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1; Vendetta.

PRIMER ARCO.

—Acércate.

El frío penetraba las fibras de su piel, endureciendo sus articulaciones y su cuerpo se sacudió producto de los fuertes vientos que azotaban las paredes de metal dentro de ese almacén abocado de personas, que rodeaban con cierta distancia a un hombre vistiendo una camiseta blanca simple y sobre él una chaqueta de cuero sintético de colores negros y azules que se difuminaban bajo la tenue luz que podían ofrecer las fogatas a su alrededor.

¿Ustedes llevan contados cada uno de los errores que han cometido durante su vida? Kim Jonghyeop, sí. Él perdió la cuenta exacta de los sucesos causados por su propia y jodidamente estúpida toma de decisiones.

Había participado en carreras ilegales, robado bancos y tiendas de conveniencia, asaltado a personas inocentes, traficado armas y drogas, disparado a personas que pretendían arruinar el negocio en crecimiento de su familia, o qué es peor... había provocado a un hombre que resultó ser el comandante de la mafia más grande que existía en su país de nacimiento, respaldados por políticos y toda clase de gente involucrada a las duras leyes coreanas.

Sudaba frío, su tez se tiñó de un color pálido producto de la abundante pérdida de sangre; sus dientes chocaban entre sí y el zumbido en sus oídos no le dejaba escuchar con claridad los alaridos de su familia y la angustiante súplica de su padre.

Cuánto se arrepentiría de ser un mocoso necio e impulsivo.

Las heridas en su cuerpo supuraban sangre a grandes cantidades, ni siquiera podía sentir los tajos punzando sobre su piel, puesto que su temperatura no se lo permitía. Sus últimos pasos fueron dados y su mejilla bañada en aquel líquido rojo impactó sobre el sucio y mojado cemento. Utilizar sus rodillas como soporte le trajo un serio problema al hacer el vago intento de colocarse de pie, pero en el fondo de su corazón sabía que el problema en el que estaba metido lo dejaría para siempre metido allí.

Su quijada fue alzada por unos dedos gruesos, el leve movimiento consiguió marearlo en cuestión de segundos, y aun así no pudo evitar el contacto visual con el dueño del sufrimiento de su hermano mayor, su madre y su padre.

Si tan solo fuera menos terco, si tan solo por una vez en su vida hubiera prestado atención a los consejos de un criminal con larga trayectoria como su padre, quizás nunca estaría en una situación donde su vida estaba en riesgo. La daba por perdida, siendo franco con sí mismo. Un arma apuntaba sobre su cabeza sin el seguro puesto, lo que indicaba que era su momento para arrepentirse de sus pecados y esperar que Dios le otorgara la vida eterna a pesar de todo.

—Min, sólo es un niño —Su padre habló. De reojo pudo ver que no llevaba nada encima para su defensa propia, lo cual era una mala señal de que aquello podía acabar peor de lo que había pensado anteriormente.

—Tienes razón, porque los niños no saben cómo comportarse. Deshágase de él.

Vio unos ojos llenos de sangre que parecían alimentarse del grito desgarrador y el pánico de una familia, y luego vio el terror acechando en la mirada de su padre. Su hermano mayor derramaba lágrimas en silencio, luciendo impotente por no tener idea cómo resolver su problema. Sin embargo, cualquier claro pensamiento se esfumó al tiempo que el sonido de una bala resonaba en el aire mientras Namjoon nombraba a su padre con desesperación, éste azotando sus rodillas en el cemento frío con lágrimas en sus ojos y una bala atravesando su corazón.

Presenciar la destrucción de su familia fue como ver un espejo caer y hacerse añicos en mil pedazos, cada fragmento reflejando el dolor y la desesperación que Jonghyeop sentía por no poder detener aquello.

Con sus escasas fuerzas logró ponerse de pie, siendo testigo de la parálisis de su hermano mayor a quien su madre arrastraba desesperadamente lejos, a su padre rodeado de un charco de sangre, y gritó. Avanzó sin esperanzas hacia un hombre que se ubicaba a su costado y le quitó el arma a forcejeos; sacándole el seguro, Jonghyeop apuntó y defendió a su familia cuanto pudo.

— ¡Váyanse, carajo! —Les ordenó a su madre y a su hermano.

Sus pies se rehusaron a continuar avanzando, pero omitió su propio dolor para descargar sus últimas balas. Y mientras observaba a su familia huyendo, a los hombres cayendo y otros escapándose de él con éxito, sonrió entre lágrimas en dirección a Namjoon, para más tarde aterrizar de rodillas con dos disparos impactando sobre sus pulmones, provocando una hemorragia incontrolable y tras eso su cabeza se sacudió, recibiendo una bala letal y sus ojos oscurecieron y lo último que sus oídos captaron fue el llamado desgarrador de su hermano, como si pronunciando su nombre le pidiera que resistiera, aunque por cuenta propia supiera que no había vuelta atrás.

—H-hyung...

—"Como sea, recuperen mi maldito dinero." —Leyó Changwoo en su teléfono para luego elevar su quijada—. Mierda, Yoongi realmente está enojado.

Jungkook estacionó el coche en una esquina oscura cerca del restaurante, que a simple vista era un local modesto que cubría con su fachada diversas cantidades de operaciones de lavado de dinero que había tenido la audacia de estafar a Vex.

—Dime, si a ti te estafaran cien millones de wons como si nada, ¿te sentirías como él o no? —le cuestionó Jongseo, como si la respuesta fuera obvia.

Jungkook rechistó y apretó su mandíbula con la mirada intensa enfocada en el objetivo, que custodiado por hombres robustos ingresaba dentro del recinto con una sonrisa descarada en el rostro. A su lado, su hermana Jongseo ajustaba su cuchillo en el estuche de cuero sintético que rodeaba su muslo, en tanto que Changwoo revisaba su pistola y se aseguraba de llevar consigo cargas suficientes de balas en los asientos de atrás.

Un aire pesado y el nauseabundo aroma a pescado se colaron por sus narices inmediatamente después de disponerse frente a las puertas de aquel local de comida tradicional. Actuaron con calma, aun en el momento que Jungkook razonó que podría ser buena idea quitarle de las manos los palillos a un par de clientes que degustaban un ramyeon muy picante, con una cantidad exagerada de fideos y verduras.

—Listos —murmuró Jungkook, resonando entre ellos como una afirmación más que una pregunta concisa. Los palillos rojos giraron entre sus dedos y sus labios se estiraron formando una sonrisa burlona.

—Listos —respondieron Jongseo y Changwoo al unísono.

Yoongi se los había dejado claro: sólo tenían que ir a recaudar el dinero robado, como siempre y como fuera.

Se deslizaron silenciosamente hacia la entrada trasera del restaurante, donde esquivaron a dos guardias desprevenidos con la precisión de una danza mortal. Subieron por las escaleras, moviéndose con rapidez y eficiencia, cada paso calculado para evitar la detección. Al llegar al último piso, Jungkook levantó la mano, señalando a sus compañeros que se detuvieran. Abrió la puerta lentamente.

Dentro, un hombre de una presencia imponente esperaba. Su corpulencia era evidente, con una figura ancha y robusta que llenaba la silla reforzada bajo él. Llevaba un traje hecho a medida, perfectamente ajustado para acomodar su figura, con telas finas que hablaban de su estatus y riqueza, acosta de vaciar cuentas bancarias de otros ladrones. El olor a cigarro y perfume caro lo rodeaba, una mezcla que acentuaba su presencia dominante.

—Bienvenidos —dijo el hombre con voz ronca—. Min no pierde la esperanza, ¿no es así? Lamentablemente, señoritas, cavaron su propia tumba.

—Sí... yo no lo creo, señor Ahn. —Jongseo le respondió, jugando con el mango negro del cuchillo escondido en su muslo—. Vamos a terminar esto rápido —añadió con los ojos puestos sobre Jungkook, observando segundos después cómo éste lanzaba uno de los palillos hacia el hombre, que lo atrapó con facilidad y se rió, mientras Chagwoo y ella se defendían a sí mismos de aquellos hombres que custodiaban al señor Ahn.

— ¿Es todo lo que tienes? —Se burló el hombre, lanzando de regreso el palillo que aterrizó frente los pies de Changwoo—. ¡¿Esto les enseñan en la ratonera de Vex?!

—No.

Jungkook liberó una risa nasal, tomando carrera y, con un movimiento rápido, lanzó el segundo palillo, esta vez clavándolo con precisión mortal en el cuello del hombre, que debido a ello se ahogó, su risa transformándose en gorgoteos mientras intentaba detener la hemorragia.

—Ahora sí —murmuró Jungkook mientras el hombre caía muerto al suelo.

Al mismo tiempo, Jongseo y Changwoo se lanzaron sobre los guardias restantes, sus cuchillos brillando en la tenue luz de la habitación. Jongseo, con movimientos ágiles y precisos, cortó las gargantas de dos hombres antes de que pudieran reaccionar. Changwoo, usando una combinación de fuerza bruta y habilidad, desarmó a otro guardia y lo apuñaló en el corazón.

Jungkook, asegurándose de que el camino estuviera despejado, avanzó hacia la caja fuerte. La abrió con la combinación que habían conseguido previamente por Inguk, revelando un bolso desbordante de dinero.

—Tenemos lo que necesitamos —festejó en un alarido, levantando el bolso.

Los tres comenzaron a retroceder, enfrentándose a más guardias que habían corrido escaleras arriba ante la intromisión y que intentaban detenerlos. Jungkook usó sus cuchillos con destreza, derribando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Cuando las balas comenzaron a volar, cambió a su arma de fuego, disparando con precisión letal, desviando su atención hacia Changwoo, cuyos brazos lanzaron a un hombre por una ventana, haciendo trizas el vidrio de ésta en medio de un intercambio de golpes.

Jongseo utilizaba sus piernas para asfixiar a quien se le cruzara por el camino, ejerciendo una llave mortal. Parecía disfrutar del momento, puesto que sus carcajadas no fueron ocultadas, colocando en un estado de nervios a su hermano mayor.

—Vámonos, ¡ya! —demandó Changwoo ante el imprevisto sonido de unas sirenas que repentinamente comenzaban a acercarse al lugar.

A tropezones bajaron las escaleras y corrieron hacia su coche, el bolso lleno de dinero en manos de Jungkook. Changwoo tomó el mando en el volante y apretó el acelerador, provocando el fuerte rugido del motor, desviando la ruta inicial rápidamente a través de las calles de Seúl, asegurándose de que los policías no los siguieran.

A lo largo de la historia, los jefes que precedieron en Vex a Min Yoongi siempre han sido caracterizados por ser escurridizos y problemáticos. La mayoría de las veces, cualquiera fuera la magnitud del problema que surgiera dentro del negocio de los casinos, para ellos la consecuencia era mortal. El destino de tu vida dentro de aquellas cuatro paredes, mientras el casino más sucio e importante de todo el país continuaba funcionando, Vex escribía el libreto de tu vida.

Vex ganó su poder con sangre, y era una reputación que enfriaba los cuerpos de las personas que también se dedicaban a los negocios sucios. El poder que se elevaba en una edificación grande y majestuosa; se destacaban en ella cuatro columnas que sostenían un pórtico, el perímetro de la propiedad estaba cercado con una valla metálica, una entrada pavimentada que llevaba directamente hacia la puerta que ahora estaba colmada de autos de diferentes modelos estacionados uno detrás de otro.

Al bajar del auto, Jongseo liberó un grito que captó la atención de guardias y de sus acompañantes.

— ¿Qué fue eso?

— ¡Mis converse nuevas! Sólo... ¡Míralas, carajo! —Señaló con desesperación hacia el suelo—. ¡Están manchadas de la sangre inmunda de esos asquerosos hombres! ¿Qué hago, qué hago?

—Por lo pronto, sólo cállate. Y no dramatices, Jongseo. Deséchalas a la basura y cómprate unas nuevas —Espetó su hermano, alzando el bolso sobre su hombro.

—O róbalas, bonita. —sugirió Changwoo con una sonrisa en el rostro.

Pero Jongseo bufó irritada.

Se dirigieron directamente a la oficina de Yoongi, quien les otorgó el permiso mientras se ocupaba de afilar una katana antigua que había heredado de su padre hacía un par de años.

Jungkook arrojó el bolso sobre el escritorio.

—Le cobramos intereses, jefe —dijo, con una sonrisa fría.

Yoongi se rió y apartó la vista de la espada, levantando una ceja.

— ¿Se deshicieron de él?

Jongseo, sonriendo con malicia, sacó un dedo ensangrentado de su bolsillo y lo lanzó sobre el escritorio.

Ups.

— ¿Cuándo demonios tuviste tiempo suficiente para hacer eso? Carajo, huele muy mal —Changwoo se quejó, tapándose sus fosas nasales con el dedo pulgar e índice—. Jungkook-ah, creaste un monstruo, jodido cabrón.

—No te refieras de esa forma a mi hermana —contestó, no pudiendo ocultar una sonrisa por mucho tiempo.

—No me defiendas demasiado, eh. —Jongseo empujó a su hermano.

Yoongi se echó a reír, asintió satisfecho.

—Buen trabajo, muchachos. Háganme un favor. Necesito que alguno de ustedes encuentre a nuestro contador porque no me ha devuelto la llamada de esta mañana. Creo que Jihun ha exagerado demasiado con sus fiestas extravagantes en estas últimas semanas —opinó Yoongi, levantándose de su asiento mientras sostenía el bolso.

—Seguramente tuvo una noche difícil.

—Siempre serán noches difíciles mientras trabaje contigo, jefe —Jihun entró a la oficina de sopetón acompañado Seokjin—. Lamento los inconvenientes, pero estaba poniéndome al día con tu hermano.

A Yoongi se le iluminaron los ojos al hacer contacto visual con su hermano mayor, y sonrió y rodeó su escritorio para acercarse y brindarle un breve abrazo.

—Te he visto demasiadas veces con tu uniforme militar puesto que sin él se siente extraño.

—No digas tonterías, Yoongi —rechistó sonriente, echando un vistazo hacia su costado derecho—. Déjenme a solas con él, por favor.

Todos atendieron a su petición, y Jihun fue el último en salir con una expresión curiosa. Con ello, Seokjin se acercó a la puerta para colocar el seguro y junto a su hermano condujeron al escritorio, con Yoongi sentándose en su sillón habitual y su hermano enfrente.

—Debo insistir para que pongas un pie en este lugar y veas a tu familia. Así que, supongo que tienes una razón de peso para volver aquí. Te pido que hables con franqueza.

—Pensé que aquí el hyung era yo.

—Seokjin. —masculló el más joven.

—Tus enemigos están tramando algo. Detesto involucrarme en estos negocios oscuros —suspiró, con la frustración claramente reflejada en su rostro—, pero debo protegerte a ti y a nuestra madre.

—Qué gesto tan conmovedor. —murmuró con sarcasmo.

—Te escuché, Yoongi.

—Lo sé. ¿Qué más tienes para decirme? —indagó mientras la yema de su dedo índice se deslizaba con cautela sobre los bordes afilados de la katana dispuesta sobre su escritorio—. Sé específico, tenemos innumerables enemigos planeando revueltas para hacernos caer.

—Kim Namjoon, ¿te resulta familiar ese nombre?

—Cenicienta ha regresado en busca de su zapato de cristal —se burló, luego Seokjin rodó los ojos.

—Regresé ayer y me reuní con Inguk. Al acceder al sistema de seguridad, las cámaras detectaron movimientos sospechosos por la calle de Hongdae, cerca de ese club que construiste para ocultar las armas que traficas desde Rusia. Tras una exhaustiva búsqueda, una de las cámaras frente al centro comercial captó una imagen clara de Kim Namjoon entrando al club, pero salió diez minutos después con una caja de dinero. Pregúntate qué hacía dentro de las instalaciones de un negocio de Vex.

—Parece que no le bastó que nuestro padre asesinara al bastardo de su hermano —Yoongi tragó saliva y se colocó de pie, dándole la espalda a su hermano para luego enfrentarlo—. Me pregunto qué estará pasando por su mente. Quiero decir, sus hombres no se acercan a nuestro territorio y nosotros no nos acercamos al suyo para evitar problemas. Ese fue el acuerdo entre nuestro padre y su madre.

—Se llama vendetta, Yoongi —respondió Seokjin, blanqueando los ojos por segunda vez—. Venganza por la injusta y feroz muerte de su hermano. La organización Scorpion ha ganado mucho poder desde el preciso momento en que él murió, y podría asegurar que su poder iguala al de Vex.

Vendetta... —chasqueó la lengua.

Escribir es la única curita al alma que me queda mientras me siento una estudiante universitaria frustrada.

Qué disfruten este capítulo.

ALEX.

(Adjunto —para presumir— foto de Argentina bicampeón de la copa américa otra vez)

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