«Page 23»
『“El triste deseo desaparece lentamente
Y su sonrisa regresó.
Solo nos dimos cuenta de su pecado
Cuando todo había acabado.”』
D E S C O N O C I D O
Cuando era pequeño, mis padres me abandonaron en una iglesia junto a un pequeño puerto, a las afueras de la ciudad que un día fue llamada "Lucifenia"
Crecí en el orfanato, bajo los cuidados de dos amables monjas. Siempre sonreían dulcemente, no recuerdo haberlas visto llorar nunca.
Éramos felices, a pesar de vivir en la pobreza extrema.
—¡Hey! ¡Problemas! ¡Rin-san y Hina-san enfermaron! —anunció uno de mis amigos, que había crecido conmigo. Éramos bastantes niños en el orfanato.
Alarmado, lo seguí hasta la habitación de nuestras madres. Abrimos las puertas de golpe, y allí, rodeada de la mayoría de los niños, yacían acostadas ambas mujeres.
Las arrugas ya marcaban su rostro, estaban bastante mayores cuando mi memoria comenzó a guardar mejor la información, pero ahora esos detalles se notaban más que nunca.
Los cabellos de Hina-san estaban algo más corto, y las hebras plateadas opacaban lo que anteriormente debió haber sido una bella y brillante cabellera roja. Sus ojos índigo estaban entreabiertos, y aún mantenía esa sonrisa tranquilizadora y sencilla que la caracterizaba.
Rin-san estaba en condiciones similares. Ambas eran de la misma edad, ya rondando los 80. Su cabello plateado a media espalda, con el flequillo recogido a ambos lados de su rostro. Hina-san me contó que antes ella tenía unos hermosos cabellos dorados, pero ya no había rastro de ellos. Sonreía mientras acariciaba la cabeza de uno de los niños, que lloraba a su lado.
Dirigieron la mirada hacia mí al llegar, y mantuvieron su sonrisa.
Me acerqué a ambas, y me coloqué en el medio de las dos camas.
Los demás las rodearon también, y se acercaron más a ellas, para expresarles:
—Queremos agradecerles por cuidarnos —dijo uno de los niños.
—No importa que sea algo tonto o simple —añadió otro.
—¿No desean nada? —culminé.
Ellas sonrieron, y se miraron entre sí, y nos contestaron. Primero Rin-san
—Siempre he estado esperando la respuesta a mi mensaje carta —murmuró con su voz ya desgastada.
—Y yo... quiero saber si la carta que envié aquel día llegó a su destino —dijo ahora la de ojos añil—. Si mi deseo fue concedido...
—Si mis pecados fueron perdonados —habló la ojiazul—, queremos la respuesta de esa carta, y esperaremos por ello.
Iba a responderles algo, a aceptar buscar al destinatario, pero ellas parecieron recordar algo, y Hina negó suavemente con la cabeza.
—Es un deseo que no se puede cumplir, por favor olvídenlo —dictó con una sonrisa triste. Rin asintió en confirmación.
「¿A quién le habrán enviado esa carta?」
Al día siguiente, decidimos separarnos y recorrer el pueblo en búsqueda de información. Divididos en grupos de tres, yo iba con mi mejor amigo, Olie, y Lia, algo así como una hermana para nosotros.
Vagamos por toda la ciudad en busca de alguna pista que no sabíamos ni como hallar. Lia venía tarareando una canción que nos cantaban en la iglesia para dormir, siempre me gustó su voz, al igual que la de las hermanas en el orfanato. A pesar de tener una voz ya más anciana y grave, eran hermosas.
—Flor de maldad, de tierno porte y paz, vas pintada del dolor de alguien... —cantó por lo bajo. Sonreímos. Era una triste historia la que se narraba en esa canción.
Ahora que recuerdo, solo escuché cantarla a Rin-san, nunca a Hina-san ni a nadie a las afueras del orfanato. ¿Quién será la reina de quien se habla en la canción?
Me detuve de golpe al pasar junto a un puesto de pintura. Allí dentro, un señor de cabellos plateados por la edad, se encontraba dibujando algo sobre un lienzo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Olie, acercándose a mí junto a Lia.
—Entremos... —pedí. Ambos se miraron confundidos, pero terminaron por seguirme.
Nos quedamos observando en silencio el cuadro que el señor pintaba. Era una enorme torre del reloj, con el paisaje del ocaso tras ella.
—¿Conocen esta torre? —preguntó el señor de repente.
Los tres nos exaltamos, no creímos que fuera a percatarse de nuestra presencia.
—N-No —negó Lia. El hombre sonrió.
—Está en un país atravesando el mar. En la cima de esta torre siempre estaba sentada una figura —explicó, mientras con el pincel daba forma a lo que parecía una mujer de cabellos castaños y vestido violeta, sentada en donde él indicaba—. Solía preguntarme si esa mujer era un demonio, o si era mi madre.
Lia ladeó la cabeza, y Olie se rascó la nuca. Terminé por hablar yo.
—Disculpe, venimos del orfanato junto al muelle a las afueras de la ciudad —comencé—. Vivimos bajo los cuidados de dos monjas ancianas que nos cuidan desde que tenemos memoria.
El señor asintió, sin apartar su vista de la pintura.
—Actualmente ellas cayeron enfermas, y nos pidieron como último deseo averiguar si sus cartas habían llegado a su destino, y que querían una respuesta...
Cuando terminé de resumir la situación, el hombre dejó el pincel y las acuarelas sobre una mesa cercana, junto a una figura de porcelana con forma de una hermosa mujer de cabello agua.
—Les contaré la verdad —dijo, volteando a nosotros. Sus ojos azul oscuro nos observaron fijamente—. Una de ellas una vez mató a mucha gente, y la otra no hizo nada para impedirlo. Hicieron a mucha gente infeliz, hicieron llorar a mucha gente.
Tragamos saliva. Senti un deja vù. No podía creer que ellas hubieran hecho eso.
—La persona a quien enviaron esa carta, ya no está en este mundo. Así que la respuesta nunca llegará.
『Pero aún así ellas seguirán esperando algo que no llegará. Seguro ellas seguirán esperando hasta recibir la respuesta.』
° • ° • ~ 🌻 ~ • ° • °
Por fin el momento llegó.
La llama de su vida estaba a punto de extinguirse.
Me acerqué a ambas, y coloqué sobre la mano de cada una un trozo de papel...
Anoche escribí eso. Una falsa respuesta a su carta.
—Gracias —susurraron al unísono, tras haberle echado solo un vistazo a la respuesta.
Y la flor de su alma terminó por marchitarse. Su corazón dejó de latir tras un último suspiro. Una sonrisa adornaba sus labios cuando su misión en este mundo terminó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro