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4.Familia


CAPÍTULO 4:

FAMILIA


El hambre despertó a Melody a media noche. Se llevó la mano al vientre y respiró profundó. Debería de haber aceptado la cena, o el almuerzo, o la comida. Rosie se había pasado todo el día persiguiéndola por los pasillos con snacks escondidos que Melody se había negado a aceptar. Al menos, el vampiro y señor de la casa no lo había vuelto a molestar. Después de la escena con café de la mañana había esperado que se presentara delante de ella con una buena regañina para alardear de su poder, y un castigo. Melody incluso había bloqueado la puerta con el escritorio, no pensaba que eso fuera a frenar a un vampiro sediento de sangre, pero confiaba en que lo retrasara lo suficiente como para que se le pudiera ocurrir algún tipo de plan. 

El sonido de su propio estómago gruñendo fue lo que la hizo tomar una decisión. 

No podía más. 

Necesitaba comer. 

Se incorporó lentamente sobre el colchón, sintiendo cómo el mundo giraba a su alrededor. La habitación estaba sumida en la penumbra, iluminada apenas por la luna que se filtraba por las cortinas. Había decidido dormir esta vez en la cama, en realidad, había sido su cuerpo, no ella. Sacó la mano de debajo de la almohada y aflojó el agarre de su arma: un cuchillo que había robado de la cocina sin que Rosie se diera cuenta después de saber que parte de los sirvientes podrían ser vampiros. 

Se deslizó fuera de la cama y se estremeció cuando sus pies tocaron el suelo frío. Llevaba un pijama color rojo que había encontrado doblado sobre la cama. Caminó con pasos ligeros hasta la puerta, y arrastró de la forma más silenciosa posible la mesa hacia su sitio. Giró el pomo y abrió la puerta. Se asomó primero al pasillo. 

Silencio y oscuridad. 

Avanzó con cuidado, sosteniendo el cuchillo contra su pecho, tratando de no gritar con cada sombra y figura que la sorprendía. Cuando llegó a la cocina su estómago chilló tan fuerte que se abalanzó hacia la despensa. Los estantes estaban repletos de pan, queso y frutas. Tomó una hogaza, la rellenó y la llevó a sus labios con impaciencia. 

Ya casi podía saborearlo. Pero entonces, la puerta de la cocina se abrió de golpe. Melody se quedó inmóvil. Un olor metálico y espeso llenó la estancia. 

Hugo fue el primero en entrar. Su camiseta estaba rasgada y manchada, el pantalón empapado de un líquido oscuro y pegajoso, y por sus brazos y manos habían rastros de lo que parecía ser... sangre. 

Melody arrugó la nariz involuntariamente. El hedor le revolvió el estómago tan fuerte que una arcada la atravesó y tuvo que soltar su bocadillo nocturno y taparse la boca para no vomitar la bilis. 

Detrás de Hugo, otra figura entró con pasos calculados. Era más alto. Con los hombros anchos, piel pálida, cabello oscuro y perfectamente peinado. Sus facciones eran afiladas como una escultura de mármol, y sus ojos... de color plata. Igual que Hugo, su ropa estaba completamente manchada y rasgada. 

Los dos hombres dieron un paso más antes de percatarse de su presencia. Los ojos color miel de Hugo se encontraron con Melody y se endurecieron al instante.

—¿Qué demonios haces aquí sola? —preguntó con voz baja. 

Melody sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Apretó el pan con fuerza entre sus dedos, pero sus manos estaban heladas. 

—Y-yo...

El segundo hombre se giró lentamente hacia ella. 

—¿Otra? ¿Desde cuándo está aquí? —le preguntó. 

—Desde ayer —respondió Hugo sin apartar la vista de Melody. 

A este punto, Melody estaba a punto de perder los nervios. Soltó la comida y se abalanzó sobre el cuchillo. Lo apuntó hacia ellos. 

—No...no os acerquéis —su voz fue un susurro. 

El desconocido chasqueó la lengua, y sonrió. Colmillos. Genial. 

—No parece muy inteligente—  comentó. 

Hugo exhaló con cansancio, y pasó una mano por su rostro. 

—Suelta eso, Mel.

—No me llames así. 

Sólo su padre la llamaba así cuando era pequeña, antes de...

El temblor de sus manos era evidente, pero seguía aferrada al mango con fuerza. Su corazón latía demasiado fuerte. 

—Sólo vas a conseguir hacerte daño. 

Melody sintió la presión de su pecho aumentar. Sabía que no tenía oportunidad contra ellos, pero al menos moriría luchando. 

Hugo dio un paso adelante, Melody retrocedió y terminó apuntándolo. 

—¡No te acerques!— chilló esta vez. 

—Asegúrate de atravesarle el corazón —intervino el desconocido. 

—Baja el cuchillo —repitió Hugo calmado a pesar de estar siendo apuntado con arma. 

—¡Llévame a casa! —su voz subió, entre rabia y desesperación. 

El desconocido soltó una carcajada baja.

—Eso sí que es adorable. 

Hugo, en cambio, no se rió. Sus ojos se clavaron en los de Melody con un destello extraño. 

—Mel —su voz arrastró su nombre como un susurro peligroso —, no lo repetiré de nuevo. 

Melody apretó el mango. Su respiración era errática, sus rodillas volvieron a temblar. Hugo dio un paso adelante. 

—¡No! —su gritó retumbó en la cocina. Retrocedió de golpe sintiendo la pared golpear su espalda. No había más espacio en el que esconderse.

—Aryan, será mejor que nos veamos mañana —habló Hugo.  

—Si tú lo dices —Aryan dio media vuelta y salió de la casa. 

Sólo quedaba un vampiro. 

—¿Mel? —Hugo enarcó una ceja y le tendió su mano —¿Quieres hacer las cosas por las malas?

Si esperaba que le entregara el cuchillo, estaba muy equivocado. 

—Por el momento, tú no has hecho nada por las buenas. 

—Estoy tratando... de hacerlo ahora. 

—¿Tengo que sentirme agradecida? 

—Deberías —pronunció y una pequeña sonrisa asomó por su rostro. 

—Vete a...

—No termines eso —advirtió Hugo. 

Melody tragó saliva. 

—Quiero volver a mi casa —Melody cambió el cuchillo de mano y se secó el sudor con el muslo —Puedes liberarme. Esto ha tenido que ser una equivocación. No soy una esclava, hasta hace poco no sabía nada sobre vuestra existencia. Tengo familia...

—No sigas. Como puedes ver, he tenido una noche complicada y lo único que quiero es darme una ducha e ir a mi cama, y si tú no me vas a ayudar en ninguna de las dos cosas es mejor que dejes el cuchillo y te largues a tu habitación. 

—Eres un monst...

Y entonces, Hugo se movió. Fue demasiado rápido. Su mano capturó la muñeca de Melody antes de que pudiera reaccionar. La fuerza de su agarré no era aplastante, pero sí lo suficientemente firme como para que sus dedos entumecidos comenzaran a perder el control del arma. 

Melody forcejeó. Intentó empujarlo, arañarlo, patearlo, pero el vampiro ni se inmutó. 

—No puedes ganar, Mel. 

De nuevo el apodo que su padre usaba con ella. Chilló de frustración y trató de apartarse, pero Hugo aprovechó la oportunidad. Con un simple giro de muñeca, desvió el cuchillo de su alcance y lo arrebató de su mano con facilidad. El sonido de metal golpeó el suelo. Melody quedó paralizada, con los ojos abiertos de horror. 

Ahora no tenía nada con lo que poder defenderse. 

Hugo no la soltó inmediatamente. Por un segundo, sus ojos se encontraron antes de que los de Hugo descendieran por su cuerpo. Melody sintió un escalofrío cuando su mirada se detuvo en su cuello al descubierto. 

El vampiro lamió sus labios. 




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