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Capítulo 7. Jack


Abro los ojos lentamente; una luz cegadora baña toda la habitación, evitando que pueda ver con claridad. Una vez acostumbrados mis ojos, consigo ver dónde me encontraba. Estoy tumbado sobre una cama de hospital, con la misma ropa de antes puesta. La cabeza me da vueltas, por lo que, cuándo intento levantarme, me caigo nuevamente en la camilla.

—Ya te has despertado —escucho una voz masculina al fondo de la habitación.

Vuelvo a abrir los ojos; es Matt. Suspiro, las imágenes de lo ocurrido inundan mi pensamiento, descontroladas. Millones de sentimientos se apoderan de mí, pero trato de permanecer sereno. Quiero gritarle de todo, pero no servirá de nada. De igual manera, me duele profundamente que haya mantenido eso en secreto.

—Jack, lo siento.

—No hagas eso —contesto antes de que pueda decir algo más.

—Tienes que entender la posición en la que estaba. No sabía qué hacer —lamenta, enterrando su rostro entre sus manos.

—Espera, ¿era este el caso protegido que no me dejabas ver? ¿Era por esto por lo que borraste toda la información? ¡Sabías que me iba a enterar tarde o temprano!

—No es por eso, Jack. La razón por la que es confidencial es algo que no puedo discutir contigo, por mucho que quiera. Y lo siento por ello.

Nuestras miradas se unen por un segundo y puedo ver que lo que siente es sincero. Entiendo, entonces, que es algo que no debo saber porque así lo decidieron los altos mandos, no porque él no quiera contármelo.

—No te disculpes, no es como si pudieses haber elegido... —murmuro.

Él no dice nada más. Mi ira se va apagando poco a poco, convirtiéndose en tristeza. Evoco aquella noche con más amargura que otras veces; recuerdo a mi madre protegiendo con la mano a su bebé, recuerdo su rostro empapado de lágrimas, rogándome que no la dejara atrás. Me pregunto si ella estará bien, es algo que no me había planteado en todo este tiempo. Al fin y al cabo, cabe la posibilidad de que ella o mi hermano hayan muerto y hayan encontrado la paz directamente, en vez de venir aquí. Pero descarto la contingencia, pues ella se merece una vida mejor que la que tuvo antes de que yo me fuese; y, si hubiese de morir, ascendería al cielo para poder tener esa vida que nunca tuvo, que él nunca le permitió tener.

Aunque, por otro lado, él ahora está muerto, lo cual significa que o se ha suicidado o ha sido asesinado. También cabe la posibilidad de que haya tenido un accidente, pero suele ser algo inusual. Me decanto más por asesinato, ya que, conociéndolo, él no se quitaría su propia vida. Es demasiado orgulloso como para hacer eso. Espero con toda mi alma que no haya sido mi madre quien lo haya hecho, aunque lo dudo, ya que ha pasado demasiado tiempo desde lo que me hizo y, probablemente, después de eso, se separaran. Aun así, trato de pensar en quién podría haberlo hecho, pero nada viene a mi mente. No lo conocí durante mucho tiempo, al final, y el tiempo que sí lo conocí, era demasiado pequeño como para saber que pasaba en la vida de mi padre. Lo único que me importa en este momento es que ella está bien, o, por lo menos, eso deseo.

Levanto la cabeza para averiguar que Matt se ha ido, abandonándome a mi suerte con mis oscuros pensamientos. Maldigo por lo bajo; lo último que quiero ahora es estar solo, pero no es algo que me atreva a decir. Trato de levantarme otra vez, pero me mareo demasiado.

Cierro los ojos y las imágenes vuelven. Recuerdo abalanzarme sobre Matt después de haber averiguado que él había sabido lo de mi padre todo ese tiempo, pero de repente alguien se tiró encima mía para evitar que llegase a él. Creo que fue Marc. Escuché a Matt hablar con uno de los guardas de seguridad mientras que yo trataba de separarme de quien me agarraba, pataleando y lanzando puñetazos mientras gritaba furioso. Pronto, algo se clavó en mi piel y quedé inconsciente.

Noto como una migraña comienza a aparecer, por lo que me vuelvo a tumbar para esperar hasta que se me pase, aunque sé que tardará un rato.

La puerta se abre, pero no giro la cabeza para ver quién es. Se vuelve a cerrar. La persona que ha entrado se mueve silenciosa por la habitación; supondrá que estoy dormido, ya que tengo los ojos cerrados para evitar que entre tanta luz. Supongo que es una enfermera nada más, pero no tardo en escuchar su voz.

—¿Jack? —llama ella, su melodiosa voz calmando el tornado de emociones que está teniendo lugar en mi corazón.

—Estoy despierto —contesto sin abrir los ojos.

—Ya me había dicho Matt... ¿Qué te duele? —pregunta sin rodeos; siempre sabe detectar lo que me ocurre.

—Me duele la cabeza, sin más. Creo que me quedaré aquí un rato más.

—Sí, será mejor que descanses —afirma.

—¿Qué tal estás tú?

—Bien, supongo... —confiesa.

—¿Supongo? —Abro un ojo para mirarla; se sonroja.

—No es nada. Simplemente, me preocupo por ti, Jack.

Asiento ante sus palabras. Ella no dice nada más, pero no nos hace falta. Es como si pudiésemos leer el pensamiento del otro, quizás de haber pasado tanto tiempo juntos. No se marcha como hizo Matt. A diferencia de él, ella se sienta junto a mí en la camilla y me toma la mano, estrechándola con fuerza. Sonrío ante su gesto, aunque sigo sin abrir los ojos. Tras un rato, ella se tumba junto a mí y, con el calor de su cuerpo, me dejo caer en un profundo sueño.

Ha transcurrido apenas un día después de lo ocurrido en la sala de llegadas, y ya estoy sentado de nuevo en mi despacho, observando un ordenador con imágenes cambiantes en las que no ocurre nada de interés. Mis compañeros me observan cautelosos; todo el mundo sabe lo que ocurrió ayer, lo cual me avergüenza ligeramente. Trato de ignorarlo, de todas maneras, al igual que ellos tratan de evitarme lo máximo posible, ya que ahora tienen miedo de hablarme.

"Como si me importase mucho," pienso, riéndome para mis adentros. En realidad, me llevo bien con la mayoría, pero en el fondo sé que todos me odian un poquito por ser su jefe. Aun así, yo los trato como iguales siempre que puedo, pues prefiero que ese odio no crezca mucho. Además de que sé que ellos tienen mucha más experiencia que yo, por lo que ellos deberían ser los que me controlan a mí y no al revés. Pero, al final, las cosas son como son y nunca se puede hacer nada por ello, por mucho que se intente.

Pensando en eso, una idea me viene a la mente. Ellos han pasado muchas más horas en este lugar que yo, lo que significa que deben de saber también más cosas. Es muy poco probable, pero me aventuro a pensar que alguno de ellos tendrá algo de información sobre los casos protegidos. Matt ya me ha confesado que existen y que no se pueden discutir con ángeles de un menor rango, pero eso no conlleva que otras personas no sepan nada al respecto.

Echo un vistazo a la sala, escaneando quién está en el primer turno del día. Ahora mismo somos pocos, lo que facilitará considerablemente la tarea. Me levanto y me acerco a Melissa, una de las que lleva más tiempo por aquí. Su melena rizada está descontrolada, pero eso no parece importarle mucho. Teclea como una maníaca sin mover la vista de la pantalla. Frunce un poco el ceño, gesto de que está concentrada en lo que hace, por ello sé que no debo molestarla, pero no puedo evitarlo. Tampoco me preocupa mucho; es una persona dulce y aunque quisiera, no podría ser mala con nadie.

—Buenos días, Melissa —saludo al acercarme a ella.

—Buenos días, Jack —responde con una sonrisa, con la mirada todavía fija en la pantalla—. ¿Cómo te encuentras?

—Estoy mejor, gracias —confieso, sabiendo perfectamente a qué se refería—. Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Por supuesto —asegura, haciendo un gesto para que me siente al lado suyo.

Ella sigue sin mirarme, a pesar de que yo sí la estoy mirando a ella. Quiero poder leer la expresión que cruzará su rostro una vez le haya formulado mi pregunta. Parece darse cuenta, pues noto cómo la seriedad la invade, pero no dice nada.

—Tú... ¿sabes algo acerca de los casos protegidos? —pregunto en un susurro.

—No sé nada, Jack. —Me mira con una expresión cortante—. Lo único que sé es que hubo una época hace muchos años, antes de que llegaras aquí, en la que no pararon de aparecer ese tipo de casos. Por un tiempo, estuvimos desempleados, ya que las autoridades tomaron el mando de las centralitas; no podían predecir cuándo uno de esos casos iba a aparecer, y lo último que querían era que nosotros los Arcángeles y vosotros los Principados se enteraran de algo.

—¿Y no os dijeron nada cuando os echaron temporalmente? —cuestiono, intrigado.

—¡Claro que no! Estarían locos si lo hiciesen... Los Tronos les cortarían las cabezas.

—Los Tronos... Entonces, ¿tú crees que los Gobernantes son reales?

—Sí. Fui criada en un entorno religioso cuando vivía en la Tierra, no puedo evitar creer en seres supremos. Además, ¿quién habría creado este mundo paralelo si no? Me sorprendería si hubiese sido Dios... —murmura, mirando de un lado a otro, como asegurándose de que nadie escucha—. Mira, por tu bien, yo que tú me mantendría al margen. Nunca sabes lo que te pueden hacer si descubren que estás investigando asuntos oficiales. Es ilegal.

—Me lo había imaginado, pero... Me intriga mucho —confieso; trato de coger aliento antes de seguir hablando—. Mi padre... Él llegó ayer. Esa fue la emergencia que tuvimos por la mañana y que Matt vino a clasificar como caso protegido. Necesito saber de qué se trata.

—Lo entiendo. Matthew no te va a decir nada, Jack, por mucho aprecio que te tenga —concluye—. Me imagino que es lo último que quieres, pero me da que tendrás que acudir a tu padre.

La miro, indignado, aunque en el fondo sé que tiene razón. Matt me quiere como a su propio hijo, pero no desvelará nada. Tampoco le iba a forzar a hacerlo, pues sé que si no le condenarán, posiblemente, a muerte. Sin embargo, la idea de tener que hablar con Josh me da arcadas, y dudo que él siquiera desee verme la cara, cosa que entiendo. A mí tampoco me gustaría volver a verle.

—Gracias por todo, Melissa —contesto, alejándome de su lado.

Puedo notar su mirada clavada en mi espalda, pero no me giro para corresponderla. No lo necesito, pues sé que todo aquello que me ha contado es verídico. No necesito buscarla una vez más, no necesito el apoyo basado en la pena que siente hacia mí.

Aunque sé que no debería salir como hice ayer, lo hago. No camino más que unos pasos hasta que salta la alarma. El corazón se me acelera y corro de vuelta al despacho, para encontrarme las pantallas cubiertas por una sola imagen; un hombre, muerto, tirado en el suelo de su casa, sobre un charco de sangre. Se me revuelve el estómago, pero hago caso omiso. Me siento y comienzo a teclear para averiguar de quién se trata y dónde ha ocurrido, a la vez que mis compañeros.

Tras un rato de intentos, nos rendimos. No parece haber información alguna sobre el hombre, lo cual es extraño. Me imagino que será algún inmigrante ilegal o algo por el estilo, pero me sigue pareciendo extraño. De pronto, las pantallas se apagan, borrando esa macabra fotografía. Se vuelven a encender tras unos segundos de inactividad, enseñando una vez más las típicas imágenes de la ciudad.

Me vuelvo para mirar a Melissa. Ella ya me estaba mirando. Inmediatamente, los dos sabemos de qué se trata; otro caso protegido. Puedo ver en sus ojos el miedo a que vuelva a ocurrir lo que me relataba minutos atrás. Yo tampoco quiero perder mi trabajo, aunque sea temporalmente, ya que entonces tendré más tiempo libre y más oportunidades de encontrarme con su rostro y eso es algo que no deseo.

Me levanto de la silla y esta vez sí, me marcho, pero esta vez en busca de respuestas sólidas. Es injusto que nos mantengan al margen de los asuntos para los que nos contrataron. Nuestro deber es proteger, analizar y buscar a las personas que van a subir al cielo, pero estos misteriosos casos están impidiendo que podamos hacer bien nuestro trabajo.

—¡Matt! —exclamo al entrar en su oficina.

Me cuesta un rato asimilar la situación, pero en cuanto lo hago, ese tornado vuelve a tomar posesión de mis emociones. Él está ahí, sentado frente a Matt, mirándome como si no tuviese ni idea de quién soy, lo cual me enfurece aún más.

—Tú... —escupo, encolerizado.

—Jack, permíteme que te hable en privado un segundo —dice, levantándose de su sitio—. Ahora mismo vuelvo, Josh.

Sus palabras hacia él contienen algo de amargura y ya no sé si es debido a que lo he tomado por sorpresa y ahora esta irritado o porque le ha tocado tratar con una persona como él. Me echo hacia atrás, saliendo al pasillo. Él cierra la puerta, para que no pueda escuchar nuestra conversación.

—No recuerda nada, Jack —desvela, al fin.

—¿Perdón? —inquiero, no creyendo del todo sus palabras.

—Le ocurrió como a Denisse. Tiene amnesia.

—No puede ser. —Siento como la ira vuelve a tomar posesión de mi—. Después de todo lo que ha hecho el hijo puta, ¿tiene la osadía de no acordarse?

—No es algo que él haya deicidio... —contesta; puedo ver el remordimiento en su cara, lo que significa que sabe algo.

—¿Sabes algo sobre ello?

—No puedo decirte eso, Jack. Ya te dije que no puedo discutir los detalles de un caso protegido —murmura él.

—Claro, es verdad. Entonces, ¿por qué me cuentas que tiene amnesia, eh?

—Porque... va a tener que trabajar contigo. Va a ser un aprendiz en vuestra central —confiesa, mirándome fijamente a los ojos.

—¿QUÉ? —grito—. No. Yo no quiero esto, Matt. Tendrá que buscarse otro lugar, pero yo no quiero tener a ese malnacido cerca mía.

—Lo siento, Jack, no es algo que yo pueda decidir... —La tristeza ocupa su rostro, y, aunque trata de ocultarlo, ya es tarde.

—Claro, como lo de los casos protegidos. Parece que no puedes decidir sobre nada, ¿eh? Te tienen completamente subordinado —contesto con frialdad.

—Ni se te ocurra dirigir esas palabras a tus superiores, Jack. Ten cuidado con lo que dices —dice, sin perder los estribos en ningún momento—. No sabes nada acerca de por qué estoy aquí, así que ni lo intentes. Quedas avisado.

Me mira una vez más. Esta vez sus pupilas están plagadas de ira y, sin embargo, no ha perdido la compostura en ningún momento. Envidio eso. Yo, por el contrario, tengo poca fuerza de voluntad y, a la primera de cambio, exploto, soltando todo aquello que se pase por mi mente en el momento. Soy como una tormenta descontrolada que puede caer inesperadamente en cualquier instante.

—Ha habido otro de esos casos. He visto la imagen, Matt. ¿Quién era? —interrogo, en una última esperanza.

Él se para en seco, la mano apoyada sobre el manillar de la puerta. Le oigo soltar un suspiro. No se gira para mirarme, pero me contesta.

—Él era el siguiente en esta masacre que no va a terminar nunca.

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