El amanecer del resto de nuestras vidas
Es oficial. La escritura de la Saga Sladers ha concluído, y por ende puedo retomar las actualizaciones. Os dejo un capítulo extralargo para compensar los meses de espera. Y nos leemos en wattpad cada domingo a partir de la semana del 16 de septiembre.
Recordad leer con la música siempre que podais, porfa ^^
Gracias por la paciencia. Un fuerte abrazo a todxs.
Lunahuatl
*********************************************************************************************
Nos observamos entre nosotros, asombrados por todo lo que acababa de salir de nuestras bocas y sin terminar de explicarnos cómo habíamos llegado a ese punto de confianza. Con miles de preguntas en la cabeza, y cientos de lugares hacía donde podíamos desviar la conversación.
―No eres un inútil con una pierna, Luca. Pero sí eres un cobarde por no decirle a Miriam que la quieres ―concluí―. Y si es importante para ti reconocer tu homosexualidad, Noko, me alegra que por fin lo hayas compartido con nosotros porque eso significa que no tienes miedo a que te juzguemos o que de una vez por todas te da igual lo que la gente piense, al menos desde el punto de vista desde el que los humanos interpretáis el hecho de salir del armario. Si te sirve de consuelo, ya lo sabíamos
Los dos me observaron con la boca abierta.
―Creí que la situación requería cierta concisión.
― ¿Tanta pluma tengo? ―preguntó Noko, como si todos sus esquemas mentales se hubieran derrumbado en un instante, pasando sus ojos de Luca a mi alternativamente y sin dar crédito de lo que acababa de escuchar.
―No es una exageración, Noko ―concluyó Luca―. Puede que un pochino, ma bastante disimulada. Io no me habría atrevido a pronunciarme e nunca escuché hablar a nadie de ello.
―Lo supe enseguida porque mi mejor amigo era lo que vosotros llamáis homosexual ―me excusé―. Pero si te sirve de consuelo, allí de donde vengo la orientación sexual es algo que no le incumbe a nadie, hasta el punto de que no existen palabras para referirse a ella. Se acepta todo y no se juzga a nadie por ello, es un tópico ausente en toda conversación porque está tan claro que cada uno puede disfrutar como quiera que nadie jamás se ha cuestionado si hay una orientación mejor que otra ―me encogí de hombros―. Y, tendiendo en cuenta el contexto de mierda en el que vivís, y vuestra mentalidad retrasada de humanos quiero que sepas que lo que hiciste el otro día fue muy valiente y me enorgullece que seas mi amigo.
Por un instante se hizo el silencio.
―Ahí es a donde io quería llegar ―gesticuló Luca, entusiasmándose―. ¿Qué merda pasó el otro día?
Noko bebió un largo trago y suspiró.
―Me hincharon las narices el pelotón de borregos homófobos de mi clase, que la tomaron con un chaval de primero ―aclaró―. No aguanté más y me lie a hostias con ellos.
―Fue muy épico ―apunté―. Lo hizo al grito de "Si quieres pegarle a un maricón búscate a uno de tu tamaño".
Los tres rompimos a reír.
―Digno de 300 desde luego ―concluyó Luca, colocando su mano en el hombro de Noko―. Qué grande eres, jodido.
Levanté la pinta, mejor dicho, lo que quedaba de ella y ellos me imitaron con rapidez.
― ¡Por la migliore salida de armario de la historia! ―declamó Luca.
Noko suspiró y sonrió, pude leer gratitud en sus ojos, pese a que nunca debieron cuestionarse, ni por un instante, que una sociedad que merezca la pena sea capaz de juzgar a sus individuos por su orientación sexual.
― ¡Y porque nunca vuelvas a inventar nada capaz de matar a millones de personas! ―añadí, tratando de bromear con el asunto, aunque me arrepentí pronto.
En contra de todo lo que había podido imaginar que sucedería a raíz de mi comentario, Noko se hundió en su jarra de cerveza.
― ¿Qué más me he perdido e a che viene questa merda de pregunta? ―inquirió Luca mirándome con cara de ¿Qué palle acaba de pasar?
―Perdón, yo no...
―Ya pagué por ello, Eliha ―concluyó Noko con seriedad y la voz apagada, fijando su vista en su cerveza, incapaz de disimular la tristeza que de súbito lo invadía.
Y yo me sentí una mierda.
―Era una broma no quería...
―Raptaron a mi madre, y tuve que elegir entre verla morir o fabricar lo que me pedían ―confesó, como movido por una necesidad interior inexplicable y casi con un hilo de voz―. Lo desarrollé en un momento de flaqueza, porque ella era la única que me entendía en el mundo, y no podía perderla... pero elegí ―concluyó mirándome con total honestidad mientras dos lágrimas resbalaban por su rostro, tensado por la amargura―. Elegí y ella ya no está.
Creo que los tres, cada uno a su manera, morimos un poco en ese instante.
―La sacrificaste para salvar miles de vidas ―concluí, ido por completo.
―Y le pido perdón, cada día ―terció rompiéndose en mil pedazos.
―Allí donde esté, Noko ―concluí―. No dudes que está orgullosa de lo que hiciste.
―Yo no lo estoy, y no te puedes... hacer a la maldita idea de cuánto... la he echado de menos ―sollozó―. Todo fue una puta mierda... sin ella.
― ¿Hubieras podido vivir con la culpa de que migaglia di persone inocentes murieran por algo que tú inventaste? ―preguntó Luca.
Negó con la cabeza mientras éste le revolvía el pelo.
―Pensé en matarme. Muerto el perro, se acabó la rabia ―admitió―. Sin persona a la que chantajear no hay chantaje.
Se me congelaron las entrañas.
―La hubieran matado igual, Noko ―atajé con rapidez―. La decisión valiente y correcta fue la que tomaste. Porque con cualquiera de las otras dos elecciones no estarías aquí y no podrías ayudarnos a todos. Tu vida era importante para el destino del mundo y es una suerte que estés aquí hoy.
Secó sus lágrimas como pudo y optó por hacer mutis por el foro.
― ¿Miriam y tú? ―se dirigió a Luca intentando recuperar la compostura y aprovechando para desviar la atención―, ¿En serio?
Agnuk, este muchacho te hubiera robado el corazón, pensé, sin poder evitarlo. Ojalá todavía existieras y pudiera presentaros. Ojalá todavía existieras.
Me esforcé por regresar a la realidad y no volver a aquella noche, al primera de las malditas noches.
Luca se encogió de hombros.
―È complicado ―admitió.
―En realidad es muy fácil ―Le alenté―. No puedes permitir que te siga evitando por estar aterrorizada, y no se lo merece.
― ¿La terroriza estar conmigo? ―preguntó preocupado.
Negué.
―Le aterroriza la posibilidad de volver a perderte ―concluí―. No ha sido la misma desde lo que pasó en Italia, Luca.
Suspiró.
―Io tampoco lo seré, te lo recuerdo ―Se defendió.
Está mal vender a tus amigos, pero era el momento de soltar la artillería pesada.
―Yo planteé los medios, pero a la hora de la verdad fue ella quien te salvó la vida, aún asumiendo que perdería la suya ―confesé―. Y lo hizo sin vacilar un instante.
El rostro de Luca perdió todo el color que tenía y sus ojos se detuvieron en los míos, aterrorizados.
― ¿Estuvo a punto di morire?
―Se sacrificó por ti ―admití―. Por suerte para todos era una prueba de fe, que se necesita para valorar si un deseo es puro, y no murió de verdad. Pero a nosotros se nos dijo que el intercambio era una vida a cambio de otra, y sin darme tiempo para reaccionar eligió entregar la suya.
Luca enterró el rostro entre las manos, compungido. Y después me observó sin dar crédito.
―Te necesita mucho más de lo que te imaginas ―concluí―. No sabes todo lo que ha pasado, solo espero que saques los huevos para descubrirlo y compartir ese peso con ella. Es lo que hacen las personas que se aman.
―Por no mencionar que no sé cuánto tiempo nos quedará para compartir sobre este mundo ―añadió Noko.
Asentí, secundando su argumento.
―No estáis en condición de desperdiciarlo ―concluí.
Guardó silencio por unos instantes y suspiró.
― ¿Amy lo sabe?
Su pregunta me desconcertó. Otro especialista en salirse por la tangente.
― ¿El qué exactamente?
―Que, si no consigues que esa espada te diga su nombre antes de marcharte a la prueba, acabarás muriendo de todas formas...
Ahora era yo el que estaba contra la pared.
Negué.
―No lo sabe, y prefiero que siga así.
― ¿No crees que tiene derecho a...? ―empezó Noko.
―Creo que hay demasiadas posibilidades de que muera de cualquier manera ―admití―. Demasiadas posibilidades de que todo acabe para mí y por ende para todos. Todo lo que quiero es vivir estos meses con el coraje suficiente para luchar y amar sin vivir asfixiados por el rugido de las arenas del tiempo corriendo en nuestra contra. Mientras haya esperanza tendremos la capacidad de luchar y de amarnos. Es nuestro único momento para querernos, y no quiero matar esa esperanza.
Luca asintió.
―No quiero que viva con una preocupación más a su espalda y eso empañe el momento que estamos viviendo ―concluí―. Este ahora es lo único que tenemos, no puedo convertirlo en eterno, pero puedo aferrarme a su recuerdo cuando sea pasado.
― ¿Ella sabe que no podrá amar a nadie más si tú...?
Asentí.
―Por eso es tan importante que vivamos ahora. Para nosotros no habrá mañana ―concluí, recordando las palabras de Anet, aquellas que me hicieron perder el miedo a quererla, y a las que tanto debía―. No tendré otra oportunidad para quererla, y no quiero que la sombra de la muerte también se adueñe del tiempo que nos queda.
Guardamos silencio por algún tiempo, dejando que los acordes de la música mecieran nuestros pensamientos.
―Nunca hablaremos ―juró Luca, después de todo.
―Nunca juzgaremos ―añadió Noko, con seriedad.
―Nunca nos rendiremos ―asumí, con convicción.
Brindamos y acabamos la última de las pintas mientras el alba despuntaba en el horizonte tiñendo el mar de hermosos colores que a Luca le hubiera encantado pintar y el dueño bar amenazaba con llamar a la policía para echarnos.
La brisa nos golpeó en la cara al salir de aquel local en donde nuestros mayores secretos se habían sentido a salvo durante aquella cálida noche que había logrado destapar lo inconfesable.
―Creo que vamos a ser amigos siempre ―concluyó Noko, asumiendo una realidad.
―A estas alturas no sé qué significa siempre, pero sí sé que lo seremos mientras estemos aquí y queden posibilidades de pelear.
―Hasta el mismo momento en que il mondo se de a sí mismo el fin ―concluyó Luca.
Caminábamos en silencio por el paseo marítimo cuando surgió una idea de última hora.
―No podemos presentarnos así a casa, apestamos a Alcohol y Alan podría estar por ahí ya, está amaneciendo...
― ¿E che propones, Noko? ―Se burló Luca― ¿Darnos a la fuga?
Rompimos a reír.
―No sé vosotros, pero yo me voy a bañar ahora mismo ―Sonrió. Se quitó la camiseta y echó a correr hacia las escaleras del muelle que descendían a la playa.
― ¿Siamo locos? ―inquirió Luca mirándome con aquella complicidad que habíamos construido a lo largo de casi año y medio.
―Lo estamos ―corroboré.
Echamos a correr gritando y siguiendo a nuestro amigo como si nos encomendáramos a la batalla.
Nuestros cuerpos se fundieron con las olas y el frío glaciar del agua recuperó algo de nosotros que se había perdido. Probablemente la dignidad, aunque sabíamos que la volveríamos a perder una y otra vez mientras existiéramos y no era una preocupación.
Nos dirigimos, empapados, y esta vez en silencio, hacia la vieja casa de los Genios, que no era ni de lejos el sitio donde dormía habitualmente, pero aquella mañana utilizaría mi cama desierta para recuperar horas de sueño y no molestar a Alan en el supuesto de que hubiera decidido dormir más de las seis de la mañana.
Para cuando Luca sacó sus llaves y abrió el portón de la calle que daba al jardín delantero, desde donde en ese momento se contemplaba una visión privilegiada del amanecer con la luz clareando sobre el pacífico, encontramos una escena tan insólita como atractiva.
Amy y Miriam, todavía enfundadas en sus vestidos de fiesta, con los pies descalzos y los tacones a un lado, disputaban una reñida partida de ajedrez en los escalones del porche, todavía bastante perjudicadas por el alcohol.
― ¡Oh maldita sea ni enrocando otra vez!, ¡Así no hay quien te gane! ―Se quejó Miriam― ¡Soy pésima en este juego!
―Nadie lo diría, sobrevivir a seis jaques en una partida me parece toda una proeza ―admitió Amy, riéndose sorprendida―. ¡Si llego a saber que esto iba a durar tanto te juro que me hubiera ido directa a dormir!
Sonrieron al vernos atravesar el jardín a toda prisa.
― ¡Mira quién viene! ―canturreó Miriam― ¿Hacemos una competición a ver quién va más perjudicado? ―sugirió con entusiasmo.
Luca sonrió con convicción y asintió mirándola directamente a los ojos, como pocas veces lo había hecho antes.
―Ma solo si te pones los tacones ―Se defendió.
―¡Eso es trampa! ―Se quejó ella con los brazos en jarras― ¡Pero vale!
Sus miradas se detuvieron en un instante y rompieron a reír.
Ella se ruborizó inmediatamente.
―Mientras tanto ¡Me como tu torre y jaque mate con el caballo! ―anunció Amy― ¡Aleluya! ―declamó, extendiendo los brazos.
Después se levantó y comenzó a hacer una especie de baile de la victoria.
Mi corazón latió tan fuerte que creí que se saldría de mi pecho. Los primeros rayos del sol iluminaban entre los árboles su pelo rubio completamente despeinado y sus pequeños pies moviéndose al son de los primeros versos de una canción que ella adoraba cantar, Ophelia de The Lumineers.
― ¡Espera, necesitas acompañamiento musical! ―declamó Noko, sacando su móvil y corriendo al salón, de donde regresó un par de minutos después con unos altavoces.
― ¡Vamos a despertar a todo el vecindario! ―gritó Ayms entusiasmada.
Nos miramos y rompimos a reír.
―Pues que les jodan. No son tiempos para dormir ―arreglé.
Los primeros acordes al piano empezaron a escucharse por los altavoces y Amy volvió a cantar más fuerte, dando saltitos en el entarimado del porche, con aquella forma de bailar que era completamente libre y expresaba la alteridad de sus impulsos más internos liberándose.
Amaba aquella forma de bailar y el tacto de su voz en mi oído.
Mientras tanto Luca y Miriam competían en la hierba por ver quién se sostenía mejor de pie con una sola pierna.
Era la tercera vez que mi amigo tenía que sujetar a la señorita para que no terminase en el suelo. Rompieron a reír.
― ¡De acuerdo tu ganas! ―declinó―. ¡Estoy más borracha que tú!
Luca sonrió y la observó en silencio.
― ¿Non vai decir nada, ni a celebrarlo, ni a echarme en cara nada, ni...?
Negó, todavía con la sonrisa en los labios.
―En lo que se refiere a efectos prácticos estoy más entrenado que tú en sobrevivir solo con una pierna, así que la técnica no es la apropiada para determinar nuestros niveles de alcohol en sangre.
Ella lo observó, entre cortada e impresionada.
―Necesitaríamos un control de alcoholemia.
Él asintió con tranquilidad, ayudándola mientras se decidía a quitarse los tacones de una vez por todas y retornaba a los escalones del porche, al tiempo que la canción terminaba y Aymss dejaba de bailar.
Luca se sentó al lado de Miriam y yo tuve una idea brillante.
―Noko creo deberíamos inaugurar una nueva tradición en esta casa ―anuncié.
Mi amigo me observó entre confuso y expectante.
―Soy todo oídos ―culminó, encogiéndose de hombros.
―Los ganadores de ajedrez se dan un baño en la piscina ―concluí.
Los dos sonreímos clavando en Amy nuestros ojos.
Ella abrió mucho los suyos y negó con rapidez.
―No seréis capaces ―Se levantó de un salto, dispuesta a echar a correr si hacía falta.
Pero no le dio tiempo porque la cazamos antes.
―¡NI SE OS OCURRA HACER LO QUE...!
En menos de un minuto la agarramos entre los dos y nos las arreglamos para terminar los tres en la piscina tirándonos desde el porche y arrojándola con nosotros y nuestro espíritu salvaje mientras algún vecino amenazaba con llamar a la policía y era convenientemente ignorado.
Una vez en la piscina los tres rompimos a reír.
―¡Eliha Dakks, me vengaré de esto! ―Se quejó Amy, sin poder disimular sus ganas de seguir riendo y que se le había pasado toda la borrachera de golpe.
Justo a su espalda, en las escaleras del porche, dos manos se entrelazaban como los hilos del destino y la cabeza de Miriam se dejaba caer sobre el hombro de Luca al tiempo que él besaba su frente.
Sonreí y le guiñé un ojo a Noko.
―Os lo juro que no entiendo nada ―admitió Amy, que era la única que quedaba de espaldas a la escena.
La tomé de los hombros con cuidado y la giré discretamente.
Se giró para mirarme con rapidez, con una inmensa sonrisa y reprimiendo sus ganas de aplaudir.
―Igual sería el momento de irnos a dormir, ¿No creéis? ―susurró Noko.
Los dos asentimos y salimos de la piscina por el lado contrario al que quedaba cercano a las escaleras del porche, para disponernos a abandonar al sol a nuestras espaldas y avanzar por un lateral de la casa hacia el jardín trasero, desde donde accederíamos a la casa.
Noko durmió solo en la habitación esa mañana.
En lo que a Amy y yo respecta improvisamos un colchón en el viejo desván entre todos los cachivaches y la tenue luz matizada por las vidrieras, y entrelazamos nuestras manos, todavía medio mojados, perdiéndonos en nuestros ojos hasta encontrar el sueño.
Escasos metros más abajo, justo al pie del porche, Luca y Miriam contemplaron juntos lo que llegarían a conocer como "El primer amanecer del resto de nuestras vidas".
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro