Hasta el fin
(Aquí llega mi especial de San Valentín un poco tardío, ojalá os guste, advierto que es un poco más pasteloso de lo que acostumbro. ¡Buena semana a todxs! <3)
pd: ¡Sois los mejores!
*********************************************************************************************
—¿Se puede saber a dónde me habéis traído? —supliqué.
Estaba siendo rodeado por una multitud de personas vestidas raro, como country y por ahí, en mitad de un concierto en una plaza de pueblo, con un bar portátil y mucha gente saltando y bailando.
Eran canciones como folk, con violines, guitarras, y una chica al micrófono que...
Espera un momento.
—¡NO ME JODAS! —repuse observándoles entre emocionado e indignado porque me la habían colado totalmente—¡Me la habéis colado a muerte!
Rompieron a reír.
Amy estaba en el escenario cantando, seguramente aquel era el grupo con el que había iniciado ensayos a principios del periodo lectivo que yo me había perdido viajando por las estrellas.
Sonaban bien esa es la verdad.
Pero eso no me importaba lo que me importaba es que ella estaba ahí, frente a mí, y mi corazón se detuvo en un instante de tiempo en el que deseé que fuéramos nosotros dos, juntos por siempre y contra todo lo demás, caiga quien caiga. Un momento en el que si las personas se pudieran poseer hubiera deseado que ella fuera mía y yo suyo por el resto de nuestros días. En el que volví a sentir aquellas mariposas flotar en mi estómago y mi corazón se aceleró porque no esperaba encontrarla allí, conmigo, en ese día.
Supe que me había visto en ese momento porque sonrió y me guiñó un ojo.
Yo me quedé en el sitio, parado, y sonreí como un idiota. Con una complicidad que jamás había sentido hacia nadie. Y midiendo mentalmente la posibilidad de subir al escenario y dejarlos a todos sin concierto para raptarla y darme el lote con ella. Instinto animal al poder, lo sé. Me pones a la persona que quiero delante sin poder tocarla y tan guapa como estaba ella esa noche y me vuelvo loco, y adiós raciocinio y adiós todo.
Es lo que hay.
También soy un poco "macho-men" de vez en cuando. Pero estoy segura de que ella sintió lo mismo porque su corazón latió tan fuerte que habría podido escucharlo a kilómetros de distancia.
La intensidad de aquella mirada me atrapó tanto que apenas podía distinguir lo que pasaba a mi alrededor cuando Noko y Miriam me impulsaron a bailar y hacer el loco. Le sonreí y me entregué a la noche, a la fiesta y a las locuras que nos deparaba el futuro mientras siguiéramos dando guerra en este mundo.
***
Transcurrió algo más de una hora hasta que el grupo acabó de tocar. Y se hizo un descanso en el que había una playlist con los éxitos del momento sonando en la verbena reproducida por una disco-móvil.
Aprovechamos para ir a por unos cubatas, que tuvimos que comprar Miriam y yo porque Noko era menor de edad todavía.
Estábamos en una esquina apartados hablando tranquilamente. O tranquilos ellos, yo estaba histérico porque de un momento a otro podía entrar en escena Amy, y ya sabéis como andaba yo por aquellos días, con todas mis pajas mentales a flor de piel, pero había algo de lo que no podía dudar un segundo, y era que me moría de ganas de verla.
—¿Por eso estábais desesperados por traerme aquí? —pregunté, todavía sin creérmelo.
Asintieron.
—Amy tenía que estar sí o sí para el concierto, pero no llegaba hasta la tarde el avión. Quedamos en traerte aquí por sorpresa para que pudiéramos vernos todos —dijo disimuladamente. Sabía a la perfección que entre nosotros se cocía algo, pero prefirió ser discreta y esta es una de las cosas que más adoro de Miriam.
—Pero la cosa se nos torció un poco con lo del mar, y los cadáveres —admitió Noko riéndose—. Perdimos el último autobús y no sabíamos cómo hacer para llegar hasta aquí así que nos dejamos llevar.
—En un auto volador con claro riesgo de terminar en el depósito de cadáveres municipal —concluyó Miriam.
Los observé sin poder disimular cierta ternura.
¿Ternura?
¿Existe ese sentimiento en mi interior?
—Pero ha sido divertido —Me defendí.
Rompimos a reír.
—¿El qué ha sido divertido? —preguntó una voz imposible de olvidar a mi espalda.
Me giré y el espacio entre nosotros se disolvió en el tiempo. Nuestros corazones latieron al compás de la música de nuestros cuerpos en el momento en que se fundieron en un interminable abrazo en el que volví a sentir su rostro apoyarse en mi pecho.
No duró más que unos segundos, pero juro que cualquiera de nosotros habría firmado por extenderlo una eternidad.
Después Amy saludó a Miriam y a Noko.
—¿Qué tal ha ido el resto de la actuación? —preguntó Miriam entusiasmada— Parece que ha gustado mucho.
Amy se encogió de hombros y rompió a reír.
—El batería está completamente borracho y hemos tenido que cambiar de canción dos veces para seguir lo que había empezado a tocar, todo esto sin que nadie se entere de nada —dijo algo avergonzada—. Me temo que no está pasando por su mejor momento porque ha tocado Doctor Doctor en la versión de Maiden dos veces, y he tenido que improvisar. No estaba en el repertorio, y, desde luego, no era nuestra, que venía siendo la idea. Así que la verdad que como primer bolo ha dejado bastante que desear.
Rompimos a reír.
Imaginar a Amy cantando Iron Maiden ya fue una cosa...
Una cosa que me guardo para mí porque la historia tiene que avanzar.
—Qué locura —concluyó Noko riéndose.
—Aún así ha estado muy guay —dije sonriendo.
—No lo he dicho, pero Felicidades, por cierto —concluyó Amy mirándome con esa dulzura que nada en la Tierra podría igualar.
—Muchas gracias —contesté con mi media sonrisa.
Podía cortarse la tensión sexual con un cuchillo sin afilar. Y teníamos que disimular un poco porque no queríamos dar el cante. Nos entendimos rápido y ella desvió la conversación.
—Ahora en serio ¿Qué ha sido divertido? —preguntó Amy, una vez nos saludamos todos y se introdujo a la conversación.
Los tres nos observamos y rompimos a reír.
—Bueno, se resume en beber mucho, robar el coche de Alan, hacerle crecer alas de dragón y llegar aquí volando, y cantando The Trooper a pleno pulmón—esto es lo que acostumbro a llamar capacidad de síntesis admirable de Miriam Le Rouge.
Amy abrió los ojos mucho y me miró sin dar crédito.
—¿Y habéis hecho todo eso sin mí? —se quejó— ¡No puede ser!
—Podríamos repetirlo —concluyó Noko—. Pero seguramente no tendrá la misma gracia.
—Todavía queda el viaje de vuelta —aseguró Miriam intentando consolar a Amy.
—Estaremos reventados y seguro que Elías tendrá que arreglar unas cuantas cosas con Alan —se burló sacándome la lengua.
—Touché —admití.
Después la conversación fluyó en otros derroteros y a la media hora empezó a tocar el segundo grupo, que inició la velada con un himno al vodka. Era rock tipo ska mezclado con tintes de folk, y nos volvimos locos.
Recuerdo que me arrojé encima de Noko para iniciar un pogo y se nos unió media plaza.
Me encantó.
Cantamos y bailamos como auténticos locos de psiquiátrico de guardia, tan solo a falta de camisas de fuerza. Bebimos. Y mucho.
Y fue entonces cuando para mi llegó el mejor momento de la noche.
—¡Voy a por una copa! —anunció Amy, guiñándome un ojo.
—¡Y yo a mear! —tercié con decisión, siguiéndola de cerca y dejando a Noko y a Miriam bailando como posesos entre una marabunta de gente, con una botella de vino que las chicas habían robado de la furgoneta del batería.
Sí. No preguntéis. Lo que pasa en un pueblo perdido de Australia se quedará en un pueblo perdido de Australia.
Y no.
No fui a mear, ni Amy a por una copa.
La alcancé antes de llegar a la barra y nos perdimos en un callejón desierto.
Me besó.
Y yo la besé.
Primero con timidez. Poco después la timidez se fue al traste y dio paso al momento de nuestras vidas, a esos besos que simulan batallas de la historia o semicorcheas picadas en una trompeta y te hacen olvidar todo lo que se está cayendo a pedazos a tu alrededor. A esa locura de experimentar con tu lengua en la boca que más te gusta en el mundo. A un baile de salsa, caliente y picante, que convierte tu cuerpo en una pista de fuegos artificiales.
Una locura llamada amor.
—Brindaré porque nunca se extinga el aliento de tus besos —me susurró al oído, con aquella voz silbante que me pone a mil cuando hacemos el amor. Con aquella voz que me hechiza y me vuelve pequeño a la vez porque me hace sentir que me moriría en ese instante con tal de no dejar de escucharla ni un miserable instante más de mi vida.
—Yo brindaré por ti, y por todo lo que haces de mí —concluí, con el corazón en la mano.
Nos observamos por un instante, nuestras manos acariciando el cuerpo del otro, ella apoyada en la pared, yo embebido por el perfume de sus besos. Su pelo rubio completamente revuelto. El pintalabios rojo corrido, seguramente esparcido por mi cara. Sus ojos azules perdidos en la oscuridad de los míos. Y nuestros corazones crepitando bajo las llamas, sumidos en la penumbra de la incertidumbre.
El mundo podía caerse a pedazos miles de veces, pero sabía que mientras ella estuviese a mi lado, sin importar la forma ni el porqué, y más allá de todo, el miedo jamás se apoderaría de mí.
—Elías Dakks, quítame la camiseta —suplicó poseída por el deseo que a mí también me apresaba, mientras la tomaba en brazos y la levantaba.
Su cuerpo contra el mío, abrazados en el significado del éxtasis.
Coloqué su espalda contra la pared.
Sus labios jadeando en mi oído. Su lengua recorriendo mi cuello, entregándome su ser en besos y caricias.
Elías, asegurémonos.
—Estás segura de que...
Se detuvo y me miró, con decisión y aguantándose la risa.
—Elías Dakks, quítame la camiseta, y hazme tuya aquí mismo —resolvió con decisión perdiendo el azul de sus ojos en algún recodo de la inmensa oscuridad que habita los míos—. Es una orden.
Nos reímos, y ella se detuvo un instante para perderse en mis ojos, como en busca de algo, como si tratara de leer mis miedos más profundos.
Todavía en mis brazos, se apoyó en la pared y colocó su mano en mi corazón. Suspiró.
—Aunque suene fuerte, creo que nunca podrás hacerte a la idea de cuánto te quiero Elías Dakks —sonrió con todo su corazón. Nunca vi tanto brillo en sus ojos como aquella noche.
La observé en shock. Mi corazón a punto de estallar, y mis ojos perdidos en el océano azul.
—Yo también te quiero —admití—. Siempre te voy a querer.
En ese momento me abrazó fuerte. Hasta que nuestros corazones latieron al mismo son, como si fueran uno solo. Más fuerte que nunca.
Después nos volvimos a besar, como si nuestras horas estuvieran contadas en este mundo y el cronómetro avanzara deprisa.
Tal vez, después de todo, así fuera.
—¿Estás lista? —susurré en su oído.
Me guiñó un ojo con picardía.
—Lista —confirmó.
El resto es historia.
***
—No sé de qué tienes miedo, o todavía no lo sé —empezó Amy, dubitativa. Andábamos despacio saliendo de aquel callejón y retomando las estrechas calles de aquel pueblecito para regresar a la verbena que se escuchaba a lo lejos y buscar a Miriam y Noko—. Pero puedo asegurarte que mientras el mundo llega a su final, me tendrás a tu lado, allí donde luches y allí donde vayas. Hagas lo que hagas, elegiré morir de pie, contigo.
Frené en seco y la observé, entre emocionado y desconcertado por lo que acababa de decir.
—No estoy seguro de entender lo que quieres decirme —admití con precaución, mientras mi corazón latía muy rápido.
O sí lo estoy, pero jamás imaginé que un humano pudiera decirme que pasara lo que pasase elegiría morir a mi lado, peleando, como iguales.
—Lo que quiero decir —me miró con decisión— es que puede que el mundo se esté cayendo a pedazos en este instante, pero eso no hará que me aparte de ti mientras tú no quieras que me vaya. No quiero que tengas miedo a perderme —expuso—. Estoy aprendiendo a defenderme —explicó—. Siempre he sido buena con el arco y ahora también podría manejar una espada —comentó con timidez—. Haré todo lo que pueda por serte útil en todos los aspectos. Y si alguna vez me pasara algo, recuerda que este no es el final.
La observé sin dar crédito.
—Sabía que tirabas al arco —recordé que Nagny me lo había contado en su momento cuando me tendió los distintos informes sobre mis compañeros—. Pero no sabía que también manejases la espada...
El año pasado no es que se hubiera defendido muy bien con aquel palo de escoba en el jardín.
—Estas vacaciones tomé clases de esgrima —admitió.
¿En serio?
—¿Por qué? —pregunté, sonriendo sin poder evitarlo, y visiblemente emocionado— Quiero decir, no sabía que te interesase.
—No me interesa especialmente, pero pensé que llegado el momento podría serme útil. Quería sentirme segura, ¿Entiendes? —explicó—. Y de paso, si puedo ayudarte de alguna manera. Lo haré. Si llega el final, pelearé contra lo que sea. Pero siempre contigo —sentenció con decisión.
—Este no es el final —le guiñé un ojo, intentando disipar de mi mente la posibilidad de que le pasase algo por intentar ayudarme—. Además, tú me ayudas de otras maneras y esta no es vuestra guerra. No directamente al menos.
Negó con convicción.
—Esta es mi guerra. Tanto como lo es tuya —aseguró—. Estamos viviendo cosas horribles, Elías. Y vosotros os estáis sacrificando para alargar la normalidad de nuestras vidas, pero ya nada es normal, y es momento de aceptar que tarde o temprano, de una forma u otra, tendremos que defendernos de lo que ocurra, luchando codo con codo con vosotros —terminó—. Además, si es tu guerra, también es mi guerra, porque lo quieras o no, eres parte de mí, y yo de ti. Tal vez esto no termine bien para uno de los dos, para ninguno, o quizás logremos lo impensable y reconstruyamos un mundo roto... pero pase lo que pase, me tendrás en tu lucha. Y no aceptaré un no por respuesta. Ni yo, ni ninguno de los chicos —concluyó con seriedad.
Sentí su corazón latir con fuerza, con toda la decisión y determinación que Amy siempre demostraba en los momentos difíciles.
No supe que decir.
—Y, por favor —añadió—, nunca asumas que debes alejarme de ti para protegerme. Es probable que vaya a morir de todas formas, porque esto no tiene mucha pinta de acabar bien para nadie.
—Eso no va a pasar...
Eso, miente como un bellaco. Niega la evidencia aun cuando eres incapaz de negarla con todo tu corazón porque sabes que mentirás, y que ella sabrá perfectamente que mientes porque es jodidamente lista y no la vas a engañar.
—Te lo estoy pidiendo por favor, Elías —suplicó, dejándome clavado en el sitio sin saber qué hacer porque ningún humano me había suplicado con esa intensidad antes—. No sé lo que va a pasar, ni si las cosas se acabarán torciendo y saldré mal parada de esto, pero, pase lo que pase, y por mucho miedo que tengas a que me pueda pasar algo, no me quites el derecho de decidir cómo quiero que esto acabe —asumió con sencillez—. Si existe la posibilidad de que me marche del mundo antes de tiempo, como tantas otras personas, quiero hacerlo luchando contigo o de tu parte, de la manera que sea, pero codo con codo y hasta el fin. ¿Me has entendido?
La observé sin salir de mi asombro.
¿Cómo puedes llegar a tener una conexión tan fuerte con una persona como para saber qué es lo que le preocupa sin que te lo haya dicho?
—Eres la persona más empática que he conocido jamás, ¿Lo sabes? —me reí.
Sonrió con tristeza.
—¿Dejarás que me quede contigo? —insistió.
Eso ya estaba decidido, egoísta o no, la mejor forma de protegerla era tenerla cerca.
—Hasta el fin —admití con seriedad.
Sonrió, más tranquila. Y me abrazó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro