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⠀⠀tōya ' dabi ' todoroki.

: 汚い秘密 | tōya ' dabi ' todoroki

JUST THE WAY
YOU ARE
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀AQUELLA JOVEN recién salida de la ducha contemplaba su cuerpo frente al espejo, se agarraba la barriga, los muslos, los brazos y se miraba desde todos los ángulos posibles, no había duda de eso, en los últimos días había cogido algo de peso, pero al fin y al cabo era normal, hace mucho que su etapa de crecimiento se detuvo, así que naturalmente su cuerpo iba a sufrir cambios, aunque de otra forma en comparación a como lo hacía de antaño.

⠀Se mordió el labio inferior con fuerza, miles de pensamientos cruzaban su mente en esos instantes, ¿y si ya no era atractiva? ¿y si ya no la iba a querer como antes? preguntas de ese tipo cruzaban una y otra vez, en bucle. Colocó las manos al rededor de su estómago y se puso de espaldas al espejo apoyándose contra el lavabo, sentiría ganas de llorar como continuase viendo su reflejo de aquella forma durante más tiempo.

⠀Los minutos pasaban dentro de aquel habitáculo y la muchacha seguía en la misma posición perdida completamente en sus pensamientos, ignorando el hecho de que alguien la esperaba al otro lado de la puerta que comenzaba a impacientarse por su llegada. El baño comunicaba con la habitación, así que solo tenía que abrir la puerta y salir, pero se sentía demasiado avergonzada con su cuerpo como para hacer esa simple acción.

⠀⠀──¿Se puede saber que coño te pasa como para que tardes tanto?── se escuchó a la vez que la puerta se abría.

⠀Podía haber sonado brusco; sin embargo sus palabras no cargaban maldad alguna, simplemente llevaba más tiempo de lo normal encerrada en aquel cubículo sin hacer ningún ruido y eso de un modo u otro comenzaba a preocuparle, puesto que no era algo típico en ella, dado que siempre que la joven se arreglaba se la podía escuchar cantar o música de fondo, pero ese día nada.

⠀⠀──Huh, perdón, ya salgo...── dijo saliendo de su trance.

⠀Con la mirada fija en el suelo recogió sus toallas dispuesta a salir con rapidez, pero antes de poder cruzar la puerta el cuerpo del más alto se colocó bajo el marco de la puerta apoyándose de brazos cruzados, impidiéndole el paso hacia el exterior.

⠀⠀──¿Qué te pasa?── preguntó de nuevo clavando aquellos ojos azules sobre ella.

⠀Ahora mismo estaba atrapada allí dentro, dado que le iba a ser imposible salir de allí a no ser que le diese una respuesta y no quería mentirle tampoco, la comunicación era algo importante para ambos, así que mentirse no era una opción para ninguno de los dos.

⠀⠀──Dabi...── comenzó a hablar. Realmente ya era costumbre llamarle así. ──¿crees que estoy gorda?── preguntó directamente elevando los ojos del suelo para mirarle.

⠀Aquello desconcertó al susodicho, realmente esperaba otra cosa, no algo como aquello, por lo que no pudo evitar reír, cosa que avivó la inseguridad de la joven, pensando que tal y como creía, se estaba riendo de ella.

⠀⠀──Gorda se me pone a mí cada vez que te veo paseándote con eso por casa── dijo contemplándola descaradamente con una sonrisa en los labios.

⠀La chica en esos instantes vestía un simple conjunto de ropa interior negro, había dejado la ropa en la habitación, así que eso era lo único que llevaba puesto y no tenía nada al alcance para ponerse. Se mordió el labio apartando la mirada al sentir esos lujuriosos ojos sobre su cuerpo.

⠀⠀──Joder, sigues siendo tan jodidamente sexy, ¿cómo quieres que te lo explique?── continuó hablando al no recibir respuesta por su parte.

⠀Tras eso, unos cálidos brazos rodearon su cintura atrayéndola hacia él, aunque demostrase lo contrario, Dabi era alguien que las tallas era algo que poco le importaba y menos aún las de aquella joven, la cual había sido la única que había logrado entrar en su corazón, había esperado hasta que él hubiese estado preparado y la única que se había mantenido a su lado a pesar de todo lo que había sucedido y seguía sucediendo, la única que poseía toda su confianza era ella, así que el simple hecho de dejar de verla atractiva porque su físico había cambiado era algo estúpido, después de todo, ella había visto todas sus caras y allí seguía con él, sin mostrar el mínimo signo de temor.

⠀No fueron sus palabras en sí, más bien fue la forma en la que la tomó de la cintura lo que hizo que todos esos pensamientos que la atormentaban desapareciesen, como si nunca hubiesen estado ahí y lo único que la ocupaba eran esos hermosos zafiros que la miraban como si fuese lo más maravilloso de este mundo. Tal vez y tenía razón cuando ella decía que no era bonita, ella era arte ante sus ojos y el arte no tiene que ser bello; tiene que hacerte sentir y eso era lo que provocaba en él, miles de sensaciones a las que era incapaz de poner nombre.

⠀Llevó una mano a su mejilla y fue acortando la distancia hasta juntar sus labios, empezó por su beso suave y cálido, cargado de sentimientos y todo lo que su corazón quería expresar a través de esta muestra de afecto, entre ellos tal vez no eran capaz de expresarlo todo con palabras, pero sí con acciones y pequeños gestos. Lo que comenzó siendo algo tierno pasó a ser algo más sensual y deseoso, usando la lengua bailando ante el vals de sus agitadas respiraciones, quien llevaba el ritmo era Dabi y ella simplemente se dejaba llevar gustosa, sintiendo como el frenético latir de sus corazones sonaba al mismo compás.

⠀Entre besos y tropezones lograron llegar hasta la cama, donde el azabache con soltura y sutileza la dejó caer sobre el mullido colchón con él sobre su cuerpo, se acomodó colocando la rodilla entre sus piernas y sus manos a cada lado de su cabeza entrelazando sus dedos con los suyos, mientras que sus labios seguían unidos en calurosos besos. Era incapaz de separarse de su boca, sus besos eran la peor de las drogas y el sabor de sus labios era algo adictivo e hipnotizante, dejándole siempre con ganas de más y revuelto en sus sentimientos, puesto que no eran simples besos, era su forma de expresar cuanto se amaban y todos los sentimientos que embotellaban dentro de sus cuerpos.

⠀La forma en la que besaba y mordía la piel sensible de su cuello recordaba a un animal hambriento devorando lentamente a su presa; sin embargo, las sutiles caricias de sus manos en su expuesta piel se asemejaban a la viva definición de dulzura. Bajó aquel rastro de besos hasta su pecho, donde tras deshacerse del sujetador continuó bajando deteniéndose en esa erógena zona. Su mano ascendió hasta su pecho y comenzó a masajearlo y estimularlo, mientras que por otro lado su lengua hacía maravillas sobre la zona, deleitándose con los gemidos que salían de los húmedos y rosados labios de ella, ligeramente hinchados a causa de los ansiosos besos.

⠀Conforme bajaba hacia su vientre, se aseguraba de besar cada centímetro de su piel, dándole a entender cuanto amaba cada rincón de ella, dispuesto a besarle cada imperfección hasta que la considerarse una perfección, dando leves caricias y sosteniendo sus dedos con fuerza, asegurándose de que era real y no soñaba, aquella mujer que no lo abandonó ni por segundo seguía allí con él, sintiendo un tremendo sentimiento de paz cada vez que se levantaba por las mañanas y la veía dormitando a su lado, pegada a su cuerpo en busca de calor y con esos labios que le decían te quiero ahora le estaban regalando suspiros y jadeos de satisfacción y placer.

⠀Alzó la cabeza pasando a contemplarla embelesado cual obra de arte, lágrimas de placer sobre sus pestañas, su pecho subiendo y bajando tratando de recuperar el aire, las marcas de sus besos repartidas por su busto y sus hermosas estrías, mientras que el pelo se le adhería al rostro a causa del sudor que perlaba ambos cuerpos. Puso sus grandes manos a cada lado de su rostro y apartó el cabello de su rostro para dejar un beso sobre su frente, seguido por un sutil y leve te amo, el cual fue apenas audible.

⠀Se incorporó sobre las rodillas y pasó una mano desde su trasero hasta su muslo, esos que ella tanto odiaba él los amaba. Besaba la cara interna y ascendía peligrosamente hacia su zona, pero no sin antes mirarla a los ojos con tal de obtener su aprobación, tal vez en otra ocasión se hubiese lanzado sobre ella como un animal hambriento, pero en esos instantes quería amarla y mimarla como nunca antes. Rozando con los dientes la piel en su cadera, enganchó la liga de su bragas y la deslizó por su pierna hasta deshacerse de ella, colocó la pierna sobre su hombro consiguiendo un fácil acceso hacia ese botón entre sus piernas, comenzando a jugar con él haciendo uso de su experimentada, cálida y húmeda lengua, sin dejar de escuchar los gemidos que se desprendían de sus labios, asegurándose de que disfrutaba cada uno de los gestos que realizaba con tal de satisfacerla hasta que dijese basta.

⠀Cuando aquellos fluidos comenzaron a escurrir entre sus piernas, supo que había logrado su cometido. Pasó el pulgar por sus labios para limpiarse con aquella sonrisa victoriosa adornando su rostro, para él no había mayor satisfacción que sentirla temblar de aquella forma bajo su cuerpo gracias a él.

⠀Con su ayuda, la joven apoyó el pecho contra el colchón elevando las caderas, quedando totalmente a su disposición y sin hacerse de rogar, comenzó a sentir como centímetro a centímetro se hundía en ella. Dabi apoyó su pecho contra su espalda a la vez que agarraba firmemente sus caderas con ambas manos, sus cuerpos se juntaban perfectamente, cuales piezas de un puzle, como si hubiesen nacido para estar con el otro. Chocaba dentro de ella contra ese punto dulce que tan loca la volvía, conociendo exactamente cómo debía de moverse para poder darle la mayor satisfacción, sintiendo como en cada una era capaz de tocar el cielo. Mientras seguía sus movimientos, sus labios se escabulleron hacia su nuca, comenzando a dejar besos en la zona bajando por su espalda y sus dedos se mantenían enterrados en sus caderas dejando marca, tal vez era brusco, pero era tal la excitación que le provocaba que era incapaz de contenerse, quería recorrer cada centímetro de ella hasta conocerla entera y besar cada zona en su piel hasta aprender de memoria donde se encontraba cada lunar, estría y cicatriz que la adornaba, dejando su marca en cada rincón.

⠀Finalmente cayeron exhaustos sobre el colchón, acurrucada entre sus brazos trataba de regular su respiración, cubiertos en un placentero silencio roto para soltar alguna tierna palabra o para juntar sus labios de forma dulce. Ambos cuerpos abrazados y cubiertos por el brillo de la nítida luna se dedicaban las más tiernas caricias y las más románticas palabras de cariño, dejando más que claro que pasase lo que pasase estarían el uno junto al otro sin temer de mostrar como realmente eran.

© VEK, 2O21

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