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CHICA BONITA.

Al final he dado por sentado que la vida es bastante oscura cuando uno crece. Estar a cargo de tus padres puede ser lo mejor o lo peor de tu juventud, en mi caso fue lo peor. 

Si bien mis padres jamás me trataron mal, con todo el cariño que le puedes dar a una hija que saca buenas notas y no se mete en ninguna estupidez hasta que cumple cierta edad... por el momento lo estaban haciendo bien. Eran unos excelentes padres y, aún a pesar de todo lo que me hicieron, los quiero. 

Aun recuerdo cuando después de graduarme me dijeron que tenía que irme al internado de Berlín cuando antes; ya habían aplicado a una beca y, con todo el esfuerzo que le pusieron a mis espaldas, me aceptaron.

Y me fui, porque no tenía otra alternativa; porque quería proteger a Jiumin de todo lo que la dañase.

Ahora que han pasado cuatro años desde entonces y cumplí veintitrés la semana pasada, por fin he vuelto a Seúl. En un hotel de mala muerte -mi antiguo empleo en Berlín de reponedora en un supermercado me había dado suficiente dinero como para que alejarme del sustento financiero de mis padres- podía respirar con tranquilidad, aun cuando el aire pesado de la gran ciudad en la que viví volvía hacer estragos en mis pulmones. El aire limpio de Berlín me había desacostumbrado del de Seúl.

Sólo me mantuve en contacto con Jiumin por teléfono, pero mis padres seguían restringiéndome todo lo que pudiera comunicarme con ella. Aunque las cabinas telefónicas de larga distancia eran caras, valía la pena cada vez que escuchaba como Jiumin iba en la universidad, estudiando gastronomía y yendo a un taller de danza los fines de semana.

Ella había juntado dinero para venir a verme a Berlín durante esos años y sólo pude encontrarme con ella una vez. Una semana con ella, y todo gracias a que mis padres habían vuelto a Seúl por sus trabajos. Ellos nunca dejaron de vigilarme y yo terminé por perdonarlos, aun cuando me esforcé por ignorarlos y hacerles sentir mal por su decisión, yo seguía queriéndoles. Era mis padres, aun cuando no me aceptasen en absoluto; de todas formas no podían vigilarme para siempre.

Y no lo hicieron; ellos se establecieron en Berlín por el trabajo de mi padre y aun cuando les dije que yo iba a quedarme en Berlín con ellos, en realidad no era así;  iba a volver a Seúl y sólo por una razón. Ellos tal vez lo supieran, pero no me importaba. Yo ya no vivía con ellos.

Ahora salgo de mi habitación de Hotel, con mis pantalones negros rotos en las rodillas, una blusa blanca translucida, mis botas y mi chaqueta de jeans. Me teñí el cabello de calipso sólo porque mi padre dijo que odiaba a las chicas que se teñían el cabello de colores extravagantes.

Prendo un cigarrillo cuando llego a la esquina de la calle y doblo, yendo en la dirección donde Taehyuna me dijo que estaría. Sí, últimamente conseguí contactarme con ella y supe que estaba saliendo con Hoseok, ¡Y ya llevaban tres años juntos! Nunca se me pasó por la cabeza que pudiesen conocerse... Taehyuna totalmente fresa y Hoseok, un chico amante de las chicas rudas.

Pero la vida da vueltas como una ruleta, nunca se sabe qué reto te tocara. Mi reto de ahora es no perderme por la ciudad y seguir calando el cigarrillo para dejar de sentirme tan nerviosa. El cigarrillo se ha vuelto un vicio para mí desde...

[...]


El lugar que me ha dicho que estaría Taehyuna está atestado de gente, lo que me hace marearme. ¿Cómo demonios voy a encontrarla? Saco mi celular para llamarla pero decido darme una vuelta, de seguro si está dentro lo menos que hará será revisar su celular.

Entro al local mostrando mi identificación, pasando por un pasillo oscuro con focos blancos fosforescentes hasta la pista de baile donde todos están. Me dirijo a la barra por inercia y me quedo allí, disfrutando de un trago de vodka que le pedí al que servía las bebidas.

Trato de ver en la pista de baile si está Taehyuna, o tal vez Hoseok, o quien sea que me suene conocido pero un gran pedazo de carne se interpone entre la gente y yo. Miro hacia arriba y me encuentro con un tipo grotesco, el típico chico con el cabello largo perfectamente peinado y tatuajes sin sentido por todas partes. La clase de chicos que yo odio porque tienen tanto de cerebro como yo de heterosexual.

- ¿Quieres bailar? -me pregunta el esperpento. Tiene la mandibula partida, como un trasero. No puedo evitar soltar una carcajada desdeñosa y rodar los ojos.

- No gracias, estoy esperando a alguien.

- Oh vamos, preciosa -dice el chico, inclinandose hacia mí y puedo oler por su aliento apestoso que está medio borracho. Arrugo el entrecejo y me hago para atrás, chocando con la barra-. Sé que te mueres por bailar con alguien.

- Que estoy esperando a alguien, ¿No lo entiendes? Déjame en paz, consigue a otra chica. Ve a buscar otra, ve. -demando como si estuviera mandando un perro. Así lo veo, como un perro y al parecer él también porque gruñe y me mira lascivamente de abajo hacia arriba.

- Me gustan las chicas difíciles.

Siento como va a inclinarse aun más, casi a besarme, cuando me escabullo por debajo de su brazo apoyado en la barra y trato de correr lejos de él. No quiero pelearme con nadie, por lo menos no esa noche.

- ¿A dónde crees que vas, gatita? -escucho que dice el sujeto detrás de mí, agarrando mi muñeca bruscamente. Me doy la vuelta para enfrentarlo y darle un puñetazo (mi paciencia es limitada como los descuentos en las tiendas), pero es otra persona quien se me adelanta.

Una chica se interpone entremedio de nosotros.

Una chica con el cabello rosado.

- Déjala en paz, pedazo de basura. 

Y esa chica es Jiumin.



[...]


- ¿Por qué... siempre que estamos juntas... tenemos que correr de alguien? -dice Jiumin tratando de recobrar el aliento a mi lado. Estamos detrás del lugar donde se supone que me vería con Taehyuna, el lugar donde se suponía que me encontraría con Jiumin gracias a ella.

Y no puedo creer que esté justo a mi lado, tan preciosa, demasiado preciosa, más a como la recuerdo. Es perfecta en todos los sentidos.

- Tal vez... tal vez el peligro está enamorado de mí. -consigo decir, apoyada contra el muro. Inhalo hasta llenar por completo mis pulmones de aire y exhalo, viendo como Jiumin se gira hacía mí y sonríe de lado, esa sonrisa coqueta que conozco a la perfección.

- Estoy segura que sí.


[...]


Caminamos a mi hotel, en silencio y dando los mismos pasos. Estamos a la par y de soslayo veo el vestido de Jiumin, que es una falda plato blanca con un suéter rosado encima. Trae puesta una gargantilla negra y los labios color rosado matte, a diferencia del mío que es rojo como la sangre. La expresión de Jiumin es relajada, casi sonriente y siempre distraída. Estoy a punto de decir algo cuando ella se gira hacia mí y con ese brillo especial en sus ojos hace la pregunta que me esperé que iba hacer.

- ¿Por qué no me dijiste que ibas a volver?

Parecía que estaba a punto de echarse a llorar, pero en vez de eso, se rió. Se rió como si no estuviera enojada, como si estuviera feliz cuando yo sabía que no era así.

- Quería darte una sorpresa. -respondo en voz baja, tanto que si no estuviera cerca de seguro no me oiría. Yo no sonrío, no me veo capaz de sonreír ni un poco, porque ahora Jiumin frunce el ceño y no vuelve a mirarme-. Pensé que...

- Cállate, Yoonji.

Y por primera vez, le hago caso.



[...]


Cuando entramos a mi habitación de hotel, cierro la puerta detrás de mí mientras Jiumin tira su bolso en una de las sillas y se sienta en la cama, poniendo una pierna encima de la otra. Está usando tacones de aguja y medías a mitad de muslo. Se ve tan provocadora y apetecible que me muerdo el labio inferior y agacho la mirada, sintiendo el rostro arder. ¿Por qué tengo que pensar con lo que tengo entre las piernas en vez de con la cabeza? Pero no se me ocurría qué decirle a Jiumin, era obvio que iba a estar enojada si no le dije que iba a venir. Siempre odió las sorpresas, aunque su expresión dijera otra cosa.

- ¿No vas a decir nada, Yoonji? -le escucho decir, tranquila. Más tranquila que yo. Totalmente hipnotizante.

- Lamento no haberte avisado. -digo sin mirarla. Observo mis botas y de repente, veo de soslayo como Jiumin se saca los tacones y se deshace del suéter quedando con un crop top blanco. Camina descalza hasta quedar frente a mí pero no soy capaz de mirarla, de mirar nada además de las flores en las uñas de sus pies. 

He esperado tanto para tenerla frente a mí y ahora me quedo petrificada... ¿Y si ya no quiere estar conmigo?, ¿Y si ya no me ama?, ¿Y si...?

- Te extrañe, estúpida y dulce Yoonji. -dice en mi oído, tomando mi rostro con sus manos. Levanto la mirada y me encuentro con sus lindos ojos puestos en los míos, deseosos de mí, con sus nariz rozando la mía-. Te odio tanto por hacerme esperar, de verdad te odio... y te odio más porque en realidad no lo hago y sigo siendo una estúpida por ti... así que responde con sinceridad, ¿No te has enamorado de nadie más?

De repente sé lo que quiere decirme. Ambas somos unas jodidas inseguras y por eso mismo la beso delicadamente, apenas un toque, sin dejar de mirar sus ojos que se cierran por inercia al sentir mis labios sobre los suyos. Envuelvo mis brazos en su cintura y la atraigo hacia mí todo lo que puedo.

- Sigo igual de estúpida por ti, desde el primer momento en que te vi. Eso nunca cambiará. -susurro contra sus labios y hasta puedo sentir como su cuerpo tiembla entre mis brazos-. Te extrañe muchísimo más, estúpida Jiumin. 

Y luego ella me besa con desenfreno, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y ambas nos dirigimos a la cama sin dejar de besarnos y sacarnos la ropa que estorba entre nosotras. Jiumin está debajo de mí, acariciandome entera mientras yo degusto su piel sin cansarme, con todo el tiempo del mundo.

Vuelvo a besarla, gimiendo en su boca, diciéndole cuanto la extrañaba y como nunca he dejado de estar enamorada de ella. Y ella me responde lo mismo.

De repente, se ríe entre el beso y yo me alejo para admirar lo hermosa que es, cuando me dice:

- Oye, Yoonji, ¿Te gustaría hacer una pijama?

Y yo también me pongo a reír. Asiento, como siempre.




[...]



Quien diga que casarse en las vegas es aburrido, está totalmente equivocado.

Quien diga que adoptar un perro del porte de un caballo es una estúpidez, es un idiota.

Quien diga que irte a vivir con la chica a la que siempre amaste a su departamento es una locura, pues sí, tiene razón. Es una completa locura.

Quien diga que mandar todo a la mierda con tu chica e irte a vivir con ella cerca de la playa de Busan es una perdida de tiempo, pues está más o menos en lo cierto. Ahora tendremos que tomar el autobús.

Quien diga que mudarse es molesto, pues tiene mi total aprobación.

- ¡Yoonji, desempaca esas cajas! Tenemos que tener todo ordenado para mañana, ¡Va a venir mi madre con Albert! -me grita Jiumin desde el balcón, donde está la perfecta vista de la playa. Albert es el nuevo padrastro de Jiumin, un gringo que a ambas nos cae muy bien. Apoya a los homosexuales y dibuja libros ilustrados, ¡Es un americano de lo más divertido! Y por sobre todo, no es un pedófilo ni un egocéntrico psicópata. Lo que le sumó muchos puntos.

- ¡Pero ayúdame!, ¡Sabes que mi cuerpo no tiene suficiente batería para estas cosas! -me quejo, abriendo las últimas cajas de mis cosas y las de ella. Ella pone los ojos en blanco, fastidiada, pero aun así camina hacía mí y abre las que faltan, ayudando a sacar varios objetos.

Empezamos aburrimos, por lo que Jiumin pone la radio y bailamos cualquier canción que nos guste. Me acerco a ella y ambas movemos las caderas al ritmo de Elvis Presley. Con el tiempo, las canciones antiguas se han vuelto nuestras favoritas.

- Yah, Yoonji, sigamos ordenando. -me dice ella, aun cuando me abraza de los hombros y no deja de besarme. Yo la abrazo por la cintura y me río de sus pucheros.

- Podemos ordenar después... ahora podemos estrenar el balcón. -insinuó acariciando su oreja con mi nariz. Ella se estremece y voltea el rostro, riéndose y besándome otra vez.

- ¡Eres tan pervertida! -dice como si estuviera quejándose, cuando en realidad sé que le parece una idea genial-. Yo pensaba que estaría bien la azotea...

Jiumin se aleja de mí y empieza a dar vueltas sobre sus pies, junto con la melodía de la canción y yo me quedo fascinada mirándola, sabiendo lo encantadora que es.

- ¿Cómo puedes ser cada día más preciosa? -digo en voz alta hacia ella. Jiumin deja de bailar y sus mejillas se ruborizan. Es adorable-. ¿Cómo puedes ser más bonita que ayer?

- Porque me amas más que ayer. -dice, mirándome traviesa mientras se muerde el labio inferior. De repente, oímos el sonido de un claxón y ambas nos miramos horrorizadas-. ¡Se me olvido abrirle la puerta a Coco!, ¡Oh por dios, Coco!

Jiumin corre hacia la calle y la pierdo de vista. Coco es nuestro perro, grande como un caballo, quien ama sentarse en el asiento del copiloto, por lo que no me sorprende que Jiumin se haya olvidado de abrirle la puerta (aunque las ventanas estén debajo. Coco es muy perezoso para saltarlas).

Resoplo con cansancio y voy hacia mi caja que estaba desempacando. Saco algunas cosas de mi antigua habitación, esas que fui a buscar a Berlin.

Saco un albúm de fotos, donde la mayoría salimos Jiumin y yo; en las vegas, en Miami, en Japón. Hemos visitado muchos lugares últimamente. Saco algunos altavoces, figuras de colección, discos en CD, cuadernos, maquillaje, cosas que creí perdidas como una linterna o una peineta y...

Un libro de composición, adornado con un collage de mis artistas favoritos de cuando era pequeña y fotos graciosas de Jiumin y yo.

Abro la tapa y leo la pequeña nota que tiene aun costado.

 <<Feliz cumpleaños, Min dulce Yoonji.

¡Seamos amigas por mucho tiempo más!

Te quiero mucho.

Attent. Park cabeza de flor Jiumin>>


Sonrío incapaz de contener la emoción y leo todas esas notas, todas las composiciones, todo lo que escribí para Jiumin cuando supe que estaba enamorada de ella.

Rememoré todo y fue tan conmovedor, que no pude evitar soltar algunas lágrimas sentada en el piso del salón de nuestra nueva casa. En ese momento, Jiumin entró con Coco a su lado, quien fue directamente hacia mí y empezó a lamer mi cara, como si estuviera consolándome.

- ¿Qué tienes ahí, Yoonji? -me pregunta Jiumin, asomándose por encima de mí.

Le muestro el cuaderno y ella hace una expresión de sorpresa tan dramático que no puedo evitar echarme a reír, aun con las mejillas mojadas por las lágrimas. Jiumin lo toma con delicadeza cuando se lo paso y sus ojos se humedecen con tal rapidez que yo también vuelvo a llorar y a sonreír a la vez.

- Yo también, Jiumin. 

Ella me mira sin entender, hojeando las primeras hojas del cuaderno.

- ¿Tú también...?

- Lo de la última página -aclaro y ella va hacia la última, la lee y un sollozo de felicidad brota de su garganta. Se sienta en el piso a mi lado y me abraza fuertemente, besando mi cuello con todo el amor que siente por mí y vuelvo a repetir-: Yo también.










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