Capítulo 12. Jack
Me alejo del lugar, con dirección a la biblioteca. No quiero saber por qué Denisse se ve así, dado que es probable que yo lo haya causado. Aunque, al mismo tiempo, sí que quiero saber qué le ocurre, pero no tengo ni idea de qué hacer ni qué decirle. Temo arruinarlo aún más.
Pero según me voy acercando al lugar, esa mirada me invade, haciendo que un escalofrío recorra todo mi cuerpo. Dos imágenes completamente distintas con un único elemento en común se funden, haciendo que pare en seco. No puede estar ocurriendo esto, es tan sólo una mendacidad que mi mente quiere que crea. Pero no lo voy a hacer, me niego a pensar por un segundo que ella sea como él. Pero entonces, ¿qué es lo que significa esa mirada? ¿Por qué sus ojos argénteos irradian una oscuridad tan profunda que ha estado a punto de abatirme?
Continúo andando, pensando qué posibles secretos podría estar escondiendo. Igual Iraida tiene razón. O igual está completamente equivocada y sea algo diferente. Quizás ha conocido a alguien, quizás ha hecho algo de lo que se arrepiente... O quizás ha conseguido recordar. Pero elimino esos pensamientos enseguida, pues es imposible que tras tanto tiempo sus recuerdos hayan vuelto. Sin embargo, no hay nada mas que se me ocurra, no hay nada que pueda explicar por qué se ha sumido en esa oscuridad de la que me veo imposible de rescatarla. Siempre parece estar tan feliz, con una sonrisa pintada en la cara, tan bella y reluciente, que nunca pude imaginar lo que se escondía tras ello. Quizás siempre se ha sentido así y todo este tiempo ha fingido estar bien pero, ¿por qué lo haría? Sabe que puede irse en el momento en el que sienta que está preparada para marcharse; no puedo comprender por qué alberga tal dolor en su interior y no hace nada al respecto. Aunque, a decir verdad, no soy yo el que siente lo que ella, por lo que no puedo entender por qué hace lo que hace.
Cuando me doy cuenta, estoy en frente de las puertas de la biblioteca. Las observo, asimilando su majestuosidad. Me siento aturdido y solo; sin embargo, no temo pues ellas son las que me acogen cuando estos sentimientos y muchos otros se apoderan de mi ser.
Las abro sin problemas, entrando al interior del edificio como si fuera mi propia casa. Y, en parte, así lo considero, pues es donde pasaba la mayoría del tiempo, al menos antes de ser encargado de Skyfall. Desde aquello, he tenido menos tiempo para venir, pero a pesar de ello, siempre busco un hueco, pues siento la necesidad de sumergirme entre las letras, de navegar por otros mundos y vivir las vidas de otras personas. Me gusta porque me hace sentirme conectado a la Tierra de alguna manera, por estúpido que suene; odio el lugar y al mismo tiempo lo amo. Nunca he sentido la necesidad de volver por el mero hecho de tener libros, los cuales me hacen volver allí en cierta manera; sin embargo, no sé qué ocurriría si no los tuviese.
Dejo de pensar en ello, acercándome a la oficina de Iraida. Los chicos de antes ya no están, aunque sé que hay varias personas ya que se oyen los ruidos de fondo. Alguien tose, alguien ríe y alguien pasa las páginas con furia, haciéndome pensar que va a romperlas. Iraida también parece estar por ahí, merodeando por el lugar ya que la puerta de su oficina está abierta de par en par pero no hay nadie dentro. Pero no tarda en aparecer al escuchar las puertas cerrarse detrás de mi, cosa que siempre hace cuando alguien viene; le gusta saludar a cada uno de sus clientes.
—Has vuelto —dice, con la voz dulce y melodiosa—. ¿Qué tal ha ido? —pregunta tras unos segundos, dándose cuenta de la preocupación que cubre mi rostro.
—Te lo puedes imaginar —respondo con sequedad.
—Oye, lo siento... —Puedo ver en sus ojos que realmente lo siente.
—No pasa nada. Ya sabía que se iba a enfadar desde que decidí preguntarle.
—Entonces, ¿no te ha dicho de qué se trataba? —pregunta, curiosa.
—No. Me dijo que no pasaba nada, pero luego he insistido y ahí es cuando se ha cabreado, cosa que puedo entender, la verdad.
—Qué raro...
—Sí, bueno. No hay mucho que se le pueda hacer.
—Ya... Esperemos que en unos días se le pase. Tu trata de no preocuparte. —Coloca una mano en mi hombro para consolarme, pero eso solo hace que las imágenes de la mirada de Dess inunden mi mente.
—No puedo evitar preocuparme. Después de ello... —titubeo, no sabiendo si decírselo o no, hasta que finalmente lo suelto—: La vi. En el parque, ella estaba sentada y cuando me miró... Joder, cuando me miró no pude ver esa luz que emanaba de sus ojos. Sin embargo, ésta había sido sustituida por una negrura lúgubre y siniestra. Es como si su propia vida hubiese sido arrancada a la fuerza por alguien. — Pauso, antes de pronunciar lo que había rondado en mi mente desde que la había visto—. Es como la mirada que tenía mi padre aquella noche....
—Jack... —Se acerca a mí y me abraza.
Simplemente me dejo llevar, abriendo todas las compuertas de mi alma sin importarme lo que pueda pensar. Lloro; lloro por ella, por su vida y por mi vida, lloro porque mi padre está aquí... Lloro, porque es lo único que puedo hacer por ella, y eso me hace sentir débil y miserable.
—No te preocupes, todo esto pasará.
Asiento, aunque no sé hasta qué punto la creo. Sin embargo, paro de llorar, secándome la cara con la palma de la mano. Ella sonríe, y me dirige hasta su despacho donde me ofrece un pañuelo, el cual tomo sin pensármelo dos veces. Me siento en la misma silla de antes, dejando que el cansancio se apodere de mi cuerpo. Permanecemos en silencio durante un rato, hasta que comienza a hacerse incomodo por lo que decido romper el hielo.
—Lo siento —digo.
No es la primera vez que lloro en su hombro, pero las otras veces no fue tan intenso, no llevaba tantas emociones dentro de mi ser como ahora. Entonces, lloraba por cosas inútiles. Y es entonces cuando me doy cuenta de que a pesar de mi edad, sigo siendo un niño en ciertos aspectos. Por un lado, lo comprendo, pues nunca tuve padres que me enseñaran cómo comportarme, nunca tuve una vida normal. A pesar de ser más inteligente que el resto de niños, había cosas que no llegaba a comprender y eso hacía que me doliese el alma. Porque, por mucho que supiese sobre cientos de temas, nunca sabría del todo sobre la vida; nunca sabría cómo proteger a Dess, así como no supe proteger a mi familia, nunca sabría cómo relacionarme con la gente, ni sabría cómo manejar mis emociones.
—Tranquilo. Cambiemos de tema, ¿sí? Había algo que te había prometido —dice, recordándome la promesa que hicimos antes de que saliese a buscar a Dess.
—Es verdad. No hace falta que me lo cuentes, si no quieres —respondo.
Y, en parte, me siento mal por Matt ya que es algo de su privacidad que le contó a Iraida porque confiaba en ella. Sé que si conozco esa información no podré evitar mirarle diferente la próxima vez que lo vea, ya que sabré por fin algo de él a parte de su nombre. Sin embargo, siento la necesidad de saber algo más. Hemos sido siempre tan cercanos, casi como un padre pero sin realmente llegar a serlo, ya que dado el trabajo que tenía nunca ha podido enseñarme lo que hube de aprender en la Tierra. Y, a pesar de ello, nunca me ha contado nada sobre él, mientras que él de mi conoce hasta mis más recónditos secretos. Por ello, necesito este pedazo de información para, por lo menos, sentirme un poco más unido a él. Hace mucho que no hemos compartido una de esas tardes en las que hablábamos sin parar de cualquier cosa; solo quiero recuperar a un antiguo amigo.
—Lo sé. Pero quiero hacerlo, así que prepárate.
—¿Es una historia muy larga?
—No es una historia. No sé que hay detrás de lo que él me contó, por lo que eso no te lo voy a poder decir, pero algo sé y eso es lo que importa —dice ella.
—No hay problema, con saber algo me basta —afirmo, tratando de convencerme más a mi mismo que a ella.
—Bien, pues allá va. Me contó Matt que durante su estancia en la Tierra estuvo enamorado de una mujer —comienza—, y con ella tuvo un bebé, no sé si era niño o niña. No sé qué pasó después, pero no parecía saber nada más de ellos cuando me lo contó. A partir de ello, me inventé diferentes teorías, pero no sé cuál será real y cuál no.
—Eso no me lo esperaba. Pobre, me pregunto si ahora sabrá algo de ellos —respondo, pensativo—. Por cierto, ¿cuáles son tus teorías?
—Tengo varias, pero creo que la más posible es que tuvieron un accidente de algún tipo en el que él falleció. Quizás ellos sobrevivieron o simplemente se quedaron como almas maleantes. Quizás, incluso, encontraron el descanso eterno.
—¿Almas maleantes? —pregunto, confuso.
—¿Nunca os han hablado de ello? —Ella parece hasta más confusa que yo—. Me sorprende. Antes era algo básico que se enseñaba al llegar aquí. Pero bueno, supongo que las cosas han cambiado desde entonces.
»Te explico. Las almas maleantes, como ya podrás suponer, son los espíritus de aquellas personas que fallecen pero por alguna razón, no son trasportados a ningún mundo paralelo. Solían decirnos que esto ocurría con la gente que todavía tenía algo que cumplir en la Tierra, pero no sé si creerme aquello; al final, les sería imposible conseguirlos siendo meros fantasmas. Yo creo que se trata de criaturas fantásticas las cuales no tienen lugar a donde ir.
—¿Criaturas fantásticas? Creo que lees muchos libros —bromeo, aunque en realidad estoy pensando en qué podría causar a alguien el ser un alma maleante.
—Muy gracioso. Ya sé que es un poco raro, pero, piénsalo, nosotros existimos. Hubo una vez en la que vivimos en el planeta azul, y miramos al cielo y pensamos que probablemente el cielo no existiría. Y tampoco los ángeles que nos protegerían desde él. Y, aquí estamos, ¿no?
—En eso te doy la razón —respondo, empezando a creerme cada vez más sus locas teorías—. Sin embargo, nunca nadie ha visto algo semejante, ¿no?
—O quizás sí. ¿Cómo, sino, comenzaron las leyendas e historietas sobre criaturas sobrenaturales?
—Algún loco con demasiada imaginación que nos hizo un favor a todos —sugiero haciendo que ella se ria.
—No lo sé —sonríe, aunque no tarda en ponerse seria de nuevo—. Solo es una de mis teorias, no sé siquiera si será verdad. Pero, teniendo en cuenta lo mucho que nos ocultan los Gobernadores, no me extrañaría nada si fuese verdad.
—Sí... —respondo sin más, pensando en lo mucho que los Gobernadores nos están ocultando, si es que siquiera existen.
Ella no parece captar mi incomodidad con respecto al tema de los Gobernadores, por lo que decido no hablar de ello para no tener que preocuparle a ella también. Sin embargo, durante el resto del tiempo que pasamos hablando, no puedo eliminar ese pensamiento de mi mente. Recuerdo cuando hablé sobre el tema con Denisse y la respuesta que ella me dio a mi pregunta de si realmente existían esos seres los cuales nadie había visto nunca. Ella dijo que sí, y cada vez estaba mas convencido de ello, ya que aparecían más y mas cosas que no tenían ningún sentido.
De repente, noto una oleada de magia invadir mi cuerpo, dejándome saber de inmediato de qué se trata. Me levanto deprisa, sin decirle nada a Iraida, la cual se queda pasmada al ver cómo me marcho tan rápido. Siento no haber podido decirle por qué me tengo que ir, pero hago una nota mental para volver luego y explicárselo, aunque supongo que pronto se dará cuenta de lo que ocurre.
Despliego mis alas al salir del edifico, y vuelo hasta la condenada oficina. Entro al lugar henchido de rabia, queriendo saber de qué se trata esta vez, aunque por el mensaje que me han mandado a través de la magia puedo suponer qué ha pasado. Las luces rojas inundan la sala, al mismo tiempo que el infernal ruido que producen las alarmas nos dejan sordos. Miro al rededor, viendo que todos tienen la misma cara de rabia y agotamiento; pero, sobretodo, veo que están confusos. Nadie sabe por qué está ocurriendo esto, ni siquiera yo, y tampoco es algo que Matt haya querido explicarnos.
Me siento frente al monitor e, inútilmente, trato de teclear para buscar la solución a nuestro problema. Pero, como esperaba, nada ocurre. Esta vez no he llegado a tiempo para ver la imagen de la persona fallecida, pero sí antes de la llegada de Matt. No hay nada que hubiese podido hacer para evitar esta muerte de haber estado aquí, por lo que dudo que me diga nada. Sobretodo porque él ya sabe qué está pasando en verdad.
—No os preocupéis —dice, entrando por la puerta.
La alarma se apaga, cambiando la expresión de angustia de todos por alivio. Ahora que tengo un segundo de descanso, empiezo a cuestionar si realmente servimos para algo. Se supone que estamos para proteger nuestros pueblos terrestres, pero no parecw que hayamos hecho gran cosa últimamente. Alguna vez hemos podido intervenir por medio de la magia y hemos salvado a algún que otro humano, pero me extraña que estas veces no hayamos sido capaces de detectar con antelación los incidentes.
—¿Nos vas a contar ya qué está sucediendo, Matt? —pregunto, una vez ha terminado con su trabajo.
—No sabemos qué está pasando. Por ello... —comienza aunque parece preocupado.
—¿Por ello qué? —Estoy ansioso por saber qué va a decir.
—Por ello creemos que alguno de nuestros guardianes debe bajar a la Tierra temporalmente para averiguar qué está ocurriendo y actuar con su magia desde allí —confiesa.
Lo observo, anonadado, creyendo que es mentira lo que me relata, pero no veo en su cara ningún rasgo que pueda darme a entender que está bromeando. La seriedad que reina en su semblante hace que me tiemble el cuerpo de un extremo a otro; creo que sé a quién se refiere con "alguno de nuestros guardianes".
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro