2; Cargando la traición.
¿Qué es la bondad social? Por definición, la bondad social se define como la capacidad de un individuo o grupo para actuar en favor de la sociedad, promoviendo valores como la empatía, la cooperación y la justicia. Este principio busca trascender los intereses personales para centrarse en el bienestar colectivo, fomentando la armonía y mejores condiciones de vida. Un ideal noble, orientado al bien común.
Sin embargo, para Kim Namjoon, inmerso en el aterrador e inescrupuloso mundo criminal del cual formaba parte, donde la lealtad se compraba y la traición se pagaba con sangre, la bondad social no era más que un concepto distorsionado, una utopía perdida que solo provocaba su risa. Para él, dicho ideal representaba una herramienta estratégica, un arma silenciosa capaz de moldear a las personas y manipular las estructuras a su completa conveniencia.
La bondad, en sus manos, era un acto calculado. Saber cuándo mostrar clemencia, ofrecer ayuda o tender una mano era esencial, especialmente si ese gesto terminaba convertido en una soga al cuello del otro. Para Namjoon, la bondad social era un medio para consolidar el poder de Scorpion: no solo deseaba que su organización fuese temida, sino también respetada.
Incluso el acto más benigno, según su perspectiva, tenía un precio. Siempre había un costo escondido tras la aparente generosidad, algo que aseguraba que cada gesto sirviera a sus oscuros intereses.
¿Cómo podía existir la bondad cuando todo lo que amaba había sido destruido por la ambición y el capricho de otro? Esa era la pregunta que Kim Namjoon se hacía constantemente. Al principio, el desafío era inmenso. ¿Cómo podía dirigir hacia la gloria una organización criminal cuyos propios miembros lo veían como un niño ingenuo, una broma que despertaba carcajadas y desdén?
La tragedia llegó sin aviso: el asesinato de su padre y su hermano dejó al imperio de los Kim al borde de la ruina. Sin otra alternativa, Namjoon, el hijo mayor de Kim Daejung, asumió el mando de aquella caótica situación. Lo hizo, aunque cada decisión que tomaba era cuestionada, cada movimiento despreciado, y cada muerte que causaba erosionaba lo poco que quedaba de su humanidad.
Los rostros de sus víctimas lo perseguían en sueños; las miradas vacías de aquellos que imploraban clemencia se grabaron en su memoria. Sin embargo, todo aquello endureció su corazón, dotándolo de la frialdad necesaria para no vacilar. Aprendió a ser sádico cuando la ocasión lo exigía, a usar el miedo como herramienta y a negociar con una sonrisa mientras mantenía un arma lista bajo la mesa.
—No es la primera vez que me escuchas decir esto, pero es arriesgado, jefe. Sabes tan bien como yo que ese lugar es un símbolo del control que Vex ejerce sobre la ciudad. Si algo sale mal, podríamos desencadenar una guerra abierta. Es tu segundo ataque, y ellos podrían estar preparando una trampa.
El silencio fue roto por la voz de Siwon. Namjoon alzó la mirada hacia él, observando cómo su dedo índice señalaba un mapa detallado del club en Hongdae. Este negocio, conocido por su apariencia lujosa, ocultaba un trasfondo mucho más siniestro: era el epicentro del tráfico de armas de Vex.
Namjoon escudriñó las facciones de Siwon: piel cálida de tono caramelo, mandíbula marcada y tensa, y una expresión cargada de incertidumbre por el próximo movimiento.
—No desatará una guerra. Aún no. Hongdae es uno de los pilares más importantes de Vex, y precisamente por eso, si queremos enviar un mensaje, ese club es el objetivo ideal —afirmó Namjoon, su voz helada y firme. Con un gesto decidido, marcó el mapa con un dedo, como si ya estuviera sellando su destino.
—Tiene razón —intervino Hyejin, descendiendo por las escaleras con su ambo y bata médica, evidenciando que había terminado su turno en el hospital—. Yoongi no quemará su reino por un incidente como este. Pero hará que tiemble, y eso es justo lo que Namjoon necesita, ¿verdad?
Namjoon asintió, girando ligeramente el rostro hacia ella con una mueca de aprobación.
— ¿Y si no es suficiente?
El murmullo de Jisub rompió el ambiente, tomando por sorpresa a los presentes. Namjoon alzó una ceja, intrigado por escuchar su voz grave. Siempre que cruzaba miradas con él, nuevas preguntas invadían su mente. ¿Cómo había conseguido que un militar de operaciones encubiertas y de tan alto rango se uniera a su organización? Apenas habían sostenido conversaciones más largas que un minuto. Jisub era un hombre de pocas palabras; de hecho, solo hablaba cuando era absolutamente necesario.
— ¿Qué intentas decir con eso? —preguntó Namjoon, su tono inquisitivo.
—Que estás apresurándote. Concéntrate. No solo es astuto; tiene más recursos que nadie. No somos una amenaza para él.
Namjoon apagó la colilla de su cigarrillo en el cenicero, levantando la vista. Sus ojos oscuros relucían con una intensidad que alertó a los presentes mientras se acercaba a Jisub. Algunos esperaban que lo enfrentara, incluso lo castigara por cuestionar sus planes.
—Hoy estás más hablador de lo que acostumbramos.
—Solo es un consejo.
El grupo siempre había bromeado con que Jisub carecía de sangre en las venas; nada parecía perturbarlo. Ni siquiera tener al jefe de una organización criminal frente a él, jugueteando con una navaja pequeña como si fuera un pasatiempo casual.
Namjoon chasqueó la lengua antes de responder.
—No estoy buscando ser una amenaza... todavía. Es una advertencia —dijo con una sonrisa torcida—. Yoongi ha estado demasiado cómodo en su trono, creyendo que el resto de nosotros solo somos sombras en su imperio.
Retrocedió unos pasos, girándose hacia el centro de la mesa.
—Es hora de recordarle que Scorpion está aquí, y no vamos a inclinarnos ante nadie.
—Necesitamos ser precisos —dijo Jimin, señalando un punto en el plano extendido sobre la mesa—. Este lugar tiene más seguridad que cualquier otro negocio de Vex. Es arriesgado; si nos descubren...
Hyunwoo, el experto en tecnología, levantó la mano, interrumpiendo la discusión con un gesto confiado que obligó a todos a callar. Su actitud arrogante, como solía describirla Taehyung, no pasaba desapercibida y por esto mismo le miró mal. Namjoon negó, apunto de sonreír por pura diversión ante ello. Para él, definitivamente, Taehyung compartía con Jisub un semblante serio y un pasado militar que los distinguía del resto. No podía evitar preguntarse si todos los soldados terminaban con la misma frialdad o si simplemente había tenido la suerte de reclutar a los más reservados. Claro que, a diferencia de Jisub, Taehyung disfrutaba las peleas clandestinas, un pasatiempo peculiar que, al final, era más útil de lo que parecía.
—No nos descubrirán —aseguró Hyunwoo con una mueca burlona, inclinándose sobre la mesa mientras señalaba un punto específico del mapa—. El sistema eléctrico tiene un defecto aquí. Si generamos una sobrecarga calculada, tendremos cinco minutos antes de que recuperen el acceso a las cámaras.
Namjoon observó el plano una última vez antes de enderezarse.
—Hyunwoo se encargará de la parte técnica. Jisub, Hoseok, ustedes cubrirán la vigilancia. Ah, y por cierto, les conseguí juguetes nuevos. —Señaló un par de francotiradores apoyados en una mesa cercana—. Yo entraré. Quiero que esto sea personal. Es momento.
La firmeza de su voz no dejaba espacio para objeciones. Namjoon no buscaba simplemente dar un golpe; quería dejar claro que el control de Vex sobre la ciudad estaba a punto de tambalearse.
El ruido ensordecedor de la música electrónica rebotaba contra las paredes del exclusivo club nocturno en Hongdae, un espectáculo de luces y sombras que enmascaraba los verdaderos negocios que se llevaban a cabo tras bambalinas. Para muchos, el club era un santuario de hedonismo y lujo. Para Yoongi, era solo una pieza más en el tablero, un frente cuidadosamente construido para encubrir una de las operaciones de tráfico de armas más lucrativas de su imperio.
En el sector a oscuras del VIP, Yoongi estaba sentado en un sillón de cuero negro, con las piernas cruzadas y un cigarrillo descansando entre sus dedos. El humo formaba espirales en el aire, diluyéndose en la penumbra que lo rodeaba. La luz tenue de las lámparas de emergencia del lugar apenas iluminaba su rostro, destacando la sonrisa sarcástica que esbozaba mientras escuchaba a uno de sus hombres informarle sobre movimientos sospechosos en el club que se estaban llevando a cabo en ese momento.
—Creo que es Kim Namjoon... otra vez. —El tono de Changwoo era tenso, pero Yoongi no parecía particularmente preocupado.
—Déjalo jugar —respondió Yoongi con un tono despreocupado, exhalando una bocanada de humo mientras sus ojos se clavaban en la pista de baile abarrotada que parecía confundida ante la situación, algunos incluso comenzaron a dispersarse. Las luces de emergencia iluminaban brevemente su rostro, mostrando una mezcla de confianza y desdén—. Si quiere hurgar en el león, que lo haga. Me interesa ver hasta dónde está dispuesto a llegar.
La única mujer entre ellos, Jongseo, estaba particularmente distante de su hermano mayor, Jungkook, en ese momento. Sin embargo, se inclinó hacia Yoongi, con una expresión que revelaba su incomodidad.
— ¿No temes que esto escale, Yoongi oppa? Scorpion no es cualquier organización. Están casi a nuestro nivel.
Yoongi dejó escapar una risa seca y apagó el cigarrillo en el cenicero frente a él.
—“Casi” es la palabra clave, ¿no lo crees? —susurró, con una mirada afilada—. Namjoon tiene hambre, claro. Lo entiendo. Pero hay una diferencia entre hambre y desesperación. Y créeme, él está desesperado. Y una vendetta en ese estado, nunca acaba bien.
Fuera, en una colina distante desde donde podían observar la operación, Hoseok ajustó la mira telescópica de su rifle. El frío del metal contra su mejilla no era nada comparado con la adrenalina que corría por su cuerpo. A su lado, Jisub permanecía inmóvil, con la vista fija en el edificio que Namjoon estaba a punto de infiltrar.
— ¿Algún movimiento? —preguntó Hoseok, rompiendo el silencio con una sonrisa despreocupada, aunque sus ojos seguían atentos a cada detalle.
—Nada inusual —respondió Jisub, su tono bajo y controlado. No era hombre de muchas palabras, pero cuando hablaba, su voz siempre llevaba un peso que Hoseok respetaba.
Hoseok soltó una risita breve, más para aliviar la tensión que por diversión real. Namjoon confiaba en ellos para cubrir su retirada si las cosas se complicaban, y aunque Hoseok estaba acostumbrado al peligro, no podía evitar que su mente regresara al día en que Namjoon lo había encontrado.
Había sido hace cinco años, en un almacén abandonado en los márgenes de Busan. Hoseok, un experto en armas caído en desgracia tras un trabajo fallido, estaba a punto de ser eliminado por una pandilla rival. Entonces apareció Namjoon, ofreciéndole una salida: unirse a Scorpion y usar su talento para algo más grande. Desde entonces, Hoseok no solo había aprendido a sobrevivir, sino también a prosperar. Ahora, no solo era uno de los mejores francotiradores de la organización, sino que también manejaba el contrabando de armas con una eficacia que rivalizaba con cualquier otro criminal de la ciudad.
— ¿Realmente crees que necesite nuestra ayuda? —preguntó, con una sonrisa ladeada en su rostro, aunque sus ojos no dejaban de analizar cada detalle.
—No —respondió Jisub, cortante y directo, como siempre.
—Eres tan divertido como un funeral, ¿lo sabías? —bromeó Hoseok, aunque enseguida su expresión se tornó seria—. Espera... eso no estaba en el informe. ¿Un guardia extra?
—El sistema de seguridad estará bloqueado durante cinco minutos —anunció Inguk, su experto en sistemas, con la computadora descansando en su regazo mientras ladeaba el rostro hacia Yoongi.
—Déjenlo llevarse su pequeña victoria —La postura relajada del jefe de Vex no fue bien recibida por sus miembros—. Será más interesante cuando crea que tiene ventaja y yo le muestre lo equivocado que está.
Fuera, de pie en un callejón oscuro, Namjoon ajustaba el reloj en su muñeca. Había pasado semanas estudiando los patrones de seguridad del lugar: las horas de los cambios de guardia, los movimientos de los empleados y hasta los defectos en el sistema eléctrico.
—Hyunwoo, ¿estás listo? —preguntó en voz baja, apenas un susurro.
A dos calles del lugar, dentro de una van repleta de tecnología, Hyejin tamborileaba los dedos contra la consola. Su paciencia, o la falta de ella, era evidente.
— ¿Cuánto más, Hyunwoo? —preguntó, girándose hacia el hombre sentado a su lado.
—Relájate, mujer. Estoy trabajando —respondió él con una sonrisa sarcástica mientras ajustaba un cable que conectaba sus dispositivos. Su actitud despreocupada podía exasperar a cualquiera, mucho más a una médica que acababa de finalizar su guardia de treinta y seis horas.
—Namjoon estará dentro en un par de segundos. No podemos permitir errores —intervino Jimin desde el asiento trasero.
Hyunwoo suspiró y miró de reojo a Jimin. A pesar de la tensión en el aire, siempre había algo en ella que lo hacía sentir que todo estaba bajo control, incluso en los peores momentos. Trabajar bajo presión siempre lo caracterizó; él estaba seguro de que nada podía salir mal, ¿verdad? ¿O estaba creando un puto presagio que le costaría la vida? Ups.
—El sistema caerá en cinco... cuatro... tres —anunció Hyunwoo finalmente, y en la pantalla de su computadora apareció un mapa del club con todas las cámaras desactivadas.
—Buen trabajo. —murmuró Jimin, inclinándose hacia adelante para observar las imágenes que llegaban de un dron cercano.
La respuesta de Hyunwoo demoró un momento en llegar, logrando impacientar a Namjoon desmedidamente, aunque sus músculos se relajaron tran pronto como su voz resonó con calma en su oído:
—“Listo cuando tú lo estés, Kim-ssi. El sistema de cámaras caerá por exactamente cinco minutos. El resto depende de ti.”
Namjoon miró hacia la entrada trasera del club, donde dos guardias conversaban sin mucha atención. Sus dedos rozaron el auricular.
—Háganlo.
A unos metros, las luces del callejón titilaron, un parpadeo inofensivo que nadie más notó. Luego, todo el sistema eléctrico del club colapsó completamente.
Namjoon no esperó la reacción de los guardias. Comenzó a moverse con precisión calculada. Cada paso, cada movimiento, estaba planeado al milímetro. Subió las escaleras en silencio, evitando el pasillo principal, donde los empleados intentaban restablecer el orden.
Frente a la puerta del despacho, sacó una ganzúa de su chaqueta y manipuló la cerradura con precisión. Escuchó el clic apenas unos segundos después, una pequeña victoria que no celebró. Una vez dentro, cerró la puerta con cuidado y encendió la linterna que llevaba en el bolsillo, pero antes de que pudiera siquiera levantar la mirada, escuchó a través de su auricular la voz de Hyunwoo:
—“Cuidado, jefe. Tenemos movimiento en el piso inferior” —advirtió Hoseok—. “Min está aparentemente calmado.”
Namjoon soltó un leve suspiro. Min Yoongi siempre era calmado, incluso si alguien asesinara a su madre frente a él, permanecería igual.
—Controlen la situación. No tengo tiempo para distracciones.
—“Lo haremos, pero recuerda que el sistema solo estará caído unos minutos más. No pierdas el ritmo” —interrumpió Hyejin con su tono habitual de sarcasmo.
Namjoon ignoró el comentario mientras se dedicaba a revisar los documentos en el despacho, dándose unos momentos para inspeccionar a detalle la manera en que se componía. El despacho era un reflejo de su dueño: ordenado, lujoso y peligroso. Sobre el escritorio de madera oscura, una pila de papeles parecía inofensiva, pero Namjoon sabía lo que buscaba. Así que, tras revisar rápidamente los documentos, encontró una carpeta con el sello de Vex. Mas supo que su tiempo se había agotado cuando escuchó el ruido en la puerta. Giró rápidamente, su mano buscando el cuchillo oculto en su bota. Cuando un guardia apareció, Namjoon no le dio tiempo de reaccionar. El cuchillo se clavó en su pierna con precisión, y el hombre cayó al suelo con un gemido de dolor, sosteniéndose la pierna mientras Namjoon se acercaba, sus pasos medidos.
—Mierda.
—“¿Problemas, jefe?” —preguntó Hoseok a través del auricular, su tono despreocupado.
— ¿Qué demonios...? —comenzó el guardia, pero no terminó la frase debido a que Namjoon se acercó y presionó la navaja con más profundidad, disfrutando de los borbotones de sangre que mancharon ligeramente su rostro, acompañado de más gritos de sufrimiento y dolor de aquel hombre.
—Nada que no pueda manejar. Solo prepárense para cubrirme si las cosas se complican un poco más —comunicó a través del auricular, manteniendo una mirada cínica sobre aquel guardia, cuyos ojos expresaban temor y piedad, la última cosa que Namjoon no tendría—. Dile a tu jefe que sus secretos no están tan seguros como cree —Se dirigió a él, su voz fría pero calmada. Se agachó y tomó una caja de dinero que estaba en un estante cercano. No era su objetivo principal, pero sabía que sembraría dudas en Vex.
Namjoon se detuvo un momento antes de cruzar la puerta, su figura imponente proyectando una sombra sobre el guardia herido. El hombre jadeaba en el suelo, presionando la herida en su pierna mientras un charco oscuro se extendía bajo él.
—Mírame —ordenó.
El guardia alzó la mirada con esfuerzo, sus ojos reflejando más dolor que valentía.
—Considera esto un favor —dijo Namjoon, inclinándose ligeramente hacia él—. La próxima vez, no será una pierna.
Con esas palabras, se irguió y ajustó la caja llena de dinero bajo su brazo, su rostro inmutable. No se apresuró al salir; sus pasos eran calculados, casi desafiantes, como si supiera que cada segundo de calma era una declaración de poder.
Al cruzar la última puerta hacia la noche fría, una certeza se asentó en su mente: aquello no terminaría ahí. Había sembrado una semilla de inquietud en Yoongi, y si conocía algo de su enemigo, sabía que las represalias no tardarían en llegar. Pero por ahora, tenía la información que necesitaba y un paso de ventaja.
Mientras tanto, en el VIP, Yoongi permanecía en su rincón habitual, envuelto en el humo de su cigarrillo. La música volvió a retumbar en el club, pero en aquel sector oscuro y apartado, el sonido parecía más un eco lejano que una presencia envolvente. El ambiente era distinto esa noche: no la vibración confiada y hedonista de siempre, sino una calma cargada de incertidumbre, como si el aire hubiera cambiado de peso.
De repente, Changwoo irrumpió en la penumbra, su andar apresurado acompañado por Jihun, quien intentaba mantener la compostura. Ambos tenían el mismo gesto en el rostro, una mezcla de urgencia y preocupación que nunca presagiaba algo bueno.
—Yoongi-ssi, ha vuelto a ocurrir. Otro incidente en el club. —La voz de Jihun resonó en la sala. Sus palabras eran firmes, pero la preocupación no era fácil de ocultar—. Un guardia herido y más dinero desaparecido. No estábamos equivocados; Namjoon provocó todo esto.
Yoongi cerró los ojos, dejando escapar un suspiro cargado de irritación. El humo de su cigarrillo formaba espirales perezosas a su alrededor, una distracción que parecía mantener su mente fría, incluso frente a la noticia.
—Por supuesto que fue Namjoon —murmuró finalmente, exhalando una larga bocanada de humo que llenó el ambiente con un aroma amargo—. Era cuestión de tiempo antes de que intentara algo más atrevido.
Jihun, aún de pie frente a él, carraspeó incómodo, sin saber si debía continuar. Conocía el temperamento de Yoongi y, aunque el líder de Vex rara vez alzaba la voz, sus palabras eran más afiladas que cualquier navaja.
— ¿Cuáles son las pérdidas? —preguntó Yoongi, dejando el cigarrillo en un cenicero de cristal mientras se incorporaba lentamente, ajustando la chaqueta de su traje negro con movimientos deliberados.
—Unas cuantas decenas de miles... Pero no es el dinero lo que le preocupa al equipo, Yoongi —intervino Changwoo—. Es la señal que está enviando. Parece querer llevar esto más allá de los límites del acuerdo implícito que tenían.
Yoongi entrecerró los ojos, como si intentara medir el alcance de esas palabras. Luego, en un movimiento calculado, se inclinó ligeramente hacia Jihun, su presencia llenando el espacio con una autoridad casi palpable.
—Ese hombre no entiende lo que es el equilibrio. Está jugando con fuego sin darse cuenta de que soy yo quien controla la chispa. Namjoon siempre ha sido un jugador impulsivo, pero incluso él debería saber que con Vex no se juega. Ya nos hemos encargado en el pasado. Si busca guerra, se la daré. Pero no ahora. No todavía.
El silencio que siguió fue espeso, cargado de tensión. Yoongi tomó el teléfono sobre la mesa ratona y deslizó un dedo por la pantalla, buscando algo mientras continuaba hablando, casi como si pensara en voz alta.
—Quiero que aumentes la seguridad en todos los puntos clave. Y háganme un favor, Jihun, Changwoo: asegúrense de que los hombres más cercanos a Namjoon reciban un mensaje. Algo sutil... pero efectivo.
—Entendido, jefe.
Jihun y Changwoo se retiraron tras inclinarse, dejando a Yoongi solo en la penumbra del sector VIP. Sus dedos tamborilearon contra la mesa frente a él, su mente ya maquinando la estrategia perfecta. Si Namjoon quería cruzar la línea, tendría que aprender, de la manera más dolorosa, que Yoongi no retrocedía. No lo hacía por nadie.
Una vez dada la orden, sus ojos se clavaron en el teléfono sobre su mano, el siguiente paso ya trazado en su mente. Sin pensarlo dos veces, marcó el número de Jungkook.
El tono de llamada resonó en la habitación, cortando la calma aparente con cada segundo que pasaba. Uno... dos... Antes del tercero, la voz de Jungkook llegó al otro lado de la línea, directa y enérgica, como siempre.
—“¿Hyung?”
Yoongi no se molestó en saludar, ni siquiera esperó a que el joven terminara de hablar. Su tono fue firme, cargado de esa autoridad que nadie en Vex se atrevía a cuestionar.
—Quiero que Inguk y tú reúnan toda la información sobre los movimientos de Scorpion. Necesito un informe completo de Namjoon y su gente, porque estoy un poco... desactualizado. Cada movimiento, cada contacto, lo que sea. Pero quiero algo más específico esta vez: encuentren cualquier punto débil, algo que pueda usar para arrinconarlo.
Una pausa breve, apenas perceptible, mientras Jungkook procesaba las palabras.
—“Entendido, hyung. Danos unas horas, te enviaremos lo que encontremos.”
Yoongi asintió en silencio, aunque sabía que Jungkook no podía verlo. Su confianza en ellos era absoluta; después de todo, nadie manejaba el espionaje digital como él e Inguk. Pero esta vez, necesitaba algo más que datos.
—Y Jungkook... —añadió antes de colgar, su voz más baja, más peligrosa—. Quiero que localicen a uno de sus hombres clave. No me importa quién, pero que sea alguien valioso para él. Prepárate para rastrearlo, y si se mueve, quiero saberlo antes de que dé el primer paso.
—“No hay problema. Me pondré en ello ahora mismo.”
La línea se cortó, dejando a Yoongi nuevamente en el silencio de su despacho. Respiró hondo, sus dedos tamborileando una vez más sobre la madera.
Ése imbécil inconsciente quería provocarlo. Pero Yoongi no solo reaccionaría; dominaría el tablero. Suspiró, lo último que necesitaba era que el volcán llamado Kim Namjoon hiciera erupción y desestabilizara todo lo que había construido. Porque si alguien iba a provocar caos en el mundo criminal, ese alguien sería Yoongi, y lo haría en sus propios términos.
— ¿Ahora entiendes que no puedes subestimar a Scorpion, Yoongi? —Joongki, su abogado y asesor, intervino, su tono cargado de advertencia—. Lo que busca es simplemente... vendetta.
El sonido del encendedor cortó el aire en la habitación, mientras el humo se alzaba lentamente, llenando los pulmones de Yoongi como siempre. Al inhalarlo, una sensación de calma le invadió de inmediato. Cuando el humo tocó su interior, consiguió que su mente se despejara momentáneamente. Levantó la vista y se centró en la reunión inesperada con Joongki, quien parecía tener más que palabras de reproche.
Lo último que necesitaba era escuchar sermones ajenos. Estaba agotado, sobre todo esa noche. No había hecho lo habitual en esos momentos de ocio, cuando se refugiaba en el club buscando satisfacer sus deseos carnales. Un buen cuerpo, una noche de lujuria sin ataduras, siempre le cambiaba el humor al instante. Quizás era eso lo que necesitaba para liberar su mente y aliviar el dolor de cabeza que le estaba torturando: sexo.
Con una mueca, retiró el cigarrillo de sus labios y lo dejó entre los dedos antes de responder con firmeza:
—Voy a preparar una sorpresa para él. No te preocupes tanto.
—Que suenes tan despreocupado me está enfermando el cerebro, Yoongi.
—No tengo motivo para preocuparme por un idiota imprudente como él. Estuvimos a un paso de distancia en el club, pero no tuvo agallas para acercarse y enfrentarse a mí. Eso solo significa una cosa: quiere que yo inicie la guerra. Quiere arrastrarme al barro, Joongki, y a Vex. Como si tuviera los recursos y contactos para lograrlo —rechistó con gracia—. Es un fraude, un chiste. Mi padre debió haber acabado con todos ellos de una vez.
—Lo estás subestimando demasiado. Es un asunto serio.
Yoongi rodó los ojos, con ganas de responder después de inhalar una buena bocanada de nicotina, pero en ese momento la puerta de su oficina se cerró de golpe. Joongki giró hacia la fuente del ruido, y Yoongi fijó su mirada en la nueva intrusión, quedándose en su sitio al encontrarse con los ojos de Jin. La atmósfera pesada se apoderó de la habitación, incomodando tanto a su hermano menor como al abogado.
Seokjin lamió sus labios y, al asegurar la puerta, levantó su dedo índice hacia Yoongi de manera acusatoria.
—Nuestra madre me informó de lo que sucedió. ¿Te volviste loco?
—No tengo tiempo para esto. El libro de quejas está sobre el escritorio —comentó con desdén, como si la situación fuera más bien una broma para él—. Tengo que prepararme para una reunión con un senador en el puerto y...
—Nadie sale de aquí hasta que pienses en cómo vas a responder a los ataques de Kim Namjoon —demandó Jin.
—Opino que no es conveniente que...
—Joongki, no te he pedido tu opinión —interrumpió Seokjin con firmeza, levantando la mano como señal de que guardara silencio—. ¿Cómo responderás? Está más que claro que quiere arruinar nuestra reputación y llevar nuestra paciencia al límite.
Yoongi se contuvo de rodar los ojos, aunque la irritación y el agotamiento lo carcomían. Su hermano mayor era la única persona que realmente lo intimidaba en esos momentos de frustración, con sus acciones erráticas y la energía densa que llenaba la sala. A veces, incluso pensaba que lanzarse por la ventana sería más sencillo que lidiar con la presencia de Jin.
En ese instante, Yoongi no tenía respuestas. No tenía la mente clara, solo el deseo de consumir la nicotina del cigarrillo entre sus dedos y dormir hasta la tarde siguiente, si pudiera.
Lo que realmente lo incomodaba era la demanda de su hermano: respuestas sobre los ataques de Namjoon, cuando, aparentemente, Jin ya no estaba involucrado en los negocios familiares. Nunca quiso asumir esa responsabilidad, buscando, o al menos diciendo que lo hacía, una vida más sencilla, moralmente correcta, normal... cualquiera que fuera. Yoongi estaba cansado de esa historia, especialmente cuando sabía que, en el fondo, su hermano seguía involucrado solo para proteger a su madre y mantener el trasero de Yoongi a salvo.
Yoongi se frotó la cara con la palma de la mano, sosteniéndose la sien antes de mirar directamente a Seokjin. Joongki, su abogado y asesor legal, se mantenía en silencio, observando con calma. Sabía que intervenir solo podría empeorar las cosas. Los hermanos Min solían tener sus diferencias, pero algo en la tensión con Scorpion parecía haber tocado una fibra sensible entre ellos, algo que Yoongi comenzaba a descubrir.
— ¿Y? ¿Qué tienes que decir al respecto? Tu actitud tan indiferente y tu falta de interés en el asunto solo permitirán que avance más. Necesitas actuar, dejar una advertencia clara, o esto nunca terminará.
—Seokjin, ¿me estás dando órdenes? Entiendo que te preocupe el bienestar de nuestra madre y de tu hermano, pero no te pases de la raya. Yo haré lo que crea necesario. Solo dejé que jugara un poco porque las pérdidas no son significativas para Vex. Kim Namjoon sabrá quién soy, no te preocupes por eso. Así que, por favor, no te metas. No es tu lugar en este asunto, nunca lo ha sido.
—Cuida lo que dices, mocoso. No creas que estoy orgulloso de estar involucrado en estos asuntos, pero necesito que ni mamá ni tú estén en peligro. No te subestimo como líder...
—Sí, sí me subestimas. Estás criticando cada una de mis decisiones. Mantente al margen, pero no interfieras.
—Lo siento, pero no soy uno de tus subordinados para hacer lo que me pides sin cuestionarlo. Mientras la situación no esté bajo control, me meteré, aunque no te guste.
—Seokjin, sabes perfectamente que esto no es un maldito juego de niños.
—Lo sé, Yoongi. Hemos crecido juntos, no hace falta que me lo recuerdes. ¿Qué quieres que haga por ti?
—No estoy seguro. ¿Qué puede hacer un Teniente por mí, Joongki? —Le preguntó, dirigiendo un tono sarcástico hacia la tercera persona en la habitación, cuyos ojos claramente le decían: “No me metas en esto”.
— Tengo muchas capacidades que pueden servir a Vex. He recibido entrenamiento militar, manejo todo tipo de armas, y sé mucho más. Puedo hacer lo que sea, ¿todavía no lo entiendes?
Lo conocía. Y como lo conocía, sabía que no era conveniente cederle a su hermano mayor demasiado de ese mundo oscuro y despiadado que tanto le gustaba controlar a Yoongi.
En ese instante, algo hizo clic en su mente.
Tenía un plan.
—Así que puedes hacerlo todo... Muy bien —asintió lentamente, pasando una mano por su barbilla en señal de concentración, como si la decisión le costara, aunque en realidad no lo era tanto—. Necesito que te encargues de algo.
— ¿Qué necesitas?
—Quiero que Kim Namjoon confíe en ti más que en su propia madre, Seokjin. Eres naturalmente encantador y agradable, sé que puedes hacerlo. Y no te preocupes por tu identidad, le pediré a Jungkook que elimine cualquier rastro de ti. Será como si nunca hubieras existido. ¿Qué opinas?
— ¿Me estás pidiendo que seduzca al jefe de Scorpion? —preguntó Seokjin, sin poder ocultar la incredulidad en su voz.
—Sí —respondió Yoongi, sin inmutarse, como si no fuera un gran pedido.
—Primero, ¿te has detenido a pensar siquiera si me gustan los hombres? —Seokjin levantó una ceja, intentando procesar la idea.
Yoongi no mostró ninguna señal de incomodidad.
—Tíldame de prejuicioso, pero fuiste a una escuela de hombres. Nunca te hemos visto con una mujer. Recuerdo aquella vez que te vi besándote con otro hombre en tu habitación. No me hagas hablar de lo que ocurrió después de eso... realmente fue un espectáculo desagradable.
Seokjin hizo una mueca, pero no dijo nada. Sabía que Yoongi nunca lo dejaba escapar con algo que pudiera usar en su contra.
—Me juraste que no nos habías visto —replicó, claramente molesto.
—Bueno, las promesas son como las mentiras: se rompen fácilmente —Yoongi respondió con indiferencia, sin dejar de mirar su escritorio—. Pero eso no importa ahora. ¿Tomas el trabajo o no?
— ¿Qué hago, Yoongi? ¿Busco un tutorial en Youtube sobre cómo convertir a un heterosexual empedernido en un gay? No tengo idea de cómo hacer esto.
Yoongi no se inmutó, su expresión era seria.
—Es por un bien mayor, Seokjin. No lo hagas personal.
—Claro —Seokjin se sentó en una silla cercana, claramente frustrado—, mi propio hermano me usa como carnada para el enemigo.
—Creo que he sido demasiado claro en que no te estoy obligando —Yoongi dejó de lado sus papeles y lo miró fijamente—. Sé todo lo que implicará ganar su confianza.
—Lo haré —Seokjin finalmente se decidió—. No me voy a echar atrás. Además, tampoco es como si Namjoon fuera un desastre. No está nada mal.
Yoongi frunció el ceño, su tono endureciéndose.
—Te recuerdo que estás hablando de nuestro enemigo, Seokjin. Si haces algo que no apruebe, me encargaré de todo. Sin preguntas.
—Lo sé.
Seokjin hizo una mueca, pero se quedó callado. Yoongi lo observó por un momento y, con una sonrisa torcida, se acomodó en su silla, estirando las mangas de su camisa. El brillo de las venas azules y verdes en sus antebrazos era evidente.
—Retírense. —ordenó de manera cortante.
Seokjin y Joongki intercambiaron una mirada rápida antes de levantarse, dejando a Yoongi sumido en los informes que le había enviado Jihun, su contador, sobre las últimas cargas de drogas enviadas en los submarinos.
Una ganzúa es una herramienta manual para abrir cerraduras sin llave.
¡Regresé! Voy a paso de tortuga, pero es un universo demasiado difícil para una estudiante de psicología con las neuronas quemadas de información freudiana, sepan entender ahre.
Es un capítulo más extenso que el anterior, estoy satisfecha. Como pudieron notar, Namjoon posiblemente se caracterice por ser el hombre más impulsivo del condado y eso traerá más problemas en un futuro, jeje. Con lo que Yoongi tendrá que lidiar.
Espero que se encuentren bien. Cuídense muchísimo mental y físicamente.
Recuerden que mis redes son éstas:
TIKTOK: alexmoonlight_1
IG: alex.moonlight_
ALEX.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro