16. Tensión
JUDITH
Lunes por la mañana. Primera hora de clase.
Todo el mundo habla sobre el último cadáver que ha sido encontrado en el parque y solo me llega a la mente que esa chica pudo haber sido yo.
Antes seguir el paso de mis clases resultaba más fácil. Yo estudiaba y prestaba atención en las clases e incluso la sola idea de tomar geografía me hacía tener unas ganas de vomitar aún así me esforzaba el doble, pero hoy cuando el profesor Ferreira, comienza a hablar sobre el período Colonización precolonial portuguesa y expansión territorial, me encuentro divagando, mirando afuera por la ventana.
Un escalofrío repentino me recorre la espalda y sé que no es él, lo que me sacude hasta los huesos.
Es mis pesadillas.
El terror de los gritos despiadados.
La imagen de una cabeza herida como el sangrado de plata pura en un lienzo en blanco.
Una roca inmortal siendo testigos sin pretensiones de sangre carmesí, vida perdida y una sensación de dolor que lo abarca todo.
Todos dicen que mis pesadillas mejorará con el tiempo. Mis padres, mis amigos, mi terapeuta.
Pero solo ha empeorado.
Todas las noches durante semanas, no he tenido más de dos horas de sueño confuso y plagado de pesadillas. Cada vez que cierro los ojos, el amable rostro de Salomón aparece, luego sonríe mientras el rojo escarlata explota de todos sus orificios.
Me despierto temblando, llorando y escondiéndome en mi almohada para que nadie piense que me he vuelto loca.
O que necesito más terapia.
Las últimas horas de clases se sienten extrañas. Nada de lo discutido llama mi atención. En la cafetería robamos unas cuantas miradas sin entender el por qué, tampoco es que me interesa mucho lo que puedan pensar de mí. Siempre me parece duro tener que estar rodeado de muchas personas.
Necesito un respiro antes de asfixiarme.
De regreso a casa un atisbo de temor me recorre, una sensación que se pierde, bastante conocida a la que sentí el día que murió Carlos. Tras cambiarme de ropa, lleno un termo de agua y salgo de casa.
En un momento me encuentro corriendo como si mi vida dependiera de ello. Corro y cruzo en algunas calles, al final termino aumentando el ritmo.
Me duelen los pulmones y tengo el cuerpo entumecido. Paso de inspirar y espirar de manera ordenada a jadear y resoplar sin control. Sigo avanzando, sin detenerme, concentrada en pasar la meta de los ocho kilómetros.
Cada centímetro de mi cuerpo se esfuerza por impulsarme hacia delante. Doy una zancada más, superando la meta cuando siento unos pasos detrás de mí, sigo corriendo con la esperanza de estar imaginando cosas, a pesar del sufrimiento que padece mi cuerpo en estos momentos.
Me pongo bastante nerviosa al no ver a nadie en el camino. El corazón me golpea en la garganta como un martillo, el vello de mi nuca se pone de puntas con la seguridad de que alguien se balanzará sobre mí y me tomará del cuello oprimiendo sus dedos en mi garganta hasta el punto de la asfixia y entonces veré mi vida pasar delante de sus ojos.
Unos ojos brillantes de placer mientras me quita el último aliento de vida.
Una voz conocida desde atrás me obliga a detener mis pasos: ―¡Judith, espera!
Con el corazón lo suficientemente acelerado como para darme un ataque antes de que mi atacante me ponga una mano encima, doy media vuelta muy despacio y me encuentro con Bryon sonriente y jadeando. Tiene el cabello mojado por el sudor y al parecer él también ha estado corriendo mucho. Lo interesante es que su vestimenta no dice lo mismo. Tiene unos pantalones vaqueros, con una camiseta gris. Pestañeo y mi instinto me dice que me eche a correr gritando porque en caso de que hubiera salido a correr tomaría otro rumbo que le quede cerca de su casa, pero mi respiración irregular por el trayecto me impide hacer otra cosa que mirar con horror y doy un paso atrás.
―Me seguiste ―le digo, creyendo ver ante mis ojos el rostro de mi futuro asesino.
―Venía a tu casa cuando te vi saliendo ―aclara al ver la mezcla de miedo y confusión en mi rostro.
―¿Y decidiste seguirme? ―de algún modo, eso no mitiga el miedo que siento.
―Quería hablar conmigo sobre el beso ―agrega con una sonrisa, fijándose en mi vientre. ―Toma. Pareces muy cansada.
Bryon extiende la mano y me ofrece su botella de agua.
Me alcanza la botella medio vacía. En cualquier otra situación no habría aceptado el agua, pero al menos si me va a matar, no voy a morir deshidratada. Ahora estoy muy sedienta.
Cojo la botella de su mano, me siento en el suelo y estiró las piernas. Echo la cabeza hacia atrás y doy tres largos tragos.
―Gracias ―le digo y le devuelvo la botella. Se quita la camiseta y deja al descubierto una tableta de abdominales marcadas y se sienta a mi lado.
Está muy bien cuadrado, ¿cómo hace para tenerlo?
Me seco los labios y me aclaro la garganta.
―Corriste esos kilómetros sin ahogarte ―parece impresionado. ―¿Es algo que haces siempre?
―En realidad no, es la primera vez que llego tan lejos.
Veo como el sudor le cae por el pecho. Intento no volver a mirar sus abdominales, pero la curiosidad puede conmigo.
¿Debería seguir aquí? ¿Debería salir corriendo?
―Entonces, ¿corres todos los días? ―arquea una ceja.
―Los lunes, miércoles y viernes corro en la tarde ―no entiendo porque le estoy diciendo esto. ―Y los sábados en la maña...
Wow, basta. Demasiada información.
Me levanto y me sacudo la parte de atrás de las mallas.
―Deberíamos regresar ya. Tengo unas compras que hacer.
―Está bien... el beso... ejem... fue porque estaba muy borracho ―tartamudea nervioso y hace una pausa. ―Estaba ebrio, perdón.
―No hay problema.
Solo me confundiste con tu ex muerta.
―¿Amigos? ―me extiende la mano.
―Amigos ―su propuesta me hace sonreír, a pesar de todos mis esfuerzos por no hacerlo. Le estrecho la mano. ―Creo que debemos regresar corriendo.
―Dejé el auto no muy lejos del parque ―dice. ―Ven, te llevo.
Se pone a mi lado y corremos en silencio. Pienso que me haría más preguntas, o que me sentiría obligada a decir algo para que él paseo fuese más cómodo, pero en realidad disfrutó del silencio y tengo la sensación de que él también. Jamás había tenido un compañero a la hora de salir a correr, pero sin duda he disfrutado su compañía.
Al acercarnos al aparcamiento, ambos reducimos la marcha hasta su auto. Agarro la manilla de la puerta y me meto en ella. Después la cierro. Bryon cierra su puerta y acelera rumbo a la carretera.
Mientras avanzamos, miro por la ventanilla. El camino es demasiado silencioso, así que opto por poner un poco de música. Él no dice nada y me limito solamente a escuchar lo que tiene en su reproductor. Es una hermosa canción que jamás había escuchado, pero me gusta.
Sin embargo, harta de su silencio salto con:
―Con que eres de los chicos que no hablan, ¿eh? ―le digo divertida, si hay algo que no tengo es eso, filtro. Había nacido sin ello. Siempre me he imaginado saliendo del útero así.
Veo que la comisura de su labio se levanta un poco, casi para formar una sonrisa. No aparta la vista de la ventanilla durante todo el viaje. ¿En qué piensa?
Bajo del auto y se acerca a mi puerta para ayudarme a salir una vez que llegamos a casa.
―Gracias.
―¿Quieres que te acompañe? ―me pregunta, haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta.
―¿Cómo?
―Al supermercado. Puedo esperar hasta que tomes una ducha.
―No, tranquilo ―esbozo una sonrisa. ―Seguramente tienes otros planes.
Bryon asiente e insiste.
―Bueno, de hecho no tengo planes y tú compañía es muy grata.
Por increíble que fuera ha terminado por gustarme bastante su compañía. Deseo que esté más tiempo conmigo y descubrir más de él.
En realidad no es porque me gusta, sino porque puedo descubrir más sobre cómo era su relación con Paloma, últimamente es en ella en quien pienso.
Introduzco la llave a la puerta, se coloca detrás de mí y pone las manos en la puerta, a cada lado de mi cabeza. Me quedo inmóvil, con la lleve en mano. Contengo la respiración al sentir que me envuelve su olor de hombre, a sudor, gel de ducha y un perfume viril, ese matiz que no puedo identificar de otra manera. Sí, él no me gusta, pero por el amor de Dios, soy humana y todo mi cuerpo es de carne. Y dicen por ahí que es débil.
Giro el pomo y nos adentramos a la casa, subiendo las escaleras. Elijo la ropa, vuelvo a mirar a Bryon antes de entrar en el cuarto de baño. Parece sereno y muy relajado, se sienta en la cama y mira mis fotos detenidamente.
―Acabo enseguida ―digo.
Él parece demasiado cómodo con la situación. ―Tómate el tiempo que necesites.
Asiento con la cabeza y cierro la puerta. El grifo de la ducha suena mientras las giro y las tuberías se sacuden debajo de las paredes. Tomará unos segundos para que él agua se caliente a una temperatura agradable, ya no quiero quemarme como la última vez, lo que provocó que me golpeará y Deam tuvo que entrar al baño para verme desnuda.
Yo me desvisto, el espejo de cuerpo completo me da una gran visión de mi cuerpo. La cara de Salomón aparece delante de mis ojos con una sonrisa fugaz en los labios. Ojalá pudiera recordar algo más, ¿acaso solamente eres un invento de mi mente? De otra forma no revivirías de forma tan repentina en ella, tras dejar tus rasgos peculiares, luego desapareces, por así decirlo, de mi vista.
Con el cabello un poco mojado después de salir de la ducha. Salimos hacia el auto que está estacionado en la calle. El viaje no es muy largo, y antes de darme cuenta ya estamos estacionando afuera del supermercado.
Meto en el carrito un paquete de seis refrescos y la mayor bolsa de mini Snikers que encuentro. Pollo, algunas cajas de cereales, leche, verduras y con ayuda de Bryon conduzco el carrito.
Al ir a pagar a la caja, ya con todo lo necesario, me doy cuenta de que la chica que me atiende está babeando por mi acompañante. Mira la pantalla que tiene enfrente y me dice cuánto debo. Meto la mano en el bolsillo del pantalón trasero y saco la tarjeta de crédito. Le entrego y estoy segura de que ella tendría que estar haciendo algo en la caja registradora. Sin embargo, está demasiada ocupada, babeando por Bryon, con su sonrisa de oreja a oreja en los labios.
Oh Dios, la chica le acaba de guiñar un ojo a Bryon.
¿Eso no pasa solamente en películas?
Santísimo infierno.
Me vuelvo hacia Bryon, quién sin demasiado interés, levanta la vista con una sola mirada convence a la muy idiotizada de hacer su trabajo. Y por fin fulanita empieza a teclear números en la caja registradora para completar la transacción.
Pongo los ojos en blanco.
Agarro las bolsas y Bryon también con una mano, se rasca la nuca con la otra. Nos dirigimos hacia la salida.
En cuanto llegamos al auto él deja escapar un gran suspiro y abre el maletero para que guardemos las compras.
Unos minutos más tarde, me veo forzada a preguntar algo que ronda mi mente desde que salimos del supermercado.
―Eso debe ser muy tedioso, ¿no?
―¿Qué? ―me pregunta sin dejar de mirar la carretera.
―El coqueteo, los ojitos, las miradas lascivas, las chicas que se esfuerzan demasiado para que las mires.
―En ocasiones ―de pronto me mira en un breve segundo. ―¿A ti te molesta?
―A mí no me pasa, pero supongo que a la larga me molestaría.
―Deberías de prestar más atención a tu alrededor ―murmura para sí.
En cuanto pongo un pie adentro de mi casa, Bryon me ayuda a organizar todo.
―¿Te apetece quedarte a cenar conmigo? Pienso preparar algo.
―Me encantaría... ―duda―. ¿Sabes cocinar?
Pongo cara de póquer. ―¿Tú qué crees?
Sonríe. ―Te ayudo.
Saco todo lo que necesito del frigorífico.
Él empieza a lavar las zanahorias antes de cortarlas en pedazos perfectos. Yo me ocupo del pollo. Me gusta cuando solo sé escucha el "Chac-Chac" de los cuchillos, luego de la llave del lavadero abierto, el crujir del agua corriendo en la cocina y es justamente lo que sucede a mi alrededor. Hay un silencio sepulcral porque ambos estamos demasiado centrado en lo que hacemos.
Al final de la comida mientras dejo los platos en el fregadero, Bryon me propone ver una película antes de su partida. Un poco extrañada de que quiera quedarse más tiempo aquí conmigo mientras podría estar en una de las fiestas de pulseras. Hago caso omiso a esa sensación y subimos a mi habitación.
Después de un largo suspiro le indico que se sienta en donde él quiera y tomo la laptop. Pongo algunos mini Snikers.
Me apodero de uno de las almohadas, lo lanzo al borde de la cama y me extiendo con el vientre sobre ella frente a la PC.
―¿Y estás bien cómoda? ―dice con su voz grave al verme desparramada sobre la cama.
―¡Hay bastante espacio para los dos! ―replico con una sonrisa, golpeando sobre la sábana gris a mi lado. Sin juego ni tentativa de coqueteo.
Él acepta mi invitación y se sienta a mi lado.
Los minutos desfilan. Su mirada se queda fija en la pantalla. La mía va y viene entre la pantalla y su rostro iluminado, que solamente se desvía cuando es para robarme un caramelo.
―¿Probablemente quieres regresar a tu casa? ―le pregunto.
―No, es buena idea conocernos un poco más ―me responde, con la voz más relajada. ―Quiero saber más de ti ―agrega. ―Que pasáramos un momento juntos.
Perdida en la pantalla, me callo. Como Bryon también está en silencio, me giro lentamente hacia él para observarlo mientras que él parece hundido en sus pensamientos. Tal vez se está preguntando qué es lo qué hace aquí, con una chica tan aburrida como yo. Me siento una impostora, haciéndole perder el tiempo solo por el parecido con su ex. No sé si voy a poder soportar esa fantasma. Quiero caerle bien por alguna razón, pero es un equilibrio muy delicado si solo ve a ella en mí.
Quiero ser su amiga como Judith, no como el recuerdo de Paloma. No soy ella.
Aparto la mirada.
Al sentir su mirada fija en mí, mi incomodidad duplica. Saca su teléfono móvil. Entonces miro hacia él, apunta el objetivo de su teléfono hacia mí y me inmortaliza. Yo me vuelvo bruscamente cuando salta el flash. No me lo esperaba.
Un poco halagada, sobre todo molesta, no puedo evitar mirarlo fijamente y permanezco callada, esperando algún tipo de explicación.
Él se da cuenta, de modo que me sonríe, suspira y dice:
―Es una costumbre que tenemos de tomar fotografías de las cosas que no deseamos olvidar. Fue una idea de Paloma, ella estaba obsesionada con la idea de nunca olvidar que nos propuso a los cinco tomar fotografía de las cosas que queríamos que fueran inolvidables y así atesorar como una especie de diario. Cada uno tiene una colección de fotografías en su habitación ―Bryon parece perdido en los recuerdos, en este momento me acuerdo del muro de Abel repletos de fotografías. Las de Carlos y de Deam. ―Alguien a quién quiso mucho perdió la estabilidad. Se quedó a la deriva y por eso a ella le aterraba que nosotros pudiéramos olvidarnos de ella.
―Conozco esa sensación. Últimamente me siento como si estuviera a la deriva.
Me pone una mano en el hombro. ―¿Quieres que la borre?
Niego con la cabeza.
―Espero que te sirva de algo ―dudo un segundo y luego le pregunto. ―¿Me dejas ver algunas fotos?
Sonríe y me entrega el teléfono. Abro la cámara de su móvil. La primera foto es mía. La que acaba de tomarme, otra mientras corría. Decido saltar las fotos, si sigo viendo una mía más, luego pienso que es mi acosador de todas las noches hasta me imagino dando a la policía sus rasgos.
Mis dedos se detienen en él y Paloma. Es el vivo retrato de un par de enamorados. Bryon se queda mirándola en silencio. Ambos debían de tener dieciséis. Una pelirroja con cara de traviesa llena de pecas, tiene una belleza arrebatadora. Bryon, cuyos mechones rubios le cubren un ojo, la abraza desde atrás, y su cabeza se pierde en su cuello.
Quito la foto de inmediato y encuentro un vídeo. Pulso a reproducir. La voz de Paloma sale, soltando una risita.
―¡Aah! ¿Por qué te quedas ahí viendo desde lejos, cuando puedes venir y cabalgar conmigo?
La cámara apunta a Paloma en un hermoso caballo negro, con una radiante sonrisa mientras hace señales a alguien con la mano para que lo acompañe.
―Porque adoro verte ―suena la voz de Bryon, lo que me deja en claro que es quién está grabando.
―¡Eres un tonto! Pero un tonto muy lindo.
Siento una sensación incómoda y consigo apartar la mirada del vídeo. No quiero estar aquí con Bryon. En mi habitación, viendo este video. No quiero recordar una voz que no conozco.
―¡No te enamores de un chico malo, Jude! ―me replicó aquella voz una vez. ―¡Júntate con chicos buenos!
―¿Por qué?
―Porque los chicos malos son depredadores y no queremos que seas la presa, ¿verdad?
Negué. ―¿Y de Salomón?
―De él mucho menos ―me había respondido. ―Si quieres divertirte, hazlo, pero no te enamores nunca de alguien que podrías perder. Ellos caen con las jugadoras... así que déjame decirte que tienes que ser una. A los chicos les gusta como luce el peligro ―añadió con una sonrisa en la voz. ―Te lo puedo asegurar. Tienes que dar mentira por mentira, verdad por verdad. Si es un rey de la mentira, tú tienes que ser la reina de la mentira, ¿entiendes?
Recuerdo que no me gustó su tono; esa forma de darme a entender que solo era un peón en una retorcida partida de ajedrez, si no llegará a ser una buena jugadora.
¿Por eso había practicado tanto?
Ahora me cuesta imaginar que esa conversación algún día existió. Lo único que tengo ganas es de acurrucarme en la cama, con una dosis de pastillas para conseguir los ojos y hundirme en el mundo de los sueños.
―Tengo que irme ―dice Bryon con la boca muy cerca de mi oído.
Me vuelvo hacia él. El cabello dorado le cae sobre sus ojos mieles, penetrantes.
Se levanta y sale enseguida como si tuviera algo urgente que hacer, y me quedo sola en la habitación mientras el silencio pesa a mi alrededor.
¿Qué esconde mi mente?, me digo a mí misma.
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