatorio visible del momento en que Rafe había intentado estrangularla.

Por un instante, su mente volvió a aquel momento. Las manos ásperas de Rafe, el aire escapándose de sus pulmones, su mirada asesina... cerró los ojos y tomó una respiración profunda, tratando de calmar el temblor que comenzaba en sus manos.

—¿Quién fue? —preguntó Pope nuevamente y cuando June abrió los ojos vio su determinación por averiguarlo.

—Rafe —susurró June—. Pasó muy rápido. Estaba tratando de llegar hasta ti, pero me tiró al suelo y, de repente, estaba encima mío y...

Dejó de hablar cuando vio que Pope apretaba la mandíbula—. Lo mataré. Nadie toca a mi chica.

—¿Tu chica? —preguntó June con una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro.

—Por supuesto, mi chica, mi amor, mi todo.

Se dejó caer en la cama y llevándose a June con él. Soltó un grito de sorpresa mientras Pope reía levemente, su risa ronca vibrando en el aire mientras rodeaba su cintura con sus brazos. June sonrió, sintiendo cómo la tensión en su pecho comenzaba a desvanecerse, reemplazada por algo mucho más cálido y eléctrico.

Pope la miró con intensidad, su enojo ahora suavizado, pero su cuerpo aún tenso contra el de ella. Sin palabras, sus miradas se encontraron, y la cercanía entre ellos creció, pesada y cargada de algo más.

Ella se acercó, sus manos enredándose en su nuca mientras sus dedos rozaban su cintura. Él la giró con suavidad, recostándola sobre la cama. Sus frentes se tocaron y el aire entre ellos se llenó de una atracción imposible de ignorar.

Pope sonrió—. Hola.

—Hola —respondió June, su voz apenas como un susurro.

—¿Está bien esto? —preguntó Pope, su tono estaba cargado de curiosidad y nerviosismo mientras señalaba su mano.

June asintió lentamente—. Sí, está bien.

—¿Has hecho esto alguna vez? —continuó Pope.

—No —admitió June, sintiendo que su corazón latía con más fuerza—. ¿Y tú?

—No —murmuró él mientras apartaba con delicadeza un mechón de su cabello—. No tenemos que hacer esto, ¿lo sabes, verdad? No hay prisa.

El sexo no era algo en lo que June hubiera pensado a menudo; siempre se había imaginado esperando el momento perfecto, a la persona perfecta. Había visto a su hermano pasar de chica en chica innumerables veces, cada relación era fugaz y vacía, y se había prometido a sí misma que su primera vez no se sentiría así, como algo sin sentido o casual. Quería que fuera especial, que significara algo más.

Pero, mientras lo miraba a Pope, no había pretensiones ni presiones, solo ellos dos, vulnerables y honestos. En ese instante, se dio cuenta de que no había nadie más con quien quisiera estar en ese momento, nadie más con quien compartir algo tan real. No existía un lugar o momento más adecuado; solo él, allí, haciéndola sentir tan completa como nunca antes.

—Quiero hacer esto —dijo June—. ¿Y tú?

—Sí, June —susurró Pope—. Yo también quiero.

Ella asintió con vacilación, sin saber qué hacer a continuación. Él se rió suavemente, aliviando un poco su nerviosismo, antes de bajar la cabeza para capturar sus labios en un beso. Sus dedos rozaron sus costados mientras agarraba el dobladillo de su camiseta, levantándola suavemente. Sus movimientos eran lentos y cuidadosos, dándole tiempo de sobra para detenerlo si quería, pero la calidez de su tacto solo hizo que su corazón se acelerara.

Le quitó la camiseta por la cabeza, dejándola solo con el sujetador mientras ella tomaba la suya, imitando el gesto. La tela se desprendió, revelando la mirada nerviosa pero ansiosa en sus ojos que coincidía con la de ella. Lentamente, sus manos se movieron para desabrochar los botones y las cremalleras de sus jeans, cada movimiento lleno de una mezcla de anticipación y cuidado.

Mientras se separaban, sus labios se posaron sobre los de ella. June recorrió la línea de su mandíbula con sus dedos y sintió un escalofrío cuando las manos de Pope rozaron sus costados, acercándola más.

—Te amo —susurró June, las palabras brotaron como una confesión que ya no podía contener.

Los labios de Pope se curvaron en una sonrisa torcida, su pulgar rozó su piel desnuda mientras se inclinaba hacia ella, su voz baja y ronca.

—Yo también te amo —murmuró contra sus labios antes de besarla de nuevo, esta vez con una intensidad que hizo que el calor la inundara por completo.

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