7
En el carruaje que las llevaba de regreso a la capital, la castaña escuchaba los regaños de su tía, estaba cansada de ello pero no podía protestar.
—Meryem, ¿acaso no te he advertido en repetidas ocasiones sobre mantener la distancia adecuada con los miembros de mi familia?
—Lo siento, mi sultana. No tuve la intención de cruzar límites. Solo conversé con el príncipe sobre el nacimiento de Nergissah.
—Debes recordar siempre tu lugar en este palacio.
Mihrimah, intentando calmar la situación, interviniendo, casi siempre estaba de acuerdo con su madre pero en verdad le parecía absurdo que la regañara por cruzar un par de palabras mientras la pequeña sultana había nacido.
—Madre, tal vez estás exagerando un poco.
Hürrem, frunciendo el ceño, responde con firmeza ante la intervención de su hija.
—Mihrimah, no toleraré la insolencia ni la falta de respeto, silencio.
Meryem, con voz temblorosa, intenta disculparse nuevamente.
—Lo siento profundamente, mi sultana. No volverá a ocurrir.
—Espero que así sea, Meryem. No deseo tener que tomar medidas más drásticas.
Pero quizás había mentido pues la primera advertencia llegó esa misma noche, cuando Meryem luego de un relajante baño iba a sus aposentos siendo interceptada a la vez que cubrían su rostro evitando ver a las personas que hacían aquello.
Hürrem, con una mirada penetrante y voz firme, observó a su sobrina en el suelo cuando le quitaron la venda de sus ojos.
—Tú, miserable traidora, no sé qué es lo qué tramas pero no puede ser nada bueno viniendo de alguien cercana a la serpiente de Mahidevran.—Gruñó.—Si te atreves a acercarte a mi hijo de nuevo, no dudaré en acabar contigo.
La joven, horrorizada por las acusaciones infundadas, balbucea en defensa propia.
—¡Juró que no he hecho nada malo! ¡Sería incapaz de lastimar a su majestad!
Hürrem, sin titubear en sus palabras, intensifica su amenaza con un tono aún más sombrío.
—Tus palabras no tienen valor ante mí. Si persisten en acercarte a mi o a mis hijos, no habrá lugar en este mundo donde puedas esconderte de mi ira.
Con el corazón lleno de terror y la mente turbada por las acusaciones injustas, la joven se queda paralizada ante la furia implacable de la sultana, consciente de que su vida pende de un hilo en el filo de la sospecha.
—Si no te apartas de mi camino de inmediato, las consecuencias serán desgarradoras.—Con un ademán los agas sujetaron la cuerda con firmeza acariciandole el cuello con ella.
—¡Se lo suplico Sultana! ¡Por Allah! ¡No me lastime!—Gritaba desesperada.
—Que te quede claro, nadie... Ni siquiera una tonta como tú, nadie puede oponerse a mis órdenes.—Siseó.
—¡Piedad sultana!
—¡Silencio!—Gruñó antes de lanzarle una mirada a los guardias.—Serás el ejemplo de muchas, nadie se mete conmigo y sale impune.
De un momento a otro perdió el aire, la soga quemaba su cuello mientras se retorcía y tan pronto como el aire dejó de llegar, se desmayó. Hürrem sin una pizca de piedad se marchó dejándola en el frío y sucio suelo donde esperaría hasta que alguien notase su presencia, poco le importaba si no despertaba más.
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