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| D í a 1 |

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Tarde a la noche.

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Lucifer sufre de insomnio.

Alastor le hace compañía a su pareja durante la madrugada.

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6167 palabras.

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01:28 AM.

Alastor no dormía, a diferencia de muchos otros seres del infierno, él no tenía esa necesidad biológica de descansar arropado en alguna cama para reponer energias. Era una característica adquerida al morir, ya se había acostumbrado a ella, no le afectaba. Sin embargo, debido a la infinita cantidad de horas que se mantenía despierto, llegaba un momento del día en que se quedaba solo durante las noches. Y no es como que el pentagrama abandonara su caos diario, por supuesto que la ciudad seguía funcionando como siempre, en un lugar sin reglas es evidente que la gente ignoraria los horarios de sueño y continuaría con su descontrol habitual; Pero en otros muchos lugares, por ejemplo, el Hotel Hazbin, los residentes dormían plácidamente en sus camas aferrados a sus almohadas y calidas mantas.

Algo de lo que Alastor no podía disfrutar, por lo que requería formas de pasar el tiempo para que el transcurso de la noche no se hiciera aburrido o monotono como lo habia sido en los últimos cien años.

Sin embargo, en la actualidad había un cambio que no esperó en su vida, o mejor dicho, la presencia de una persona.

Su pareja, Lucifer Morningstar, además de traerle brillo a su oscura vida, también había traído una agradable compañía que no sabía necesitaba, pero que siempre recibió agradecido. Al menos, cuando dejó de negar sus propios sentimientos y dejó que los brazos de su angel lo guiaran en un suave baile por el camino de la grata sensación del ser amado, amado como nunca antes, amando por primera vez. Un baile donde Lucifer pidió su mano, un baile que Alastor dudo en corresponder, era nuevo, desconocido y le aterraba lo que su propio corazón podía hacer si permitia que esos rojos tomaran todo de su ser.

No se arrepentía de haber tomado su mano, que lo haya sacado a la pista y ahora estuviera dando vueltas junto a ese hombre tan confiado y gentil, se sentía como algo irreal, imposible para un ser que vivió la mayor parte de su vida sin sentir nada, para ahora sentirlo todo al verlo a él.

Había cambiado su vida, su visión, su día a día, sus planes, lo que Alastor había pensado que seria el resto de existencia ahora parecía quedar en segundo plano, siendo la prioridad cuidar esa boba sonrisa infantil y poder tener un lugar en su vida para apreciarla por el mayor tiempo posible.

La eternidad no sonaba mal.

Las actividades más banales se volvían experiencias inolvidables cuando su rey se veía involucrado, así fuera encargarse de la cocina, leer o bailar juntos, pasear, hablar de sus días, jugar a las cartas, compartir el tiempo a solas en silencio o hacer el amor, la variedad era infinita, pero a su vez especial. Lucifer era especial, era algo que Alastor había descubierto con el paso de los meses, en pequeños detalles que podían parecer aburridos para otros, pero que para él eran su mundo entero.

La manera en que las marcas de sus mejillas se movían cuando conversaban, el brillo de sus ojos cuando le hablaba de sus patos, la manera en que sus pequelas y enguantadas manos colocaban su sombrero de copa, su cabello esponjoso y perfectamente peinado, la delicadeza con la que se maquillaba en las mañanas, como se sentaba para ponerse las botas, como daba vueltas frente al espejo cuando terminaba de vestirse, como sus labios se manchaban de miel cuando desayunaba su propia "obra maestra", la manera tan infantil en la que reía, su hipnotizante y profunda voz, un simple "Buenos días, Al" se convertía en un canto de ángeles a sus oidos, así como también su sonrisa era la imagen más bella que nadie podría apreciar jamás, la forma en que sus cejas se curvaban cuando se avergonzaba, como en su entrecejo aparecían las pequeñas arrugas cada vez que se molestaba, los parpados morados que se sentían como dos ventanas a su alma, y oh, su personalidad.

No podría existir ser más hermoso, cómico y encantador en toda la existencia, capaz de sacarle risas pero también robarle suspiros enamorados, siendo un hombre torpe con sus propios sentimientos, pero tan atento con los suyos. Alastor podía jurar que a parte de su madre, nadie lo habia cuidado tanto, Lucifer siempre lograba hacerle sonreír de verdad, ya sea con un rebuscado juego de palabras o con un beso corto.

Era increíble pensar que alguien que dormía con un pijama de estampado de patitos haya logrado que el Demonio de la Radio le entregará su corazón, pero había sucedido.

Las noches solitarias no habían sido un problema en el siglo que había permenecido muerto, pensaba Alastor, un libro y su chimenea ardiente solían ser un buen plan nocturno, un poco de música tal vez, en ocasiones Niffty le hacia compañia hasta dormirse en sus piernas, otra veces se pasaba la noche paseando por la ciudad, admirando el disturbio y manteniendo conversaciones cortas con los demas ciudadanos, claro, cuando no corrian aterrados y él. En otras ocasiones él mismo buscaba su propia diversión, dedicándose a dibujar o escribir poemas, cosas no comunes, pero que ante el aburrimiento elegía.

Pero aquella incapacidad de descanso, el cerrar los ojos y nunca caer dormido, Alastor había comprendido la gravedad de ese castigo cuando conoció a Lucifer.

No podía dormir con él, no podía descansar a su lado.

Claro que podía arroparlo y abrazarlo toda la noche, lo había hecho ya muchas veces, pero se imaginaba que se sentiria sentirse tan seguro y relajado al punto de olvidar todo lo que le rodea y dormir con él, ¿Cómo se sentiría despertar a su lado? Era una sensación que Alastor no tenía permitido experimentar, ni ahora ni nunca lo haría.

Tampoco podía soñar, ni con una vida vivo junto a Lucifer y su madre, tampoco lo que hubiera pasado si Lucifer no hubiera sufrido todo lo que sufrió, si Alastor hubiera tomado otras decisiones, ¿Qué escenarios habrían ocurrido?

El rey dos por tres le contaba los extraños y cómicos sueños que tenía, desde lo más tontos dónde un pato gigante lo abraza y es el ser más feliz del mundo, hasta otros menos tontos dónde sueña con colocar un anillo en la mano del demonio.

Halagador y encantador.

De cualquier forma, Alastor había decidido por esa noche darle privacidad al soberano, había sido un día muy atareado y creyó que tal vez lo mejor sería darle su espacio a solas, no abrazos ni besos nocturnos, el demonio no creyó que tendría las fuerzas para algo así. Lo más probable es que había caído rendido apenas enredarse en las sábanas, por lo que decidió tomar un libro y repetir la rutina más común.

Es así, mientras leía en su habitación, con su chimenea dándole la calidez que necesitaría por las siguientes horas, mientras su sonrisa se suavizaba en calma, que su sombra llegó al cuarto mientras lo llamaba con inentendibles sonidos. Alastor no oculto su sorpresa ante el inesperado regreso, bajando sus orejas por un instante.

Su contraparte oscura había sido enviada a la habitación del rey hace un par de horas, Alastor podía no dormir con él pero eso no significaba que la protección que le daba se disminuiría, su pareja debia estar siempre a salvo tuviera un ojo puesto en él o no. Es por eso que la presencia de su sombra devuelta con su dueño no le dió buena espina, mucho menos el rostro afligido de la misma.

Se veía preocupado, agobiado, incluso un poco en pánico. En aquel lenguaje extraño que sólo Alastor entendía, es que le comunico que Lucifer no estaba bien.

Ni siquiera escuchó qué era lo que estaba mal, cerró el libro y caminó hasta la puerta mientras su contraparte lo seguía de cerca, lamentándose por hacer mal su trabajo.

No había logrado cuidar bien a su rey.

[. . .]

Los pasillos del hotel eran silenciosos, fríos y oscuros, más de lo normal. Específicamente, el recorrido de su estación de radio hacia el taller del rey se sentía inusualmente helado y no lo decía porque esa noche tuviera unos cuantos grados menos que el resto de lo que llevaba la semana, sino porque el camino que lo llevaba hasta el pequeño ángel se sentia desolado, triste, como si esa brisa fresca no fuera otra cosa que un llamado de auxilio débil y timido.

Pasando por las escaleras, los pasillos repletos de habitaciones mayormente ocupadas, es que Alastor hizo un fugaz viaje para llegar hasta encontrarse en las puertas del taller, innecesariamente altas y grandes, imponentes y tallas con símbolos representantes del primer pecado cometido.

Pero eso sólo era el Rey alardeando su estatus.

Golpeó la puerta un par de veces, esperando una respuesta que no llegó ni por asomo.

Esperó unos segundos antes de repetir, golpeando con su dedo índice dos veces más, sonidos fuerte y concisos amortiguados en unos suaves por la madera oscura.

De nuevo, sin respuesta, comenzaba a preguntarse si quizás fue una falsa alarma y el rubio seguía dormido, de ser ese el caso podría entrar sin preguntar y cerciorarse de que todo estuviera bien mas quiso darle esa privacidad que siempre le reclamaba. Decidió apelar por las palabras.

— ¿Cariño? Soy yo.

"¿Quién mas podría ser a tan altas horas de la noche?" Pensó para sí mismo, pero no profundizó.

El resultado varió está vez. Sus orejas se movieron estimuladas por el sonido de pasos claramente descalzos acercarse a la puerta y por consecuente, a él. Cuando estuvieron frente a frente, separados  únicamente por la gruesa madera, Alastor se encontró con que el ángel presentó aparentes dudas sobre su siguiente movimiento, esto debido a que pareció detenerse. Permaneció allí en silencio, parado por otros tantos y largos segundos.

Algo realmente malo había sucedido si ni siquiera estaba seguro de quererlo cerca a él.

Hasta que la puerta se abrió de repente con una lentitud propia de alguien que no tiene ganas de existir, probablemente. Es así como se dejó ver a su pareja en pijamada, el cabello hecho un lío y sin forma, ojos hinchados y ojerosos, y por sobre todo, una expresión de fastidio y agotamiento puros. No estaba su común sonrisa puntiaguda, su ceño no estaba fruncido pero tampoco relajado, sus ojos no poseian ese brillo habitual, estaba casi apagado por completo. Lucifer estaba hecho un desastre y Alastor no pudo hacer otra cosa que parpadear en silencio ante la inesperada vista, durante el día no se veía tan mal. Quiso decir algo, un simple saludo puesto que se habían dado las buenas noches hace unas pocas horas, pero sus palabras se quedaron en su boca cuando el rey lo ignoró y se adentró en la habitación, abandonandolo en la puerta sin oportunidad de decir o hacer nada.

Bueno, al menos no lo echó.

Se asomó por el borde, inclinando su cuerpo sin dar un paso dentro aún. Lucifer caminó directamente hasta una gran mesa con diseño del interior de una manzana y manteniendo la forma de la misma, bordes hechos de oro y patas que simulaban serpientes, dicha mesa se encontraba en mitad de la habitación, no concordante con el tamaño de la misma y sobre todo con los recuerdos del demonio, eso no estaba ahí antes, podía jurarlo.

Lo más probable, y no lo dudaba para nada, es que la había creado para la ocasión. Alastor pensaría que no tenía sentido algo así ya que Lucifer contaba con un amplio escritorio, repleto de cajones, repisas y un panel de herramientas siempre disponibles para sus momentos de inspiración, el rey era un hombre creativo y talentoso, necesitaba un lugar donde darle vida a su imaginación y era allí donde muchas veces pasaba tardes enteras. En algunas de esas ocasiones el Demonio de la Radio podía llegar a añadirse para observarlo trabajar y charlar o en su defecto distraerlo con bromas de mal gusto y sacarle refunfuños, dependería de su ánimo; sin embargo, y siguiendo con el hilo principal, el ángel ya contaba con una zona especializada, ¿Por qué crear otra de la nada que encima lo más seguro es que termine desapareciendo a la mañana siguiente cuando ya no tenga utilidad?

Porque su escritorio estaba a reventar de patos, literalmente a reventar. Alastor no era capaz de ver ni un centímetro de la madera del mueble, no importaba a dónde dirigiera sus ojos habían pilas y pilas de aquellos juguetes amarillentos por todos lados, no sólo de ule también peluches grandes y pequeños esparcidos en la cama desordenada.

Oh, era una de esas noches.

— Quítame esta cosa de encima.

Interrumpió el análisis con una queja, llamando la atención del overlord y provocando que notara hasta ese momento lo ensimismada que estaba su sombra con el soberano. Ella estaba prácticamente encima de él, insistiendo en que le vea aún con los bufidos irritados de Lucifer y sus soplidos, porque sí, la contraparte del demonio se alejaba cuando le hacían eso, el ángel lo habría comparado con un gato si no estuviera con los animos por debajo del último anillo del infierno. No tenía paciencia, no en ese momento, no quería ver a nada ni nadie, Alastor estaba en la habitación ahora únicamente por...

Por ser él, nada más. Tampoco planeaba que se quedase más tiempo del necesario.

— Si le hablas así se sentirá mal. — Bromeó, agitó su mano y su contraparte se esfumó, soltando un pequeño lamento ahogado. — ¿No crees?

— No estoy de humor, Al.

Pero a pesar de lo dicho su tono no demostraba molestia o enfado, más bien cansancio. Tarareó una breve respuesta antes de cerrar la puerta detrás suyo y caminar hacia el más bajo, curioso como sólo él podía serlo, se inclinó para observar la zona de trabajo en la que Lucifer estaba ejerciendo su tiempo. Fue fácil notar la pilas de patos que lo rodeaban, estaban sobre la mesa, en el suelo, en sus piernas, a su alrededor, Alastor sospechaba que habia hecho una montaña y se habia metido en ella antes de llegar a dónde estaba ahora puesto que el desastre era más inmenso que en otras ocasiones.

— Noche difícil por lo que veo. — Comentó, alejando algunos patos con sus pies para darse camino. Rodeó la mesa y llegó al otro lado, miró las manos pálidas manchadas de pintura morada, sosteniendo un pincel mientras lo arrastraba sobre un pato de ule. Alastor parpadeó con lentitud y preguntó con naturalidad. — ¿Puedo preguntar desde hace cuánto estás despierto?

Lucifer sabía que lo más probable es que su sombra ya se lo haya dicho, por algo se le presentó recién, sabía que lo vigilaba por exactamente este tipo de situaciones, independientemente de lo culpable que lo hacía sentir eso. Decidió contestar de todos modos. — Una hora y algo.

Entonces se había despertado alrededor de las doce de la noche.

No hubo respuesta después de eso, el silencio se prolongó durante un minuto que se sintió eterno debido a la incomodidad y tensión del ambiente, como si cualquier cosa que saliera de sus bocas mancharia la "calma" que reinaba. Al menos así lo sintió Lucifer porque Alastor estaba de lo más tranquilo, incluso entretenido.

Sus ojos rojizos seguían todos los movimientos del soberano, desde como tomaba el pincel, como lo agitaba en el vaso con agua, el como lo secaba en una servilleta ya manchada y húmeda,  como manchaba el pincel con la pintura esparcida en la paleta colocada a un lado y como volvia a pasarlo por la superficie del juguete.

Lucifer no hubiera tenido problema con ser observado, no sería la primera vez que su pareja se quedaba mirándole como un acosador mientras hacía sus quehaceres o cualquier actividad en general, a veces por minutos y a veces por horas, había dejado de parecerle extraño luego de tres años de relación. Pero en ese momento no quería pensar en como se adaptó a las rarezas de Alastor, no se sentía lo suficientemente bien para dejarlo pasar.

Le irritaba no poder soportar algo tan mínimo, le fastidiaba lo que causaban sus malditas crisis en su ánimo cuando siempre intentaba verse alegre y sonriente, como se supone debería ser él. Pero no, a veces la máscara perfecta se rompía o se caía sin poder evitarlo, teniendo que resignarse a sucumbir y sufrir las consecuencias.

Lo detestaba.

— Voy a... Voy a quedarme haciendo esto por un buen rato. — Aviso, sus ojos no se despegaron de su pobre obra, los ojos de Alastor se posaron en su rostro. — No creo volver a dormir, puedes volver a lo que estabas haciendo.

— ... Sólo estaba oyendo música en mi cuarto, nada importante. — Informó. — Puedo hacer eso aquí.

La suavidad de su voz hizo sentir mal a Lucifer.

Alastor quería quedarse, eso había sido lo comunicado con simples y cortas palabras, pero el más bajo no estuvo tan a gusto con eso. Escuchar música en su cuarto debía ser mucho más productivo y divertido que permanecer a un lado de un tipo que era más trauma que persona con además insomnio, no quería darle más problemas y pesares también en las madrugadas, suficiente tenía con soportarlo en el día.

Bajó las cejas, frunciendo ligeramente el ceño. Inconforme y disgustado consigo mismo. — No es necesario.

— Quiero hacerlo. — Lucifer cerró los ojos, contó hasta diez y el demonio fue educado al esperarlo, sabiendo que estaba yendo en contra del pedido de su majestad e importandole poco fastidiarle por eso. El título de rey jamás le impidió nada a Alastor, ni molestarlo con su altura, ni provocarlo para sacarlo de sus casillas, ni tratar de quitarle el puesto de figura paterna, ni mucho menos enamorarse, no lo hizo antes ni lo haría ahora. Se volteó y señaló la silla del escritorio ocupada por otra pila de patos. — ¿Puedo sentarme?

Asintió resignado, abrió los ojos y continuó mientras oía la silla colocarse en frente suyo y veía de reojo el breve movimiento que hizo su pareja para sentarse después de quitar todo juguete estorbante.

— ¿Te importaría si nos acompaño con un poco de Jazz ligero, querido?

— Adelante. — Murmuró, sin reales intenciones de responder correctamente.

El pincel cruzó por el pico del falso animal, dándole un color anaranjado y procurando no machar el resto de la cabeza. Necesitó concentrarse para hacerlo por lo que su mano, a diferencia de las pinceladas menos controladas de antes, se movió con firmeza y pulso recto.

— ...

Alastor se preguntó si Lucifer era consciente de que hacía pucheros cuando se concentraba.

Lo fuera o no, no lo mencionaria, podría provocar que lo deshiciera y no quería eso, en cambio, le dió una corta mirada al ojo en su micrófono y lo recargó en la mesa mientras una relajante canción comenzaba a reproducirse en un tono bajo, el perfecto para formar un cómodo ambiente sin interrumpir la calma de la noche.

Se tomó un momento para apreciar los trabajos hechos, habían tres patos aparentemente acabados puestos en fila a un lado del rubio. Alastor confirmó sus sospechas con los diseños simples y monotonos, Lucifer estaba tratando de pasar el tiempo, ni más ni menos, estaba buscando algo con lo que mantenerse despierto o intentando desviar su atención, quizás ambas a la vez. Lo conocía y no hacía cosas tan vacías, al contrario, usualmente incluso les cosía vestuarios y les creaba a mano los detalles que no se pintaban, como por ejemplo sombreros o lentes, le gustaba trabajar con materiales de papeleria y hacer cosas diminutas, Alastor no lo entendía pero su ángel lo hacía de todos modos; hacer un pato con círculos de colores, otro con franjas y uno que sólo había sido pintado de morado dejaba en evidencia lo que sucedía detrás de sus acciones.

Una pesadilla o insomnio común y corriente causado por estrés, supuso.

Esa realización lo llevó a comprender que ninguno de los dos se levantaría de esa mesa por un largo tiempo.

Bien.

— ¿Puedo hacer uno?

Eso logro desconcentrarlo, alzó la mirada con confusión, dejando lo que estaba haciendo.

— ¿Qué?

— Un pato. — Aclaró con calma, señaló el que estaba haciendo su pareja. — ¿Puedo hacer uno?

— ¿Desde cuándo te gustan las manualidades?

— ¡Desde nunca!

Hizo una mueca, adivinando la razón del repentino interes. — ¿Alguna vez hiciste una?

— Hay una primera vez para todo, querido. — Lucifer suavizó su mirada luego de un suspiro. Admitía que sintió calidez en su pecho mientras veía al Demonio de la Radio y su sonrisa expectante. Alastor se veía como siempre, no lo estaba tratando con pena o con sumo cuidado, tampoco lo veía con lastima o buscaba arrastrarlo a la cama para volver a descansar, sólo se presento en mitad de la noche para colocar música y hacerle compañía. El demonio cruzó sus piernas y acomodó sus brazos encima de la mesa, siendo perfectamente capaz de darse cuenta que Lucifer ya conocía sus intenciones, en ocasiones como esas no necesitaban hablar para entenderse. Amplio ligeramente su sonrisa. — ¿Me lo permites?

Lucifer había olvidado la última vez que se sintió tan seguro con alguien.

— Claro...

No tuvo que moverse de su lugar, sólo estiró su brazo hacia la pila que había a su lado y tomó uno liso sin ningún tipo de alteración, eran de los que más abundaban.

Había hecho una pila gigante para tirarse sobre ella antes de decidir pasar el rato pintandolos.

[. . .]

03:07 AM.

Lucifer no quería ser crítico con su pareja, no cuando se veía tan tranquilo e inusualmente contento pintando un patito.

Realmente no quería, él era un caballero y tenía modales, no sería capaz de herir los sentimientos de su ciervo, antes muerto.

Pero... ¿Qué le estaba haciendo al pato?

Literalmente era un montón de pintura negra y distintos colores en tonalidades oscuras, los mezcló sin esperar que secara y sus garras estaban manchadas, lo único que resaltaba de lo que Lucifer podria describir como una simple mancha negra eran los ojos verdes y la pintura roja que caía de estos...

Entendía que Alastor era un desquiciado y su mente probablemente no era la mas sana, Lucifer no juzgaba, él tampoco estaba en perfectas condiciones que digamos, entender lo  que sucedía en la cabeza del demonio era un enigma que pocos podían lograr descifrar o siquiera intentar hacerlo, el rey era uno de esos pocos y se sentía orgulloso de eso.

Pero no entendía qué carajos le estaba haciendo al pobre animal.

— Al...

— Dime. — Desvío la mirada de su obra y la dedicó al rubio, ojitos redondos y atentos.

— ... Sabes que te amo. — Entrelazó sus dedos debajo de su mentón y se apoyo en estos, miró el pato, si es que se podía seguir considerando uno, y luego a su pareja un par de veces antes se continuar. — Así que sabes que yo jamás te diría algo hiriente.

— ¿Tan mal se ve? — Alzó el animal de ule, girandolo para verlo en distintos ángulos.

— ¡NO! No sé ve mal, cielo, sólo, hum... Es bastante original. — Forzó su sonrisa. — Por eso me intriga mucho, dime, ¿Qué tratas de hacer?

"¿Qué te lleva a tal nivel de maltrato?"

— Oh, pues, verás, ¡Quise representar un sentimiento! — Comentó con un encantador tono, observó su propia obra. — Creo que lo logré, aunque no está terminado, faltan algunos detalles mínimos.

— ¿Desesperación?

— ¡Cerca! — Soltó una pequeña risa. A este punto Lucifer ya había dejado de lado lo que estaba haciendo, prestando especial atención a las palabras del ciervo para desenmarañar la verdad detrás de ese horror. Alastor exclamó y Lucifer no esperó para nada lo que escuchó. — ¡Es el vacío existencial que sienten los humanos cuando se percatan que sus vidas no son importantes para nadie en realidad y son diminutas en comparación al vasto universo que siempre los rodeó desde su concepción hasta la desolada muerte! ¡Sobre todo en el infierno! Ya sabes, enterarte que lo relatado en las religiones es verdad hizo caer en la locura a muchas de estas sucias almas, ¡El suicido, como sabrás, es realmente común aquí, JAJA!

— ...

— La sangre que cae de los ojos representa la desgracia y agonía de no poder desviar la mirada de una verdad innegable. — Movió el juguetito mientras explicaba.

— ...

— Y el color del pequeño es porque en el fondo los humanos no son más que cascarones vacíos e infinitos esperando a ser reutilizados por quienes sí tienen una utilidad. — Cerró los ojos, la expresión tan dulce y serena fue un choque enorme con las palabras dichas. — Pero no creo ser tan bueno como tú, querido.

— ... La práctica hace al maestro, no te desanimes.

[. . .]

03:56 AM.

— Lucifer.

— ¡¿Mm?!

La frente de Lucifer cayó en la mesa en un golpe seco.

Alzó la cabeza al instante mientras soltaba una maldición, llevó sus manos a la zona y la frotó con brusquedad, fue contraproducente porque dolía más pero no importó, una pequeña lágrima se asomó por uno de sus ojos.

¿Se había dormido? Mierda, no se había dado cuenta. Había acomodado su rostro encima de uno de sus puños mientras veía a Alastor comenzar con otro pato luego de terminar el primero, que por cierto quedó tan horripilante como esperó (aún así se lo quedaría), y antes de darse cuenta se había relajado.

La música suave no había ayudado, era imposible que no cayera como roca de esa forma, eso sin contar que el demonio había comenzado a tararear como si fuera una canción de cuna, contribuyendo al agotado estado del rey y su negado anhelo de descansar.

Alastor lo había llamado sin haberse percatado que se había dormido, se sorprendió por su propio descuido y negó con la cabeza para si mismo. Lucifer bajó sus manos aún sintiendo el dolor agudo en su rostro, las ojeras se notaban más y su cuerpo se había encorvado desde que había entrado a la habitación, sin contar que desde hace un buen rato había empezado a cabecear, su ángel ya no aguantaba más.

Admitiria únicamente con él que genuinamente se había entretenido con los pequeños juguetes, pero entendía que había llegado a su límite.

— Olvídalo. Vamos a la cama.

Lucifer ignoró por completo eso, en primera porque no quería ir a la cama y en segunda porque notó que la segunda obra de su novio era totalmente diferente a la anterior. Tenía detalles verdaderos, pinceladas controladas y sorprendentemente rectas, demostrando un buen pulso y paciencia, parecía haber pintado un tipo de traje o vestido, no diferenciaba muy bien pero era obvio que había intentado darle una vestimenta.

— ¡No, no! ¿Dime qué necesitas? — Insistió, restándole importancia a su vergonzosa escena.

— ... — La mirada del ángel le dejó en claro que no lo dejaría pasar, miró al patito que dejó en la mesa. Tensó su sonrisa. — Me preguntaba si podrías hacerle tú el cabello, no se cómo hacerlo.

Oh.

— Por supuesto. — Aceptó al instante. — ¿Cómo lo quieres?

— Es... Castaño oscuro y ondulado, en un rodete alto. Le caen algunos mechones por la frente y— Se interrumpió a si mismo al percatarse de su entusiasmo, sus orejas se inclinaron. — Oh, ¿Es mucho detalle?

Sonrió con ternura. — Un poco, pero algo podré hacer.

Seguido de sus palabras chasqueó los dedos y un pequeño ovillo de lana marrón cayó en sus manos, evidentemente no podía lograr lo que su novio quería únicamente con pintura. Si era sincero no tenía muchos ánimos de hacer algo así, mucho menos cuando se sentía borracho de sueño, pero era lo menos que podía hacer por el demonio que decidió hacerle compañía durante horas de la madrugada aún cuando intentó decirle que no debía. Alastor se veía dispuesto a terminar ese pequeño pato y eso era algo inusual, Lucifer no sería quien interrumpiera el destello de inspiración que seguramente sólo duraría esa noche.

Tomó varios centímetros de lana y comenzó a darles formas, mostró la punta de su lengua mientras trabajaba, una pequeña costumbre inconsciente que tenía cuando dedicaba toda su atención a algo. Mientras tomaba una tijera y cortaba lo necesario, decidió preguntar algo a lo que ya sabía la respuesta, pero que igual quería oírla.

— ¿Quién es?

— Mamá.

Sonrió sin mirarlo, hizó un nudo con la lana que había acumulado, luego tomó el pato y el pegamento. Sopló un mechón de cabello que cayó en su frente antes de hablar. — Está quedando muy bonita.

Observó la agilidad con la que las manos de su pareja trabajaban, lo que a él le hubiera costado dos o tres horas para el ángel era una tontería, maniobrando cada elemento como si fuera una extensión de su cuerpo. Bueno, tenía sentido, Lucifer tenía cientos de miles de años, eso significaba cientos de miles años de práctica en el asunto, pero la obviedad del hecho no quitaba que fuera fascinante de ver, puesto que aún con sueño, ojeras y un dolor de espalda del que no habia hecho mención, le estaba dando forma al pequeño juguete.

El demonio cruzó sus brazos sobre la mesa recargandose en esta y cerrando su boca en una sonrisa de labios. Su pequeña cola se agitó con ligereza, demostrando la calma que sentía en la silenciosa (si ignoraba la radio de su micrófono) habitación iluminada únicamente por una lámpara.

Si pudiera dormir quizás se sentiría igual de somnoliento que el rey.

...

— Lucifer.

— ¿Mm?

— ¿Sufriste una pesadilla?

Lo tomó con la guardia baja, como siempre.  Detuvo sus movimientos junto cuando iba a colocar el pequeño rodete, el cual consistía en una simple bolita de lana. Bajó lo que sostenía a la mesa, el demonio pudo apreciar como poco a poco la expresión del ángel se volvía más insegura y tormentosa, decaída.

Lucifer se sintió patético por ser leído tan fácilmente.

Suspiró, no luchadora en contra de algo que cualquier forma le contaría tarde o temprano. No podía guardarle esa clase de secretos a la única persona que conocía su lado más vulnerable, Alastor era literalmente la única persona en todo el infierno con la que podía hablar de algo así, por más que muchas veces no quisiera preocuparlo con sus tonterías, sabía que sin él se derrumbaría en menos de un mes.

O una semana.

— Sí, fue... Rápida, pero... — Sus párpados decayeron, recordando el cómo su corazón latió tan fuerte, el sudor que sintió en todo el cuerpo, el cómo sus oídos zumbaron como un mareo y cómo necesitó varios minutos para componerse. Bajó la mirada, un revoltijo incómodo en su estómago. — Desperté llorando.

— ¿Puedo preguntar qué fue lo que pasó?

— Charlie moría a manos del cielo sin yo poder hacer nada.

— ...

Supuso que sería algo así, no fue una sorpresa oírlo ni tampoco que se quedara en silencio de la nada, quizás recordando las crudas imágenes que su cerebro le mostró como una clase de auto tortura. Casi todas las pesadillas de Lucifer se resumían en algún ser querido muriendo ya fuera a manos del paraíso o por cualquier circunstancia, o en su defecto alguien abandonandolo y dejandolo solo a la deriva, cualquiera de los dos causaba un malestar amargo y angustiante que envenenaba el ya frágil corazón del soberano.

Esta vez no fue una excepción, el ángel tardó unos momentos en volver a reaccionar. Alastor le dió el tiempo necesario para recuperarse, después de todo él le acababa de traer todo de vuelta.

Sólo necesitaba un par de datos para entender a qué se enfrentaba y actuar en consecuencia a partir de allí.

— Ella me decía que no me necesitaba en eso y que podía sola, luego, de alguna manera Charlie estaba frente a las lanzas que alguna vez me juzgaron a mi y... — Hizo una mueca dolorida, entrecerró los ojos mientras sentía el nudo que amenazaba con interrumpir su respiración. — Yo no podía moverme, lo intentaba pero no pude, de la nada esas cosas se acercaron a ella y-

— Es suficiente.

— ...

El ángel se encogió en su lugar cuando vió al demonio levantarse de su asiento, rodear la mesa y acercarse a él. Se sintió avergonzado, sus mejillas se ruborizaron en segundos e hizo lo posible por desviar la mirada de los brazos que rodearon su cuerpo, pidiendo permiso para alzarlo como si fuera un niño. No lo mal interpreten, Lucifer era un hombre caprichoso al que le gustaba ser mimado, eso no era el problema, el problema era que le estaban ofreciendo consentirlo por estar mal y no porque la situación realmente lo amerite.

No quería que le tuvieran lastima, era humillante y lo odiaba.

Pero...

Se maldijo a si mismo, su debilidad y su estatura que lo hacía fácil de alzar cuando se encontró entre los brazos de Alastor siendo llevado al sofá individual.

Aún así, en cuanto su novio se sentó Lucifer se movió como una serpiente escurridiza y abrazó el cuello del más alto, apresurandose a ocultar su rostro y pegar su cuerpo al ajeno como si de una necesidad se tratase.

Alastor tomó la manta ubicada en uno de los apoya brazos y sin decir nada se lo acercó al rubio, no se sorprendió cuando la tomó de un sólo manotazo y se cubrió con ella.

No es que hiciera frío, es que Lucifer era más un gato que una serpiente.

Fue en ese momento que lo rodeo con sus brazos, impidiendo que pudiera caerse y dándole aquella protección que tanto gozaba y necesitaba su alteza.

— Al... — Escondió más su rostro en su cuello, se sintió cálido y seguro allí. Por alguna razón el cuerpo de Alastor siempre se sentía como el lugar más agradable de todo el universo, ya fuera sólo tomando su mano o dándole un abrazo como el de ahora, no importaba cómo fuera el contacto con el demonio calmaba sus nervios como una droga que disipaba el dolor. Sin embargo, no lo extinguía. — Tengo miedo de que mi sueño realmente suceda, quiero decir... Es posible, yo puedo llegar tarde otra vez y ella podría salir herida por mi culpa...

— No sucederá, chéri, te tiene a ti, a mi y al hotel. — Acarició su cabeza, pasando sus dedos por sus dorados mechones. — Todos estamos aquí para protegerla, ¿Recuerdas?

Refriego su rostro en su esponjado pecho y se tapó la cabeza con la manta, volviéndose una bolita temerosa. Se acurrucó más cuando sintió un peso sobre su cabello, Alastor había apoyado su mentón en su cabeza y se sintió bien. — No quiero volver a dormir o podría ver eso otra vez.

— Quizás si yo me quedo aquí no soñaras con ese catastrófico escenario de nuevo. — Propuso sin moverse de su posición, cerró los ojos y afirmó el agarre al cuerpo ajeno entrelazando sus dedos. — Y si lo haces me quedaré contigo y seguiremos haciendo patos toda la noche, tú hiciste un pato de mi, podría hacer uno de tí. — Le alegró oír la risa nasal del ángel, aún si fue una débil y tímida. — ... Pero intenta dormir, cariño, no has descansando correctamente estos días.

— ...

— Hazlo por mí.

— Eso es jugar sucio.

— Aprendí del mejor.

Lucifer sacó su cabeza de las mantas, mirando con molestia al pelirrojo mientras este parecía satisfecho con lo causado, incluso se atrevió a reír.

Había ganado y ambos lo sabían.

— Te odio.

— ¡También te amo!

[. . .]

La cama matrimonial finalmente fue ocupada por la pareja, el frío de las sábanas hicieron retorcerse y quejarse ruidosamente al rey hasta que se acostumbró. De igual forma nada le impidió aferrarse al delgado cuerpo de su novio. Usando tomó lugar a su lado como si el mundo se fuera a acabar en la próxima hora. Se sintió a salvó cuando los acurrucó a ambos con las mantas. Sólo esperaba que con todo eso pudiera conciliar el sueño, muchas veces no lograba hacerlo por más intentos que hiciera. Era horrible no tener el control de su propio cuerpo cuando su propio cuerpo era el que gritaba por descansar, cuando sus ojos se cerraban solos pero al intentar dormir por su cuenta jamás llegaba a conciliar el sueño pasando a ser un tonto en medio de la oscuridad con los ojos cerrados y ya.

Tal vez está vez sería diferente, la presencia de su ciervo podría ayudarlo y-

Se durmió a los cinco minutos y empezó a roncar a los ocho.

...

Alastor miró el reloj en forma de manzana en la pared con un breve vistazo, tomando nota mental de la cantidad de tiempo que perduró la crisis del soberano antes de sentir una conocida presión en su pecho, bajó la mirada con aburrimiento.

Lucifer había enterrado su rostro en su pecho, de nuevo, mientras lo abrazaba y rodeaba con sus piernas.

Alastor estaba literalmente apresado sin oportunidad de escapar, su majestad no era exactamente débil cuando se trataba de su fuerza física, no lo aparentaba pero era extremadamente fuerte y el demonio habia participe de la demostración mas de una vez, aquí otra mas a la lista.

No tuvo más opción que corresponder la muestra de afecto, rodeó los hombros de su novio y lo abrazó, dejando su sonrisa descansar sobre los enredados cabellos rubios. Olía a manzanas.

Esperaba que su rey pudiera dormir bien esta vez.

04:53 AM

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