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Capítulo 5: Delantal

Ya había pasado una semana desde Rana llegó a mi casa. Cuando desperté ya no estaba. Por alguna razón imaginé que se quedaría a dormir pero creo que hasta ella tiene sus límites.

Aclaré las cosas con mamá. Rin no me importó. Y solo seguí mi vida con normalidad.

Bueno, eso quería saber.

Normalmente me encontraba ansioso pensando en ella. Me desesperaba esperar tanto para poder verla. O más bien para saber si estaba bien. No le pedí su número de teléfono, no sabía cuál era la dirección de su casa y las únicas veces que pasaba por ese puente era cuando iba a clases. Me resultaba estresante esta situación. Ni siquiera me preocupaba por mí como lo hacía por esa mocosa.

Pero luego de la horrible espera llegó el domingo. Me levanté dos horas antes de irme luego de que antes solía llegar casi una hora tarde. Me bañé, alisté mis cosas y en menos de media hora ya estaba listo. Solo me faltaba desayunar e irme. Por supuesto mi madre se extrañó. Le dije que tenía que hacer algo antes de clases por lo que comí rápido y salí, antes de que tuviera oportunidad de hacerme más preguntas.

Caminé hasta llegar al puente, justo donde había encontrado a Rana. Miré hacia abajo y solo estaba el agua corriendo. Por supuesto, ella no estaba allí, estaba siendo paranoico. Bueno, no más paranoico que seguir a todos los canales de noticias en internet para estar atento a alguna noticia sobre una chica que se suicidara por arrojarse de un puente.

Me estaba volviendo totalmente loco.

Negué con la cabeza y seguí caminando. Mi corazón latía tan rápido como mi caminar. Estababa nervioso. ¿Y si no llegaba? ¿Qué haría yo? Y más importante, ¿por qué tenía tanto miedo?

Llegué a la entrada del edificio. Aún faltaba más de media hora para que los demás llegaran.

Me recosté en un muro a esperar que pasara el tiempo. Ella probablemente llegaría temprano, era bastante responsable.

Empezó a correr el tiempo, media hora, veinte minutos, diez minutos.

No, no llegaba.

Mierda.

Habían empezado las clases.

Me desesperé.

Entré rápidamente al salón. Todos me miraron sin prestarme mucha atención, lo normal. Aunque no iba hacia mi asiento.

Me acerqué a una bola de pelo azul que reía con otra que no me importó ver. Solo sabía que esa cosa casi siempre estaba con Rana.

Aún no estaba la profesora, era mi momento.

—¿Dónde vive Rana? —le pregunté mientras ponía una mano en su hombro para hacerla voltear. No me interesaba si hablaba con alguien, ni siquiera saludar.

—¿Ah? ¿Perdón?

—Rana. Sé que eres su amiga. Dame la dirección de su casa.

—¿Y por qué te daría su dirección? Eres raro y siempre estás viéndola con una mirada extraña. ¿Eres su acosador o algo?

—Por lo menos yo la miraba, mientras que tú no haces más que lucir tus cosas caras con Rana como tu sombra.

—¡¿Ah?! ¿Quién demonios te crees?

—Dame la maldita dirección.

—Eres tan...

—Ya, ya —dijo una chica que no reconocí. Era la que hablaba con la cosa azul. La había visto un par de veces, aunque no le prestaba atención—. Solo dásela. ¿No ves que Rana siempre está queriendo estar a su lado?

Está mal interpretando todo.

—No es lo que crees —dije, aunque en el fondo agradecí que intercediera por mí.

—Ugh. Dame tu número entonces. No me sé la dirección pero la tengo en Google Maps.

Así lo hicimos. Le di mi número y luego me envió la dirección. Era extraño pero era la primera vez que le daba mi número a alguien. Era como si de pronto me volviera más social.

—Asegúrate de borrarlo.

Aunque no me interesaba serlo.

—Ni siquiera te agendé.

Salí del salón y empecé a caminar con el celular en la mano. No estaba lejos, seguro llegaría rápido. Y sí lo hice, diez minutos casi corriendo y finalmente había llegado a su casa. Me faltaba el aire y mi corazón no dejaba de latir. Seguramente me habría desmayado de no ser porque estaba enfocado en verla.

Su casa era pequeña, de madera. Algo... humilde. Aunque el patio era precioso, bien cuidado.

Entre más miraba la casa más empezaba a entrar pánico. ¿y si salía su madre o su padre? ¿Si no era su casa? O peor aún, ¿y si nadie abría? ¿Tendría que derribar la puerta? No tengo fuerza ni para abrir la llave del baño sin cansarme.

Es que... se atora.

Mientras pensaba tratando de imaginarme los escenarios posibles, una silueta se asomó desde atrás de la casa. Era Rana. Llevaba un delantal color rosa y una regadera.

Ella estaba sonriendo.

Fue extraña la sensación de alivio que sentí al verla. Parecida a cuando llego a casa luego de un día fuera. Y verla sonriendo me dio paz.

Me acerqué a la cerca y la observé un momento más. Sonreía y tarareaba mientras regaba unas flores.

Aunque estaba tranquilo me extrañaba que estuviera allí y no en clase. Realmente parecía el tipo de chica que amaba asistir a las lecciones.

Entonces ella miró en mi dirección y se asustó, aunque no me sorprendió su reacción. Es decir, no todos los días hay un tipo mirándote fijamente desde la calle.

Dios... llevaba demasiado tiempo mirándola.

Ella caminó hacia la cerca y pronto se paró frente a mí, con mirada incrédula.

—¿Qué haces aquí, Fuka-kun?

—Yo... no llegaste a clases y me preocupé.

Ella sonrió.

—Qué lindo, gracias. ¿Quieres pasar?

— Está bien pero... ¿no me preguntarás cómo encontré tú dirección?

—Oh, no, Una me mandó un mensaje. Ya te esperaba así que puse a hacer unas galletas.

—Ya... entonces... con permiso.

Nada le costaba haberme avisado o algo.

Maldita mocosa.

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