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CAPÍTULO 5




Noah me miró con el ceño fruncido. Amber se mantenía en silencio, mientras su expresión cambiaba de sorpresa a preocupación.

—Lo siento mucho. —dijo Noah finalmente con voz suave—. No queríamos tocar un tema tan sensible.

—No es el tema lo que me preocupa. —respondí, sintiéndome vulnerable, pero también decidida—. Necesito saber lo que saben sobre el ataque en el teatro y sobre Alkantin.

Amber se inclinó hacia adelante con una mirada intensa.

—Nosotros estamos aquí porque esto es mucho más que solo un ataque. —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. La madre de Noah murió en un incidente similar. Estaba en un centro comercial cuando ocurrió una explosión parecida.

No era algo que no supiera, él castaño ya me lo había contado.

Mis ojos se encontraron con los de Noah, que ahora estaban llenos de una mezcla de dolor y pena.

—Esa tragedia se ha repetido —dijo Noah con voz firme—. Lo que ocurrió en el teatro no fue un accidente, y no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras el culpable sigue suelto. Es por eso que estamos aquí.

—Ya... —hice una pausa— Lo que no entiendo es... ¿Qué pinta ella aquí?

—Estoy aquí por él —respondió la rubia con tranquilidad, tomando su mano con delicadeza—. La madre de Noah ha sido como una segunda madre para mí. —Le sonrió a Noah mientras su mirada se iluminaba con una mezcla de cariño y nostalgia, como si hubiera algo más entre ellos, aunque él no la miró— Nos conocemos desde la infancia, y nuestras madres también. Cuando recibí la noticia de su fallecimiento, sentí que había perdido a mi propia madre.

—Entonces, ¿Qué planean hacer? —pregunté, sintiendo que mis palabras eran más un desafío que una pregunta.

Amber se enderezó.

—Estamos buscando más pruebas. Hemos estado siguiendo pistas que sugieren que hay alguien detrás de todos estos ataques.

—¿Y qué saben exactamente? —insistí, interesada pero aún escéptica.

Amber abrió el portátil que estaba sobre la mesa con un clic decisivo y comenzó a navegar por una serie de documentos.

David Vazquez, Ethan Miller, Ryan Carter y Lucas Davis. —Dijo de repente la rubia y no entendí— Os presento a los verdaderos miembros de Alkantin.

—¿Verdaderos? Pero, ¿no están en la cárcel? —Fruncí el ceño incrédula

—No, eso es lo que nos quieren hacer creer. Han pagado a personas inocentes, pero como no pobres, para que se hagan pasar por ellos y los han detenido en su lugar. —Respondió Noah apoyándose en el sofá y me crucé de brazos.

—¿Cómo estáis tan seguros de eso?

—Estoy estudiando para ser policía. He tenido acceso a datos e informes del estado y hay numerosas cosas que no coinciden. Mi padre trabaja en la fuerza, así que tengo acceso a la base de datos completa. —Respondió Amber con tono seguro.

Un silencio pesado se instaló en la habitación mientras la revelación se asentaba.

—¿Eso significa que hay alguien dentro que les ayuda? ¿Puede ser un policía?

Amber asintió lentamente.

—Eso me temo.

El ambiente se tornó aún más tenso. Todos sabíamos que esta información cambiaba las reglas del juego.

—Si eso es cierto... —dijo Noah— no podemos decir nada hasta resolver esta mierda.

De repente, la expresión de Amber se iluminó, como si le hubiera llegado una revelación. Sus ojos brillaron de emoción, mientras una sonrisa cautelosa se dibujaba en su rostro. Noah, al notar su cambio, frunció el ceño y apretó los labios, mostrando preocupación.

Me quedé observando, sintiendo la tensión en el aire. Ambos parecían atrapados en una conversación silenciosa que solo aumentaba mi curiosidad.

—¿Por qué se hablan con miradas? Estoy aquí —pregunté, con un tono cortante y una ceja alzada.

Amber, con una chispa en los ojos, rompió el silencio.

—Se me acaba de ocurrir algo o más bien alguien. —habló con entusiasmo.

—Amber... —Noah la miró de reojo, negando con la cabeza como si supiera exactamente lo que iba a decir.

—Hay alguien que nos puede ayudar. —continuó Amber
—No, espera, no creo que eso se una buena idea... —Noah la interrumpió.

Los miré, tratando de entender lo que pasaba entre ellos.

—¿Por qué se miran tanto en vez de hablar? ¿De quién están hablando? —insistí, con una mezcla de curiosidad y frustración.

—No, olvídalo, Zayel. Es imposible —dijo Noah rápidamente, su tono cortante me hizo fruncir el ceño.

—¿Imposible? ¿Por qué? —pregunté, cada vez más intrigada.

Amber respiró hondo, como si se estuviera preparando para soltar una bomba.

—Es Jake, un chico conocido en el barrio. Ahora se pasa el día bebiendo y saltando de fiesta en fiesta, además de tener un local de tatuajes. Pero también... vendía droga y, en alguna ocasión, trabajó con esos tipos como traficante.

—A ver si lo entiendo... —dije levantándome del sofá incrédula—. ¿Ese tipo colaboró con ellos, tiene un local aquí y está completamente libre como si nada hubiera pasado?

—No, no, no. No colaboró en los atentados —corrigió Amber, con una intensidad que me hizo dudar—. Hace tiempo que cortó lazos con ellos. Se asociaba con ellos para vender sustancias, nada más.

—¿Y tú cómo lo sabes? —pregunté con desconfianza.

—Es una larga historia, pero te aseguro que sé de lo que hablo —respondió.

—¿Y en qué nos puede ayudar? —insistí.

—Él tiene información. Puede saber más sobre ellos, incluso su paradero. —dijo.

—Si lo que dices es cierto... podría resultarnos útil. —Pensé en voz alta.

—No es seguro. Es una mala idea, Amber. No podemos confiar en él —interrumpió Noah.

—No estamos hablando de confiar en él, Noah. Estamos hablando de encontrar respuestas. Y Jake tiene conexiones que podrían ser útiles. Si alguien sabe cómo llegar a esos cabrones es él. —Explicó la rubia

Noah resopló con frustración y negó con la cabeza.

—¿En serio creen que acercarse a un yonqui como ese es una buena idea? No tenemos ni idea de lo que puede hacer.

A pesar de la advertencia, me encontré defendiendo la idea. Tal vez no era tan mala opción después de todo; en el fondo, cualquier cosa que nos acercara a la verdad era válida, aunque Noah siguiera en desacuerdo.

Amber intervino en mi defensa, cruzando los brazos con confianza.

—Jake no es tan mala persona como crees, Noah. Lo conozco bien y sé cómo manejarlo.

Me dirigí a Amber con una mezcla de aceptación y cautela.

—Eso espero... Aunque, ahora que lo pienso, ¿por qué nos ayudaría? Obviamente no va a hacerlo sin esperar nada a cambio.

Amber hizo una pausa, miró hacia abajo y murmuró con los dientes apretados:

—Eso tiene una solución. —Se detuvo y me miró—. Dinero.

Arqueé una ceja, algo sorprendida por lo simple de la respuesta.

—¿Eso es todo? No hay problema.

Noah, visiblemente más alterado, se levantó del sofá con los puños apretados.

—Estáis cometiendo una puta locura. Ese tío es un gilipollas. Yo me desentiendo de esto.

Antes de que pudiera dar un paso hacia la puerta, lo tomé suavemente del brazo. Noah se detuvo, quedando paralizado mientras me miraba como si estuviera viendo algo que no entendía del todo, como si mi acto le resultara extraño.

—Pensé que harías lo que fuera por tu madre. —Le dije en voz baja y él entrecerró los ojos.

—Lo haré, pero no así. Contad conmigo para lo que sea... —Se zafó de mi agarre con cuidado y dio un paso hacia nosotras—, pero no me voy a juntar con ese tipo. —Con una mirada seria, se giró y salió de la casa, dejándonos solas.

Suspiré y volví a sentarme. Me giré hacia Amber.

—¿Y bien? ¿Cuándo podré conocer al chico estrella?

Amber se quedó pensativa por unos segundos antes de responder.

—Quizá mañana.

Fruncí el ceño, negando rápidamente.

—¿Mañana? Hoy, Amber. Tiene que ser hoy... Cada segundo que pasa me angustia más, y no siempre voy a tener la libertad de salir sin mi maldito guardaespaldas.

Amber soltó un suspiro, pero asintió con resignación.

—Bueno... veré lo que puedo hacer. Aunque no prometo nada. —Acto seguido, sacó el teléfono y, con los labios apretados, hizo una llamada. La observé en silencio hasta que, tras unos minutos de susurros, desapareció de mi vista, dirigiéndose a otra habitación para hablar en privado.

Pasaron unos minutos antes de que volviera al salón. Su expresión era seria.

—Ha sido difícil convencerle, pero... nos ha hecho un hueco.

Mis ojos brillaron con esperanza.

—¿Para cuándo? —Me apresuré a preguntar.

Amber miró el reloj y luego me respondió.

—Le he dicho que en una hora estaremos allí.

Salté del sofá sin dudarlo. Salimos de la casa apresuradamente y nos dirigimos directo a mi coche. En el trayecto, conduje hacia el centro siguiendo las indicaciones de la rubia. Al llegar, tomé precauciones antes de bajar: el riesgo de ser reconocida era alto, así que me puse las gafas de sol y cubrí mi rostro con una bufanda que encontré en el auto. Listos, continuamos a pie hasta detenernos frente a un local con luces de neón parpadeantes; sin duda, una tienda de tatuajes.

Al entrar, observé a tres personas en la sala de espera, mientras una música suave resonaba de fondo. Amber me guió por un pasillo largo flanqueado de numerosas puertas entreabiertas. Sabíamos que estaban vacías, ya que podíamos ver el interior sin dificultad.

Seguimos avanzando hasta encontrarnos con una puerta cerrada; Amber se detuvo frente a ella y tocó, esperando una respuesta. Al no obtenerla, empujó la puerta con cautela, revelando el interior. Un chico estaba sentado de espaldas, concentrado en tatuar la nalga de una mujer. No pude evitar hacer una mueca ante la escena.

Amber se aclaró la garganta, y el chico se giró levemente sin soltar la máquina de tatuar. Su perfil mostraba brazos cubiertos de tatuajes y una expresión que desafiaba cualquier atisbo de autoridad o convencionalismo.

El tatuador se levantó de su silla con calma, sus labios curvándose en una sonrisa burlona mientras se dirigía a Amber.

—¿Y esta preciosidad? —preguntó, abriendo los brazos con un tono pícaro.

Amber le respondió con una ligera sonrisa, antes de abrazarlo, dejando claro que se conocían desde hacía mucho. Después de ese saludo, él me dedicó una mirada rápida; sus ojos azules como el hielo destellaban con una mezcla de curiosidad y descaro, antes de volverse nuevamente hacia Amber.

—¿Qué pasa? ¿Me traes una nueva clienta? —bromeó, haciéndome un gesto.

Amber le lanzó una mirada de advertencia y le dio un codazo.

—Jake, ya te lo dije por teléfono. Tenemos que hablar, y es serio.

Él me miró entonces con una sonrisa sarcástica y alzando ambas cejas con una mueca de falsa incredulidad.

—¿Sabes que el sol no llega hasta aquí, verdad? —dijo, señalando mis gafas.

—¿Nos hemos metido en un circo y no me he dado cuenta? Esto es serio. —respondí, en tono firme.

—Habla, te escucho. —dijo él.

—Necesitamos privacidad.

—¿Y qué hago? ¿echo a mis clientes de aquí? —me miró, esperando una respuesta. Yo me quedé callada; eso era lo que quería que hiciera. —¿Me compensarás las pérdidas?

—Necesitamos hablar, y ahora. —dije, bajándome las gafas. Él pareció reconocerme al instante y su expresión cambió. —Echales, si es necesario.

Jake se giró hacia la sala de espera, poniendo su mejor sonrisa despreocupada.

—Lo siento, chicos, pero tengo que cerrar por hoy. Algo importante acaba de surgir. Vuelvan mañana, ¿vale?

—¿Cerrar? ¿En serio? Llevo una hora esperando, hombre. —El primero en protestar fue un chico con el brazo a medio tatuar, frunciendo el ceño con desagrado.

—Esto no puede ser. ¿No podías haber avisado antes? —suspiró una clienta de cabello teñido de rojo, cruzando los brazos y mirándolo con fastidio.

Jake se encogió de hombros, sin perder la calma.

—Créeme, si tuviera opción, no cerraría. Aunque bueno, siempre hay otros tatuadores por ahí, ¿no? No se van a morir por esperar.

—¿Y yo qué? ¿Me quedo aquí con el tatuaje a medias? —intervino la mujer en la camilla, levantando la cabeza, claramente molesta.

—Te lo compenso, prometido. Ya sabes que siempre cumplo. —Jake le lanzó una sonrisa infantil, como si aquello fuera poco más que una molestia graciosa.

—Más te vale, o será la última vez que me veas aquí. —Ella resopló, cruzando los brazos en señal de advertencia.

Finalmente, entre protestas y murmullos, los clientes recogieron sus cosas y comenzaron a salir. Jake se mantuvo con una expresión neutral hasta que el último cruzó la puerta. Cuando el local quedó vacío, bajó la puerta metálica emitiendo un fuerte ruido, luego se cruzó de brazos y me miró con una ceja arqueada y una chispa de curiosidad en la mirada.

—¿Eso es lo que querías? ¿Qué pasa con los de la realeza? ¿Creen que pueden arruinarle la vida a cualquiera solo porque les apetece? Y, ya que estamos, ¿quién me va a pagar lo que acabo de perder? —preguntó, desafiándonos con la mirada, su tono mordaz como siempre.

Me senté en uno de los sillones de la sala, y Amber hizo lo mismo a mi lado, igual de seria. Lo miré directamente a los ojos.

—Nadie quiere joderte nada, Jake. Pero necesitamos hablar contigo de algo serio.Amber, sin esperar más, intervino.

—Jake, ¿te suenan David Vazquez, Ethan Miller, Ryan Carter o Lucas Davis?

Al escuchar aquellos nombres, Jake se tensó de inmediato, y se recostó en el sillón, cruzando los brazos mientras nos miraba de arriba a abajo, evaluando cada palabra.

—¿Venís de parte de la policía o algo así? —dijo, soltando una risa de incredulidad.

Amber, con un gesto de frustración, rodó los ojos.

—No, Jake. Te lo estoy preguntando como amiga. Y porque necesitamos tu ayuda. ¿Recuerdas la explosión en el teatro?

Jake soltó un largo suspiro y dejó que su cabeza cayera hacia atrás, mirando el techo por un segundo antes de hablar.

—¿Hay alguien que no sepa de eso? ¿Qué demonios tiene que ver conmigo?

Lo miré fijamente, sin cambiar mi expresión.

—Sabemos que alguna vez tuviste alguna conexión con los culpables.

Jake se tensó al instante, su rostro endureciéndose en una mueca de desconfianza.

—Venga, ¿en serio? Después de todo lo que pasé, ¿ahora me vienen con esto? Salgo de la cárcel intentando poner mi vida en orden y ya están con sus mierdas. No tengo nada que ver con esos atentados, ¿estamos? Fue una putada, sí, pero no me metan en su mierda.

Amber puso una mano sobre su brazo, calmándolo con un gesto suave, aunque su voz era firme.

—Lo sé, Jake. No estamos aquí para acusarte. Pero creemos que podrías ayudarnos a averiguar más sobre ellos. Lo que sea. Su paradero, sus contactos, cualquier pista que nos acerque a ellos.

Jake se quedó en silencio por un momento, mordiéndose el labio mientras procesaba nuestras palabras. Sabíamos que no iba a ser fácil, pero también sabíamos que era nuestra mejor oportunidad. Jake se quedó pensativo, cruzando los brazos y estudiándonos con una mezcla de incredulidad y curiosidad.


—¿Cuál es vuestro interés? Hace años pasó algo similar en un centro comercial y nadie vino a cuestionarme nada. ¿Por qué tanto interés ahora? —Nos dijo de forma desafiante.

—¿Sabes quién soy, Jake? —le dije, notando cómo su mirada se intensificaba—. Sabes que puedo recompensarte. Todo lo que hagas por nosotras tendrá su recompensa.

—Eso ya suena mejor. —Él esbozó una sonrisa ladeada, y con un gesto perezoso, se inclinó un poco hacia mí— Y respondiendo a tu pregunta... sí, tengo un par de contactos en la vieja red, todavía algo útiles.

—Necesito una prueba —respondí, sin apartar los ojos de los suyos—. Y en cuanto la tengas, una parte de lo prometido será tuya.

Jake se detuvo un instante, evaluándome con su sonrisa burlona antes de inclinarse hacia adelante, como si de repente esto fuera un juego.

—¿De cuánto estamos hablando? —preguntó, con una expresión que ya no era de mero interés, sino de diversión y algo de codicia.

—Eso lo discutiremos luego. Primero, la prueba.

Jake asintió, divertido, como si todo esto fuera una negociación más en su lista de asuntos.

—Déjame tu número, ¿no? —Con los ojos me señaló unos bolígrafos en el centro de la mesa.

Jake, sin perder su calma ni su sonrisa, levantó el brazo como si fuera lo más normal del mundo.  Suspiré y me acerqué sentándome junto a él. Tomé su mano, sintiendo su piel caliente  bajo mis dedos. Lo giré suavemente, buscando el espacio que no estaba cubierto de tinta, justo en la parte interna de su antebrazo, donde las venas marcaban la piel. Era el único lugar que no tenía tatuajes.  Deslicé el bolígrafo sobre su piel, anotando mi número.


Al terminar, dejé el bolígrafo sobre la mesa, me aparté de él y me levanté viendo que Amber también hizo lo mismo.

—Ahí lo tienes. —Murmuré y nos dirigimos hacia la puerta para salir mientras el sonido de nuestros pasos resonaban en la sala vacía.

Pero justo cuando estaba a punto de abrirla, Jake rompió el silencio.

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