Con delicadeza acaricia los pétalos del girasol, ahora marchitas, pues la poca atención que le daba la llegó a pudrir. Sin embargo, para él, aún ve aquella bella flor que le regaló Fresh.

Estar a lado del recién nombrado le hace sentir... felíz. Por primera vez, después de tanto tiempo.
Sus chistes -que por cierto, son malísimos-, bromas, palabras tiernas y tímidas caricias le provocan confianza y ternura.

Cuantas veces se ha dormido en los brazos del mayor sin que se de cuenta.

Siente como le arrojan un objeto, un zapato para ser más específicos. Voltea a ver a su mayor con miedo.

—¿Me estás escuchando, imbécil? —él asiente nervioso—. Mhn, ¿dónde has estado todos estos días, idiota?

El menor no sabe que responder. Siente la mirada penetrante de su “jefe ”, y por un momento, su odio.

—A-Alphys me ha p-pedido ayuda con algunos e-experimentos. —mintió. No pensaba decirle nada acerca de Fresh.

—¿Y por qué no me habías dicho nada?

—N-no pensé que le i-importara.

Su hermano se acercó a paso lento. Tratando de intimidar lo, le agarra el cráneo con fuerza, haciendo que lo mirara. Ambos estaban cara a cara, por así decirlo.

Red odiaba mirar aquellas cuencas vacías, sin vida y profundas. Con dificultad miraba a diferentes direcciones, pero no resultaba bien, pues él le obligaba a que lo viera.

Hasta que finalmente cerró sus cuencas.

—Mientes. —dijo—. Dímelo, pequeña escoria. Odio que me mientas.

«Tú odias todo. » pensó Fell, rodando sus “ojos ”.

—N-no estoy mintiendo, además, ¿te importa acaso lo que haga con mi estúpida vida? No, ¿verdad? Entonces ¿por qué puta madre me preguntas?

Oh, mierda. ¿De dónde chingados sacó el valor para decir eso?

Estaba en problemas, y esta vez no podía salir fácilmente de esta. Papyrus no tolerará aquel comportamiento inaceptable.

Bueno, esperaba que no lo torturara tanto, y que esta vez, las violaciones no hicieran presencias.

Pero siempre se equivoca.

.

.  .

.  .  .

—Rojito, what happened to you? —preguntó el colorido, al ver los golpes y moretones tan visibles.

El contrario no responde, y sólo se queda mirando un punto fijo; la tremenda nada.

Fresh hace una mueca, mirando en cuerpo dañado del menor. Golpes, sangre seca y sus huesos rojizos.

Tiene una idea de quién podría haber causado éso. Le da un abrazo, del cual el contrario le apartó, ya que no se esperaba aquello.

Temblaba y apenas podía articular palabra. ¿Qué le sucede?

Le cuenta un chiste, el contrario no muestra sentimiento alguno.

Pensando en qué podría hacer para que Fell sonríera nuevamente, observó sus heridas.

No podía dejarlo así, tenía que curarlo.

Lo tomó de la mano, sin decir nada. Indicando que lo siguiera. Él pareció no tener problema en eso.

No pasó mucho tiempo, pero Fell parecía agotado. Caminar no era su cosa favorita que digamos. Observó el rostro del colorido, tan sonriente.

¿Por qué sonríe? La vida apesta, sabe que él sufre, no obstante, veía que no le importaba.

Fresh se detuvo cerca de una casa muy grande. De colores pastel y un jardín lo bastante grande.

¿Acaso allí vivía?

—Uh... Fresh.

—¿Mmm? ¡Oh, si! ¡Bienvenido a my house! —exclamó.

—Pensé que vivirás bajo un puente...

El yolero soltó una risa. —Eres gracioso.

Fell se encogió de hombros, o clavículas, no sé.

Entraron, no había nadie dentro, lo cual pareció decepcionar al de lentes. Soltó un suspiro y guió al esqueleto chico arriba.

Ambos dentro de la habitación del dueño de la casa estaban (o eso supone Fell), Fresh comenzó a buscar entre los cajones algo. Una por una, hasta que en la última encontró lo que quería.

Unas vendas y curitas.

—Siempre tengo unas de repuesto —ríe—, porque siempre me lastimo con algo.

Empieza a cubrir sus huesos con la tela blanca, en donde se encontraban las heridas y golpes.

—Gracias. —susurró.

—¡No hay de qué, rojito!

El menor sonrió.