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—Haz estado demasiado distraído meliodas — la dulce voz de Elizabeth hizo que el rubio apartara la mirada de un árbol que admiraba y posara sus ojos en ella —¿Te sientes bien?— no podía explicarle la razón por sus distracciones. No podía decirle que estaba imaginando sus caderas chocando, no podía decirle que quería ver su cuerpo sin ropa, no podía decirle que quería hundir sus dedos en sus curvas ni mucho menos decirle que quería besarla. Eso la incomodaría, además, sería estupido pues apenas llevaban unas semanas de conocerse
—Si, estoy bien Elizabeth. No te preocupes —y le sonrío pero fue una sonrisa tan verdadera que la albina supo que era falsa. Elizabeth no era tonta y podía saber bien el por que de su constante torpeza ese día. Solo se rió con ternura al verlo, al menos él no era como otros hombres que la intentarían acosar con tal de hacer lo que él deseaba internamente
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