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28. Todos tenemos secretos

ESTHER

Todos tenemos secretos que esconder y si quieres que estén a salvo mantente en la oscuridad.

No hay mejor lugar para guardarlos que bajo la sombra de los ojos curiosos, y la oscuridad es el lugar perfecto, pero ten mucho cuidado porque incluso las sombras ven y oyen. Así que ningún secreto está a salvo.

El jueves 4 de junio la noche había empezado digamos un poco caliente.

Digamos que alcohol, juegos, chico y chicas en un club de pecado nunca es buena combinación.

Los chicos propusieron el juego de las pulseras y las cuatro aceptamos. Con la luz tenue, los tragos ingeridos y la tensión sexual que rodeaba en el aire, hizo el escenario perfecto para el desastre que sucedió después.

Nada más erótico que un escenario así para desatar nuestros instintos salvajes.

Justo cuando Judith se fue al baño, Thiago y Deam habían desaparecido—curioso, ¿no?—, a los pocos minutos Lua, Bryon y Marina también. De una vez me imaginé un trío entre ellos, pero deseché esos pensamientos porque Lua podría ser muy loca. Sin embargo, jamás comparte, aunque si aceptas compartirla no tendría ningún problema.

Es de las personas que es de todos y de ninguno.

Abel estaba junto a mí en la barra, nos estábamos besando hasta quedar sin aliento, pero se separó justo cuando mi sangre se empezaba a calentar para ir a buscar a Judith un poco preocupado, no voy a negar que estaba frustrada. A los pocos segundos escuché un tinteneo, levanté la cabeza y me encontré con Deam del otro lado de la barra, con una botella de vodka en la mano.

—¿Quieres? —me preguntó, asomando su cabeza por un lado.

Asentí.

Él puso los vasos en el tope y destapó la botella, sirviendo un poquito para mí y bastante para él.

Tomé el vaso que estaba sosteniendo, luego lo choqué con la de él.

—Salud —le dije.

Ambos habíamos tomado un sorbo al mismo tiempo. Suspiré mientras el fuego del líquido quemaba mi garganta.

—Asumo que fuiste detrás de Judith —comenté.

Él me miró. Pude sentir sus ojos sobre mí, aunque no me gustó mucho el sabor de la debida, alcancé la botella de vodka y llené mi vaso.

—Sí, pero está muy decida a mandarme al diablo. Puede llegar a ser muy mala cuando se lo propone.

Sonreí. —Ustedes los hombres no saben que siempre hay que entender lo contrario de lo que decimos. Bueno, no siempre pasa. Un no es no.

Di un sorbo a mi copa y mi bebida bajó tan rápidamente como una gota de sudor a lo largo de mi columna vertebral. De pronto entre práctica una botella de vodka se vació, otra bourbon, una de ron, ese era malo, me quemó la garganta, pero me sentí viva. La tierra giró tan rápidamente en mi cabeza que mis pensamientos deliraron de placer y no sé que más ocurrió.

Al despertar en la mañana sobresaltada sentí que alguien estaba a mi par y dormía profundamente. Brinqué como loca, tirando un grito al descubrir el cuerpo desnudo de Deam.

Oh, mierda.

Por toda la mierda del mundo.

Santísima mierda.

Mi boca se secó mientras su imagen colaba por mis ojos. Tragué con dificultad.

Frente a mí, Deam se removió en la cama con mi voz. Gruñó y su rostro entero se arrugó de disgusto antes de siquiera abrir sus ojos azules.

Entonces, él abrió sus ojos. Le tomó un segundo mirarme, pero cuando lo hizo sus ojos se abrieron grande, haciendo que se enderezara de golpe.

—Merde —maldijo. —¡Esther maldita sea Alves!, ¿qué carajos haces en mi puta cama? Oh, Dios. No tuvimos.

Deam echó una mirada bajo la sábana que lo envolvía y se puso pálido antes de maldecir por debajo de nuevo.

Miré el techo incapaz de pronunciar alguna palabra, tomando consciencia de que era imposible echar marcha atrás. Qué lo acabe de hacer era irreparable... y con quién era peor.

—¡Mierda! —me murmuré a mí misma, mordiéndome la mejilla para no llorar antes de derrumbarme sobre la cama de espalda. —¡Mierda, mierda, mierda!.... Dios, Judith y Abel nos van a matar...

¿En verdad hicimos eso?

Los ojos de Deam apenas se cruzaron con los míos. Sobre su rostro no había aquella arrogancia, pero sí el mismo tormento que en el mío empañaban su mirada.

Me levanté, cubriéndome rápidamente y prometimos nunca hablar del tema antes de que saliera corriendo de la habitación del club de Deam. Sin embargo, mis pasos detuvieron en el instante en que vi a Thiago parado al otro extremo del pasillo. Me miró con una mirada ausente y me sorprendió, el tenerlo cerca, la claridad de sus ojos verdes carente de alma. Nada parecido al Thiago que conocía, no era risueño. Me había mirada con desprecio y luego se dio la vuelta, cayendo una fotografía del bolsillo de su chaqueta, alcancé a ver una niña pelirroja junto a otra pelinegra que sin duda había podido reconocerla en cualquier lugar.

—¿Judith? —Thiago se dio la vuelta con rapidez.

Temí que fuera a agarrarme del cuello y asfixiarme por aquella mirada que me dedicó.

En el funeral de Carlos cuando le hice la pregunta acerca de conocer a la familia Duarte, ella lo había negado. En sus ojos había visto sinceridad, al mismo tiempo una mirada ida y atormentada.

Desde que la conocí sabía que tenía amnesia disociativa. Había pasado pasado dos años desde que perdió la memoria en aquel accidente. Sus padres siempre evitaban hablar del tema hasta que ella también le hizo incómodo hablar de eso. Aún no sabía el por qué de aquello. Necesitaba tiempo para entender que Judith ocultaba algo que marcó su vida para siempre. Y ese algo había hecho que encontrará un escape en la amnesia de fuga.

Los pasos de Thiago retumbaron en mi mente, haciéndome salir de mis pensamientos. Se detuvo enfrente de mí. Me cogió el brazo para acercarme a su cuerpo con violencia. Me apretujo las mejillas con la mano y me miró con furia.

—Ni una palabra de esto a nadie —me amenazó, presionado sus manos en mi cintura. —Ni mucho menos a Judith. Al menos que quieras que le cuente a todo el mundo lo que sucedió entre tú y Deam.

Quería aparentar serenidad, pero las piernas me temblaron tanto. Me soltó con brusquedad, tomó la fotografía del suelo, bajó las escaleras y yo me quedé respirando pausadamente con el corazón encogido.

Minutos más tarde salí del club y cogí mi coche, agradeciendo haber hecho que Bryon me lo trajera como lo habíamos acordado. Me fue de ahí con la intención de ir a una farmacia a comprar pastillas para el día después. Sobretodo para que no quedará ningún rastro de lo que pasó anoche con Deam.

Al salir de la farmacia me disponía ir a casa cuando vi el auto de Thiago.

Mantén la boca cerrada. Repetí en mi mente.

¿Qué escondía Thiago? Susurró mi cerebro.

Procuré situarme detrás de los autos que le seguían. Recorrimos unos pocos kilómetros, pero el camino pareció más largo por el transcurso, era la hora en las que todo el mundo iba a trabajar o a la escuela. Por un instante creí perderlo de vista, pero lo volví a ubicar, tomando la misma salida que él.

Nos adentramos en la estrecha carretera que conducía al cementerio. Contemplé a mi alrededor la soledad tétrica y el desconsuelo que producía estar aquí además a las siete de la mañana.

Thiago había aparcado el auto en la entrada del cementerio. Para disimular, seguí conduciendo unos metros más hacia delante, tratando de no perderlo de vista y aparqué en otro espacio reservado para autos como si hubiera hecho eso antes y salí del auto. Recorrí el cementerio a toda prisa, tratando de dar con Thiago. Unos minutos más tarde, lo vi subiendo una cuesta y girando a la izquierda hasta llegar justo hasta una fila de nichos repletos de flores.

Me escondí tras un árbol a observarlo. Se agachó contemplando el nicho que hay al final, acarició la lápida. Sacó un papel del bolsillo de su chaqueta y luego se incorporó, dejándola ahí y se va por donde había vendido. Me quedé tras el árbol por un instante hasta haber asegurado que no volvería, y salí de mi escondite.

Observé el nombre y la fotografía en un marco ovalada de plata sobre las letras que dicen quién estaba enterrada ahí.

Paloma Duarte.
15-4-1997–13-5-2013
Vivirás eternamente en nuestros corazones.

Me bajé para leer el papel que Thiago había dejado.

"Cumplí mi promesa, pronto será nuestra."

—¿Qué mierda? —me pregunté.

—Le prometí encontrarla, pero aún la sigo buscando en su memoria —dijo una voz ronca y masculina detrás de mí.

Tiré un grito ahogado, levantándome deprisa y dejando el papel en su lugar.

Giré la cabeza hacia la voz y lo vi. Tuve que parpadear dos veces para saber que no era un sueño o mi imaginación. Un chico vestido totalmente de blanco, sus ojos se encontraron con las mías; lo reconocí al instante. Lo había visto en una fotografía, sus manos captaron mi atención al descubrir una serie de tatuajes negros que le cubrían los nudillos. Con cuatro pequeños cráneos, unas llamas ardientes y una pieza de ajedrez, la más importante; la reina. Sus labios curvó en una sonrisa al ver mi rostro. Su cabello oscuro como el chocolate eran ideales para hacer una cola, y sus ojos. Dios, sus ojos eran hermosos e indescriptibles. Desvíe la mirada y me distraje mirando la lápida para no seguir impactada por su belleza.

—¿A quién le hiciste esa promesa? —logré pronunciar al fin al no estar bajo su mirada.

Su largo silencio me obligó a mirar hacia atrás, pero el chico Misterio había desaparecido. En su lugar, la pieza de ajedrez; la más importante que tenía tatuado en sus nudillos. Sentí mis pelos ponerse de punta, creyendo al visto un fantasma, tomé la pieza del suelo y creí que era el momento de salir del cementerio inmediatamente para ir a casa, luego al instituto. Sabiendo que si le contará a alguien de ese día seguramente me mandaría a un psiquiatra.

Además, había aprendido algo nuevo, Thiago tenía una obsesión hacia Judith. Los flashback de como siempre la miraba se colaron en mi mente, antes no me había dado cuenta o tal vez pensaba que era mi imaginación pero siempre estaban ahí, con ese oscuro deseo que nacían en ellas. Él siempre había fingido su comportamiento con ella.

Ahora tenía la certeza de que las apariencias siempre engañaban. En vez de alejarla de Deam tendría que haberla alejado de Thiago.

Resultó que el peligro lo representaba la persona que parecía ser más seguro. Al final de todo nadie conoce muy bien al otro.

Tocando el frío del barrote me doy cuenta del error que cometí, si tan sólo le hubiera contado la verdad a Judith ese día, no estaríamos aquí.

Escucho la puerta del sótano siendo abierta mientras salgo de mis recuerdos.

Sus pasos se escuchan como eco.

Se acercan cada vez más.

Los siento.

Retrocedo automáticamente hasta la pared, queriendo estar lo más lejos posible de él.

—¿Qué tal tu palacio?

—Si viniste a reírte, ya puedes hacerlo y luego lárgate.

—Calma fiera —se burla.

—¿Qué le has hecho a Judith? —me acuerdo haber escuchado gritos. —¿Por qué escuché aquellos gritos?

—Intentó escapar. Bueno, había que darle una corrección —se encoge los hombros con indiferencia. —¿Por qué quiere huir de mí?

—¿Y tienes el descaro de preguntarme? —si no fuera por esa situación creo que me echaría a reír en su cara. —Por si no lo recuerdas la secuestraste. Cualquier persona en su sano juicio buscaría escapar de un loco como tú.

—Estamos en un mundo loco en donde deciden llamar loco a quienes no son como ellos. ¿Quién es el verdadero loco?

Pues, él obviamente.

—¿Qué más quiere ella para querer quedarse?, ¿mi vida? Es suya. Iré a cualquier sitio que quiera con tal de hacerla feliz —Thiago se inclina hacia el barrote. —¿Por qué no entiende que tiene que estar a mi lado? Jamás le haría daño.

Ja, no me digas.

—¿No quieres matar a ambas? —pregunto incrédula.

—A veces tengo ganas de matarla, pero si lo haga creo que sufriera.

—¿Por qué debo creerte? Si de verdad quisieras a Judith como dices no estaría aquí, lo hubieras tratado de conquistar. Al menos Deam fue más sincero que tú.

Él me mira en ese momento y un instante de enojo absoluto se apodera de su rostro. No tengo que adivinar qué piensa Thiago; lo sé.

Si pudiera acabaría conmigo ahora mismo, lo haría.

—Bueno, Judith no se perderá mucho por no estar con él —Thiago arrastra las palabras. —¿Qué ha hecho Deam en su vida salvo desperdiciar esperma por todas partes? No es una contribución memorable para la raza humana. Sin embargo, encuentro muy interesante que él haya dejado su vida de playboy a cambio de esa chica. Imagino que es cierto que él está enamorado de ella, lo que indica que es capaz de amar a otro ser humano además de él, Esther, algo que, estoy seguro, sus antiguas ligues no pensaban que fuera posible. Es una lástima que siempre se enamora de alguien que me pertenece a mí.

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