—¡Morgana!

Desperté agitada, con el corazón intentando salirse de mi pecho, y cayendo de espaldas a la cama.

Ese sueño de nuevo.

Levitar mientras dormía ya era acostumbre, al igual que tener esa pesadilla repitiéndose en mi cabeza una y otra, y otra vez.

—¡Ling, ¿Ya despertaste?!—gritó mi compañero de piso.

—¡Sí, sí. Ya estoy despierta!—exclamé de vuelta.

—¡Arréglate y baja a desayunar! ¡Hoy es tu primer día en una escuela mortal y quiero que llegues temprano!

—Está bien...

Me levanté de la cama con pesar, arrastrando los pies hasta el baño para darme una ducha. Me miré al espejo, observando cómo había cambiado estos últimos novecientos años: cabello castaño, ojos miel, y dos grandes bolsas negras bajo los ojos, junto a pecas decorando mi naríz y mejillas.

Una vez salí, me dirigí al armario para sacar mi ropa de siempre, la cuál consistía en una camiseta negra, unos vaqueros y las zapatillas Converse.

—¡Doux, tomaré prestada tu sudadera!

Interrumpí en su habitación, saqué la chaqueta y bajé corriendo las escaleras.

—Buenos días, Arch—acaricié al cambiaformas y después fuí con Hisirdoux.

—¿Te ayudo con algo?

—No, gracias. Sólo siéntate y come.

Acaté su orden con el gato en mi regazo. Segundos después llegó dejando un plato y un vaso frente a mí.

—Omelette con manzana y tocino para la señorita. Con Chocomilk extra—me guiñó el ojo y se sentó frente a mí.

—Gracias, Douxie.

Él dejó escapar un suspiro y después habló de nuevo:

—Hoy trabajaré hasta tarde en Mr. Benoit, así que no me esperes despierta.

Asentí, casi atragantándome con el desayuno.

Terminé de comer en completo silencio y lavé los platos usados. Cuando salí, observé cómo Douxie encendía la motocicleta.

—¿A dónde vas tan temprano, Doux?—elevé la ceja, teniendo una idea.

—¿A dónde más? Sube, te llevaré.—hizo una seña para que subiera al vehículo y no me quedó más que obedecer.

—Buen, bien. Pero déjame dos cuadras antes. Sino, llamarás la atención de todos, y eso es lo que menos espero.