—Gracias por el almuerzo — le sonrió cuando ella le extendió un poco de lo que había traído. Elizabeth se sentía tan atraída hacia él que no pudo evitar memorizar sus facciones. Tenía el rostro infantil como de un niño, unos cabellos rubios largos como les ola un par de mechones en la cabeza que le daban curiosidad y unos hermosos ojos esmeralda que brillaban mas que las estrellas —¿Me estás mirando mucho no?—

—Hu, lo lamento — se disculpó un poco sonrojada desviando sus ojos, meliodas sentía su cuerpo arder en llamas, luchaba contra el impulso de acorralarla en la banca o de tocar su pierna, no iba a incomodarla, no podía hacerlo, era algo loco y enfermo además de que valoraba su amistad —Me siento muy cómoda a tu lado mel — no fue necesario que hiciera algo, ella ya había colocado su mano sobre su pierna dedicándole un pestañeo seductor