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11. Payakan

Maratón de año nuevo 1/2

—Hija, ¿me alcanzas lo que hay allí en la esquina? 

Me puse a buscar lo que mi madre me señalaba y me acerqué a cogerlo para llevárselo.

—Eso es —agarró el cuenco que le di y lo observó con atención.

Trataba de mostrarme completamente atenta, asintiendo en su dirección.

—¿Necesitas algo más, Mamá? —Le alcancé más hojas que buscaba antes y me miró por unos instantes extrañada.

No hacía falta pensar mucho para saber lo que diría.

—Puede que no te haya parido, pero te he criado, Ngayä. Sé cuando mi hija está diferente, ¿ha pasado algo? —Me miró con su mirada inquisitoria y sonreí, descolocándolas aún más.

—Todo bien, no tienes que preocuparte —la miraba, completamente relajada, tratando de calmarla de esa forma.

Ella me miró de arriba a abajo con extrañeza y frunció el ceño.

—Esencialmente lo que me preocupa es exactamente lo servicial y carismática que estás esta mañana. 

Reí por su actitud y me rasqué la nuca recordando el día anterior, en el que llegaron los Tulkun. Estaba segura de que ese recuerdo me perseguiría para siempre, como uno de los más felices que recordaba.

—Por Eywa, dime que no tiene nada que ver con el mestizo mayor de los Sully —me fulminó con la mirada, mientras seguía con sus tareas.

Mis orejas se bajaron instintivamente, extrañada por el tono de sus palabras, y comencé a balancear mi cola con molestia.

No me había gustado nada el tono que había usado para referirse a Neteyam, y mucho menos la forma en la que le había llamado mestizo; como si fuera una absoluta abominación tenerlo si quiera en nuestro clan.

—¿Qué tienes contra los mestizos? —Parecía que mi vieja personalidad estaba volviendo a salir a flote, y todo el carisma que había acumulado el día anterior se desvanecían con solo ver la cara de absoluto desagrado de mi madre.

Me consideraba una chica justa, que tenía muy claro sus principios.

Estaba dispuesta a defender y luchar contra cualquiera que tratara de herir tanto física como verbalmente a uno de mis seres cercanos. No hacía falta decirlo en voz alta para que todo el mundo supiera que Neteyam se había vuelto intocable entre los Metkayina, tenían claro que meterse con el mayor de los hijos de Sully era meterse con su futura tsahík.

No habíamos disimulado mucho el tiempo que pasábamos en compañía del otro.

—Es una auténtica abominación. No pertenecen a Pandora, a Eywa. No encajan aquí y son una auténtica vergüenza para los Na'vi —golpeó el cuenco contra la mesa, sus ojos centelleando.

Sus palabras despertaron la furia contenida por años y me levanté, lista para encararla. Ella me miró de arriba a abajo por mi actitud y subió la mandíbula tratando de imponer su autoridad.

—Son hijos de Eywa, igual que nosotros. Nuestra Gran Madre escogió a Jake Sully para salvarnos a todos; lo convirtió en uno de los mejores guerreros Na'vi jamás existidos. Deberías sentirte honrada de poder tener en tu clan su presencia y la de sus hijos, que estoy segura de que serán tan increíbles como su padre —le respondí, tan tajante como ella misma solía serla, dejándola en shock por mi tono—. Neteyam será un gran Olo'eyktan algún día.

Mi madre se acercó a mí repentinamente, amenazante. Sus orejas completamente echadas hacia atrás y sus ojos azules llenos de rabia. 

Por un momento retrocedí ante su repentino acercamiento y carácter, pero luché para mantenerme firme.

—No se te ocurrirá escogerlo a él, ¿verdad? —Sus palabras salieron más como un siseo cargado de veneno, sin duda amenazante.

Me enseñó levemente sus colmillos y eché las orejas tan atrás como ella, mostrándome también poderosa.

—Y si lo escogiera, ¿qué? Es mi decisión no la tuya —gruñí levemente, haciéndola retroceder un poco.

Teniendo en cuenta el estado físico en el que se encontraba, una mujer embarazada no tendría posibilidades contra una Na'vi bien adiestrada y joven. 

Ella tenía todas las de perder si se le ocurría tratar de abalanzarse.

—No estás siendo coherente.

—No, tú no estás siendo justa —di un paso hacia ella, quedando más cerca aún. No iba a dejar que nadie pensase que tenía el control sobre mis decisiones o futuro—. Él es uno de los nuestros. Es un Metkayina ahora.

—Por favor —rodó los ojos irónica y me miró burlesca—. Jamás será un Metkayina.

—Entonces yo tampoco.

—Solo es un chico, Ngayä. ¿Nos obligarás a echarlos por tu estupido capricho? No dejaré que nadie te aparte de tus verdaderas responsabilidades —de nuevo dio un paso hacia delante, buscando imponerme con su amenaza.

Ya no...

Avancé un paso como ella, nuestros rostros a escasos centímetros y la ira brotando de nuestro cuerpo como descargas; generando aún más tensión.

—Atrévete a echarlos o a ponerle un solo dedo encima a Neteyam y te juro que me voy de esta isla y no me vuelves a ver el pelo en tu vida —gruñí.

Ella retrocedió, muy impresionada. Las palabras que habían salido de mi boca tenían un precio muy alto; estaba poniendo en duda todo para lo que tanto me había esforzado, era como tirar los años anteriores a la basura.

—Estás hablando de una persona que me ha dado una felicidad que no recordaba que podía sentir. Me ha hecho reír de una forma que creía imposible, y no ha mirado por nada más que por mi felicidad. Así que ten muy presente mis palabras, no dejaré que tus arrebatos de grandeza me vuelvan a arrebatar la felicidad.

Vi como hacía el amago de volver a replicar pero de nuevo sonó el cuerno. Pero esa vez era diferente, parecía más una alarma que un llamado pacifico.

Ambas nos miramos con temor a pesar del enfado y salimos corriendo en dirección a la orilla.

Muchos Metkayina se dirigían corriendo en dirección al mar, con armas y agarradas y listas para el ataque.

¿A qué van a atacar?

Iban demasiados guerreros, no podía ser algo sin importancia.

—¡Ngayä!

Me giré bruscamente, viendo a Lo'ak venir hacia mí corriendo. 

Cuando llegó a mi lado se apoyó sobre sus rodillas, recuperando el aliento. Mis ojos lo observaban con pánico y anhelo de respuestas; algo no me olía bien de toda esa situación.

—Lo'ak, ¿qué está pasando? 

—Es Payakan —respiró hondo, aún sin aliento. Abrí los ojos como platos, sintiendo el pánico adueñarse de todos mis sentidos—. Le han visto. Van a ir a por él porque está desterrado y lo han encontrado en el arrecife.

Moví mi cola con nerviosismo, pero sintiendo la determinación crecer en mi pecho.

No dejaré que le toquen...

—Yo los pararé. Busca a Tsireya, dile que necesitaré que venga.

Asintió en mi dirección y salí corriendo hacia el muelle, donde llamé a un Ilu y agarré tanto su montura como un arma.

Pararlos no sería fácil, pero con un arma en la mano me tomarían más enserio.

Ya voy, Payakan.

Estaba a punto de saltar cuando una voz a mis espaldas me hizo detenerme

—¡Ngayä! —Me giré encontrando a Neteyam acercándose rápidamente—. He oído lo de Payakan. ¿Estás...?

Se interrumpió a sí mismo cuando vio el arma en mi mano y la montura del Ilu ya colocada sobre él.

—Espera, ¿a donde vas? —Me miró muy nervioso, haciéndose una idea de la locura que podría estar a punto de cometer—. No, no, no, no. No es una buena idea.

Noté que se estaba poniendo muy tenso y nervioso.

—Tengo que ir —me acerqué a él y deposité un beso en su mejilla, dejándole bastante sorprendido—. No puedo dejar que le hagan daño.

Le di la espalda y corrí para lanzarme de cabeza al agua, siendo recibida por el Ilu.

Algo en mí se removió al pensar en cómo había tenido que dejar tirado a Neteyam, pero sabía que era necesario. Payakan necesitaba mi ayuda, y por mucho que adorara a Neteyam no podía no ir en su rescate. 

Él también fue alguien muy importante en su día.

Veía a lo lejos a los Metkayina experimentados ya subidos en sus monturas y comenzando a acercarse.

Aceleré al Ilu todo lo que pude y, ayudándole a coger impulso, saltó por encima del agua y me solté para caer sobre una roca.

Rápidamente agarré una flecha y apunté con mi arco a los adultos.

Estos habían parado, sorprendidos por mi aparición y mis acciones.

Mi padre se abrió paso entre los demás Metkayina, para mirarme con severidad. Nunca me había mirado así antes, pero no podía arrepentirme de mis acciones, no si la vida de Payakan estaba en juego.

—Baja el arma, Ngayä.

—Esto se acabó. Él es inocente —no vacilé cuando le apunté ahora a él, a la vez que una pregunta se pasaba por mi mente.

¿Qué me pasa? Es mi padre. ¿De verdad sería capaz de soltar esta flecha...? ¿De hacerle daño?

—Hija... baja el arma, por favor —alzó ambas manos en el aire, y tensé más mi postura; asustando a los presentes—. Sé que estás sufriendo, Ngayä. Déjame ayudarte...

Una lágrima cayó por mi mejilla, y mi cuerpo comenzó a temblar.

Estaba perdiendo el control.

—Lo que yo necesito... tú no puedes dármelo.

Estaba a punto de soltar la flecha, queriendo impedir que siguiera acercándose, pero alguien se abalanzó sobre mí; provocando que la flecha saliera disparara en una dirección opuesta.

Al caer sobre la roca, los guerreros Metkayina aprovecharon para avanzar rápidamente, en busca del Tulkun desterrado

—¡Payakan! —Forcejeé con todas mis fuerzas, odiando a la persona que me separaba del que había sido un gran amigo en el pasado. 

—¡No! ¡Ngayä! —La persona detrás mío me agarró más fuerte, tratando de impedirme moverme.

Algo en mí se detuvo cuando me di cuenta de que la persona que me sujetaba, la que había eliminado mi postura autoritaria frente a los Metkayina, había sido Neteyam.

—¡Suéltame ahora mismo! ¡Payakan!

—¡Mírame! —Neteyam me giró para mirarle, aún sin dejar de ejercer presión; ya que mis forcejeos seguían siendo constantes y fuertes —. Piensa, Ngayä. No le ayudaras así.

Seguí luchando por liberarme hasta que se oyó el chirrido de un Tulkun a lo lejos, uno de dolor.

Neteyam me soltó y miré en dirección al grito.

A lo lejos los Metkayina perseguían a un gran Tulkun, hasta que este desapareció, lejos del arrecife.

Payakan...

Le habían hecho daño, le habían echado... Tal vez nunca podría volver a verlo después de eso, esa había sido una oportunidad única y la habían arruinado.

—Ngayä... —Neteyam trató de acercarse a mí, con un tono cargado de culpabilidad.

Trató de tocar mi brazo pero lo aparté de mala forma, sorprendiéndolo. Mis ojos estaban cargados de odio y mis orejas ya estaban bajadas de ira.

—¡No tenías derecho a detenerme! —Le empujé de forma brusca, llamando la atención de los que volvían hacia la orilla y de los que se encontraban cercanos a nosotros—. Sabías lo importante que era para mí, ¡y has dejado que le hagan eso!

Neteyam retrocedió con las orejas gachas y la mirada en el suelo. A pesar de que me dolía verle así, no pude contenerme.

—No te acerques a mí —le miré de arriba a abajo para después saltar de nuevo al agua, lista para regresar.



Narrador onminiscente

Lo'ak se acercó a su hermano, sintiéndose culpable de la discusión con la joven pelirroja. 

Él había hablado con Neteyam y le había provocado a ir tras ella, pensando que necesitaría ayuda. Pero en ningún momento pensó en que su hermano cometería un error tan grande como interponerse en algo tan importante para Ngayä.

—¿Por qué la has metido en esto?

Neteyam se acercó a su hermano, rencoroso de que él fuera quien la había animado a correr tras Payakan. Al final, desde el punto de vista del mayor, Lo'ak tenía la culpa de todo lo que había pasado.

—No puedes controlarla, Neteyam —Lo'ak retrocedió un poco ante la intensidad de su hermano pero no vaciló—. Por mucho que te importe, no puedes impedirle luchar.

—Tiene razón —Tsireya se metió entre los hermanos, lista para parar cualquier discusión que pudiera comenzar entre ellos, y algo preocupada por la tensión que se desarrollaba entre todos los jóvenes.

—Sabía que haría algo de lo que se arrepentiría. Intentaba protegerla, ayudarla.

Tsireya miró a Neteyam apenada, pues sabía que su hermana nunca vería lo que había pasado de la misma forma. Era una joven muy independiente y no soportaba que alguien tratara de interponerse en su camino, por mucho que fuera por su propio bien.

—Has hecho lo correcto... —Tsireya se ganó la atención de los hermanos y miró al mayor compasiva—. Con la persona incorrecta.
























Se me ha acabado alargando un poquillo jajajajja, 2121 palabras.

Ya sé que no ha sido bonito como los otros, pero creo que hablo por todos cuando digo que en las relaciones siempre hay problemas, sobretodo en las parejas. No podrían decir que se conocen perfectamente sin saber cosas que odian o pequeños conflictos que pueden llegar a tener.

También el desprenderte de una persona puede provocar que la valores más y, por tanto, la añores.

P.D. Si alguna expresión facial que describo no lográis imaginarla o ponerle imagen, podéis decírmelo y buscaré algún GIF para que podáis haceros una idea ^^

Se vienen capítulos emocionantes, de acción ;)

Espero que os haya gustado 💙

¡Os leo! 

Y Feliz año nuevo ✨🫶

Atte. Venus.

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