Introducción
"The monster's gone
He's on the run
and your daddy's here"
—Beautiful voy - John Lennon
ˏˋ°•*⁀➷
Si Ango hubiera tenido previsto todos esos acontecimientos a lo largo de su día, ni siquiera se habría levantado.
Su misión del día era desmantelar una organización narcotraficante que había estado expandiéndose y ganando poder a costa de la Port Mafia, pues aparentemente parte de sus fundadores eran antiguos miembros de ésta, o eso era lo que se rumoreaba en el bajo mundo. Lo cierto era que probablemente estas personas aludidas jamás en su vida habrían siquiera atestiguado un solo acto de Port Mafia, mucho menos involucrarse directamente en alguno. No era la primera vez que una organización pequeña trataba de ganar poder usando falsamente el nombre de la mafia. Sin embargo, era molesto el reconocimiento que ésta en específico estaba ganando, y fue Ango el idiota al que encargaron encontrar el escondite de esas lacras y derribarlos.
Planeaba ir a Lupin cuando acabara, pues ya tenía un tiempo estimado de duración, siempre y cuando no terminara sucediendo algún improvisto que lo detuviera; aunque con una misión sencilla y de la cual tenía información de sobra, era poco probable.
Y realmente, su vaticinio se estaba cumpliendo fielmente hasta el momento del asalto. La resistencia fue en vano y sus subordinados supieron someterlos inmediatamente tras la interrupción en su escondite. No tenía orden de matarlos, solo de llevarlos hacia la sede dónde otras personas se ocuparían de ellos de formas más... crudas.
—En Port Mafia la traición es un pecado mortal —pronunció caminando frente a la hilera de personas arrodilladas y malheridas frente a él—. Si realmente fueran desertores, desde el primer día habría desaparecido cualquier rastro suyo.
Ango no era del tipo sádico que pronunciaba un par de palabras amenazantes cuando ni siquiera le correspondía el trabajo sucio, pero acaparar falsamente el poder de un nombre que no tenía absolutamente nada qué ver con ellos, era ridículo hasta para un doble cara cómo él.
Con la sinfonía de lamentos y suplicas de fondo, contemplaba a sus subordinados llevarse a las lacras mientras daba inspecciones furtivas a su entorno solo por curiosidad: algunos pares de utensilios, prendas de ropa, papeles, ¿crayones?, envases vacíos de comida instantánea; rastros usuales personas habitando allí durante un buen tiempo.
Sin embargo, el muñeco de peluche junto al umbral de una de las habitaciones sí estaba fuera de lugar. Todos los capturados eran adultos demasiados sombríos y de aspecto amargado para siquiera imaginar a uno de ellos poseyendo un muñeco de peluche. Ango recogió el juguete para apreciarlo con más detenimiento: era un gracioso cangrejo de vivaz color rojo, ojos saltones y sonrisa petrificada, particularmente impío y muy bien conservado, incluso aun desprendiendo un sutil aroma a jabón de baño.
Entonces recordó los crayones entre el montón de cosas esparcidas, podría ser posible...
"Sólo date la vuelta y que los demás se encarguen. Si hay un niño o no, no tiene por qué ser problema tuyo"
Pero Ango ya había entrado a la habitación tras el muñeco tirado.
Era una oficina que, aunque desordenada, no había más indicios de algún niño cerca. No había más que pilas de papeles amontonadas irregularmente sobre el escritorio, algunos mapas pegados en la pared y un par de cajones en las esquinas. El suelo estaba libre de objetos y no parecía conectar a alguna otra habitación.
Sin poder evitarlo, se sintió aliviado. Quizá el juguete sería algún recuerdo de alguna de esas personas y él estaría dándole demasiadas vueltas al asunto, cuando ni siquiera pensó en hacerlo cuando notó los crayones. Podía llegar a ser muy paranoico a veces; consecuencias de ser un doble agente, quizá. Como sea, debía volver a la sede a dar su reporte de la operación y finalmente descargarse en Lupin para sacar energías necesarias para un nuevo día...
Un sutil golpe emergió de uno de los cajones.
Más le valía que eso haya sido una rata.
"Ignóralo. Vete y que los demás acaben de inspeccionar el lugar. Lo que sea que encuentren, pasará a ser problema de otros, así como los capturados"
¿Qué lo llevó a decantarse por finalmente abrir el cajón él mismo? Inquietud, curiosidad, quién sabe; pero lo que sea que haya sido, lo maldijo mentalmente cuando se encontró cara a cara con un niñito observándolo fijamente, agazapado en el fondo del cajón.
—No me jodas...
Los inquietos orbes marrón del niño descendieron hasta el juguete que aún sostenía en su mano, y Ango intercaló miradas entre ambos un par de veces, repentinamente perdido sobre sus próximas acciones.
—¿Esto... es tuyo?
De inmediato el niño asintió, evidentemente apremiante por conseguir de vuelta su juguete, pero sin atreverse a despegarse del fondo del cajón.
¿Estaría herido? Si estaba allí encerrado, significaba que debieron estarlo protegiendo, y su muñeco dejado en el suelo aun siendo importante para él cómo demostraba en ese momento, era signo de lo presuroso que debió ser su escondite. Tuvo que haber estado demasiado callado para que nadie lo haya notado antes y, además, era algo desconcertante la calma que estaba manteniendo a pesar del ruido de balazos y golpes que hubo en el ataque y debió haber escuchado.
Ango se agachó para observarlo mejor, pero aún no le extendió de vuelta el juguete.
—¿Cómo te llamas?
Silencio. La única respuesta que obtuvo fue una mirada fija y cautelosa, demasiado para un cuerpo tan pequeño que ahora podía observar mejor.
—¿Cuántos años tienes?
Tampoco obtuvo respuesta. ¿Sería que el niño aún no hablaba? ¿Era demasiado pronto para eso? No, no parecía así de pequeño tampoco.
Ango estaba por preguntar algo más cuando notó como la puntita de la nariz del niño había adquirido un suave tono rosa y su boca empezó a arquearse hacia abajo en una mueca, mientras no dejaba de observar el juguete con ojitos brillantes de anhelo.
"Ay, ya va a llorar..."
Pánico.
—Te lo devolveré si me respondes al menos una de mis preguntas.
Se sintió estúpido inmediatamente. Un niño tan pequeño no iba a ser capaz de entender el condicional, él solamente debía querer su juguete devuelta y sino, largarse a llorar hasta que complacieran su berrinche; así eran los niños. Los demás escucharían el llanto e inevitablemente aparecerían y se llevarían al niño a la sede, dónde seguramente no volvería a saber de él; ya fuera porque lo matarían meramente por estar relacionado con tan aberrante fiasco de organización, o porque alguien tuviera el capricho de quedárselo. No sabía admitir cuál opción era peor.
Sin embargo, el niño se recompuso al instante de escuchar la propuesta, y después de extender ambos brazos en su dirección, recitó un fuerte pero aun ligeramente balbuceante:
—Osamu Dazai. Tres años.
Lo complementó mostrándole tres deditos de su mano derecha, que se deshicieron cuando los estiró para exigir la devolución del juguete, tal como era el trato.
Ango se lo devolvió, debatiéndose mentalmente si era razonable volver a cerrar el cajón, salir corriendo mientras aún tenía la oportunidad y por la mañana fingir que nada de eso había pasado. No sonaba tan mal plan...
Aún era casi un bebé, y fue él el responsable de la operación que lo dejó desamparado. Si sus padres estaban entre los capturados, estarían muertos para esa misma noche. Él era el jodido responsable de que ese niño tan pequeño ahora estuviera solo en un mundo tan peligroso, y la idea lo carcomía entero.
Osamu se aferró al muñeco y volvió a apegarse al fondo del cajón, en señal aún de desconfianza.
Si lo dejaba allí, probablemente moriría de hambre y sed en algunos días si nadie se aparecía para recogerlo. Si dejaba que lo llevaran a la mafia, terminaría muerto más rápido o vivo pero yendo directo hacia una vida oscura y maldita que más temprano que tarde concluiría en una aterradora muerte.
¿Por qué tuvo que entrar a esa oficina?
—Mi nombre es Ango —empezó presuroso, para que sus palabras fueran más raudas que su arrepentimiento—. ¿Quieres venir conmigo?
Osamu alzó la cabeza, confundido por la oferta. Pareció temeroso, por la manera en que se apretó contra el muñeco en sus brazos. Ango permaneció en silencio, dejando que el niño tomara su propia decisión sin ningún tipo de intervención. Para ser pequeño, realmente parecía estar analizando con cuidado sus opciones. Que niño tan peculiar.
Después de un par de segundos finalmente obtuvo un asentimiento inseguro como respuesta.
Ango tenía el presentimiento de que se arrepentiría más tarde.
Pero ahora el presente debía ser el tema de enfoque. Algunos de los subordinados que lo acompañaron aún debían estar afuera, esperándolo a él. El objetivo era deshacerse de ellos para poder avanzar con el niño sin que lo notaran, así que debía encontrarse con ellos previamente para ordenar que se retiraran, junto a alguna excusa para que lo dejaran a él irse detrás. Con el camino despejado, tomaría a Osamu y lo llevaría a... algún lugar, en el que pensaría después de ejecutar la parte más importante.
Dirigiéndose nuevamente al niño, llevó su dedo índice derecho a sus labios y mirándolo seriamente, susurró:
—No hagas ruido. Ya vuelvo.
Osamu asintió toqueteando sus labios con la punta de su índice, queriendo imitar el gesto. Ango pudo haber reído si no tuviera tanta prisa y pánico en ese momento.
Cerró la cubierta del cajón, dejando una abertura suficiente para que la personita en su interior no se sofocara demasiado. Tomó una respiración profunda y salió de la habitación. Ni siquiera estaba seguro de sus próximas acciones, pero seguía existiendo un ancla que le estaba impidiendo abandonar a ese niño; culpa, quizá.
Bueno, ya estaba en esto y ya no había opción de abandonar.
Mentí, sí quiero ser mamá.
Universo, no vayas a tomarme tan literal aún, por favor.
Bueno, aquí contribuyo un poquito a la terapia masiva que el fandom necesita con urgencia.
Cómo es que hay tan poquitos fanfics de estos tres funcionando cómo una familia 😭 si tienen todo para serlo :c
Recomienden si se saben más fanfics con esta trama, no importa la plataforma.
¡Gracias por leer! ❤
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