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Capítulo 24

Desde el día que recuperamos a Carol transcurriendo dos meses. Estaba feliz al tener a mi princesita a mi lado, Mario y yo volvimos a estar más juntos en todos los sentidos y todo parecía volver a la normalidad.

Un día estaba limpiando la cada mientras escuchaba la música que el profesor Pierre ponía, era muy relajante y a la vez inspiradora.

De pronto llaman a la puerta, cuando abrí estaban dos personas encapuchadas, al instante cerré la puerta pero era demasiado tarde porque pusieron el pie y al cerrar la puerta chocó con su pie haciendo que la puerta rebotara y me diera.

- Vas a pagar por todo preciosa.

Esa voz...esa voz era de Mark, nunca podía confundirlo.

- Llegó tu hora.

Tanya...

Corrí a mi dormitorio y me puse a buscar la pistola que mi padre me regaló en el día de mi boda pero no lo encontraba.

Alguien de los dos me cogió del pelo y me hizo que me arrodillara en el suelo, uno se puso delante de mí mientras que el otro me estaba haciendo daño en el pelo.

No pude contener mi rabia y destapé la cara de la persona que estaba delante de mí.

- ¿Creías que no ibamos a buscarte?

- ¿Qué queréis de mí? ¿Dinero? Cogerlo todo y marchaos.

- No queremos tu dinero, queremos que vuelvas a ser de los dos.

- Nunca he sido de nadie, fue vuestra decisión dejarme ir.

- Nos equivocamos.

- Estoy mejor sin vosotros.

- Eso no lo decías cuando estabas en el concierto.

- Porque tuvo que llegar ese día para darme cuenta que desde que me dejasteis marchar estoy mejor.

- Haré arrepentirte por lo que estás diciendo.

Tanya me cogió del pelo y me llevó arrastrandome hacia el cuarto de baño que había dentro de mi habitación. Mark encendió el grifo de la bañera y puso el tapón para que no es escapara el agua. Cuando estuvo llena me tení lo peor.

- Llegó tu hora de baño.

Quería desacerme del agarre de Tanya pero por más que lo intentaba no lo conseguía, mis esfuerzos por escapar eran en vano.

Entre Tanya y Mark me metieron en la bañera quedando totalmente empapada y me hundieron la cabeza, podía respirar pero llegados a un punto se me dificultaba y mi impulso era patalear para deshacerme de sus manos asesinas.

- Cariño, ya estoy en casa-. Gritó Mario desde la entrada.

Al notar que no le respondía se preocupó e insistió.

Yo ya no sentía el agarre de Mark, no los veía pero tampoco me quedaban fuerzas para poder levantarme.

Mario llegó al baño y al cerme así se alarmó y me cogió para poder salir, cuando estuve fuera de la bañera Mario llamó con su móvil a una hambulancia.

- Cariño resiste, no me puedes dejar solo, te quiero-. Vi como desfilaban sus lágrimas por sus mejillas.

Saqué las poquitas fuerzas que me quedaban para despedirme de él.

- Yo también te quiero.

Y con el ruido de las hambulancias de fondo, cerré los ojos.

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