Única parte
Disclaimer: Assassination Classroom (暗殺教室, Ansatsu Kyōushitsu) es una obra de Yūsei Matsui. Los personajes no me pertenecen.
Advertencia: Este es un One Shot con contenido homosexual explícito, si no es de tu agrado, no lo leas.
Pareja: Karma Akabane y Nagisa Shiota.
•••
Todos tuvieron un día realmente agotador. Algunos por tener que lidiar con un virus artificial, que terminó siendo falso; otros por haber luchado con asesinos profesionales, en busca de una cura.
Pero, quien más agotado estaba era Nagisa. Primero, tuvo que escalar una montaña y su estado físico era realmente deplorable. Luego, ayudar a sus amigos a superar tres intentos de asesinato. Y, para rematar, estuvo a punto de perder la cordura cuando pensó que sus compañeros morirían.
Sin embargo, lo que más le avergonzaba en ese momento, era pensar en algo mucho más simple y humillante: ¡Se vistió de chica! Un detalle que, si no fuera por que la mayoría estaba en la línea límite entre el mundo real y el de los sueños, hubiese sido recalcado mucho más.
Para su buena suerte, la burla duró solo un momento y fue pasado por alto rápidamente.
O eso era lo que pensaba, hasta que su queridísimo amigo Karma se apareció en su habitación de hotel, sin avisar antes.
—¿Karma-kun? ¿Qué te trae por aquí? —preguntó, confundido y, a su vez, algo asustado. Y es que, vamos, nada bueno puede esperarse de una inesperada visita nocturna del diablillo de la clase E. Mucho menos después de un día tan agitado.
—Quiero enseñarte algo —dijo él, con su típica sonrisa. Esa sonrisa que, en momentos como éste, llegaba a dar miedo—. Mira, Nagisa-kun~
Y eso era lo último que necesitaba en el mundo: mirar fotos de él, vistiendo de esa forma, en el celular de Karma.
No es que pensara que se veía mal, si no que, al contrario, ¡esa ropa le quedaba a la perfección! Parecía, en efecto, una auténtica chica. Porque, para colmo, su rostro aniñado y cabello recogido no favorecían su aspecto masculino.
—¿Viniste para mostrarme todas las fotos que tomaste? Realmente tú... —comenzó a reprocharle, sin siquiera llegar a experimentar enojo. Algo de vergüenza, quizás; mas no estaba molesto.
—No, en realidad, vine a pedirte que vuelvas a vestirte de esa forma —le cortó, guardando el teléfono en su bolsillo.
Como siempre, Karma no dejaba de sorprender a Nagisa con sus ocurrencias. Lograba ponerlo completamente en blanco, y lo único que podía hacer era mirarlo con esa expresión de "¿Hablas en serio?", aunque supiera la respuesta: el pelirrojo siempre hablaba en serio, por más extraño que sonara lo que dijera.
—Ni loco —respondió, casi instantáneamente—. Me gustaría borrar todo recuerdo de mí... Usando ropa de mujer.
—¿Qué pasa con esa cara, Nagisa? Si te veías muy lindo —inquirió el otro, con un tono burlón en su voz. El semblante del más pequeño no cambió, al menos no hasta que Karma volvió a hablar—. Mira, hasta me tomé el trabajo de robar la ropa que encontramos abandonada junto a la piscina —mencionó, mostrándole el contenido de la mochila que sacó de quién-sabe-dónde.
—Debe ser una broma —pronunció, como un pensamiento en voz alta, lo cual provocó que la sonrisa de Karma se ensanchara.
—¿Por quién me tomas? —inquirió, divertido. Oh, no. Definitivamente no era una broma.
«Por un loco que quiere verme trasvestido, claro está», quiso responder.
—Claro que no es una broma —confirmó—. Te pondrás esa ropa, a menos que quieras que yo lo haga por ti.
Esas palabras eran amenazantes, más aún después de haber visto como el de ojos mercurio puso aderezos dentro de las fosas nasales de un hombre con la capacidad de romper cráneos con sus manos. Sí, ahora que lo pensaba bien... Muy amenazante.
No supo bien si fue a causa de esa amenaza, por su crush oculto hacia el chico, por lo cansado que estaba, o porque su cerebro estaba dañado luego de recibir tantos golpes de un tipo diez veces más grande que él... Pero aceptó.
—Está bien.
Dos simples palabras, que marcaron el fin de la poca dignidad que le quedaba. Estaba seguro de eso, cuando vio lo triunfante que se mostraba su amigo.
—Vamos, vamos~ —Con diversión dijo mayor, empujándolo al baño con la ropa antes mencionada en manos. Antes de cerrar la puerta, habló una vez más—. Por cierto, la ropa interior también.
Y sin poder protestar, la silueta de Karma desapareció tras la madera.
Con toda la resignación que se pudiese tener, el de cabello celeste se vio obligado a volver a colocarse una blusa, una falda y medias largas; se negaba rotundamente a ponerse los zapatos. Suficiente con eso, y la prenda inferior rosada que estaba portando.
Su rostro se tornó rojo como un tomate, con tan sólo mirarse en el espejo que colgaba de la pared. ¿Es que no había una forma de ahorrarse la humillación? Y sus mejillas ardieron aún más, cuando dio pasos tímidos hacia la cama de su cuarto de hotel, donde Karma se encontraba sentado.
Mirándolo.
Y no lo miraba como Nagisa hubiese esperado que lo hiciera, con algún rastro de burla. Al contrario, tenía esa sonrisa inocente pasmada en su rostro, y podía ver la chispa de travesura que sus ojos detonaban.
Se estaba divirtiendo con la situación, como el sádico que era. Y eso sólo hacía que la molestia comenzara a crecer en Nagisa.
—Ven aquí —fue lo que dijo, antes de dar unas palmadas en el colchón—. Quiero verte de cerca.
Ahora, reemplazando su expresión de molestia por una de "¿Qué rayos sucede contigo?", se acercó lentamente a Karma. Este seguía sonriendo.
Era imposible que Nagisa engañara a su cuerpo, estaba nervioso. Sus piernas temblaban subitamente, y sus manos tiraban con fuerza su falda hacia abajo. Si no fuese porque tenía penetrante mirada de su acompañante sobre él, estaría comiéndose las uñas o saldría corriendo, quería escapar.
Tampoco podía mentirle a su corazón, que latía con fuerza contra su pecho, y le cortaba poco a poco la respiración.
La poca razón que aún mantenía, cayó a la fuerza hacia el lecho, en cuanto Karma tiró de su muñeca. Cerró los ojos por instinto, para luego desear no abrirlos nunca más. Porque, cuando sus párpados subieron, lo primero que vio fue el rostro del mismísimo diablo; al menos así era como su cabeza lo procesaba.
O bueno, tal vez, su cabeza en realidad no estaba procesando nada. No podía. No cuando se percató de que estaba sentado sobre Karma, con sus temblorosas piernas a los costados del contrario. No cuando tenía el rostro de su amigo tan cerca, tanto que podía sentir el aliento a menta que desprendía su boca.
La sangre que anteriormente pensó que abandonó su cuerpo, subió repentinamente a sus mejillas, cuando las manos del más alto se movieron. Una lo sostuvo por la cintura, limitando sus movimientos; la otra se posó en su mentón, imposibilitando la acción de apartar la mirada.
—Nagisa-chan, ¿no dirás nada? —interrogó, como si lo que estaba pasando fuera lo más normal del mundo. Era irritable cuando quería.
El aludido guardó silencio, sin ser capaz de pronunciar palabra alguna. Apretó los labios, y los abrió nuevamente.
—¿Q-Qué quieres qu-que diga? —tartamudeó, sintiéndose pequeño.
—No lo sé, esperaba que me apartaras o pusieras algo más de resistencia. —Nuevamente, ahí estaba, el deje de burla en su voz.
—¿Y d-de qué me s-serviría? Si de t-todas formas tú...
Su protesta fue interrumpida. No pudo reclamarle nada a Karma, porque este estampó sus labios contra los suyos. Ahora, Nagisa estaba seguro de que su corazón dejó de latir y sus pulmones ya no aceptaban aire. La adrenalina se instaló en cada una de sus terminaciones nerviosas, y se olvidó por completo que estaba cansado.
Una nebulosa se interpuso entre los aturdidos pensamientos del ojizarco, mientras sentía la suave presión en su boca, que estaba incitándolo a corresponder. Aceptó la invitación, ese pase directo al infierno que Karma le estaba ofreciendo en ese mismo instante. Ese hecho era evidente, cuando inconscientemente sus labios comenzaron a ceder ante los nervios y se movieron torpemente, intentando responder de forma correcta.
Y confirmó que descendió al mismísimo averno, porque su cuerpo parecía estar en llamas. ¿Así se sentía estar "caliente"? Comenzaba a entender lo literal de esa locución. La sangre que recorría sus venas parecía hervir, al igual que su cuerpo.
Por su parte, Karma estaba algo sorprendido. Ni en sus más locos sueños imaginó que Nagisa se pondría de esa forma, aunque tal vez sí lo hizo en sus más indecentes fantasías. Porque sí; siempre fantaseó con tener al chico así de vulnerable. Y no iba a desperdiciar la ocasión.
—Tienes razón, Nagisa —concordó con lo anterior dicho, separándose apenas del muchacho que estaba sobre su regazo—. No tienes que hablar. No importa lo que digas, de todas formas besaré y tocaré cada milímetro de tu cuerpo.
Nagisa no tenía bien en claro si fue la forma en que lo dijo, el lugar, la intención, la provocación o el deseo implícito en su tono seductor... Pero todo su ser dio un respingo, a causa del escalofrío que recorrió su columna vertebral. E inevitablemente, un suspiro entrecortado se le escapó.
Cumpliendo a su palabra, las manos de Karma no tardaron en moverse. La que sostenía su mentón se unió a la que estaba a la altura de sus cintura, juntas descendieron un poco más y se colaron por debajo de la tela de su falda. Acariciaron firmemente y sin ningún pudor la piel de sus muslos, terminando por dar un apretón en su trasero.
No tuvo el tiempo suficiente para exaltarse o responder con otra acción, porque el pelirrojo ya estaba besándolo de nuevo. Sabía que era inútil resistirse, así que se esforzaría por, al menos, no ser tan patético. Y por eso mismo se aferró al cuello de Karma, mientras trataba de seguirle el ritmo.
En algún punto dejó que la lengua de Karma invadiera su boca, y la explorara como se le antojara. Aunque él tampoco se quedó atrás, sacando algo de provecho a la situación, mordió el labio inferior del chico. Se percató de que no fue una buena idea provocarlo de tal forma y que pagaría por su inconsciencia, porque de forma automática la blusa que traía puesta dejó de cubrir su cuerpo.
Ya no había nada a la imaginación, puesto que la falda era tan corta que cubría un pequeño porcentaje de su trasero, pero gracias a Karma ya no tapaba nada. Estaba al descubierto, y el contrario estaba vestido de pies a cabeza. Le parecía injusto.
—No... No es j-justo, Karma-kun —se quejó, empujando levemente al otro joven—. ¿P-por qué sólo yo tengo q-que estar desnudo?
—Así que es eso lo que te preocupa, ¿eh? —sugirió, con el fin de molestarlo—. Si tanto te molesta, entonces haz algo al respecto. Desnúdame.
Tan desvergonzado como siempre, esbozó una pícara sonrisa. La misma que motivó a Nagisa, quien no iría a acobardarse ahora. Con su timidez innata, sus dedos juguetearon con los botones de su camisa azul, y los desabrocharon uno a uno. Cuando la prenda estuvo fuera, comenzó a levantar su playera negra. Sus dedos rozaron con la piel de su espalda, logrando que los pelos de Karma se pusieran de punta.
Para contrarrestar la sensación que le provocó, no dudó en atacar el blanco cuello de su acompañante. Su nariz recorrió la pálida piel, tratando de atesorar el aroma a vainilla que Nagisa desprendía. Un jadeo de su parte se elevó en el aire al sentir la succión en el punto en que su cuello y hombro se unían, seguida de muchas más en diversas partes de su cuello. Sin contar las mordidas, y los vergonzosos sonidos que le siguieron.
El peliazul se separó bruscamente, y cuando el otro pensó que iba a detenerlo, lo sorprendió jalando el cierre de su pantalón, a lo cual sonrió complacido. Fue entonces cuando ambos elevaron sus caderas, Nagisa para quitar la ropa que restaba, y Karma para que lo hiciera. Este último fue quien cambió la posición, colocándose en el centro de la cama, quedando acostado boca arriba, con el chico de ojos azules sobre él.
Karma lo observó, expectante. Como si estuviera esperando con ansias lo que seguía. Eso sólo logró tensar más a Nagisa, incrementar su inquietud. Y lo único que se le cruzó por la mente, fue bajar la única prenda que cubría la notoria erección del pelirrojo. Pero, cuando lo hizo, se arrepintió.
Apartó la mirada de ahí abajo, sonrojado hasta las orejas. Ese gesto enterneció a Karma, quien no perdió el tiempo y tomó entre sus manos la lencería que le dio con anterioridad al chico, y tiró de ella hasta que se rompió. Un grito ahogado quedó estancado en la boca de Nagisa, al notar que nada cubría sus partes íntimas.
—Nagisa-chan, ¿en qué pensabas? —le reprendió, con el mismo tono burlesco en sus palabras. Sonrió, apagando todos los sentidos que tenía aún funcionando—. Vamos, haz algo por mí. Luego te daré una recompensa.
Vergüenza no era algo que Karma tuviera, eso estaba claro. Y Nagisa no era lo suficientemente inocente, como para no captar la sucia indirecta enredada en el acertijo sus palabras. Una vez más, su vista se dirigió hacia el miembro del mayor; al igual que una de sus manos.
«Hm», esas dos letras describían a la perfección el casi inaudible sonido que produjo el tacto de Nagisa en él. Un tacto que quemaba, y que lo excitaba por el simple hecho de ser algo aparentemente pecaminoso.
Y se sintió desfallecer, cuando comenzó a mover su mano lentamente de arriba abajo. Era un toque inexperto, pero tan placentero viniendo por parte de la persona que actualmente lo volvía loco.
Pronto, Nagisa creyó que lo que hacía no era suficiente. Él sabía que no bastaba, y que Karma quería algo más. Y se lo daría, porque ver como la expresión burlona del chico se transformaba en una totalmente alborotada por el placer, era algo que no se veía todos los días.
Relamió sus labios, en un gesto por demás sugestivo, que Karma percibió deseoso de principio a fin, respondiendo con sus manos en su cabello, arruinando su par de coletas. Su lengua jamás alcanzaría para envolver toda la extensión de su miembro, pero era suficiente para que la ansiedad se acumulara en su vientre, y empezara a expandirse por su cuerpo.
Más aún cuando la calidez de la boca de Nagisa lo aprisionó, y su húmeda lengua hacía un buen par con ella; dando lugar a una increíble sensación, que lo llevaba a la cúspide del placer. Pero él no planeaba que todo se acabara allí, porque el juego terminaría si él acababa.
—U-uh, suficiente, Nagisa —lo detuvo, tirando apenas de su pelo. Seguido a eso, tocó con dos de sus dedos los labios del recién nombrado—. Sé un buen chico, y lámelos.
El ojizarco no declinó ante su pedido, y utilizó los siguientes treinta segundos de su vida para lamer, con la poca determinación que aún le quedaba, los dedos del chico. Aún así, seguía sin poder deshacerse del calor que atacaba su cara. El mismo que subió a niveles desmesurados, gracias a que Karma paseaba sus dedos cerca de su intimidad.
La inercia de las circunstancias hacía que Nagisa se sintiera desesperado, siendo totalmente ajeno a su sentir. Sus músculos se movían por sí solos, y no supo en qué momento se levantó varios centímetros, para dejar a disposición todo de él a Karma.
Tampoco sabía cuánto le estaba doliendo el dedo de Karma moviéndose con suavidad dentro suyo, si dolió mucho más cuando introdujo el segundo y cuándo comparó sus movimientos con los de unas tijeras. O desde qué momento sentía algo de placer, que impidió el pedirle al pelirrojo que se apartara y lo impulsó a gemir como jamás lo hizo antes.
Se estaba muriendo de ganas de pedirle más de eso, que siguiera y no parara. Pero, el bochorno le pesaba más que la excitación que lo hacía temblar. Por lo que trató de evitar que aquellos sonidos tan obscenos escaparan de su boca, mordiendo y maltratando en vano sus labios, ya que lograba volverse mucho más estimulante ante los ojos de Karma.
Y Karma... él estaba fascinado. Analizaba con detenimiento cada estremecimiento de su cuerpo, cada sonido que salían disparados de su garganta, cada expresión de incomodidad, dolor y placer. Deleitándose con la imagen del chico más endemoniadamente adorable que conoció alguna vez, regocijando de gusto, buscando más contacto con sus dedos.
¿Y cómo lo miraba a él? Con inseguridad pasmada en su azulina mirada, curiosidad e ingenuidad. También era de esperarse, viniendo de alguien como Nagisa, la vergüenza. Eran tantas emociones las que sentía, que no sabía cuál se sentía mejor o peor, cuál quería seguir sintiendo o cuál quería dejar de sentir.
—Bien, Nagisa... No te mentiré —atinó a decir, quitando sus dedos del interior del mencionado. A cambio, obtuvo un quejido de frustración por su parte, que abrió paso en un camino que lo condujo directamente a perder lo poco que tenía de sentido común—. Va a dolerte, pero lo disfrutarás.
No eran las palabras más alentadoras, pero de todas formas, Nagisa asintió, casi imprescriptible, con la cabeza. Otra vez, las manos de Karma se apoderaron de sus caderas. Y el peliazul, con una de las suyas, alineó la entrepierna del chico con su entrada.
Sentir como Karma lo invadía de esa forma, como un intruso que buscaba tocar todos y cada uno de sus puntos sensibles a la vez, era algo que lo embelesaba. No obstante, dolía, dolía tanto que no consiguió bajar más.
—D-Duele mucho, Karma —lloriqueó, olvidando el honorífico que siempre utilizaba en su nombre.
—Tranquilo, no te estoy presionando —le recordó, volviendo a repartir caricias por el cuerpo desnudo de su acompañante, buscando calmarlo—. Tómate tu tiempo, tenemos toda la noche.
Lo coqueta que sonó su sugerencia y sus pulgares acariciando su cintura, apaciguaron algo del malestar que sentía. Se sintió más seguro, y prosiguió con lo anterior, para así consumar con la unión que ambos estaban esperando. A esa altura, no podía determinar si las lágrimas acumuladas en sus ojos eran de dolor, o de agrado. Porque se sentía más doloroso que los dedos, e igual o más placentero que los mismos.
De todas formas, no podía detener lo que comenzaron minutos atrás. Optó por relajarse, y dejar que su amante consiguiera complacerlo. Comenzó con un suave vaivén, que juraba con volver loco a Karma por lo interminable que parecía.
Los gemidos de Nagisa no tardaron en llenar el aire de la habitación, que no parecía suficiente para aligerar las respiraciones agitadas de ambos, quienes no parecían saciarse uno del otro. El ojizarco dio su primer salto sin previo aviso, arrancándole un gruñido a Karma.
Ayudándose con sus frágiles piernas tensionadas, repitió la acción varias veces más. Dejando libres gemidos, jadeos y gritos ahogados en cada ocasión. Karma lo mantenía firme sobre él, ayudándolo a montarlo con mayor comodidad y placer. Las manos de Nagisa se movían inquietas por todo el cuerpo del pelirrojo, pasando desde su abdomen, sus pectorales, hasta llegar por todo su rostro, tocar sus labios hinchados y rosados, su nariz, sus párpados, todo lo lo que podía con la yema de sus dedos. Sólo para asegurarse de no caer, de no morirse extasiado, de sentirlo con él y asegurarse de que realmente no habían caído bajo.
El ver al peliazul encima de él, con su piel blanca y suave perlada por el sudor, con visibles marcas creadas por él, tan erótico y soñado; hacía que Karma quisiera vivir el momento eternamente. Pero el cosquilleo no quedó instalado en su vientre, y estaba trepando por su estómago. Sentía como los movimientos de Nagisa eran más constantes y brutos, y podía adivinar que estaba decayendo en un orgasmo próximo al igual que él.
De alguna manera, logró enderezarse en el colchón, apretando con sus dedos las caderas del menor, lo obligó a aumentar el ritmo de las embestidas. El cambio repentino de posiciones, hizo que su miembro tocara el punto más profundo dentro de Nagisa, haciendo que este gritara un "¡Karma!" y llevara su cabeza hacia atrás. Estaba al borde del colapso.
Karma aprovechó el momento para hundir su cabeza en el cuello del pequeño, repartiendo besos y palabras suaves. Dejando que escuche los jadeos que provocó en él, que viera el placer que le ocasionaba.
—Eres adorable, Nagisa. —Besó su piel, dejando un húmedo camino de ellos y algunas marcas.
Todo lo que Nagisa irradiaba, sus besos, su amor, sus sonrisas, su cuerpo; todo le pertenecía a Karma, ahora y por un tiempo indeterminado, en el que esperaba que el otro chico también fuera suyo.
Y tras decir eso, los dos liberaron los últimos sonidos obscenos que la escena provocaba. Muchas palabras como "ya casi" o "eres realmente bueno en esto, Nagisa" se escucharon por parte de Karma, a la vez que todo se volvía más equívoco y apresurado. Eran un completo desorden, y ambos habían caído uno por el otro en el absoluto placer.
Luego de varios segundos, las uñas de Nagisa en la ancha espalda de Karma, dejando líneas temblorosas... Ambos cayeron en un pozo sin fin, el tan esperado orgasmo.
Fue Nagisa quien tocó fondo primero, entregándose por completo a la nueva sensación, sintiéndose aún más agotado que cuando llegó de la montaña. Más porque Karma seguía embistiéndolo, parecía no cansarse, no querer llegar jamás a su límite. Se satisfacía de forma egoísta sólo a él, como en un principio siempre quiso hacerlo; provocando espasmos en el esbelto cuerpo del más pequeño.
Pero eran tantas las sensaciones acumuladas en la boca de su estómago, que no tardó en dejarlas salir al eyacular. Dentro de Nagisa, y este encima de la tela de su falda; que Karma no dudó en sacarle una vez que acabaron, antes de que la cabeza del menor se derrumbara sobre su pecho.
Se quedaron así, por varios minutos, regulando sus respiraciones, Karma besaba los lugares por donde sus labios llegaban, descansando después de caer.
—L-Luego tendrás que explicarme esto, Karma —dijo con una sonrisa cansada, cerrando sus ojos—. Estoy demasiado cansado ahora.
—Quizás lo haga —respondió con sorna, sin dejar de sonreír.
Nagisa no esperó otra respuesta, puesto que estaba agotado como para reclamar lo que Karma no iba a decirle aún; que estaba enamorado de él.
No quería explicaciones de que probablemente hicieron algo malo, lo único que sabía con certeza era que, si así de bien se sentía descender al infierno, no le molestaría hacerlo mil veces más. Siempre y cuando el demonio que lo tiente a hacerlo, sea Karma.
•••
N/A: Es la primera vez que escribo Karmagisa, así que espero perdonen la repetición en los nombres, o si sus personalidades no se ven bien reflejadas.
Pero de verdad tenía muchas ganas de escribirlos, mucho más después de ver la escena en que Karma insinúa que Nagisa se vista de mujer.
Son muy lindos, y bueno, salió esta cosa.
✨¡¡Gracias por leer!! ✨
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