Marshall salió a ver que sucedía y al salir, ve a Skye llorando en el puente. Cuando camina a ella, Skye oculta sus lágrimas. Marshall le pregunta que es lo que sucede y ella, ocultando la verdad, le dice que no pasa nada, sin embargo, el pequeño dálmata, conocía bien a su amiga, así que se acercó y sentó a su lado, y preguntando nuevamente, pero con una sonrisa, logra que ella le diga toda la verdad. Marshall se conmueve por lo que su amiga le cuenta, así que guiado por su propio corazón, abraza suavemente a Skye. La cachorra se sorprende bastante, pero se deja llevar y corresponde el abrazo, pero justo en ese momento, Skye se pone a pensar y de un momento a otro, acaricia la espalda de su amigo. El dálmata, sorprendido por la acción de la cachorra, la mira detenidamente, solo para descubrir, que la cachorra lo veía con la cara ligeramente colorada. Marshall sonríe y le dice que se quedara con ella toda la noche hasta que logre mejorar. Como era época de otoño, el viento frio soplaba en esa zona. Al sentir esa brisa en su piel, la cachorra se estremece y su acompañante, no da por saltado ese detalle, e involuntariamente, cubre a su amiga con su cuerpo. Skye nunca había sentido tal sensación. Ella sentía el calor del cuerpo de su amigo, sentía ese cariño tan abrigador, y por eso, se dio cuenta de que su corazón comenzó a latir rápidamente. Ella miro a Marshall abrazándola y su cara se puso muy roja, acto seguido, acaricio la mejilla del dálmata, llamando su atención. El, miro a su compañera a los ojos, y ella lo miro a él. Ambos se abrazaron mutuamente, aun mirándose a los ojos, y en ese preciso instante, los dos cachorros se dieron un beso, pero no cualquier beso. Era el beso más apasionado que ninguno de los dos haya imaginado. Por primera vez en su vida, los dos cachorros sentían que estaban completos al fin. Sentían que ya nada era imposible. Luego de romper el beso, los dos cachorros se miraron con mucho amor y cada uno le dijo al otro… “Te amo”.