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Capítulo 8. Jack


Hoy es el tan esperado día en el que Josh se une a nuestra oficina para poder aprender. Ha pasado casi una semana desde que subió, en la que ha estado recibiendo tratamientos y clases, para aprender un poco el funcionamiento del lugar y para tratar de curar su amnesia, cosa que ha resultado imposible.

Para las personas que llegan a este lugar con más de dieciocho años se realiza otro proceso de formación, ya que tienen menos tiempo para aprender todo lo que otros hemos aprendido en más años. Por supuesto, hay casos y casos. Pero, en general, suelen recibir tratamientos de entre una semana y un mes, y al mismo tiempo, realizan algunas clases para aprender los reglamentos y los sistemas de funcionamiento; pero, sobretodo,les preparan para trabajar. No todos acaban trabajando en las centrales de vigilancia al igual que yo, son capaces de elegir el trabajo que quieren, ya que el abanico de posibilidades es incluso más amplio que en la Tierra. Aquí, a parte de que hay muchos puestos de trabajo en muchos lugares diferentes, no se tiene en cuenta las formaciones de cada uno. Aquí, lo único que se tiene en cuenta es lo mucho que lo deseas; si así lo quieres, lo podrás tener. Es cierto que para algunos puestos hay que saber ciertas cosas de antemano, pero antes de rechazarte, te las enseñan. Creo que eso es lo que más me gusta de este lugar.

En este caso, Josh ha decidido trabajar en la protección de los pueblos ya que no cree tener alguna otra habilidad. Y no está equivocado para nada, porque la única habilidad que posee es ser odioso. Aun así, aborrezco la idea de tener que estar al lado suya durante tanto tiempo y maldigo a aquel que decidió ponerlo en la misma sala que yo. Me pregunto si el que lo ha hecho conoce nuestra relación y ha decidido que sería una buena forma de fastidiarme o, simplemente, ignora lo ocurrido entre nosotros y le ha puesto aquí por la mera razón de que este también es su pueblo. Quiero decantarme por la segunda opción, pero me sigue pareciendo descabellado que hayan permitido que esto ocurra, porque ambos Matt y yo sabemos que no va a acabar bien.

Sin más dilación, me acerco al edificio donde se encuentra nuestra oficina, sin miedo a usar las alas. Me tomó un tiempo acostumbrarme a ese hecho cuando llegué aquí la primera vez; al principio no las usaba para nada y, una parte de mí, estaba horrorizado, pero conforme crecía empecé a usarlas más y, a día de hoy, me son imprescindibles. 

Ni siquiera espero a que él venga, directamente entro a la oficina y las pocas personas que están allí me observan con cautela. Parece que nada ha cambiado desde que él vino, pues desde entonces me tratan  con delicadeza, como si estuviese hecho de cristal. Es algo que me enerva, en el fondo, pero trato de hacerlo a un lado, porque sino sé que la tomaré con ellos y es algo que en realidad no se merecen. Por lo tanto, ignorando las miradas furtivas de mis compañeros, me siento frente a un ordenador cualquiera y comienzo a teclear. 

Todavía no he presentado un informe sobre el accidente que ocurrió nada más llegar Josh, aunque tampoco sé si debería hacerlo, ya que ha acabado siendo un caso protegido. Las palabras de Matt me atormentan a cada minuto; quiero saber a qué se refería con "masacre", aunque dudo que me vaya a explicar su significado. Aun así, me provoca escalofríos. Recuerdo su semblante sombrío, sus ojos apagados como si la luz que de normal reside en ellos hubiese sido arrebatada a la fuerza; sus palabras, secas como el desierto, pero frías como un glaciar, penetran en mi como si de una daga se tratase. ¿Acaso él sabe que se van a producir más muertes? Y si es así, ¿por qué no hace nada al respecto?

Suspiro, abatido. Desearía no saber tanto para poder dormir en paz, pero por desgracia no puedo obligarme a olvidar. Trato de eliminar esos pensamientos de mi mente o al menos ponerlos en segundo plano mientras que me concentro en mi trabajo. Tengo que contactar con los superiores para ver si hay que realizar un informe  o no y, además, tengo que aguantar a mi padre, si es que así se le puede llamar, lo cual va a ser tarea difícil. 

—Jack —escucho una voz al final de la sala. Es Matt—. Ya podéis empezar. Trabajad ligero hoy, enséñale como funcionan las imágenes y poco más.    

—De acuerdo —gruño, sin girarme—. Una cosa, ¿debería mandar informe sobre...? —No termino la frase, él ya sabe a qué me refiero. 

—Sí. —Se acerca a mí para que no escuche todo el mundo—. Asegúrate de describir la imagen que viste con todo detalle, todo lo que hicisteis nada más verla y las personas que se encontraban en la oficina cuando apareció, ¿de acuerdo?

—Por supuesto —asiento, mirando sus ojos ausentes.

—Muy bien. —Se aleja de mí—. Josh, éste es Jack. Él es el Principado de Skyfall y te enseñará en su gran mayoría cómo funcionan las cosas por aquí. 

Sin decir nada más, se aleja, dejando a Josh plantado en medio de la sala. Parece un perro abandonado y perdido; observa a los Arcángeles trabajar y observa, maravillado, las cientos de pantallas que cubren la gran oficina.     

Le indico con un gesto que se acerque, no le quiero tener merodeando la sala y molestando a mis trabajadores, a pesar de que me imagino que ellos no se sentirán molestos por su presencia si no por la tensión que irradia la situación. 

—Encantado, yo soy Josh —saluda, haciéndome recordar que ha olvidado todo.

—Yo soy Jack —aclaro, aunque Matt ya nos haya presentado—. Siéntate aquí, te voy a enseñar cómo va todo esto. 

Él se sienta a mi lado, parece nervioso. Al principio no comprendo por qué, pero luego me doy cuenta de que se siente así por mi presencia. No sé si es que capta algo de mí que, a pesar de que no le hace recordar nada, le hace sentir extraño; o si, simplemente, es el hecho de que soy frío con él, por razones que no sabe. Algo me dice que es una mezcla de ambas, pero no trato de ser mas majo tras descubrirlo. Realmente, no se lo merece. 

Desganado, procedo a explicarle el funcionamiento de los ordenadores. Le explico que funcionan con la magia que los ángeles portamos pero, sobre todo, cuentan con la magia de los Gobernadores; ellos son los Serafines, Querubines y los Tronos, los más poderosos del reino. Hago una comparación con las cámaras de seguridad de la Tierra e inmediatamente capta el concepto. Además, le explico cómo esa magia contribuye a localizar a las personas que fallecen en el momento, de tal manera que se puede determinar la causa de muerte y ayudar a su alma a subir al cielo. 

—¿Y eso por qué? —pregunta extrañado.

—¿A qué te refieres? 

—Quiero decir, ¿por qué venimos a este lugar extraño en vez de morir y ya está? 

—No lo sé, porque así lo quisieron los Gobernadores. En realidad, es benevolente por su parte. Te traen a este lugar donde puedes tener la vida que en la Tierra no tuviste.

—Sí, también es verdad... Pero aquí puede entrar cualquiera, al fin y al cabo, y no puedes denegar el acceso a alguien incluso si sabes que es una persona mala —comenta él.

—Ya. Lo sé muy bien —mascullo, tratando de contener mis nervios. 

—¿Por qué? —Me mira de repente, una mezcla entre miedo e interés reflejado en sus ojos. 

—Por nada —respondo con sequedad; no es el momento ni el lugar para hablar sobre ello. 

Él no continúa la conversación, se nota que no quiere meter el dedo en la llaga y, en parte lo agradezco, pero por otro lado quiero gritarle a los cuatro vientos todas las desgracias que hizo en su vida para que pueda al fin recordar y que pueda sentir mi mismo dolor. Pero decido callarme, cosa que será mejor para él pero no  para mí, porque acabaré por acumular todo ese odio y explotaré en el momento menos esperado. 

Después de un buen rato explicándole más cosas sobre los ordenadores y las imágenes, el silencio cae sobre nosotros. Las ordenes de Matt eran de ir despacio en su primer día y así lo he hecho, por lo que no deseo presionar más. Nos quedamos sentados ahí, sin saber muy bien qué decir. Tras haber pasado tanto tiempo junto a él, he conseguido controlar mi ira junto con mis otros sentimientos hacia el hombre, aunque eso no significa para nada que hayan desaparecido. Por lo menos,  puedo estar más calmado; sé que ahora me puedo controlar algo más que antes, por mucho que me moleste tenerlo a mi lado.

—¿Por qué decidiste trabajar en esta oficina? —pregunta él, de repente.

—No lo elegí. Así me lo encomendaron, y lo acepté. No es usual tener a Principados vigilando el mismo pueblo del que vienen, pero estas cosas pasan de cuando en cuando —explico, mientras redacto el informe que me ha encargado Matt.

—Ah, ¿eres de Skyfall? —inquiere, una sonrisa en el rostro al entender que está con "uno de los suyos".

—Sí —confieso, tenso. 

—Yo por el momento no recuerdo nada de allí... —comenta, apesadumbrado—.  Tan solo sé aquello que me ha contado Matt, que no es mucho. Me dijo, además, que cabía la posibilidad de que no vuelva a acordarme nunca; es algo que ocurre en muchos casos, según él.

—Sí, así es... ¿Qué cosas te contó? Si se puede saber —pregunto, curioso.

—No gran cosa. Mi nombre, edad y de donde vengo. Más tarde, me dijo también por qué razón estaba aquí: asesinato.

Asiento ante sus palabras pero no comento nada sobre el tema. Él cree que nadie sabe nada más de él, pero por desgracia sabemos más de lo que quisiéramos. Aun así, sigo con la boca cerrada. Es el primer momento en el que me planteo si Matt tenía pensado contarle algo más en algún momento o si piensa dejarle a oscuras. Me lo apunto en la lista de cosas que preguntarle más tarde.

El resto del tiempo se pasa volando. Por suerte, Gill, uno de mis compañeros, se lleva a Josh a conocer un poco más las instalaciones del edifico. En particular, le lleva a la cafetería, el lugar favorito de los trabajadores. Allí, tienen comida siempre preparada para nosotros, sea la hora que sea. Suspiro aliviado cuando cierran la puerta tras de sí; por fin soy libre. 

Tecleo sin descanso, elaborando el documento para las autoridades. No es mucho para escribir, pero la fotografía está tan fresca en mi memoria que les describo cada detalle de ella. Tras un rato, borro todo lo que llevaba escrito. No me convence. Suspiro de nuevo y me giro en mi silla para ver qué hace el resto. Parecen todos aburridos,  y no los culpo. Hoy es un día un tanto inactivo por Skyfall; tan solo se ha producido un robo de menor grado, y las autoridades locales han conseguido atrapar al ladrón enseguida. Pero ese no es nuestro campo de trabajo, así que lo mejor que podemos hacer es observar como si de una película de misterio se tratase. 

Vuelvo a mi trabajo y me obligo a concentrarme, escribiendo ésta vez lo más resumido posible. Apunto también los pocos nombres de aquellos que estaban en la sala, y lo que tratamos de hacer cuando se dio la alerta, que fue, básicamente, nada, dado que llegaron a tiempo para bloquearnos el acceso a esa información. 

Una vez terminado se lo envío a Matt para que él se ocupe del resto, y salgo de la oficina a tomarme un descanso. No voy a  la cafetería porque sé que estarán por allí, por lo que salgo a la calle y me dirijo a la biblioteca. Hacía varios días que no me pasaba y me apetecía hablar con Iraida.

Cuando entro, no la veo. Hay un par de Ángeles sentados en una mesa cada  uno con sus respectivos libros, los cuales supongo que son de estudio. Parecen jóvenes, por lo que probablemente estarán estudiando para ser Arcángeles o Principados. 

—¡Jack! —exclama alguien detrás mía.

Me giro, al mismo tiempo que los dos adolescentes me miran mal. Entonces, se dan cuenta de que es la misma bibliotecaria la que ha gritado, por lo que retiran sus miradas y vuelven a su estudio. 

—Iraida, ¿qué tal? —pregunto, mientras me acerco para abrazarla. 

—Bien. ¿Tú qué tal? Has andado desaparecido últimamente —comenta ella, abrazándome de vuelta. 

—Lo sé, he estado muy liado. Por eso venía, echaba de menos hablar contigo. 

—¡Qué majo! Ven, vamos dentro a hablar y así no molestamos a estos dos —comenta, guiñando un ojo a los dos aludidos que ahora nos observaban. 

Ellos sonrien a modo de agradecimiento y ella sonríe de vuelta. Es algo inevitable en ella; ser tan amable y tan cariñosa es su naturaleza y eso es algo que me encanta. Me coje de la mano para llevarme a una mini oficina que se encuentra detrás del mostrador principal. Allí, cierra la puerta y me ofrece un sitio. 

Hablamos durante un rato; le cuento sobre la llegada de Josh, lo que ocurrió ese mismo día e intento explicarle el torbellino de emociones que se albergaba en mi interior y que amenazaba con destruir todo a su paso. No me olvido de mencionar la pequeña conversación que escuché entre Dess y Matt, lo cual sigue siendo un misterio para mí. Asimismo, le relato con pelos y señales la extraña charla que tuve con Melissa y las reacciones de Matt ante esos temas. Ha ocurrido demasiado en una semana. 

—Entonces, ¿cuáles fueron sus exactas palabras?

—Él me dijo que esa persona era el siguiente en esta masacre que no va a terminar nunca. 

—Masacre... Extraña palabra para utilizar en un sitio como éste. Está claro que sabe más de lo que dice, pero no puedo imaginarme el qué —comenta Iraida, pensativa. 

—Yo tampoco —suspiro—. Es como si supiera qué va a ocurrir ahí abajo pero, ¿cómo puede saber eso? No tenemos comunicación con la Tierra.

—Bueno, no del todo —sugiere—. Algún ángel habrá por ahí, que haya ido a investigar cosas como esta. Igual son ellos los que le pasan información, ¿no?

—En eso tienes razón, pero tendrían que volver aquí para entregar ese tipo de información; no es algo que se pueda tomar a la ligera. Según lo que estudiamos, cuando un ángel baja a la Tierra para resolver un conflicto o por alguna otra razón, debe comunicar cuanta menos información entre ambos mundos, pues podría ser peligroso. ¿Por qué?, no lo sé. Solo sé que toda la información reunida debe ser entregada por el mismo ángel a las autoridades, para que ellos vean que hacer con eso. 

—Pero, ¿y si es una emergencia?

—Si es una emergencia supongo que te concederán el enviar información desde el otro mundo... La verdad es que no lo tengo muy claro —respondo, llevándome las manos a la cabeza.

—No te preocupes, Jack. ¿Y qué hay de la conversación entre tu novia y Matt?—pregunta para cambiar de tema, cosa que agradezco.

—No lo sé, en verdad...

—Dices que él le obligo a no decirte nada sobre aquello que hablaban, ¿no es así?

—Sí, pero no pude llegar a oír el resto de la conversación, por lo que no sé realmente a que se referían.

—Tonto, sácate tanto pensamiento de la cabeza porque tienes la mente nublada. ¡De normal no tardarías tanto en atar cabos! —exclama con un tono de humor en su voz.

—¿A qué te refieres? —cuestiono, extrañado; no sé a qué se refiere.

—Esa conversación, tuvo lugar poco antes de la llegada de Josh. Lo cual, puede significar que aquello sobre lo que hablaban fuese la llegada de Josh, ¿no es así? —aclara ella.

—Podría ser, pero... —pauso, de repente recordando con más nitidez el momento—. Creo que no. Recuerdo que al principio él le dijo que no volviese a hacer eso nunca más, pero no sé que quería decir con 'eso'.

—Oh, bueno. Ella habrá hecho algo malo. Igual ha roto una norma o, quién sabe... —Una mirada pícara se apodera de su rostro.

—¿Qué significa eso? —pregunto, alarmado.

—Oh, tu ya sabes a qué me refiero, Jack.

—No. Ella nunca me haría algo así —defiendo, enfadado.

—No se sabe, Jack. Todos ocultamos demonios en nuestro interior —comenta, suspirando.

—Espera, ¿tú... y Matt?—Le miro, incrédulo.

—Todos tenemos un pasado, Jack. No es algo que le haya contado a alguien, a parte de a ti; nunca supe si sentirme orgullosa o avergonzada. En la Tierra no tuve amor de este tipo. 

—Lo siento —respondo al ver la tristeza en sus ojos—. No tienes por qué estar avergonzada. Yo tampoco tuve eso cuando estuve allí.

—Eso es verdad, pero tu eras un niño. Yo era adolescente y, aún así, nadie me quiso. Él fue el primero en quererme y le rompí el corazón. 

—¿Por qué? 

—Porque no quería que descubriese quién soy en realidad. 

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