Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Era la única manera...

Nota: ¡Siento haber estado desaparecida esta semana! He tenido mucho trabajo y me fue imposible conectarme. Hoy a cambio os adelanto mi regalo de Navidad: ¡Maratón de capítulos! 

pd: pese a todo me huelo que tan pronto termineis de leer querréis matarme :(

¡Felices días y un abrazo muy fuerte a todos!, ¡Que no os traiga Santa mucho carbón y sobre todo que compartáis buenos momentos con las personas que amais! Parte de mi compartirá esos buenos momentos junto a vosotros. <3

Nos leemos el domingo que viene (porque el día de Navidad no actualizaré, y cae en miércoles)

***********************************************************************************************

Lo único que alcancé a escuchar fue que aquella locura solo constaría de un asalto. Pensé que se trataría de alguna suerte de locura en la que deberíamos enfrentar criaturas que habían capturado, como acostumbrábamos a hacer los jóvenes en la simulaciones durante los exámenes.

Pero subestimé el cinismo humano desde sus más hondos cimientos.

Y me quedé blanco cuando una suerte de mesa emergió del círculo central del campo con toda clase de armas, y después la megafonía anunció que debíamos matarnos entre nosotros hasta que solo quedase uno. Y que a ese slader se le perdonaría la vida, condenándolo al exilio.

Después el rugido ensordecedor de la multitud que llenaba el estadio hasta los topes se clarificó mientras todos los sladers, que habíamos estado observando desde el linde del campo de fútbol, esperando a la señal para salir, fuimos empujados al campo, cuyos lindes estaban también electrificados, y en el que nos encontrábamos bajo una cúpula electromagnética que nos separaba del público y del cielo. Los laterales se sellaron también, sin posibilidad de escapar.

Era estremecedor que nos rodease tal cantidad de gente que deseaba vernos morir en directo. Porque era la finalidad de todo aquello.

Una vez nos encontramos en el centro, frente a la mesa abarrotada de armas. Las esposas se desprendieron de nuestras muñecas y quedamos libres por un momento de aquella corriente que nos impedía conjurar la magia.

Lo primero que intenté fue un hechizo para desbaratar los aparatos eléctricos de aquel lugar y bloquear el campo electromagnético.

Pero no tenía energía suficiente para conjurarlo, y todo lo que logré fue que parpadease. Solo nos tendríamos a nosotros. El combate cuerpo a cuerpo de producirse. Tradicional. Contra lo que fuera.

Sabía que tenía que sobrevivir. Pero era incapaz de matar a un semejante. A alguien que había pasado por lo mismo que yo, que había sufrido conmigo en la misma batalla. Esa es otra forma de matar, y nuestro código la prohíbe. Aunque no haría falta. Matar a un compañero no es algo que a ningún slader se le pase por la cabeza.

Recuerdo ese momento de tensión en que nos miramos los unos a los otros. Quietos. Alrededor de aquella mesa. Sin mover un músculo. Con aquel miedo común latiendo en nuestros corazones. Y sin la intención de luchar.

―No mováis un músculo ―grité, dirigiéndome a todas las personas a mi alrededor―. ¡No vamos a matarnos entre nosotros!, ¡No vamos a darles ningún espectáculo!, ¡Si vamos a morir, que sea porque nos acribillen a balazos con sus pistolas hasta que el último de nuestros cuerpos se desplome inerte en el suelo! ―bramé.

Todos me secundaron.

Nos colocamos en círculo y nos aferramos de los antebrazos. Volviendo a cantar con más fuerza que nunca aquella canción, mientras el silencio se adueñaba de las gargantas de la multitud. Sorprendida por lo que acababa de suceder. Incapaz de creer que existiera otra manera de hacer las cosas. Que nosotros nos comportásemos como verdaderos humanos, haciendo gala de la camaradería y el coraje que muchos de ellos habían perdido en algún confín de la sociedad explotadora de consumo.

Pero fue en ese preciso instante en el que mis ojos se detenían en los rostros de cada uno de los sladers que estábamos presentes cuando algo me paró el corazón. El olor a muerte se extendió a nuestro alrededor. Y estoy seguro de que todos pudimos sentirlo.

Aquel rostro que tan bien conocía, y que no habría deseado encontrar en esa situación ni en un millón de años luz. Un rostro que hacía un instante no estaba allí, y que sin embargo emergió fruto de una extraña magia a la que llamamos ilusionismo y cuyo rastro percibimos todos.

―Galius ―balbuceé, observándole sin dar crédito a lo que estaba viendo. Ni siquiera era un slader. Y no le había visto en los calabozos. No entendía por qué.

Me observó con tristeza, pero no respondió.

Soltó la cadena una vez terminamos de cantar, se adelantó un paso, y sus ojos desprendieron el brillo de una magia que desconocía en su ser. Una magia aterradora que solo se usa para un fin en el universo y que muy pocos controlan.

Yo también me solté y bramé mientras corría hacia él, desesperado, sin comprender por qué estaba dispuesto a hacer lo que aquel olor a azufre delataba. Sin entender quién era aquel hombre y qué había hecho con la persona que yo respetaba.

Pero no lo logré. Sus ojos se volvieron negros, juntó sus manos al frente componiendo un triángulo y después murmuró unas palabras en la lengua de los muertos, al tiempo que extendía los brazos y una misteriosa onda de magia golpeaba a todos los presentes a mi alrededor, excepto a mí.

Fue como si el tiempo se detuviera en ese instante. Sus rostros perdieron todo el color que tenían y la sangre comenzó a brotar de su nariz.

Después cayeron uno detrás de otro.

Aunque yo solo tuve ojos para uno.

Corrí hacia el cuerpo del crío para recogerlo antes de que cayera. Pero solo llegué para ver la luz esfumarse de aquellos ojos. Mientras el público vitoreaba, dejándome sordo.

Mis ojos se detuvieron en aquellos iris sin brillo. En esas cuencas abiertas a las que había intentado convencer de que sus padres habían hecho lo correcto secundando mi causa. Pero qué causa era esa si había permitido aquello. Era una causa que había fracasado.

Temblaba de pies a cabeza y dos lágrimas resbalaron por mis mejillas.

En ese momento levanté la vista para encontrarme, al otro lado de la mesa de armas, con aquel rostro que había creído conocer tan bien y que ahora parecía volver a ser el de siempre, con la tristeza grabada en el rostro, solo que con aquella seriedad que emanaba de él en los últimos meses.

Me levanté y le encaré. Furioso. Sin comprender cómo había pasado de admirarlo y respetarlo a encontrarme rodeado de cadáveres de personas inocentes a las que él había matado. Me acerqué a él, con paso decidido, hasta quedar a apenas unos centímetros de su rostro.

Nunca hubiera podido esperar lo que ocurrió en ese momento.

No fui capaz de detenerlo ni de reaccionar. Me encontré con él agarrándome con fuerza y clavando un cuchillo en mi abdomen.

Le observé, desconcertado, mientras mi mundo se caía a pedazos y el tiempo se detenía. Todo lo que creía saber de mi vida se había vuelto girones en ese instante.

― ¿Por qué...? ―pregunté.

Acercó su boca a mi oído.

―Sácate el cuchillo y córtame el cuello, Dakks ―ordenó con decisión y con los ojos húmedos.

En ese momento debí perder el poco color que me quedaba en el rostro.

―No, yo... ¿Por qué los has matado...? ―balbuceé.

―Era la única manera, Dakks ―ordenó con rabia―. Serás el único superviviente y podrás desaparecer y sobrevivir. Era lo que había que hacer. Demuéstrame que te quedan agallas para cumplir con su plan.

No pude evitar que la rabia me invadiera en ese momento.

― ¡La maldigo a Ella y a todos los que la obedecéis a ojos ciegos como si siempre hiciera lo correcto! ―bufé, tratando de ignorar el dolor de ese puñal que aferraba todavía desconcertado.

Me observó con un desprecio que jamás creí posible ver vivir en sus ojos.

―Esperaba algo más de ti, Eliha ―admitió con pesar―. No dejes de intentar encontrar ese nombre. Y recuerda que el amor nos hace débiles ―añadió con seriedad mientras pasaba su mano por mi rostro―. Sigue vivo, y nuestro sacrificio no habrá sido inútil.

En ese momento el rastro del ilusionismo se dibujó en sus ojos. Aunque yo solo yo pude ver la realidad.

Arrancó su cuchillo de mi abdomen con violencia, hizo un hechizo de magia blanca para frenar la hemorragia, y luego se separó dos pasos de mí y asintió. Después colocó la hoja sobre su cuello y no vaciló un segundo más. Lo cortó con violencia. Un corte profundo y diestro, que desgarró cada miserable estructura orgánica de su garganta, abierta y desfigurada.

La sangre comenzó a manar de la herida y de su boca a borbotones mientras el mantenía la firmeza en su rostro, que no se contorsionó ni dejó traslucir un miserable atisbo de miedo.

Solo pude intentar sostener su cuerpo mientras las salpicaduras me cubrían de sangre y sus ojos perdían la luz que un día caracterizó su magia.

Después me quedé solo en aquel maldito campo, arrodillando en una hierba cubierta de sangre. Incapaz de mover un músculo o articular palabra. En completo silencio. Con aquel olor a muerte languideciendo a mi alrededor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro