Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

27. Alas rotas

JUDITH

No puedo moverme.

Me duele todo el cuerpo.

¿Tendré algunas cosas rotas?, ¿me habrá sangrado la espalda?

¡Dios, qué agonía!

Me he desmayado unas cuantas veces y el látigo en mi espalda a sido como un estimulante en mi cuerpo, forzándome a despertar con un sobresalto.

Tengo una venda en los ojos, y no puedo desatarla con las manos tan aturdida además, sería imposible porque estoy amarrada a una cuerda de terciopelo colgado a una de las vigas del techo.

Pero adivino su cuerpo en mi espalda.

Siento su aliento cálido sobre mi nuca y me produce escalofríos. Respiro mi propio miedo. Lanzo un grito al sentir el impacto del cuero en mi espalda. Tiemblo, mi corazón late con fuerzas. Tengo la sensación inusitada de tener fuego en ella. Con los brazos en el aire, con las muñecas atadas estoy a su merced y ahora entiendo más que nunca el comportamiento de Paloma.

No era una chica que tenía vicios, yo tampoco, no fumo, no bebo todos los días ni voy de fiesta en fiesta todas las noches, soy buena hija dentro de lo que cabe, algo amarga —para que negarlo, lo que es pues es— digamos que... soy una chica común.

Común, pero no corriente, ¿tiene algo de malo ser común?

Me gusta la poesía, me encanta ir por ahí leyendo a desconocidos que abren su corazón en un puñado de letras donde dejan ver el alma.

Me gusta bailar, salir a correr, me gustan los días nublados, los prefiero mil veces a los días soleados, adoro ese pequeño rayito que se cuela necio en algunas tardes de esas donde no crees que saldrá el sol.

Soy de pocas amigas, reservada, pero saben que pueden contar conmigo incluso para asesinar... (bueno no es para tanto, es una metáfora sí). O puede ser que no.

Pero lo que quiero dejar en claro es que las personas decían que Paloma era diferente por como actuaba, pero yo solo puedo llegar a ver una chica herida que pedía ayuda en la única forma que los demás podría verlo, a las personas le suelen llamar mucho la atención las cosas que no son comunes. Sin embargo, hoy en día casi todo lo que llaman diferente es lo mismo, pero contado por diferentes personas.

Entonces, lo único que puedo decir en medio de todo ese dolor es:

Pobre, pobre Paloma, con razón era tan inestable mentalmente como había confesado Marina. En el fondo nunca quiso ser diferente, sino una chica normal.

Y siento miedo en este instante porque sé que a Thiago no lo atraigo por ser diferente, sino por lo común que era, por como le recordaba a su hermana.

Y eso es bastante enfermo.

Siento un látigo azotar mi espalda y me quejo.

Me duele todo el cuerpo mientras trato de perderme en mis pensamientos para no sentir el dolor físico. Pero no sirve de nada.

—Eso es lo que le hacías a Paloma en el sótano de tu casa cuando tus padres no estaban, ¿verdad? —le digo con las pocas fuerzas que tengo.

—Silencio, Jude. No hables, déjate llevar. Algún día me agradecerás eso. El dolor solo es algo mental, olvídalo y te volverás inmune a ello.

—Es fácil decirlo cuando no estás en mi posición y no me llames Jude.

Bajo la mirada con los ojos vendados mientras se pierden en la oscuridad.

—Sabía que lo recordarías —dice levantando mi barbilla. —Siempre estuvo en tu mente, rodeado por la oscuridad de tu alma, ya no puedes huir.

—Esa misma oscuridad que viste en tu hermana y por eso la mataste. Eres un monstruo, Thiago —las lágrimas empapan mis ojos. —Y estoy segura que en unos minutos me matarás a mí también.

—No entiendes nada. Yo amaba a mi hermana.

—¿Cómo un hermano, o como un hombre? —pregunto aún sabiendo la respuesta. —Estás enfermo y irás al infierno por lo que has hecho.

—Entonces, te arrastraré al infierno conmigo, y serán mías por la ardiente eternidad.

—¡Eres un maldito enfermo!

Thiago suelta las manos y siento el frío suelo al impactarme con ella al mis piernas no responder de inmediato.

Inhalo, quitando la venda y vuelvo la cabeza para a ver a Thiago. Nuestros ojos se encuentran y capto la frialdad en sus ojos grisácea.

¿Por qué nunca lo iba antes?

—Levántate —estira la mano hacia mí y me agarra del brazo. —Vamos —me levanta a arrastras.

Estoy temblando demasiado, así que tropiezo mientras me lleva a la fuerza por el pasillo. Sin fuerzas yo me dejo llevar como una muñeca hasta la ducha.

Ahora me está lavando. Estoy de pie en la ducha con él. Me encuentro adormecida como indiferente y estoy sorprendida de poder estar de pie.

El agua resbala por sus duros músculos y sus poderosos muslos, incluso se ve más atractivo que Deam, pero no siento absolutamente nada al verlo así. No me produce nada más que miedo.

Se enjabona las manos y frota las palmas contra mi piel. Me limpia con sus manos desnudas, masajeándome el cuello y los hombros. Me lava con dulzura tomándose su tiempo, luego de que me ha azotado sin piedad no puedo creer su actitud ahora.

Después me lava el cabello frotándolo para eliminar la suciedad, estoy limpia y él retrocede, dirigiendo el chorro de agua hacia mí para que me enjuague. Me balanceo ligeramente cuando Thiago cierra el grifo y me guía fuera de la ducha.

Me seca a mí primero con una toalla y luego a él. Seguidamente me da solo ropa interior y una camiseta para ponerme y me lleva hacia la cocina para darme de comer.

Me como lo que me pone delante, sin saborearlo. Pese a mi desconcierto, me las apaño para comer todo.

Retiro lentamente el tenedor de la mesa, queriéndolo utilizar como arma. Tal vez no se percate de que lo he escondido.

—¿Aún te duele? —su voz me toma por sorpresa incluso tiemblo.

Respiro hondo y no le respondo.

¿Qué clase de pregunta es esa?, ¿por qué no me pregunta si yo quiero azotarlo también?

Tomo un sorbo de agua. Él aún tiene la mirada en su plato.

—Mariposa, deja el tenedor donde estaba si no quieres que te rompa una ala —me dice.

Me sobresalto y lo miro con cara de sorpresa.

¿Será que tiene un ojo en la frente?

Decido hacerme la tonta. —¿Qué tenedor?

El suelta un suspiro y me mira impaciente. —Ya sabes cuál, solo dámelo —suspiro con pesadez, sacando el tenedor del elástico de mis bragas. —Y aún no has respondido mi pregunta.

Ahora mismo me entran muchas ganas de matarlo.

Me levanto hasta llegar a su lado, apretando el tenedor entre mis dedos y se lo clavo por el hombro.

—Ahí tienes la respuesta —lo escucho maldecir.

Y yo corro la otra puerta cerca de la cocina, pero está con llave. ¿Qué esperaba?

Intento abrirlo con desesperación, pero lo siento detrás de mí, impidiéndomelo.

Sus brazos me rodean por la espalda y me aprieta tan fuerte que no puedo respirar durante unos minutos. Tengo los brazos totalmente atrapados. Me levanta y yo empiezo a dar patadas hacia atrás.

Mientras Thiago me lleva al salón, reflexiono sobre mi comportamiento. Ahora me hará más daño, cuando nos detenemos delante de una silla veo un nuevo rollo de cuerda encima de ella.

—Te quedarás aquí hasta que vuelva. Tengo que hacer algunas cosas, pero volveré —dice mientras me ata.

—¿Cómo está Esther? —me entra una sensación de culpa al haberla olvidado.

—Mejor que tú.

—Perfecto —contesto con alivio, mirando cualquier parte que no sea él.

Me acaricia el pelo con dulzura. —Al principio solo iba a seguir mirándote desde lejos. Iba a ser tu amigo y darte un beso de despedidas para que me devolvieras el beso.

»Eso es todo lo que pedí. Incluso estaba lastimando a otras mariposas para no perder la calma y tocarte. Ninguno de esos sacrificios funcionó. Me ibas a dejar de todos modos. No importa lo que hiciera, siempre elegirías a la mierda Deam sobre mí. Así que te tome. Podemos quedarnos aquí. La muerte de mi tía me liberó, ¿sabes? Me dio tanto que no sabía que podía tener. Me convirtió en un genio. El tipo de persona que puede jugar con las emociones de las personas a través de la simpatía. Me disfracé con cada personaje que leí. La gente me odia, están furiosa por mis acciones, pero sobre todo, están intrigada por mí. La otra parte ama al chico bueno y creen que es predecible, así que nadie nunca sospecho del peligro que podían tener al estar cerca de mí. Nadie piensa que la maldad más pura viene de la inocencia quebrantada, que en lo bello se esconde la malicia que seduce.

—Thiago, por favor. —Mi voz es temblorosa y las lágrimas corren por sus mejillas—. N-no hagas esto. Déjame ir. Piensa en tus padres.

—¿Por qué debería pensar en ellos? ¿Acaso ellos han pensado en mí? Además, ellos deberían tener su propia muñeca y no compartir la mía.

Realmente está demente.

—P-por favor... detente... me haces da..

—Nunca pensé que me encantaría esta expresión, la forma en que tus labios tiemblan y cómo me suplicas, cómo me llama demente sin decir las palabras... pero lo hago. Tanto. ¿Qué puedo hacer para profundizarla?

Mi reacción es de pánico total. Él se ríe.

—Bueno, necesito ir, así que no puedo jugar contigo, mariposa, pero muy pronto estarás tan obsesionado conmigo como yo contigo y, dirás "por favor, amor. Ámame, cariño. Poséeme, mi cazador."

Me dedica una larga mirada al ver que no reacciono a sus palabras.

—No vayas a ningún lado.

—No vayas a ningún lado —repito sarcástica. —Menudo imbécil.

Se ríe y se va.

Los árboles se mueven y me hacen burla. Los veo desde la ventana con aire de aburrimiento, odio está situación.

Odio mi vida.

Noto la silla dura bajo mi huesudo trasero y las cuerdas se me clavan en la piel cada vez que intento cambiar de posición.

«Jude, sabes que una verdad a media es peor que una mentira, ¿cierto?» Comenta esa voz con malicia.

Te puedes callar. Vuélvete a dormir de nuevo.

«¿Por qué? Bueno, déjame adivinar porque quieres callarme. Será porque solamente olvidas lo que te conviene, ¿por qué no le dijes a Deam toda la verdad sobre Andrés?» Insiste en fastidiarme.

No hay más verdad.

Suspiro, bajo la vista y miro mis muslos desnudos. Siento una picazón ahí, pero es imposible arrascarme.

«¿Estás segura? Te haré el favor de recordártelo. Andrés era un pobre infeliz e idiota. Sólo lleva un día contigo y se volvió un celopata, quisiste deshacerte de él, pero no querías que nadie te preguntará nada sobre el rompimiento y por eso aceptaste el plan de Esther. En el fondo lo sabías, pero necesitabas una excusa. Luego te vengaste de él filtrando una foto suya en todo la clase; para que todo el instituto fue una sorpresa saber que uno de los más mujeriegos de la escuela se acostaba con la maestra de química a cambió de buenas calificaciones. Una mujer de cuarenta y pico que por tu culpa fue expulsada. Bueno, ¿quiénes somos nosotras para juzgar su comportamiento? Supongo que habían hecho muy buena química durante el proceso, aunque su cara de muñeco le sirvió de algo, sus padres justificaron que la profesora aprovecho de su pobre e inocente bebé. Gracias a eso quedó en el instituto como una víctima, y todos lo adoraron. A lo mejor su lema es 'Si no puedes utilizar tu cerebro, ¿por qué no utilizar tu apariencia?' porque si tienes un rostro bonito, el mundo entero se rinde a tus pies». Argumenta para seguir torturándome.

Bostezando intento ignorarla, miro por la ventana otra vez, moviéndome en la silla.

No sé cuanto tiempo exactamente estoy viendo afuera, pero siento los párpados cada vez más pesados, pero me resisto. Mientras cabeceo, pienso en lo que utilizaré para formular un plan de huída, algo más prometedor que un ataque con un tenedor.

Quiero estar afuera.

Quiero ser libre.

Y enfrentarlo hará que los métodos que utilice sean más duros para mí.

Dios, aún me duele la espalda.

Parecer débil y predispuesta sería más fácil. Si no estuviera tan asustada me habría dado cuenta que me quiere viva. Las otras murieron la misma noche, yo aún lo estoy.

Quizás para ser su muñeca sexual.

No sería violación si consiento.

La vida de Esther y la mía depende solamente de mí.

Tal vez no puedo evitar la brutalidad de esa bestia sobre mí, pero si al menos soy capaz de mantenerlo ocupado... solo tal vez.

Debo resistir, no puede ser tan malo tener sexo con él, ¿no?

Me pierdo en un sollozo, sintiendo mi mundo en llamas antes de caer en un profundo sueño.

Al despertar de un tirón es casi de noche, el sol se está ocultando en el horizonte, miro por la ventana y veo a un chico vestido con una camiseta de manga corta y unos tejados, está caminando; parece estar hablando por teléfono. Todavía no me ve, pero cuando lo hace, me mira perturbado, dejando de hablar con quién sea que lo estaba haciendo.

—¡Ayuda! —le grito. —Por favor, sácame de aquí.

Lo veo dirigirse hacia la ventana y apoyar las manos en ella para mirar dentro. Luego desaparece, escucho el ruido de algo romperse y a los poco minutos pasos detrás de mí.

Antes de que entre en pánico, el chico se pone de rodillas frente a mí y empieza a trabajar en la cuerda alrededor de los tobillos con las manos temblorosas.

—¿Estás sola? —me pregunta. Se me encoge el estómago.

—No, mi amiga está en el sótano y él salió hace mucho... puede volver en cualquier momento.

El chico termina de desatar los tobillos y se mueve para soltarme las manos.

Con el corazón sobresaltado, miro hacia arriba. Thiago ha vuelto y tiene un extintor en la mano.

Golpea la cabeza del chico con fuerzas, una y otra vez. Brotan chorros de sangre por todas partes, cubriéndome la cara con aquella sustancia espesa, roja y pegajosa.

—Es tu culpa, Judith —en un parpadear Thiago me agarra con violencia mientras dice palabras incoherentes. Siento que me asfixio. Empiezo a ver borroso, me escuecen los ojos y las venas palpitan a una gran velocidad. —¿Ves lo que me obligas a hacer? —me culpa, al fin uniendo palabras que tienen sentido entre ellas. —Está muerto por tu culpa, ¿entiendes? Si no buscarás escapar de mí, ahora él estaría vivo.

Todos tenemos es instinto de supervivencia cuando lo que buscamos es sobrevivir; así que antes de quedarme totalmente sin oxígeno mi pierna derecha se mueve y le propina una fuerte patada en la entrepierna.

—¡Maldita desgraciada! —grita mientras me suelta y se agacha.

Subo corriendo las escaleras porque es el lugar más cerca y me agarro de la barandilla para darme impulso. Miro en todas las direcciones. Corre hacia el extremo del pasillo y me encierro en una habitación, pasando el pestillo.

Escucho unos pasos subir deprisa la escaleras y recorrer el pasillo. Thiago abre y cierra las puertas una a una. Y entonces empieza a tirar violentamente el pomo de la habitación donde estoy.

Estoy temblando. Hiperventilando.

—¡Ábreme! —grita.

Sus golpes se hacen insistentes y temo que de un momento a otro sea capaz de echar la puerta abajo. Me tapo los oídos y mi cuerpo se sacude muy violento.

—¡Te he dicho que me abras, mariposa! —sigue gritando.

Siento las lágrimas en mi rostro, mi respiración se acelera, pero siento que no llega aire a mis pulmones. No tengo escapatoria.

—¡Abre la maldita puerta! Será peor si pones resistencia —sigue amenazando. —Y Esther lo pagará caro.

Un sonoro estruendo me ensordece; Thiago ha derrumbado la puerta y está dentro. Miro hacia el baño, pero ya es tarde. Thiago se abalanza sobre mí. Mis piernas se debilitan, ambos caemos al suelo. Siento sus manos cuando me toma y me acuesta en su pecho boca arriba, puedo sentir su respiración y su pecho sube y baja en mi espalda.

No sé que le pasa a mi cuerpo. —Respira Judith, vamos, respira conmigo —dice una y otra vez.

Siento nervios. —Vamos, mariposa, respira, despacio. Siente mi respiración, respira conmigo.

—No eres mi Thiago. No eres el Thiago que conocí —sollozo.

—Sorpresa. Ese también soy yo —responde. —Respira conmigo.

Mi respiración se calma poco a poco, pero las lágrimas siguen saliendo, estoy helada y tengo frío.

—Lo siento —murmura. —Lo siento tanto... te perdono Judith. Te perdono por intentar escapar de mí. Podemos solucionarlo y ser feliz. Lo olvidaremos todo.

Respira, Judith. Respira.

Siento su pecho cómo se contrae una y otra vez en mi espalda, puedo sentir su calor y me quedo dormida, sintiendo sus manos acariciarme el cabello.

No lo veo, pero estoy segura que ahora su mirada está ida, vacía porque su voz carece de alma.

Él nació siendo mariposa y esa fue su perdición porque alguien se había encargado de romper sus alas desde muy joven. Hoy lo entiendo, hace días lo recuerde, y agradezco haber nacido como una oruga antes de convertirme en mariposa porque ahora sí, puedo volar sin ver.

—Eres la única que puede salvarme, Judith. ¿Por qué no lo puedes entender?

Cuando dice eso me atrapa, no me da tiempo a reaccionar. Me duerme sintiendo sus labios en los míos y un último pensamiento llena mi mente:

Entonces, ¿quién me salvara a mí de ti y de mi misma?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro