Siempre me gustó el silencio de noviembre y la lejanía de los días; para mí el tiempo simulaba detenerse. Parece que era el día de despertar y con certeza saber que cumplía un año más de vida... vida hecha para volver a presenciar los instantes del pasado, vida hecha para recordarte.

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No pensé encontrarlo ahí, entre mis recuerdos en desorden y las sonrisas a medias. Creí olvidarle porque sin el uso del lenguaje, las palabras mudas encajaban en sus labios, sin pronunciar vocablos, sin seña alguna, dimos paso a la despedida. Así que nada quedó escrito, solo supe que fue parte de mi estadía por el mundo.

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Ante nosotros un escenario poco convencional para lo cotidiano, creaba un efecto colateral a nuestro entorno. Se sentó a mi lado, me pidió disculpas. Pensé en los distantes segundos que pasaron a ser años, sentí sus palabras sinceras sin verlo en sus ojos.

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Tan lejos estábamos, que me pediste que me acercara.

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             -Tú sonríes y descubres el hormigueo de mi espalda y me dices que una vida sin valentía es un infinito camino de vuelta.

                - Te miro y te contesto: Me gustan tanto los hoy como miedo me dan los mañana.

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Entre los pensamientos que divagan, mientras te miraba con la tendencia a saltar al vacío, te dije:

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                    Gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca y una boca que me mira mejor que tus                      ojos. Guardas un despertar que alumbra las paredes antes que la propia luz del sol.                            Pues es una risa capaz de rescatar al país y la mirada de los que saben soñar con los                          ojos abiertos.

Te adueñas del silencio, sólo bastó un segundo para abrazarlo y crear un idioma inocuo, libre de ataduras, insistente de sosiego y áfono de explicaciones.

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Juntos presenciamos el inherente espectáculo de un cielo infinito, tantos colores siendo uno solo, fuente de una sonrisa inspirada en lágrimas. Te abracé ante la línea de un tiempo que se limitó a esperarme, te abracé porque sabía que no volvería a hacerlo, porque ante la ley de un sueño, los imposibles son una afligida realidad.

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Mi corazón sufría de una arritmia desaforada, como si supiera que no volvería a estar cerca del tuyo. Cuando desperté mis ojos imitaban el declive de un manantial, el cauce que no llega a ningún lado.

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De un dialogo inventado y un sueño que no quería acabar, surgió un panorama que nunca viviré, con una persona que olvidó que mis días se volvieron ausentes desde la omisión de su presencia.

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- Elvira Sastre

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- Autoría propia

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(Semana 12, 2017)